Mila volteó, pensó unos segundos más en silencio.
—¿Pasa algo? — preguntó Sebas.
—No pasa nada, es solo que, estaba pensando bien en el plan antes de decírselos.
—¿No estás segura de tu plan? —preguntó José.
—No del todo, es que, es muy...
—¿Arriesgado?
—Sí, podría decirse.
—Mila, hoy en día, solamente salir a las calles es arriesgado, y lo estamos superando, créeme que si tú plan es arriesgado, también lo superaremos, los tres juntos —dijo Sebas.
Milagros aún se quedó en silencio unos segundos más, pero luego decidió decirles su plan a los demás.
—Bien, este es mi plan: ¿Ven ese camión allá? —dijo señalando.
—Sí, lo veo —dijo José.
—Yo igual, ¿qué harás con él?
—Tiene las llaves dentro, y al final de la calle, está el banco, al frente del centro comercial, y lo que haré será encender el camión, le quitaré el freno y haré que baje toda la calle hasta chocar con el banco, activando la alarma, atrayendo todos los zombis hasta ahí, nosotros aprovecharemos eso como distracción y nos iremos rápido.
—Espera, sé que dijimos que cualquier cosa que fuera arriesgada la superaríamos juntos, pero esto es demasiado —dijo José.
—¿Por?
—Si no llegamos a escapar pronto, los infectados nos rodearán y nos matarán.
—Tú lo has dicho, si no escapamos pronto, habrá que ser muy rápidos está vez si queremos que el plan funcione a la perfección.
—¿Y si mejor usamos el camión para atravesar el centro en él?
—No sería buena idea, hace mucho ruido, atraería demasiados infectados hacia nosotros, quedaríamos en medio de una marea de zombis, solo para que finalmente tumben el camión y nos maten —contestó Milagros.
—Mila tiene razón José, y aunque el plan que ella propone puede ser demasiado arriesgado, si lo hacemos bien habrá sido la mejor elección, yo si estoy de acuerdo con tu plan Mila.
—Bien, José esperamos tu respuesta.
José se detuvo unos segundos para pensar, pero Milagros lo interrumpió.
—Apresúrate, no tenemos tiempo.
—Calma, déjalo pensar un momento.
—Sabes que no tenemos tiempo.
—Aún así, para que esto salga de acuerdo al plan tenemos que estar todos...
—Está bien, acepto el plan— dijo José.
—Al fin.
—Pero solo una cosa, recuerden que no quisiera forzar mucho mi pierna.
—Te preguntamos antes de salir si ya estabas bien, nos dijiste que sí, así que no vengas con que ahora no puedes ir a nuestro ritmo, si te quedas atrás nadie te esperará.
—¡¿Oye qué te sucede?! ¡¿Te das cuenta de lo que dices?!
Milagros solo ignoró las palabras de José y dijo:
—Prepárense, yo iré a ver el área otra vez.
Sebas notó entonces el fastidio y enojo en el rostro de José a causa de las actitudes de Milagros, así que fue con su compañero.
—Tranquilo, yo trataré de ir a tu ritmo si la pierna te llega a fastidiar.
—Gracias, pero la pierna realmente no es el problema, si Milagros sigue con esas actitudes podría llegar incluso a que nos maten.
—Creo que estás exagerando un poco.
—Tal vez, pero tenemos que hablar con ella, ya que nada justifica esas actitudes.
—Tienes razón, yo me encargaré de eso, pero ahora solo enfoquemos nuestra atención en el plan.
Sebas y José fueron con Milagros que se encontraba dentro del camión, al verlos Milagros les dijo:
—¿Ya están listos?
José entonces la vio y le dijo algo enojado:
—¿En serio? ¿Ni siquiera dirás perdón por lo que me dijiste antes?
—No pediré perdón cuando no hice o dije nada malo.
José entonces se enfureció y se alejó un poco del lugar, Sebas entonces se dirigió a Milagros.
—¿No crees que ya fue suficiente?
—¿A qué te refieres?
—Tú sabes bien a lo que me refiero. Escucha Mila, sé que esto es muy difícil para ti, pero José y yo estamos tratando de dar nuestro mayor esfuerzo para encontrar a tu hermana, y no es justo que nos trates así, sobre todo a José.
—...
—Ya no me digas nada, solo piensa en lo que te dije.
Sebas entonces salió para acompañar a José y tratar de calmarlo un poco, Milagros se quedó en el camión, luego de estar pensativa unos segundos, encendió el camión, quitó el freno y lo hizo avanzar para que baje toda la calle hasta chocar con el banco, luego fue con sus compañeros y les dijo:
—Esperemos unos segundos.
Los infectados centraron su atención en el vehículo que venía a toda velocidad y fueron tras él, algunos que estaban delante del camión quedaron arrollados, hasta que el camión finalmente chocó contra el banco, activando la alarma atrayendo a todos los infectados hacia el lugar.
—Esperemos un poco a que todos los infectados vayan al lugar, luego cuando el lugar este limpio avanzamos —dijo Sebas.
Los supervivientes pronto escucharon gruñidos detrás de ellos, voltearon a ver, y se dieron cuenta que una horda atraída por la alarma iba detrás de ellos, así que Sebas al ver eso dijo:
—¡Avancemos ahora!
Los supervivientes comenzaron a correr, bajaron todo el camino hasta llegar al centro, los infectados aún estaban detrás de ellos, y muchos otros también notaron su presencia y fueron por ellos, mientras que, desde una ventana, alguien observaba todo lo que ocurría en las calles.
Los supervivientes ya estaban por salir del centro, se acercaban a la esquina, Sebas entonces dijo:
—¡Todos doblamos a la izquierda!
Siguieron corriendo, los infectados aún los perseguían, pero cuando estaban por girar a la izquierda, otra horda de infectados que venían de esa dirección les cortó el paso, los supervivientes se quedaron acorralados, fueron retrocediendo, sacaron sus armas, aunque sabían que no podrían contra todos los infectados, y cuando parecía que todo estaba perdido, escucharon una voz que les gritó a lo lejos.
—¡Oigan ustedes vengan aquí!
Los supervivientes giraron y vieron a alguien que habría una puerta y los llamaba con la mano, los supervivientes entonces trataron de abrirse paso para llegar hasta el sujeto a salvo, y cuando finalmente llegaron hasta el chico, este cerró la puerta y la aseguró, fue entonces que Sebas se dirigió a su salvador y le dijo mientras tomaba aire:
—Oye amigo, muchas, pero muchas gracias por ayudarnos.
El otro chico lo vio y luego con una sonrisa le respondió:
—No hay problema, por lo menos no aquí dentro.
—Yo también quiero agradecerte, sin ti ahora seríamos historia —dijo José también luego de recuperar un poco la respiración.
—Tranquilos amigos, ya les dije, no tienen que agradecerme, ayudarnos entre nosotros hoy en día es la única forma de hacer que la humanidad sobreviva.
Sebas al escuchar esas palabras sonrío y luego dijo:
—Tienes razón, pero de todas formas gracias, me llamo Sebastián, pero me dicen Sebas.
—Yo soy José, mucho gusto.
—Mucho gusto a ambos, oigan y esa chica de ahí, ¿quién es?
Milagros escuchó como se referían a ella, así que fue con ellos y les dijo:
—Yo soy Milagros, un placer conocerte.
—Igualmente Milagros.
Luego de decir eso, Milagros pasó a alejarse un poco de los demás, Sebas entonces fue con el chico y le dijo:
—Disculpa a mi amiga, hemos tenido días muy... difíciles.
—Sí, me lo puedo imaginar.
—Pero bueno, aquí estamos sanos y salvos. Por cierto, no nos has dicho tu nombre.
—Ah sí, disculpen, me llamo Lucas.
—Así que Lucas, un gusto amigo.
—Igualmente Lucas, un gusto.
—Gracias, bueno que les parece si mejor subimos, estar aquí abajo escuchando a esas criaturas de afuera es incómodo.
—Tienes razón, mejor subimos.
—Pero alguien que le diga a su amiga.
—Sebas creo que te encargas —dijo José en lo que subía las escaleras.
—Bien, ahí voy.
Sebas fue con Milagros y le dijo:
—Oye Mila, ven con nosotros.
—¿Para?
—Subiremos, no quieres quedarte aquí, ¿verdad?
—Bien, vamos.