Sonata Siniestra©

De nofarahway

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No puedes llenar a alguien de demonios y no esperar que se convierta en uno. *** Astra es la heredera de Alla... Mais

Preámbulo + Guía
Personajes + Playlist
Prefacio + Preludio.
Parte I: Someter al Rey.
01. Mariposa Negra.
02. Rey Oscuro
03. Príncipe de Plata
04. Reino del Caos.
05. Espejo del Rencor
Interludio.
06. Ejército de Hielo
07. La Delicadeza del Oro.
08. La Marca de Rella.
09. La Melancolía de la Oscuridad.
10. El Pacto de los Demonios.
11. Un Precio para el Poder.
12. El Despertar para los Fantasmas.
Interludio.
13. El Rey para las Sombras.
14. El Castigo para el Traidor.
15. Un Grito en la Oscuridad.
16. Un Aliado en la Venganza.
17. Donde Susurran los Demonios.
18. Donde Vuela el Narabi.
19. Donde Cae la Bruma.
20. Donde Yace el Deber.
21. Donde Se Susurran los Anhelos
22. Donde Sueñan las Mariposas
23. La Sociedad de Elegantes Verdugos.
24. En un Juego de Dioses & Demonios
25. Solo los Peones Pierden
26. El Principio en el Fin
27. La Condena en la Sangre
28. La Libertad en el Egoísmo
Parte II: Liberar al Demonio.
29. Lazos Quebrados.
30. Bosque de Sangre.
31. Paraíso en la Guerra.
33. Hermanos Sinester.
34. Encender la Oscuridad.
35. El héroe de los Demonios.
36. El Legado del Cuervo.
37. La Sensatez de una Bestia.
Interludio.
38. El Juicio de los Sabios.
39. El Deber de un Rey.
40. La Hermandad del Sae.
41. Lo que Querían los Demonios
42. El Lenguaje de las Flores.
43. Efímera Ambrosía.
44. Reina de Cuervos.
45. Imperios Caen.
46. Solo tu Nombre
47. El Anhelo en la Venganza.
48. La Maldición de Rella.
49. El Delirio del Príncipe.
50. Héroes o Demonios.
51. Ket ra ela.
Final. Sonata Siniestra
Epílogo.

32. Reina de Cristal.

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De nofarahway

❛No estás aquí porque te haya descubierto.
Estás aquí porque ya estoy demasiado cansada como para fingir que te creo❜.

Raelar Sinester era el ministro de guerra de Valtaria, el ministerio estaba situado al sur, en Venari, por eso los rumores de un posible ataque desde el río Astor, lo hicieron moverse en busca de una solución con el rey.

Aunque todos parecían mirarlo como si Raelar ya tuviera la respuesta a todos los males del reino.

Sonreí al notar que un parche cubría su ojo derecho, Lectar me comentó, en un tono casual, que lo había escuchado contar cómo lo perdió en una emboscada rebelde.

──¿Y le crees?

Él se encogió de hombros, viéndose desinteresado, igual que siempre. La apatía de Lectar era lo que volvía su capacidad de burlarse de todo algo entrañable, y no lo que lo convertiría en un cretino.

──Podría haberse inventado algo mejor, el ataque de un oso.

──No hay osos en Valtaria.

──Y los rebeldes nunca atacarían a un miembro directo de la realeza.

Nos callamos cuando noté los ojos sobre mí, fue entonces Anya quien tomó la palabra.

──Vaseg parece ser más una marioneta que alguien que pueda estar tramando algo, será bueno mantenerlo vigilado, pero dedicarle más atención solo nos retrasa.

──No coincido ──interfirió Raelar──. No llegas hasta el rey sin tirar primero a sus peones. Sería bueno aprovechar el interés que tiene en Astra, sea lo que sea, para llegar hasta quien lo envía.

Lysander me observó en busca de una opinión.

──Es un buen lugar para empezar.

Él asintió, llevando una mano a su barbilla, antes de volver su mirada a Eskandar, y continuar con la reunión, con su hermano confirmando que no habían podido dar con nada sobre los soldados que atacaron en el Bosque de Sangre.
Presioné las uñas en mi palma con fuerza.

Tuve que darle la razón.

Al parecer se corrían rumores de un posible levantamiento, pero eso ya lo sabíamos, por lo que Raelar aportó muy poco a la mesa.
La verdad era que eso parecía ser totalmente adrede, siendo que desde un principio no estuvo de acuerdo con la adhesión del Alto Karsten a la junta.

──¿Puede recordarme desde cuándo la fé nos ha instruido en combate?

──Ten más respeto ──exigió el hombre, sus anillos tintinearon cuando los colocó debajo de su mentón──, la fé ha sido mucho más útil que tu ejército.

──¿Quizás les propone a los soldados ponerse a rezar en cuanto vean llegar las tropas? ¿Alguna oración en particular para que mi alma encuentre el buen camino y evité ser devorada por Iverna?

──¿Los demonios no gobiernan en el infierno?

──En efecto, puede usted quedarse tranquilo.

──Suficiente ──Lysander se puso de pie──. Depondremos de la reunión por ahora, esperaré la respuesta desde Katreva y seguiremos con los planes que teníamos hasta ahora. Pueden retirarse.

Esa misma noche Feryal tenía preparada una gran fiesta en recibimiento de Raelar y, por mucho que hubiera querido, no podía declinar la invitación, caminé junto a Anya en el camino hasta la recámara real.

──¿Otra vez los dolores de cabeza?

Cuando noté cómo sostenía mi sien, alejé la mano.

Ya hacía dos meses que estaba bajo el mando de Anya, la primera vez, cuando llegué con las órdenes de Lysander, ella me había observado con suspicacia.
Se encontraba con su equipo entrenando en el patio de armas, cara sucia de tierra y sudor, había soltado la espada de entrenamiento antes de tenderle una mano a Yak para ayudarlo a levantarse.

Luego de eso, fuimos a beber hasta que terminamos perdidos en el adormecimiento de la ligera inconsciencia.

──Lo primero que tienes que hacer es conocerlos, ellos son tus compañeros, los que van a salvar tu vida si necesitas ayuda, deben conocerse para trabajar en sincronía. Tú deber es recordarlos aun cuando ya no estén. Porque nadie más se acordará de nosotros.

──¿En qué tanto piensas, Astra?

──Anya, ¿por qué estás aquí?, ¿qué te hizo enlistarte en el ejército?

Ella pasó el peso de un pie a otro.

──Las comodidades, para mi familia, ser soldado tiene una buena recompensa.

──Pero seguirías a alguien si no creyeras en sus ideales, ¿si te tocara servir a un rey mezquino?

Los soldados estaban rodeados de símbolos, himnos, juramentos y banderas que defender, pero difícilmente les quedaba un márgen para criticarlos.

Encerrados entre un montón de leyes sobre el honor y patriotismo, que los cubrían con un velo ante el horror que estaban cometiendo.

──Prefiero creer que tendría la opción de hacerme a un lado, ¿pero por qué lo dices?

Recordé los rostros de esos hombres muertos, la sorpresa de Raelar. Ellos peleaban por algo, ¿por Kaeser?, ¿por Valtaria?, ¿por los Raguen?, ¿y qué pasaría con quienes no lo fueran?

──No me hagas caso, es el dolor de cabeza.

──Ya, tomate el día libre, hoy tendrás suficiente haciendo de doncella.

──A ti te tocará hacer guardia, los Delheit siempre son exigibidos en esas fiestas.

Pero Anya ni siquiera pareció prestar atención a lo último que dije, ni tampoco cuando me hizo la siguiente pregunta.

──Astra, ¿qué hacías en ese bosque?, cuando te atacaron los rebeldes.

──Fui a buscar... respuestas.

──No las encontraste.

Recordé el cuerpo inerte de la joven.

──Llegué muy tarde.

Las cejas de Anya se juntaron en urgencia, por un momento creí que diría algo más, pero llegamos al pasillo que dirigía a los aposentos reales y debí despedirla. Todavía parecía lidiar con un montón de pensamientos cuando ví su melena corta desaparecer por una esquina.

Al llegar al vestíbulo fui recibida por un coro de voces embravecidas, no fue hasta que coloqué mi oído detrás de la puerta que los gritos comenzaron a tomar forma.

──Feryal, mi niña, entiende, solo busco lo mejor para ti.

──Y lo mejor es hacerme tu marioneta, no te bastó con enviar a espiarme, ahora haces esto ──La voz de Feryal hervía de la rabia──. Vete de mi habitación.

──Feryal, hija.

──FUERA.

El último grito pareció ser suficiente reprimenda para el viejo, porque me alejé solo el tiempo justo para verlo salir sin que me estampara la puerta en la cara, su túnica flotando sobre el mármol cuando parecía caminar por el aire y su rostro iba tan rojo que se acoplaba al color carmín de su atuendo.

Ingresé a la recámara real para encontrarme con la reina hecha pedazos.
Ella se encontraba envuelta en un liso vestido de seda lavanda, se dejó caer en el cojín sobre su buro.

──Feryal, ¿qué ocurre?

Retorció el sobre entre sus manos, con tanta fuerza como si así pudiera borrar el contenido de sus palabras.

──Encontré esta carta en su habitación, fui yo misma a inspeccionarlo ──murmuró──, ha estado muy raro este último tiempo, más de lo normal. Y ahora me encuentro con que está complotando con Kaeser.

Su ceño se frunció en angustia, pero su voz no volvió a quebrarse.
Extendí mi mano hacia ella, Feryal estrujó el papel con más fuerza, pero al final liberó el agarre para permitirme leerla.

Eran indicaciones de armamento y suministro de Valtaria, un mapa de la ciudad y demás información valiosa.

──Quería quitar a Lysander del medio para firmar un tratado con Kaeser, y que ellos convirtieran Valtaria en la capital de la Orden, bajo el mando de Kaeser ──Una sonrisa amarga curvó sus labios──. Como si ellos fueran a permitirlo.

──Es un traidor, ¿qué harás?

──Le di un día para que se fuera antes de delatarlo, siento, algo... ──Se presionó el pecho con fuerza──. Confíe tanto en él y quería ayudarlo, todo el tiempo solo estuvo...

Decidí recuperarla, antes de que se perdiera en un remolino de pensamientos.

──Feryal, piensa con calma, ¿qué otras indicaciones te dió?

──Nada, estuve involucrada con las hermanas del Círculo del Sae, las antiguas fóreas, pero se que no tienen nada que ver con mi padre. Astra, el collar, él fue quien me dijo que te prestara otro para que no pudieras tenerlo... ──Entonces pareció notar que no estaba en mi cuello──. ¿Él te lo robo?, era una protección, ¿no es así?

──No, él no lo hizo, lo perdí.

Feryal no pareció creerme, aun así no agregó nada. No tendría sentido que el Karsten estuviera aliado con Kaeser y Raelar, no podían ser tan buenos actores.

──Incluso me dijo que Lysander me engaña.

Enderecé mi espalda, como Anya me enseñó a hacer en posición de defensa.

──¿Por qué te diría algo así?

──Dijo que lo sabe.

──¿Y tú lo crees?

Ella negó, pero parecía muy agotada incluso para pensar en la opción.

──Mi padre odia a Lysander.

──Entonces es solo una mentira ──proseguí.

──Quise preguntárselo, lo pensé, quizás, porque anda raro estas semanas, pero... ──Apoyó el dorso de una mano en su frente, como si simplemente no supiera qué hacer con sí misma──. Lysander nunca se vió interesado en otras personas, desde que éramos adolescentes. Sabes, incluso a mí a veces me trata más como si fuera su amiga.

──Eso es esencial en un pareja ──intenté, pero el rubor cubrió mis mejillas porque quizás incluso mi hipocresía tenía límites.

──No soy su maldita amiga, no somos los adolescentes que obligaron a comprometerse ──fulminó con hastío pero tomó el pañuelo que le tendí──. Lo único que me da es esa estúpida amabilidad, y no lo necesito. Siempre creí que me amaba, solo que no sabía cómo expresarlo, pero él, no es, me trata bien, ¿sabes?, pero no quiero un trato cordial con el hombre con el que estoy casada. Merezco más que eso.

Me rehusé a mirar a Feryal y el dolor en sus ojos.

──Creí que podría hacer un buen papel, he intentado hacerlo. Quiero ser una buena reina, una buena esposa... Es difícil. Estoy cansada.

──¿De tu padre? ──la insté a proseguir.

──De todo, Astra, las sonrisas vacías en los actos y discursos estúpidos ──Se puso de pie para caminar por la habitación──. La imagen que tengo que mantener para ayudar en el gobierno de Lysander, es todo una pantomima, no puedo opinar en la verdadera gobernación y no soy más que otro títere inútil en la Corte.

Me sentí culpable, quizás la situación de Feryal no fuera tan diferente a la mía, puede que ella tuviera todo en lo referido a lo material, y hasta un poder imaginario que se disputaban su padre y su marido. Pero por lo demás, solo era otra pieza bailando al compás que otros le imponían.

El Karsten había gobernado su vida antes y ahora lo hacían miles de personas, consejeros, asesores, donde fuera siempre había guardias y doncellas siguiéndola. ¿Podía tener siquiera una charla sin creer que llegaría a oídos de su padre?

La punta de su naríz y el borde de sus ojos habían adquirido un color ligeramente rojizo, su rostro pálido quedó congestionado por el llanto.

──No me hagas caso, no sé por qué digo todo esto ──terminó──. Él nunca sería capaz de hacerme algo así, no Lysander.

No supe qué decir y para mi suerte tres doncellas entraron en la habitación, cargando un vestido. Feryal dió órdenes de cómo quería ser maquillada y peinada; solo para que cada uno de sus pedidos fueran descartados, reemplazados por otras opciones, mejores y más acorde.

Mert no tardó en comunicarle los colores y peinados que el Consejo había indicado como oportunos.

Emery ya tenía el vestido preparado y tendido sobre la cama, un vestido con faldas de tul donde reposaban flores cuidadosamente colocadas, de un amarillo ligero que entonaría con el dorado en los detalles del uniforme de Lysander, como lo haría un buen adorno.

──¿Quién eligió eso?

Mert alzó la barbilla, preparada para recibir el cumplido con orgullo.

──Yo, señorita.

La reina lo recogió de su cama con una violencia innecesaria, para luego tendérselo a su doncella.

──Te lo regalo, no lo quiero, vete.

──Pero, señora.

──Siraytza ──La voz de Emery fue una advertencia, como si debiera recordarle su título a la reina y cómo debía actuar de acuerdo a él.

──Lo hice con recomendación del Consejo.

──Y yo no lo quiero, ¿tú tampoco?

La chica me miró, como si yo pudiera darle una respuesta de su comportamiento. Me mantuve al margen con una sonrisa, y Feryal fue más clara, tomó el vestido para un entendimiento más rápido, rasgó la tela con fuerza hasta que cedió y terminó en retazos que fueron a caer en los pisos relucientes.

Las doncellas estaban pasmadas.

──Díganle a los miembros del Consejo que agradezco sus recomendaciones. Pueden irse.

Ellas no quitaron su cara de sorpresa hasta salir de la habitación.
Me limité a observar en silencio, no quise tentar la ira de la reina, por mucho que me hubiera divertido el espectáculo reciente.

──Su enojo asustó a sus doncellas, ya no serán de las pocas que nunca vieron a su señora harta.

──Tonterías, Astra, no estoy molesta.

──Entonces supongo que no quisiera verla enojada.

Feryal se colocó frente al tocador, con una sonrisa limpia y radiante.

──No siempre que estemos del mismo lado, Astra.

Los pisos de mármol blanco brillaban como un espejo bajo la luz del enorme candelabro de cristal. A un lado, en los enormes ventanales, asomaba una noche cerrada y silenciosa.

En contraste, el ambiente dentro era festivo, la música de los violines mantenía la fiesta en auge, los más jóvenes se aventuraban a la pista, como era típico en temporada, mientras los veteranos se limitaban a contemplar o hacer sus apuestas para las futuras alianzas y conexiones.

Lo lindo del matrimonio.

Lustrando la pista, Feryal bailaba en su vestido del mismo blanco lechoso que el cabello de Eskandar. Él daba su mejor impresión de joven galante, con una sonrisa que congelaría el hielo, por un momento pensé en la imagen perfecta que daban. La audacia y malicia encantadora de Eskandar, con la ingenuidad candida de Feryal.

La pareja más aburrida del salón.

Quizás la que le convendría a Valtaria, una unión que con el encanto de Eskandar, le hubiera hecho el camino más fácil a la realeza. Me pregunté por qué Raelar había elegido a Lysander, cuando Eskandar siempre actuaba como la opción correcta.

Ela cortó el hilo de esos pensamientos cuando apareció a mi lado. Iba en el traje regio y azabache de la Guardia, su pelo en ondas oscuras sobre sus hombros, de alguna forma esto le daba más coraje a sus facciones.

──¿No extrañas a tu pretendiente? No he vuelto a verlo ──bromeó.

──Creí que lo odiabas.

──Es como cuando ves a un hombre cercenado en el campo de batalla y sabes que es horrible, pero no puedes dejar de mirar.

──Tus analogías me preocupan, Ela.

──Eskandar me dice lo mismo ──dijo con una sonrisa, como si hubiera dicho algo realmente curioso.

Entonces mi atención se volcó a la persona que había hecho acto de presencia en el lugar. Llevando su túnica como un actor preparado, dispuesto a desplegar su teatro.

Feryal se detuvo, mientras Eskandar rodeaba su cintura en un movimiento menos casual, y más protector. Sea lo que sea que haya murmurado a su oído, sirvió para ponerla en marcha.
No tardé en captar a los otros hermanos Sinester entre la oleada de gente, Raelar se acomodó el cuello de la chaqueta mientras señalaba a Lysander el lugar donde debía ir.

Ela y yo nos acercamos con más prudencia, quedando a sus espaldas. La música continuó mientras Eskandar guiaba a Feryal más allá de las columnas de mármol, a una habitación contigua. Intentó, en vano, colocarse frente a la puerta blanca, porque el Karsten irrumpió y no quedó más que seguirlo.
Llegamos solo unos momentos después, a lo que se trataba de una pequeña habitación con sillones desperdigados junto a una chimenea.

Raelar y Lysander fueron los últimos en entrar, cerrando la puerta detrás para evitar el alboroto, aunque en el camino ya habían recolectado un buen montón de miradas indiscretas.

──¿Se puede saber por qué no puedo hablar a solas con mi hija? ──demandó el Karsten en su usual vozarrón.

──No lo sé, quizás se deba a la misma razón por la que tu cabeza debería estar en una pica ──le recordó Eskandar, apoyado en la ornamentación de la chimenea, jugando con las llamas a su lado.

──Demonio.

──Padre, te dí tiempo suficiente para que te fueras, ¿por qué no lo hiciste?

──Un día es más que tiempo suficiente para que huyas, deberías haber aprovechado la oferta ──sugirió Raelar──. No vas a obtener nada mejor que ser cazado como una rata.

Ocupó un lugar en el sillón, recostando ambos brazos en los respaldos, como si solo estuviera ahí para ser un espectador casual.

──¿Qué busca el gran Karsten? ──El tono de Lysander fue gélido.

──Hablar con mi hija sin la presencia de un grupo de demonios.

Golpeé la parte trasera de sus rodillas, para dejarlo caer en una posición a la que estuviera acostumbrado un lame botas, luego decidí que la daga en su espalda sería un buen incentivo.

La mirada de Feryal fue de horror.

──Astra ──Lysander realizó un ademán mientras se recostaba en la mesa junto al sillón──. Astra puede ser muy temperamental, ¿qué le parece comenzar a hablar?

──¿Te crees mucho verdad? Pero sin los poderes de la bruja Rella no serían nada.

──¿Y usted qué sería sin la miseria humana para alimentar su fe? Si la desesperación no llenará sus templos.

──¿Dónde planea atacar Kaeser? ──demandó Raelar.

Mi posición aseguraba dos cosas, que el miedo sirviera como amenaza y lo hiciera hablar, por un lado, pero más importante, si le llegaba a soltar mucho la lengua tanto de mi situación con Lysander, como de mi desliz con Kaeser, podría apagar su voz en un tajo limpio.

──¿Cómo consiguieron la carta?

──Yo se la dí ──Aunque cuando lo hice Lysander no parecía sorprendido por el contenido.

El viejo intentó mandarme una mirada fulminante, pero empujé su vista al frente.

──Solo soy un padre queriendo hablar con su hija, ¿es eso mucho pedir?

Hasta entonces noté que Ela ocupaba el lugar junto a Feryal, ella y Eskandar parecían más preocupados en la reina que en lo que pudieran sacar de la conversación. Lysander los miró de reojo, y volvió su mirada azabache al viejo.

──Perdiste ese derecho cuando decidiste traicionarla.

──Tú no me hablas de traición.

──No me hagas decir lo que ambos sabemos que planeabas hacer ──intercedió Raelar.

El Karsten se vió abochornado, el rojo cubrió parte de su nuca y casi quise voltearlo para ver su mirada avergonzada.

──Kaeser no puede atacar a Valtaria, no directamente ──prosiguió Lysander──. Por eso están financiando el armamento de los terrenos pequeños y de Ketrán, ¿no es así? Esta tarde me llegó una invitación para una reunión en Kaeser, ¿qué sabes de eso?

¿Reunión? Lysander no me había dicho nada de reunirse con Kaeser. Él enarcó una ceja en advertencia y concentré mi mirada en el Karsten.

──¿De dónde sacaste esa información? ¿De tu amante quizás?

Clavé la daga lo suficientemente profundo como para formar un punto rojo, escuché el sollozo de Feryal y me retracté.

Ella tomó un paso frente a la barrera improvisada de Ela y Eskandar, para luego enfrentar a su padre.

──¿Qué planeabas que ocurriera conmigo?, ¿lanzarme a un calabozo?

──Hija...

Feryal no cedió, como el delicado cristal cuando se rompe y lo único que queda son los bordes afilados.

──Nunca me engañaste, padre, siempre supe quién eras. No estás aquí porque te haya descubierto ──explicó──. Estás aquí porque ya estoy demasiado cansada como para fingir que te creo.

El Karsten permaneció rígido, al igual que mi cuerpo y la mirada dura de Lysander.

──Eskandar, Ela, llévenlo al calabozo ──dió por terminado.

──Feryal, mi niña, soy tu padre ──Se prendió a las faldas de su hija como una sanguijuela──. No dejaras a tu anciano padre en un calabozo, no cuando todo lo hice por ti, Feryal.

Entonces sí, una patada lo mandó lejos de su preciada hija, retorciéndose como un pusilánime, ni siquiera intentó levantar la cabeza del suelo.
Apenas se podía ver algo de su orgullo quebrado.
Lysander se acomodó el traje como si así lo hiciera con su compostura.

──Llévenselo ──repitió.

Eskandar tiró de su brazo para poner al Karsten de pie, luego sujetó sus manos en la espalda y Ela le marcó el camino hasta la habitación contigua con una espada.
Lysander tomó a Feryal de la muñeca, quien había quedado pasmada, y la recompuso en sus brazos, protegiéndola con calidez.

──Debí haberlo detenido antes, lo hubiera hecho cambiar de opinión ──murmuró contra su abrigo.

──No tenías manera de saberlo ──susurró con cuidado, a los oídos de su esposa.

──Claro que sí, Lysander, no soy estúpida, siempre lo supe.

Los murmullos se apagaban en su abrazo estrecho, eran demasiado quedos como para escucharlos, y algo me decía que prefería no hacerlo.

Hasta entonces noté cómo había quedado en el aire con la salida del Karsten, hasta que el acero mordió mi mano noté que lo había estado presionando con fuerza.

Raelar se puso de pie para salir de la habitación, como quien se da por satisfecho luego de un buen espectáculo. Pero comenzó el suyo propio al salir.

──Estuviste cerca, ¿no te parece?

──No sé se qué hablas.

Intenté evadirlo, pero Raelar caminó conmigo todo el tramo del pasillo.

──Ah, que cosa el amor joven y no correspondido, sabes, tu madre también empezó así, queriendo matarme.

──Cállate.

──Así son los reyes, ¿no, Astra? ──indicó con un cinismo meloso──. Obtienen lo que quieren, se apoderan de ello y luego... ¿quién podría reclamarle algo a un rey?

Entonces sí, lo encaré con rabia.

──Sabes que Vaseg está de tu lado, ¿por qué hiciste toda esa pantomima?

──Quería... probar un punto ──La malicia le curvó una sonrisa.

Giré dispuesta a continuar mi camino, cuando él sujetó mi brazo para ponernos frente a frente.

──No es tiempo para esto, Astra, ya escuchaste todo, Kaeser está dispuesto a tirar todo Valtaria, ellos son el paraíso de los Raguen, los mantienen encerrados del peligro fuera de esa ciudad ──siseó──. ¿Qué pasará si de repente se dan cuenta de que no es necesario seguir ahí? ¿Si Valtaria le muestra que los Raguen pueden vivir libres y en paz? Eso amenazaría su imperio, ¿para que abrirse al mundo si en ese pequeña muestra ellos son reyes?

──Y si es así, ¿por qué mataste a esa chica? ¿Qué cosa no quieres que sepa? ¿En verdad crees que voy a pensar que eres mejor que ellos?

──Mejor para ti, sí, ellos quieren matarte, Astra, les hice creer que moriste en Allaranta, si se enteran que estás viva vendrán por ti.

Realicé una mueca ante su cinismo, y que todavía me creyera tan estúpida para creer que podría confiar en él.

──Quizás no necesites el otro ojo.

Me empujó dentro de una habitación, cerrando y usando su enorme cuerpo como poste, antes de que pudiera escapar.

──Déjame ir.

Me observó con ojos salvajes, y supe que no podría ocultar la rabia que me tenía más tiempo. Así lo pensé, hasta que dejó que una soberbia serena adornara sus facciones.

──Date la vuelta.

──Dejame ir.

Rebusqué la daga en mi muñeca, su beso frío me ayudó a recobrar la calma.

──Ah, mi hermosa y salvaje tala, ¿no crees ser capaz de reducirme?

Reprimí una mueca, todavía con odio reburberando en mí, volteé para encontrarme con ojos verdes y profundos observándome desde una pintura.
Era como verme en un reflejo de óleo y acuarela.

───Agar, no tenía apellido, porque pertenecía a la comunidad tala, siempre nómade.

──Basta.

──Te ocultó en el castillo de los Allaranta para que te dieran su protección, quería que te criaran como una noble porque ella no tuvo la oportunidad. Porque sabía que la vida no te sería fácil de otra manera.

Intenté rebuscar la daga, nuevamente, pero Raelar presionó mi muñeca.
El frío me heló en las penumbras de la habitación.

──Que te calles.

──Ella nunca tuvo ninguna opción, ni más afición que guiar la venganza de los suyos ──Sujetó mi muñeca en alto, la que sostenía la daga, para ilustrar el punto──. Estas pinturas son lo único que hay de ella porque vivió por el rencor, si quieres honrar a tu familia, Astra, aléjate de eso.

──Tú, mataste a esa chica como quisiste hacerlo conmigo.

La acusación pareció despertar la fiereza dormida en sus ojos.

──Si yo no hubiera atacado Allaranta antes, no quedarías ni tú, intenté salvarte y huíste. ¿Crees que esa chica venía a ayudarte? Quisieron desecharla en cuanto supieron su verdadera identidad, y ella prometió volver con tu cabeza.

──Solo dices mentiras.

──Solo busco el bien para Valtaria, Astra, y cuando dejes tus estúpidos rencores, entenderás que eres tú.

Me soltó con brusquedad, sin vacilación, me escurrí por la puerta detrás suyo, al salir mi respiración todavía era desigual, y podía sentir un par de ojos esmeralda observándome desde la oscuridad.

p r e g u n t a s:

¿Qué creen que hará Feryal cuando se entere de la infidelidad de Lysander?

¿Quién son los padres de Astra?

Me pasa igual que con el padre de Kaiser, que pensé que era obvio pero nop.

dato curioso que nadie pidió: ¿Sabían que esta historia empezó con la inspiración de Ana Bolena?
Ahí se los dejo.

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