Capítulo 13

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Jennie se despertó temprano. Era lunes por la mañana y tenía que ir a la oficina, pero le pesaban los párpados y le faltaba motivación. Tomó una ducha rápida para entrar en calor. Se había despertado una mañana nublada, aunque sabía que las nubes no permanecerían demasiado tiempo en el cielo. Tan pronto avanzara el día se irían disipando, cediendo ante los rayos del sol. «Mañanitas nubladas, tardecitas de paseo», solían decir las abuelas coreanas cuando el día se despertaba encapotado.

Lalisa ya estaba despierta cuando abrió la puerta de su habitación y se la encontró en el salón. La noche anterior tampoco habían hablado de su futuro. Adónde iría, cuándo, con qué propósito, hasta qué fecha podía quedarse haciendo uso de su colchón inflable. Jennie lo había intentado, pero siempre acababa posponiendo la conversación o distraída con otras cosas.

A veces le molestaba ser tan floja y despreocupada. Su madre solía aconsejarle que se centrara en sus objetivos e impidiera que otros asuntos la distrajeran. Jennie se preguntaba hasta qué punto su actitud con Lalisa obedecía a su tendencia a procrastinar o a una inconsciente necesidad de compañía, pero hasta el momento no había encontrado solución a esa adivinanza.

—Buenos días —le deseó un poco soñolienta; tenía los ojos hinchados.

—Buenos días, Jennie. ¿Has dormido bien?

—Mejor que ayer, eso está claro. Ni rastro de Darth Vader.

—¿Darth quién?

—No tiene importancia. He dormido bien, gracias. ¿Y tú? ¿Has descansado algo?

—Un rato.

—¿Media hora?

—No, esta vez ha sido una hora. No sé qué me pasa, en la Tierra siento ganas de dormir más. Creo que aquí tengo paz —le comentó Lalisa.

Jennie se sentó a desayunar con ella. Si estaba en casa siempre desayunaba lo mismo: un café con leche bien cargado y un puñado de galletas, pero hoy tenía poco apetito. Apenas le dio un mordisco a una galleta y dejó las otras a un lado.

—Escucha, Lalisa, en algún momento tenemos que hablar de tu situación. ¿No crees?

—Sí, me parece bien.

—¿Y qué piensas hacer? —se interesó mientras comprobaba por el rabillo del ojo la hora en un reloj de pared. Se le hacía tarde. Quizá no era momento para mantener esta conversación, pero no estaba de más pergeñar un preámbulo. Ya lo resolverían si acaso después, cuando regresara de trabajar.

—He intentado contactar de nuevo con mis hermanos, pero por ahora, nada.

—Ajá —dijo Jennie sorbiendo su café—. Bueno, a lo mejor es cuestión de seguir intentándolo, ¿no crees?

—Sí, eso creo.

—Mira, ahora me tengo que ir a trabajar, pero después podemos hablarlo tranquilamente. Volveré tan pronto pueda, ¿te parece? Intenta no meterte en líos mientras estoy fuera. ¿Me lo prometes?

Lalisa asintió y le regaló una sonrisa para desearle que tuviera una bonita mañana. Jennie se fue un poco más tranquila, ahora que por fin había planteado el tema que ocupaba sus pensamientos. No obstante, yendo montada en su bicicleta de camino al trabajo, no pudo evitar que le asaltara la desazón, una especie de premonición de que algo se iba a torcer.

Llegó a las puertas del edificio de su oficina, colocó el candado a su bicicleta y deseó en silencio estar equivocada. ¿Qué podía salir mal, a ver?

*

*

Los lunes por la mañana Jisoo se sentía más perdida que cualquier otro día de la semana. No era que para ella tuvieran ninguna diferencia significativa, sino que suponían un nuevo comienzo, una semana más en paro, otros siete días sin saber qué hacer con su vida. Al menos, los viernes, sábados y domingos eran diferentes. Siempre había gente con la que quedar y cosas que hacer, pero de lunes a jueves Jisoo deambulaba por su barrio creando un triángulo de la muerte entre la casa de sus padres, el gimnasio y los bares de la zona, en donde ya casi conocía a todos sus camareros.

De otro planeta  [Jenlisa] Where stories live. Discover now