Esa noche se apagó con la salida del sol, siendo nuevamente de mañana, tocaba continuar con el entrenamiento, un nuevo día iniciaba, y transcurrió rápidamente, pues sin que se dieran cuenta ya eran las seis. Terminada la hora de comer todos fueron a dormir, pero lo que fueron horas de sueño profundo, pareció solo un pestañeo, los despertaron tan rápido como se quedaron dormidos. Se levantaron muy rápido, bostezando, con ojos que pedían más descanso, nuevamente luego de desayunar ya se encontraban en el patio, peleando contra muñecos que simulaban ser infectados, mejorando así su combate cuerpo a cuerpo, y sin notarlo, ya habían acabado por hoy; ya eran las seis de la tarde, el sol se había ocultado, todos fueron a la cafetería, pero no hubo una discusión a la mitad de la cena esta vez, luego todos se habían ido a descansar, el día siguiente llegó, poco a poco los supervivientes se iban acostumbrando a su nueva rutina, para el sexto día el horario para despertarse ya no era un problema, y para el décimo ya habían aprendido todo lo que necesitaban para las misiones, fue así que cuando menos se lo esperaron, que las dos semanas de entrenamiento habían acabado. Tendrían un día de descanso, para que la mañana siguiente, recibieran su primera misión.
A las ocho de la mañana los supervivientes ya estaban despiertos, fueron a tomar desayuno, al terminar les dieron su primera misión de rescate. Un soldado del ejército fue con ellos y les dijo:
—Les daremos para comenzar tres misiones de prueba, la primera en una ciudad no tan poblada, la segunda en una más o menos poblada, y la última en una de las ciudades más pobladas y por ende de las más infectadas.
—Hoy tocará la ciudad fácil, ¿verdad? —preguntó Sebas.
—No lo llamaría fácil, pero es bueno que no lo vean como un problema.
—Bueno, ¿a quiénes salvaremos y a qué ciudad iremos?
—Ahora les daremos los detalles. El punto de evacuación al que fueron asignados para su primera misión es en la ciudad de Columbus en el estado de Georgia, con una cantidad de más de ciento ochenta mil habitantes. Recibimos un llamado de un grupo de tres estudiantes atrapados en una universidad. Ellos están encerrados en uno de sus salones, y el lugar ha sido completamente tomado por los infectados. Su misión será llegar en un helicóptero a la azotea de la universidad, ir por los estudiantes hasta su salón y traerlos a la zona segura.
—Iremos en el helicóptero hasta allá y los traemos, todo entendido. ¿El resto sí entendió? —preguntó Sebas a los demás.
—No será muy difícil —dijo José.
—Ya peleamos con infectados antes. Esto no será diferente —comentó Milagros optimista.
—¡Hay que acabar con ellos! —Dijo Cecilia y luego agregó—: Me refiero a los zombis que quede claro.
—Si todos ya están listos pues yo también —mencionó Alex.
—¿Entonces qué estamos esperando?
El soldado del ejército se quedó sorprendido al escuchar al equipo, ya que, para él, la mayoría de personas que eran enviadas a realizar rescates normalmente no estaban tan tranquilas y sobre todo animadas a que los lleven a esas zonas de guerras o al menos la primera vez, pero dejó de pensar mucho, pues era mejor que el equipo se sintiera optimista, así sería más fácil para ellos cumplir su misión. Detuvo sus pensamientos y dijo al equipo:
—Bien, ya que tienen toda la información necesaria para cumplir su misión, solo queda que se preparen. Marcell los guiará a una habitación donde se pondrán uniformes, luego a la sala de armas, para que puedan abordar el helicóptero y vayan directo a Columbus, tienen diez minutos.
—Tiempo suficiente —dijo Sebas.
Marcell los llevó a que se cambien, luego todos tomaron un arma, y fueron a tomar el helicóptero. Cuando todos estaban subiendo al vehículo, llegó Kendall y los detuvo antes que suban.
—Esperen un momento —le dijo a los demás.
—¿Qué sucede ahora? —preguntó Marcell.
—Solo quería desearles buena suerte en su primera misión, estoy segura que lograrán completarla.
—Gracias por los ánimos, volveremos pronto —contestó Sebas en nombre de su equipo.
Dicho eso, todos subieron a su transporte, en el que iban Sebas, Milagros, José, Cecilia, Marcell y Alex, además de un piloto. El helicóptero despegó con dirección hacia la ciudad de Columbus. Minutos antes de llegar, desde las ventanas del helicóptero se podía observar cómo la ciudad estaba completamente devastada. Los supervivientes ya estaban acostumbrados a ver el paisaje de la ciudad en la que habían estado luchando por sobrevivir por cuatro semanas, pero no se imaginaban como podrían estar las otras ciudades por la infección, miraban la ciudad, cuando el piloto les dijo:
—Estamos en nuestro destino, procederé a descender.
—¿Estamos sobre la universidad? —preguntó José.
—Efectivamente, yo los esperaré en la azotea, traigan a los supervivientes y nos iremos.
—Pues suena más simple de lo que será —dijo Cecilia.
—Un momento. ¿No creen que alguien debería quedarse aquí con el piloto? —cuestionó Sebas.
Pasaron unos segundos, cuando Alex se dirigió a los demás y dijo:
—Parece que ustedes tienen más experiencia en matar que zombis que yo, por lo que creo que debería quedarme.
—Pues eso tiene sentido, yo ya he estado en otras misiones, y Sebas y el resto de su equipo estuvieron combatiendo zombis en el epicentro del virus y sobrevivieron —dijo Marcell, a lo que Sebas agregó:
—Está bien, creo que sí te deberías quedar, el resto bajaremos por los estudiantes.
—Bien, solo no tarden mucho —dijo Alex bromeando.
—No prometemos nada, pero intentaremos no tardar.
Sebas, Milagros, José, Cecilia y Marcell bajaron en busca de los estudiantes. En el camino Milagros preguntó susurrando:
—¿Saben en qué salón o en qué piso al menos están los estudiantes verdad?
—Yo tengo toda la información conmigo, este complejo está compuesto de seis pisos, y según mis datos ellos están en el nivel número cuatro, en el salón 52D —contestó Marcell.
—Ellos están en el cuarto piso y nosotros en el sexto, pues no estamos muy alejados que digamos —mencionó Sebas de manera sarcástica.
—Pues ya no perdamos más tiempo, vamos a rescatarlos —le dijo Milagros y comenzó a caminar más rápido.
Marcell la detuvo y dijo a los demás en general—: No vayamos muy apresurados, recuerda que podríamos causar algún ruido fuerte que atraería infectados hacia nosotros.
—Tienes razón, a paso ligero —dijo Sebas.
En el sexto piso no había ningún infectado. Había un ascensor, pero decidieron no usarlo porque haría mucho ruido, así que se fueron por las escaleras. En el quinto piso encontraron algunos zombis, pero para no llamar la atención de más de ellos, decidieron usar armas de mano para acabar con ellos. Bajaron al piso cuatro, lugar donde estaban los estudiantes, y ahí es donde vieron como el salón en donde estaban se encontraba al final del pasillo. La puerta estaba rodeada de infectados, entonces todos al ver la horda, se prepararon con sus armas de mano, se lanzaron contra ellos y empezaron a acabar uno por uno a los zombis. Cuando ya no quedó ninguno, Sebas llamó a la puerta y les dijo a los estudiantes:
—¿Ustedes de adentro pidieron la ayuda al número del CAB verdad? La ayuda ya está aquí, salgan para poder llevarlos a la zona segura.
Esperaron unos segundos y después salieron los estudiantes que eran dos varones y una mujer. Ya estando todos fuera, José dijo por el intercomunicador a Alex:
—Alex, ya tenemos a los estudiantes, ahora subimos.
—Bien, los esperamos aquí.
Marcell y Sebas iban detrás de los estudiantes, José, Milagros y Cecilia iban por delante. Sebas podía ver la cara de los estudiantes, estaban aterrados, y muy nerviosos, en su expresión era más que claro que el virus los tomó de sorpresa en su universidad, y no solo eso, sino que perdieron a más personas en el camino de querer sobrevivir, eso puso a pensar a Sebas, pensar que no siempre las cosas saldrían bien, y que tanto él como sus amigos no tenían compradas sus vidas. Nada les aseguraba que seguirían vivos de aquí a cinco minutos; mayormente se tomaba el apocalipsis con algo de relajo estando seguro de que podría proteger a quienes él consideraba su nueva familia, pero luego de ver esto, a los chicos asustados, empezó a tomar un poco más de conciencia de todo lo que ocurría a su alrededor. Mientras pensaba, en un ambiente por el momento pacífico, nadie se percató de lo que estaba a punto de ocurrir.