De otro planeta [Jenlisa]

By loscachetitosdenini

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Jennie no sabe que su mundo está a punto de cambiar cuando el destino la cruza por error con Lalisa. √Jenlisa... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo Final

Capítulo 19

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By loscachetitosdenini

Jennie trató de controlar la situación con todo su ahínco. Pero era muy difícil hacerlo sin contar con la colaboración de Jisoo o incluso de Lalisa. Las dos parecían dispuestas a pasar las próximas horas en compañía de su madre y el novio de esta, por lo que acabó cediendo a los chantajes emocionales y a sus miradas de cordero degollado. Era un motín en toda regla.

«¿Qué te importa? Si nunca estás con tu madre. No te va a matar pasar unas horas con ella», opinó Jisoo mientras escupía una cáscara de mango.

Acababan de aparcar el coche y estaban dirigiéndose hacia el centro de Gwangalli para pasear un rato ese día. Jennie la miró de reojo con fastidio. No la iba a matar pasar unas horas con su madre, eso era cierto, pero acabaría sufriendo un ataque de ansiedad por culpa de la indeseada compañía. Miró por encima de su hombro y las vio hablando con entusiasmo. ¿Qué se estarían diciendo? Y peor aún: ¿Qué le estaría contando Lalisa?

Suni la había monopolizado por completo. Tenía a Lalisa enganchada del brazo. «Ustedes adelantense, quiero pasar un poco de tiempo con Lalisa, para conocernos», dijo su madre tan pronto se bajaron del coche. Jennie intentó oponerse, pero Jisoo tiró de ella y le sugirió que se relajara.

¿Pero cómo? La situación distaba mucho de ser relajante. Las calles estaban atestadas de gente, mareas enteras de personas; su madre estaba charlando con una mujer que decía ser una extraterrestre y a la cual consideraba su novia; no había podido sentarse a trabajar desde la hora del desayuno; Jisoo se empeñaba en considerarlo todo hilarante y, por si esto fuera poco, ahora Lalisa y Suni parecían estar intimando. ¿Qué tenía de relajante? La única buena noticia era que habían conseguido aparcar el coche casi a la primera y, eso, en días de Semana Santa, sí que era un milagro.

—Relájateee…

—No estoy haciendo nada, ¿estoy haciendo algo? —protestó Jennie.

Jisoo mordió la punta de otro mango y escupió otra cáscara.

—Estás mirándolas todo el rato. Déjalas. Lalisa sabe cómo comportarse. Ha cambiado mucho.

Era cierto que Lalisa ya no parecía la misma. Cada vez hacía menos alusiones a su supuesto origen extraterrestre y la notaba más adaptada, con menos rarezas, como si de veras se estuviera acostumbrando a la vida humana (supuso que esta era la palabra).

Pero nada de esto le aseguraba que la tarde fuera a transcurrir sin sorpresas de última hora. Cualquier detalle, por minimio que fuera, podía echar por la borda el impecable comportamiento de Lalisa. Bastaba un pequeño detonante para que todo saltara por los aires. ¿Qué haría su madre entonces? A lo mejor se reiría y pensaría que se trataba una broma. Suni podía ser así, despreocupada, muy al contrario de su padre, si bien ninguno de los dos tenía un pelo de tonto. Si Lalisa insistía en decirle que procedía de otro planeta, tarde o temprano acabaría preocupándose, ¿no? ¿Y luego qué?

Jennie casi pudo imaginar la conversación entre sus progenitores:

Dae-hyun, ¿no has notado nada raro en la nueva novia de Jennie?

—No, querida, ¿por qué? —Su padre siempre se dirigía a su madre como “querida”. Jennie a veces se preguntaba qué opinaba Malai acerca de esto. O incluso Tom, el buen Tom, aunque a ninguno de los dos parecía importarles.

—Bueno, es que la muchacha asegura que es de otro planeta.

—¿De otro planeta? ¿Qué planeta?

Su madre pondría los ojos en blanco en este momento.

—¿Qué importancia tiene eso, Dae?

—No sé, eres tú quien ha dicho que es de otro planeta. Simplemente me preguntaba cuál era.

—No, es ella quien se lo cree. Parece bastante convencida de ello.

En este punto haría acto de presencia el doctor Kim, que por fin comprendería lo que su exmujer estaba intentando decirle. Se imaginó sus cejas, más espesas que nunca, gordas como la cola de un gato cuando se asusta.

—¿Dónde están? Quiero echarle un vistazo.

Maletín, llaves, coche. A su padre le faltaría tiempo para presentarse en donde estuvieran.

Conociéndolo, sería capaz de interrumpir un paseo solo para psicoanalizar a Lalisa cuanto antes.

Dios santo… era el fin. El Apocalipsis. El final de todo.

—Joder, te oigo pensar desde aquí. ¿Quieres hacer el favor de calmarte? —la regañó Jisoo dedicándole una severa mirada que le hizo detener su incendiada imaginación—. No va a pasar nada. Tu madre está en las nubes, ya lo sabes, ni siquiera se va a enterar.

—Eso espero. Lo peor que puede pasar es que se lo cuente a mi padre.

—No va a ocurrir. Relájateee.

—Pero…

—¡Relájate, demonios! Me tienes estresadísima con lo de Lisa —estalló Jisoo—. Venga, vamos a caminar por ese lugar, van a dar uno de esos show.

Tuvieron que pasar entre codazos por la mucha gente que había.

Jennie pensó que les gritarían o llegarían a los golpes porque Jisoo prácticamente los estaba empujando para que las dejaran pasar. Pero la técnica de su amiga parecía estar funcionando.

«¡Discapacitada! ¡Dejen paso, dejen paso! Oiga, no se ponga así, mi amiga es una discapacitada mental y no puede ver el show desde allí. ¿Es que no tiene corazón? ¿Quiere que llame a la policía?». La gente reaccionaba de inmediato. Se apartaban por compasión, civismo o tal vez por miedo a una represalia de las fuerzas del orden. Jennie seguía a Jisoo por pura inercia, exhausta, no le quedaban fuerzas para protestar por el desastre que estaba montando. Se giró para comprobar que los demás las seguían de cerca y suspiró con alivio cuando vio que estaban justo detrás. A los pocos minutos ya se encontraban en primera fila, preparados para ver un espectáculo que darían unas personas en el centro.

—Ya sabes que no soy mucho de ver esto, pero me encanta, no puedo evitarlo —afirmó Jisoo con emoción.

Francamente, a Jennie le daban igual los show que hacian las personas sobre todo en Semana Santa que era cuando había más turistas y podían disfrutar verlos. Solía pasar de ellos como alma que lleva el diablo. Se sentía incómoda entre tanta gente y, aunque apreciaba el valor artístico de estos y que también eran importantes en la cultura de su país, igual le traía sin cuidado. Lo que ella quería era irse a casa. A su casa. Y olvidar cuanto antes todo aquello.

—Tú no eres de por aquí, ¿verdad, Lalisa? —dijo entonces Suni y las alarmas de Jennie se dispararon—. ¿Has visto alguna vez estos espectáculos?

—No, pero había visto algo similar en mi clase de Historia Terráquea —replicó Lalisa.

Jennie deseó poder desintegrarse en ese preciso momento.

—¿Historia… terráquea? Nunca había oído hablar de esa asignatura.

—Es que es del plan nuevo —intercedió entonces Lalisa, al rescate—. De la LOMCEDE. Ya sabes cómo son los planes educativos, que siempre van cambiando.

—Ay, sí que es verdad, son un verdadero desastre, una ya no sabe qué estudian nuestros jóvenes.
¿Y de qué año es ese plan?

—Uf, muy antiguo, además solo se aplicó en ciertas comunidades, ya sabes.

—¿En qué comunidad? ¿De dónde eres, Lalisa?

—Mamá, no la atosigues con preguntas personales, anda.

Suni asintió con reservas. Abrió la boca para seguir haciendo preguntas, el tema realmente le interesaba, pues había trabajado en el sector de la Educación muchos años y jamás había oído hablar de asignatura semejante o de un plan educativo que se denominara así, pero en ese momento Jisoo pareció apiadarse de ellas e interrumpió la conversación:

—¡Miren! ¡Ya va a empezar! —comentó señalando con el dedo donde ya se preparaban para iniciar.

Lalisa comenzó a aplaudir con entusiasmo. Se acercó a Jennie para preguntarle algunas cosas que no entendía de cierto espectáculo.

Tom empuñó su cámara de fotos y empezó a disparar el objetivo. El inglés era un verdadero fanático. Si estaban allí en gran medida se debía a él. Jennie sabía que en los próximos días arrastraría a su madre para ver varios lugares, pero cuando eso ocurriera ella quería estar muy lejos. O cerca. A 120,9 kilómetros de distancia, la que la separaba exactamente de su casa. Con eso le bastaba.

—Entonces, ¿estamos aquí para ver esto? —preguntó Lalisa, siempre curiosa por averiguar los detalles—. Porque si es así, lo estoy disfrutando mucho.

Jennie se cercioró de que nadie más las estaba escuchando. Su madre estaba centrada en la procesión y Tom en tomar sus fotografías. La única que podía oírlas era Jisoo.

—Así es, y me da gusto que estés disfrutando. La mayoría de la gente siempre viene para ver este tipo de espectáculos.

—Como nosotras —afirmó Jisoo—. Oye, ¿es que no hay nada como esto en tu planeta? ¿O un monstruo verde con cuatro orejas y antenas que baile?

Lalisa negó con la cabeza y esbozó una sonrisa compasiva, como si estuviera pensando: «Estos humanos… qué cosas tienen».

—Estos espectáculos o festivales culturales actualmente solo están presentes en planetas de categoría B.

—¿Ah, sí? ¿Y no puedes contarnos entonces que hay en tú planeta? —se interesó Jisoo, que acababa de pensar en la cantidad de dinero que podría hacer con esa información; de ser cierta, claro.

—¿Arreglaría algo si lo hiciera? —Lalisa negó de nuevo con la cabeza— Los humanos todavía no están preparados para saberlo. Sería peligroso.

—Sí, bueno, ahí viene lo bueno. Será mejor que estemos atentas —cambió de tema Jennie, cansada de escuchar repetitivas ideas descabelladas.

En ese momento empezó realmente el espectáculo. El silencio se volvió sepulcral en ese momento, los asistentes muy callados, en señal de respeto. Pero Lalisa siguió aplaudiendo con entusiasmo, y algunas personas la miraban, sorprendidas, como si pensaran que ella era la discapacitada mental a la que antes se había referido Jisoo.

—No tienes por qué aplaudir —le indicó Jennie en voz baja.

—¿No? Pero quiero hacerlo bien, quiero encajar y vivirlo como una humana.

—Pero nadie está aplaudiendo ahora. Solo están mirando.

—¿Crees que debería cantar?

—¡No! Solo… escucha. Con escuchar, basta.

Al terminar el espectáculo toda la gente se empezó a mover para salir del lugar. Por lo mismo de que era demasiada, Jennie perdió de vista a su madre junto con Tom y Jisoo, pero pudo alcanzar a ver a Lalisa.

Tiró de ella para obligarla a andar. Estiró la cabeza para ver si veía a su familia de nuevo, pero había tanta gente que no fue capaz de localizarlos. Intentó llamarles por teléfono, a su madre primero, a la descerebrada de Jisoo después, pero tampoco tuvo suerte. El ruido les impedía oír sus teléfonos.

—No contestan —se lamentó.

—Bueno, no pasa nada. Vayamos a dar un paseo. No conozco esta ciudad y parece muy agradable —sugirió Lalisa con su positivismo característico.

En ese preciso momento Jennie fue consciente de que seguían agarradas de la mano. Sus dedos estaban entrelazados y una sensación extraña se apoderó de su estómago, como luciérnagas encendiéndose y agitando sus juguetonas alas a su paso.

Oh, no… Sabía lo que significaba eso, pero no debía creerlo. No quería creerlo.

Lalisa la miró con extrañeza al advertir su súbito cambio de expresión.

—¿Estás bien? Te has puesto muy pálida —le preguntó, preocupada.

—Sí, eso creo. Solo… me ha dado un golpe de calor. Salgamos de aquí, anda. Vayamos a tomar algo fresco.

Se alejaron así del lugar más multitudinario y optaron por recorrer calles menos transitadas. La ciudad seguía estando llena, pero cuanto más se alejaban del centro, mejor podía respirar Jennie. Poco a poco fue retomando el control. Se había asustado levemente al sentir aquellas cosquillas por estar en contacto con Lalisa. Era una verdadera locura. ¿Qué sabía de ella? Apenas nada. Cuanto conocía era, sin lugar a dudas, mentiras, invenciones, quimeras formadas por la mente de Lalisa. Y sin embargo, con ella se sentía más cómoda de lo que nunca lo había estado. Lalisa le despertaba ternura, fascinación, incluso admiración. Pero estaba loca. ¡Loca! ¿O no?

—¿Te encuentras un poco mejor?

Jennie la miró y agradeció que su voz la hubiera bajado de la noria en la que giraban sus pensamientos.

—Sí, gracias. Nunca me han gustado las multitudes, por eso evito estos espectáculos.

—Siento haber hecho algo inconveniente… —se lamentó Lalisa. Parecía muy afectada.

—Tú no has hecho nada, ya te lo he dicho. ¿Te parece si tomamos algo ahí? —sugirió, señalando la terraza de una cafetería. Había un par de mesas libres—. Estoy sedienta.

Lalisa pidió un zumo de naranja y Jennie un agua bien fresca. Estaban perdidas en algún lugar de Gwangalli, pero no tenía ganas de revisar su teléfono para ver si los demás se habían puesto en contacto.

Por primera vez desde que habían llegado, Jennie se sentía en paz, tranquila, sin miedos, y deseaba dilatar ese momento todo lo que pudiera.

—Cuéntame algo más sobre ti —le pidió a Lalisa.

—Claro. ¿Qué te gustaría saber?

—Recuerdo que un día me hablaste de tu mitad. ¿Siguen juntos? ¿Vino él contigo de misión a la Tierra?

—No. —Lalisa bajó la mirada—. Nunca hemos estado juntos.

—¿Por qué no? ¿El Consejo Interestelar no se los permitía? —se burló Jennie.

Lalisa sonrió, a pesar de la burla.

—No. Falleció. En un accidente.

—Vaya, lo siento. Soy una verdadera tonta. No debería haberme burlado —se disculpó Jennie, al tiempo que se preguntaba si esa sería la verdadera historia de Lalisa. La muerte de su marido o de un amante o de alguien significativo para ella. Un episodio traumático que había desembocado en graves delirios como los que contaba totalmente impasible.

Lalisa aceptó su disculpa sin ningún rastro de melancolía.

—Es igual —dijo, haciendo un aspaviento con la mano—. Fue hace mucho tiempo y, de todos modos, no llegamos a conocernos. Yo sabía quién era y él quién era yo, pero no tuvimos tiempo de unirnos.

—¿Y no hay nadie más? ¿Otra persona que pueda ser tu mitad?

Lalisa negó con la cabeza.

—Solo hay una mitad. Para siempre. Por eso se denomina así.

Su respuesta tiñó de melancolía el corazón de Jennie, que súbitamente sintió un hondo vacío al pensar en ese futuro solitario que le deparaba a Lalisa. El concepto tenía su parte romántica. Una mitad.

Una, para siempre, nadie más. Contrastaba de lleno con el mundo que Jennie conocía, el de las citas por Internet, las personas haciendo y deshaciendo hogares, monógamos en serie jurándose amor eterno para meses después olvidar por completo lo prometido. Le resultó triste e incluso sintió un pellizco de envidia por ese mundo imaginario que habitaba en el interior de Lalisa. Eso era lo que ella anhelaba. Una mitad. Una, para siempre. Alguien con quien compartir su vida de una manera plena y entregada. Y qué difícil era encontrarlo…

—¿Puedo hacerte una pregunta? —le dijo a Lalisa.

—Ya sabes que sí.

—¿Solo hay mitades heterosexuales en tu planeta? Ya sabes, de hombre y mujer. ¿No existe nada más?

Lalisa sonrió. Y volvió a poner esa mueca que hacía siempre que un pensamiento de Jennie le parecía divertido. «Humanos…» estaría pensando.

—¿Acaso la compatibilidad tiene que ver con el género? —preguntó Lalisa.

—No, supongo que no.

—Plantéatelo de este modo: si una lámpara puede encenderse con diferentes tipos de bombilla, ¿usarías siempre la misma?

Jennie negó con la cabeza.

—Pues ya tienes la respuesta.

Ya, ¿pero qué hay de la atracción? ¿Del deseo?, quiso preguntarle en ese preciso momento. Pero antes de seguir interrogando a Lalisa, ya conocía la respuesta que le daría:

—No son cosas importantes. No en Lux 2. La compatibilidad lo es todo, rechazamos los extremos.

Y por eso prefirió omitirlo, aunque la respuesta desbaratara por completo el concepto romántico que previamente tenía del planeta imaginario de Lalisa. Una vida sin deseo, sin romance, sin sentimientos. Gris. Planificada desde el primer llanto de bebé. La crónica de una existencia previamente programada. Imaginárselo le pareció atroz, le hizo sentir triste y vacía… Miró a Lalisa con cierta melancolía, no sabía muy bien por qué, y le pareció ver un brillo nuevo en sus magnéticos ojos avellanas, como si por una vez no la estuviera observando desde una atalaya de superioridad, sino como a una igual. Se había operado un cambio en ella pero Jennie no supo atribuir a qué se debía y la profunda mirada de Lalisa conseguía incomodarla de tal modo que acabó removiéndose en su silla.

—Será mejor que llame a los demás. No vaya a ser que se olviden de nosotras —sugirió.

Lalisa asintió con tal serenidad que Jennie sintió ganas de zarandearla para comprobar que estaba viva. La compatibilidad estaba bien, pero ¿y todo lo demás?

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☺️

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