Pecado con sabor a chocolate...

By DeBeLassal

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Minerva es una joven llegada hace poco tiempo a la ciudad de Nueva York, con la ilusión de trabajar para uno... More

SINOPSIS
PRÓLOGO
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISEIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE
CAPÍTULO VEINTE
CAPÍTULO VEINTIUNO (PARTE UNO)
CAPÍTULO VEINIUNO (PARTE DOS)
CAPÍTULO VEINTIDÓS
CAPÍTULO VEINTITRÉS
CAPÍTULO VEINTICUATRO
CAPÍTULO VEINTICINCO
CAPÍTULO VEINTISÉIS
EXTRA ISABELLA
CAPÍTULO VEINTISIETE
CAPÍTULO VEINTIOCHO
CAPÍTULO VEINTINUEVE
CAPÍTULO TREINTA
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE
CAPÍTULO CUARENTA
CAPÍTULO CUARENTA Y UNO
CAPÍTULO CUARENTA Y DOS
CAPÍTULO CUARENTA Y TRES
CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO
CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO
CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS
CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE
CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO
CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE
EPÍLOGO
AGRADECIMIENTOS Y AVISO IMPORTANTE

CAPÍTULO CINCUENTA

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By DeBeLassal

TODO LO QUE NUNCA FUIMOS





PIERCE


Quiero culpar por el mal humor que llevo a la llamada informándome de los problemas administrativos que estaban surgiendo en uno de mis restaurantes en París, a eso y a no haber pegado un maldito ojo en toda la noche, sin embargo mientras me repito eso como un mantra una y otra vez en mi cabeza, la realidad es otra.

Mi insomnio y mal humor tienen nombre y apellido y ese es Minerva Wilson, la mujer que no puedo sacarme de la maldita cabeza.

El intercambio de palabras que tuvimos ayer todavía resuena en mi cabeza una y otra vez como si fuera un disco rayado, pero sobre todas las cosas, la manera en la que me miro al final, la decepción que vi en sus ojos fue algo que me dejó completamente fuera de juego.

Quería decirle que estaba equivocada, que jamás haría nada para humillarla, para lastimarla intencionalmente, que si bien no esperaba que se diera cuenta del cambio con Dean, lo único que quería era que experimentara nuevas formas en el sexo, en mi manera de experimentar, nunca, jamás, pensé que lo tomaría de esa manera, como si ella no importara, que lo hacía. Y si bien le había dicho que quería que esto quedara solo en el plano sexual y hasta amistoso, no esperaba que se enamorara de mi. Yo lo que realmente quería era que disfrutara de los placeres carnales, y tengo el fiel pensamiento de que por más que la sociedad juzgue, no está mal tener sexo sin compromiso, no está mal tener una relación que no sea amorosa con la persona que follas, divertirse, compartir cosas, ¿eso me hace un gilipollas?

Puede ser...

Se suponía que sería divertido, que solo follariamos por un tiempo hasta que alguno de los dos se cansara, sin embargo no fue lo que paso, porque ninguno de los dos se canso, ninguno de los dos quería parar...

«Detente, Pierce» me murmuro nuevamente para mis adentros.

Tengo que sacarme a Minerva de la cabeza, tengo que dejar este estúpido capricho que siento por ella de una vez por todas.

Esto es algo pasajero, estoy seguro de que una vez que vuelva a ver a Alyssa me olvidaré de la impertinente ayudante de cocina que tengo, que todo volverá a ser como antes y que solo querré estar con ella, como siempre fue, como siempre quería que fuera.

Sin embargo otra molesta voz en mi cabeza me dice que tal vez no sea así, que tal vez lo que sentía por Alyssa lentamente ha menguado.

Sacudo la cabeza cuando aquellos pensamientos quieren invadirme, dejando que la palabrería de Minerva se cuele en mis pensamientos, haciéndome replantear cosas que están bien como están.

Saludo escuetamente a Isabella cuando entro a La Troufe de Rouge —ignorando la mirada asesina que me larga— y voy directo a mi oficina, necesito relajarme un momento antes de encarar el día, antes de volver a verla a ella después de todo lo que me dijo ayer, después de que me dejó saber que lo que sea que habíamos tenido había terminado.

De todas maneras antes de que pueda siquiera subir las escaleras que me llevan a mi oficina, la voz de Kate interrumpe mi andar, haciendo que me detenga en seco y suspire antes de girarme para observarla con fastidio.

—Que bueno que estás aquí, Pierce —dice a modo de saludo, y no me pasa desapercibido como se contiene para no largar el sopetón de chisme que quiere largar. —No se que hubiésemos hecho si no llegaras, la cocina es un desastre —agrega.

—¿Qué es lo que sucede, Kate? —Pregunto, fastidiado.

—Minerva no vino —dice ella, dejando caer el veneno que se que siente por ella—, intente llamarla en varias ocasiones, pero tampoco responde y después de lo de anoche...

—¿Qué pasó anoche? —Pregunto, con los ojos entrecerrados en su dirección.

—Se peleo con una cliente —dice, sorprendiéndome.

—¿Qué?

—Lo que escuchas, Pierce —dice Katherine, negando con la cabeza como si no pudiera creerlo, como si no estuviera malditamente disfrutando de esto. —No se si es por el trato privilegiado que le has dado a ella, pero fue un desastre hasta...

—¿Hasta...? —Insisto, apretando los dientes.

—Hasta que le volcó una jarra de agua encima.

—¿Qué? —Pregunto sin poder creer lo que estoy escuchando.

Estas cosas son inadmisibles en mi restaurante, nunca, jamás, había pasado algo como esto pero lo que más me sorprende es Minerva, ella siempre fue muy tranquila, nunca levantando la voz.

—Lo que escuchas, Pierce —dice mi asistente, negando con la cabeza en un gesto que trata de ser mortificado—, creo que deberías suspenderla...

—¿Por qué demonios no estás contándole cómo fueron realmente las cosas? —Pregunta Isabella, interrumpiéndonos y haciéndome saber que ha estado escuchando todo el tiempo.

—No tengo nada más que agregar —dice la mujer, ignorando a Isa.

—¿Qué quieres decir? —Pregunto en su lugar.

—La "cliente" —dice, enfatizando la última palabra con burla—, no dejaba de atosigar a Minerva, todos fuimos testigos de ello —dice, con las mejillas coloradas por la furia contenida—. Solo recibió lo que merecía.

Mi restaurante, Isabella, es de primerísima calidad, uno de los mejores del mundo, es inadmisible lo que sucedió anoche —comienzo diciendo, con la furia cegándome por unos instantes—, no hay excusa válida en el mundo para lo que sucedió —agrego para luego girarme hacia Katherine y agregar: —Redacta la carta de despido para la señorita Wilson.

—Pero... —interrumpe Isabella, ganándose una mirada asesina de mi parte.

—Si no quieres que sean dos las cartas de despido, ve inmediatamente a tu puesto de trabajo —siseo—, es mi restaurante y no voy a permitir esta clase de conductas en él, tenga o no ella razón.

—Vas a arrepentirte de esto —susurra ella, con una mirada de decepción que me sabe amarga antes de darse media vuelta y dirigirse a su puesto de trabajo.

Me giro para mirar nuevamente a mi asistente, que está entre sorprendida e incrédula por lo que acaba de pasar.

—Redacta la carta de despido y hazla llegar a la señorita Wilson —repito y sin esperar respuesta, me dirijo a mi oficina.

Me dejo caer con pesadez en mi silla, suspirando y frotando mi rostro con frustración.

—¿Qué demonios acabas de hacer, Pierce? —Me susurro a mi mismo cuando caigo en cuenta de que acabo de despedir a Minerva.

Siquiera escuche su versión de los hechos, siquiera la deje explicarse y sin embargo...

—Pierce —dice Kate, ingresando a mi oficina con unos papeles en las manos, demonios ¿tan rápido narro la carta de despido?

—¿Si? —Digo, cuando veo que se me queda mirando al no responder.

—Ya tengo la carta de despido, solo necesito que firmes el cheque —dice, mientras me tiende los papeles.

Los observo fijamente, sin siquiera leerlos, simplemente saco la chequera y garabateo mi firma junto con la cantidad de dinero para ella.

—Pero, Pierce... —murmura Kate escandalizada—, esto es mucho dinero..., ella no lo merece..., es más que...

—Lo que haga o no con mi dinero es un problema mío, Katherine —la interrumpo cortando su balbuceo inentendible. —Hazle llegar esto a Minerva, gracias —digo, invitándola a que se marche y me deje de una vez por todas solo.

—Si, señor —dice, levantándose y marchándose, dejándome en un completo y ensordecedor silencio.

«¿Qué demonios acabo de hacer?»  Vuelvo a preguntarme.

«Eres un cobarde, Pierce» me reprende mi conciencia.

Y si, lo soy, lo soy por la idiotez que acabo de hacer, porque en lugar de enfrentarla, de enfrentar lo que paso ayer y enfrentar lo que siento por ella, decidí alejarla de mi, tenerla lo más lejos posible.

—¿Qué demonios hice? —Me vuelvo a decir a mi mismo, pero no puedo saber la respuesta, solo el simple hecho de que la he perdido y aún más después de esto.

Tengo que revertirlo, maldita sea.

Estoy poniéndome de pie para decirle a Kate que cancele todo cuando el sonido que hace mi teléfono al sonar me detiene.

Respondo sin siquiera mirar quien llama, como un autómata.

—Diga.

—Oh, mon fils*...

—Hola, madre —murmuro, queriéndome dar un golpe mental por haber atendido, sinceramente no tengo mente para mi madre justo ahora.

—¿Cómo estás? —Murmura ella y me siento malditamente culpable por lo feliz que suena por haberle contestado la maldita llamada telefónica.

—Bien —respondo, escueto, para luego agregar rápidamente: —¿Y tu?

Bien, mon fils —dice, pero noto su voz apenada.

—¿Qué sucede, madre? —Pregunto, de repente preocupado —¿Le paso algo a papá?

No, no ma vie*, no es eso —dice ella rápidamente, haciendo que suspire con alivio.

—¿Entonces qué es? —Pregunto, un poco impaciente.

Es Genevieve, recuerdas esa amiga mía con la que retome contacto hace poco tiempo, la mujer a la que le asesinaron a su nieta hace tantos años, ¿recuerdas? —dice, y a mi la respiración se me corta unos cuantos segundos.

—¿Qué con ella? —Pregunto, lentamente, palabra por palabra.

—Tuvo un infarto, mon fils —dice ella, y la vista se me nubla por unos instantes, no por la señora Genevieve, a la cual respeto mucho, sino por Minerva, por ella y por la maldita situación en la que se encuentra. —No saben si va a pasar otra noche —agrega, dejándome completamente fuera de juego.

Minerva debe de estar destruida...

—Madre, ha surgido un problema, te llamo luego —digo y sin esperar a que responda, corto el teléfono.

Siquiera soy muy consciente de lo que pasa segundos después, solo sé que cuando quiero darme cuenta, estoy en mi auto, manejando a todas hostias hacia el departamento donde ella vive.

Una vez que llegó a su departamento, prácticamente aporreó la puerta y espero, espero por lo que son los cinco minutos más largos de mi vida, haciendo que me exaspere y comience a cabrearme, sin embargo cualquier rastro de enojo se borra cuando la veo:

Minerva tiene los ojos tan hinchados que prácticamente no puedo ver el iris en su mirada, las mejillas están coloradas debido al llanto y su expresión luce derrotada.

Me mira fijamente por unos instantes, como si decidiera que vale la pena preguntarme qué demonios hago aquí, o qué es lo que quiero, de todas maneras parece decidir que no le importa, porque se gira dejándome en el umbral de la entrada y camina hacia dentro de su departamento.

Entro detrás de ella, cerrando la puerta y observo cómo se acuesta en su cama con pesadez, mirando hacia las ventanas que dan a la calle y se queda allí, llevando sus rodillas a su pecho.

Me acerco hacia donde ella se encuentra, Pimienta, su gato, está acostado a su lado y me observa por unos instantes, sin embargo no hace nada más que mírame, cómo decidiendo si permitirme acercarme a ella o no.

—¿Cómo estás? —Preguntó, con los brazos cruzados en mi pecho y mirándola en detalle.

Ella no responde, sino que se queda allí, ignorándome.

—Minerva... —insisto.

—¿Qué estás haciendo aquí, Pierce? —Susurra ella con abatimiento, sin mirarme, sin hacer nada más que mirar un punto fijo.

—Me enteré lo de tu abuela —digo a modo de explicación. —Quería saber cómo estabas.

—Estoy bien —responde ella en voz baja. —Puedes irte ahora —agrega al final.

Suspiro, sintiendo una presión incómoda en mi pecho al verla tan abatida, tan triste.

—Minerva —digo, sentándome a su lado, y simplemente digo su nombre, como si necesitara sentirlo en mis labios.

—¿Sabes qué es lo peor? —Murmura ella, sin embargo sigue hablando sin esperar a que yo pueda preguntar nada. —Que me enteré por el maldito noticiero, Pierce —dice y sus ojos se llenan de lágrimas. —Y yo..., yo no puedo llamar a nadie para preguntar cómo está ella —agrega, con las lágrimas cayendo por sus mejillas y sus ojos encontrándose con los míos por primera vez—, no tengo manera de que me den información de su estado, Pierce —agrega, ahogando un sollozo—. Si ella muere... —niega con la cabeza—, si ella muere, me quedaré sola.

—No va a morir, douce —susurro, acariciando su mejilla con mis nudillos.

—Tengo tanto miedo, tanto miedo Pierce —me dice en voz baja, como si estuviera confesándome el mayor de los secretos.

—Lo se —digo, porque realmente entiendo lo que quiere decir—. Todo va a estar bien, douce...

—Siempre dicen eso cuando lo peor está a punto de pasar —susurra, apartando la mirada.

—Nada malo va a pasarle —digo, porque necesito calmar aunque sea un poco de su agonía—, lo prometo.

—No hagas promesas que no puedes cumplir, Pierce —dice ella, aunque sigue sin mirarme.

—¿Has comido algo hoy? —Pregunto, en un vago intento de distraerla.

—No tengo hambre —murmura ella, volviendo a perderse en sus propios pensamientos.

Con esa respuesta ya se que no ha comido, por lo que me dirijo a su diminuta cocina para hacerle algo liviano.

Pimienta me sigue cuando me ve caminar a la cocina, sin embargo se mantiene fuera de ella y algo que me dice que él tampoco ha comido nada pero que si quiere hacerlo.

Comienzo a rebuscar en todos los compartimientos hasta que doy con una bolsa de alimento y es en ese momento que el gato comienza a maullar con fuerza, como si lo estuvieran torturando.

—Ya, ya —farfullo mientras pongo la comida en el plato que creo que es de su comida.

Me giro y comienzo a colocar todo lo que necesito para cocinar una sopa y el lugar es tan pequeño que no me cuesta dar con ellas.

Comienzo a cortar la cebolla, ajo y pimientos mientras la sartén se calienta y una vez que corto todo rápidamente, lo  hecho, produciendo que se haga el típico sonido cuando la comida comienza a coserse, largando un olor exquisito.

Es en  ese momento que me percato de que el gato ha dejado de comer y me mira fijamente, haciéndome sentir un poco incómodo.

—¿Qué es lo que quieres? —Murmuro en voz baja, no queriendo que Minerva me escuche. —Ya te di de comer, ¿qué más quieres?

El gato —como si malditamente me entendiera— maúlla, o ronronea, no tengo idea.

—¿¡Qué!? —Pregunto un poco exasperado.

Comienza a contonearse de un lado al otro, medio gritando y mis ojos inevitablemente se van a Minerva, que sigue en la misma posición que la deje antes.

—¡Para! —Siseo furioso y el gato en respuesta solo maúlla más fuerte, como si lo estuviera matando. —¡Detente, joder! —Medio grito.

—¿Qué sucede? —Pregunta Minerva, girándose, sin embargo ya no hay rastros de lágrimas en su rostro.

—Nada —respondo yo y el gato automáticamente se pone como un desquiciado a maullar.

«Puto gato»

—Pimienta, basta —murmura con abatimiento ella, sentándose.

El gato automáticamente cuando la escucha deja de gritar y salta a su cama, contoneándose en ella para que lo acaricie y robándole una pequeña y diminuta sonrisa a Minerva.

Ella parece perdida en sus pensamientos, acariciando su cabeza con mimo, y yo me pierdo mirándola a ella. Observando sus delicadas manos sobre el pelaje del gato, sus mullidos labios que parecen estar haciendo un mohín triste desde que llegue, sus ojos marrones se encuentran hinchados pero así y todo no dejan de verse tiernos y dulces, tal y como cuando los vi por primera vez. Sus mejillas están un poco sonrojadas, dándole un aspecto adorable a pesar de la situación que está pasando. Sus pezones se marcan debajo de la fina tela que tiene puesta y las bragas de color rosa asoman por debajo de la manta que la tapa.

«Tengo una erección, demonios»

Sacudo la cabeza, antes de sacar mi teléfono y comenzar a teclear un mensaje para mi madre, si hay alguien en este mundo que puede averiguar qué es lo que está pasando con Genevieve, es ella.

Le digo que alguien muy cercana a Genevieve necesita saber de su estado y después de un par de mensajes, acordamos que me avisara por cualquier novedad, que se está poniendo en contacto con la asistente personal de la abuela de Minerva.

—¿Qué estás haciendo? —Pregunta ella, llegando donde me encuentro y al ver la comida que se cuece en una olla, agrega: —No era necesario.

—No, pero quería hacerlo —digo, mirándola fijamente.

De todas maneras ella no me devuelve la mirada, sino que está simplemente allí, su piel erizándose y supongo que es debido al frio, es por eso que sin siquiera pensarlo la tomo de la muñeca y la arrastro a mi lado, abrazándola con fuerza.

Son un par de segundos los que tarda en romperse, antes de apresar mi camiseta en puños con sus pequeñas manos mientras los sollozos la sacuden, haciendo que la apriete más cerca de mi.

Minerva llora, llora de una manera tan desolada que me rompe el corazón en mil pedazos y me hace darme cuenta de lo sola que ella se encuentra, de que si yo no me hubiera enterado, ella probablemente hubiera pasado por todo esto sola.

Y si Genevieve muriera..., aparto esos pensamientos.

Froto su espalda y dejo besos distraídos en su cabeza, susurrándole que todo va a estar bien. Por la ventana observo que se ha puesto a nevar, cubriendo el cielo de nubarrones negros, sombríos, como este día.

—Vamos a la cama —susurro, incitándola a que camine.

Ella no habla, no dice nada, siquiera se queja, solo hace lo que le digo como una autómata.

Una vez que la arropo, vuelvo a la cocina, apagando la sopa y sirviéndola en un tazón y tomando una cuchara junto con una bandeja y un vaso de agua.

—Ten, come un poco —digo, una vez que llego a su lado.

—No tengo hambre —responde ella, sin mirarme.

—Anda Minerva —digo. —Solo un poco, por favor.

Suspira mientras la veo ponerse en posición sentada, dejando que coloque la bandeja en sus piernas antes de dar un tentativo sorbo a la sopa.

—Está riquísimo Pierce, gracias —murmura, y no puedo evitar sonreír al ver como comienza a tomar con más ganas la sopa.

En ese momento mi celular comienza a sonar, por lo que disculpándome me alejo un poco, sintiendo un nudo en la boca del estómago al ver que es mi madre y que de seguro son noticias de Genevieve.

«Por favor, que no haya muerto» me digo para mis adentros.

—¿Si? —Respondo.

Mon fils, tengo noticias —dice de inmediato.

—Te escucho —digo, observando a Minerva engullir la sopa con ganas, ajena a con quien hablo.

Quién está acompañándola es su asistente, aunque al hospital a llegado también su hijo y ha echado a todo mundo de allí, pero por lo que pudo decirme está estable, aunque deben esperar a que pase otra noche, aunque consideran que se pondrá bien, grace a Dieu*.

Suspiro con alivio, cerrando los ojos unos instantes ante la noticia.

—Gracias a Dios —logro murmurar. —Necesito que me hagas un favor —agrego.

Claro, dis-moi mon amour* —responde ella.

—Necesito que le pases a su asistente el número que voy a enviarte, le dirás que quiero saber de su progreso y que debe ir escribiéndole a mi asistente.

—Pierce, mon fils*, ¿qué está pasando? Tu no tienes asistente.

—No puedo contártelo ahora, pero lo haré en cuanto pueda, ¿si?

Pierce... —insiste.

—Madre, en verdad debo dejarte ahora, prometo llamarte pronto.

Esta bien —suspira. —Adieu, je t'aime*.

—Yo también.

Corto la llamada y clavo mis ojos en los de Minerva, que me observa expectante.

—Tengo noticias —digo e inmediatamente sus ojos se llenan de lágrimas.

Me apresuro a llegar a ella nuevamente cuando comienza a temblar, quitando la bandeja y apoyándola en el piso.

—Por favor —comienza diciendo con un llanto histérico. —Por favor, dime que no murió, por favor, por favor, por favor...

—Shhhh —digo abrazándola contra mi pecho. —Ella está bien, douce, lo prometo, creen que va a ponerse estable.

—Oh, Dios —gime, tapando su rostro con sus manos, sin dejar de llorar.

—Hey, ¿qué pasa? Son buenas noticias —murmuro.

Ella simplemente niega con la cabeza, sin dejar de llorar ni temblar y mi corazón se rompe, porque no sé qué mierda hacer para ayudarla. Así que simplemente la abrazo contra mi pecho, meciéndola con mi cuerpo y ella se deja hacer, luciendo tan derrotada.

—Quiero ir con ella, Pierce —llora contra mi pecho de manera desconsolada. —Quiero estar con ella, quiero abrazarla, que sepa que estoy ahí, ¿por qué no puedo ir? ¿Por qué?

—Lo siento mucho, nena, en verdad lo siento —digo, porque no se que otra cosa decir.

No se cuanto tiempo es el que ella llora contra mi pecho y yo me quedo allí para ella, hasta que los sollozos calman.

—Joder, lo siento —dice, haciéndose hacia atrás, suspirando profundamente antes de mirarme. —Puedes ir a casa Pierce, estoy bien, gracias.

Espera, ¿me está echando?

—¿Me estás echando? —No puedo evitar preguntar.

—Yo... —dice ella, un poco sorprendida. —Supongo que si —dice al final.

—¿Y que si no me quiero ir? —Pregunto, sonriéndole mientras pongo un mechón de cabello lejos de su rostro.

—Gracias por estar aquí —dice ella mirándome de una manera que hace que algo dentro mío se sienta simplemente bien. —Yo..., no tengo manera de agradecer lo que hiciste, la información, todo.

—Verte tan triste está matándome —confieso, porque es la verdad. —Me duele no poder hacer nada para aliviar tu dolor, para borrar tu pasado.

Ella sonríe y sus ojos vuelven a llenarse de lágrimas, antes de acercarse y besarme de una manera que me desarma. Sus labios, hinchados por el llanto, se presionan contra los míos y suspiro con algo parecido al alivio cuando nuestras lenguas se tocan.

Minerva se sube a horcajadas en mi cuerpo, pasando sus piernas a cada lado de las mías mientras mis manos se dirigen a sus piernas desnudas, amasando su piel y acercándola a mi. Su centro choca contra el mío y yo ya estoy malditamente listo para ella, ahogando un gemido en sus labios cuando mis manos van a su trasero y lo amasan.

—Pierce... —gime, con los ojos cerrados y yo sin perder el tiempo, sabiendo lo que mi chica necesita, quito su remera por sobre su cabeza, dejándola vestida solo con unas bragas.

Mis labios se cierran en su pecho, pasando mi lengua por su pezón y haciendo que clave sus uñas en mi cuero cabelludo, si tan solo supiera lo que eso me hace.

De repente estoy desesperado, desesperado por estar dentro de ella, desesperado por sentirla, su piel con la mía, su olor envolviéndome.

Pero, tengo que parar, porque ella está triste y teniendo en cuenta lo que pasó ayer, todo lo que me dijo y el estado bulnerable en el que se encuentra...

—Pierce... —gime mi nombre cuando me despego un poco de su cuerpo, en un vago intento de poner distancia.

—No creo que sea... —comienzo diciendo, clavando mis ojos en los suyos. —No creo que...

—Por favor —suplica y hasta ahí llega mi determinación.

Me ayuda a quitar mi camiseta, a desprender rápidamente los botones de mis jeans, dejándolos caer y quitándolos a patadas luego de quitarme las zapatillas. Paso mis brazos por su espalda, besándola con más profundidad, acercándola a mi cuerpo y el estremecimiento que me recorre una vez que nuestras pieles hacen contacto me marea un poco, porque es todo muy intenso.

Con ella lo fue desde la primera vez que la vi, desde la primera vez que la tuve cerca, cuando sentí su olor por primera vez, cuando me miró con esos ojitos marrones de chocolate fundido, supe que estaba perdido, supe que ella sería mi perdición.

Ella gime en mis labios, presionándome cerca, abriendo sus piernas para mi y cruzando sus tobillos en mi espalda, queriendo acercarme más de lo que es humanamente posible, lo sé porque yo también quiero lo mismo que ella.

Mis labios recorren su clavícula, muerden su cuello haciendo que ella se arquee y mis manos de manera inevitable comienzan a tironear sus bragas, mis movimientos casi rozando la desesperación.

—Pierce... —vuelve a gemir ella y yo estoy perdido.

Estoy perdido por ella.

Estoy perdido en ella.

Me ayuda a bajar mis bóxer, mi erección saltando fuera y golpeando su muslo y en el momento que me acomodo en su entrada me detengo.

El condón.

Ella me mira fijamente, como si se hubiera percatado también en ese momento, con las mejillas sonrosadas por la excitación y la respiración hecha un lío.

Nos miramos fijamente por lo que parece una eternidad, cuando mis ojos van a su mesita de noche, viendo en ella la plaqueta de pastillas anticonceptivas a mitad de terminadas.

Son solo segundos, segundos los que me toma decidir que quiero sentirla a pelo, sentirla con todo lo que tengo.

No dejo de mirarla mientras me hundo en ella con una suave estocada, sintiendo todo tan...

Tan.

Malditamente.

Caliente.

Si follar con Minerva siempre fue la pasada, sentirla de la manera que la estoy sintiendo, su canal apretado, la humedad que cubre mi polla.

—Oh por Dios —gime ella, con los ojos cerrados.

—Joder, Minerva, te sientes... —jadeo, aunque no puedo poner en palabras lo que siento en estos momentos.

Es..., es sencillamente increíble.

Me quedo quieto unos cuantos segundos, intentando relajarme porque sinceramente, si me muevo, si me muevo me voy a correr.

—Solo..., solo dame un momento —digo, cuando contonea sus caderas por un poco más de fricción.

—¿Ya pasó un momento? —Pregunta, después de dos putos segundos.

Me río, no puedo evitarlo, porque Minerva no es Minerva si no es una maldita listilla.

Abro mis ojos, encontrándome con los de ella y de ser posible caigo un poco más por ella, por la sonrisa dulce que tiene en sus labios, por la mirada cálida con la que me observa, como si a pesar de todo lo que pasó entre nosotros, confiara plenamente en mi, dejara todo en mis manos y yo...

Yo me acojono, porque no se como mierda manejar todo lo que estoy sintiendo por ella.

—Hey —dice, llamando mi atención. —Todo va a estar bien —susurra, besando mis labios con delicadeza.

Mis caderas, casi por voluntad propia, se hacen hacia atrás para muy lentamente volver hacia delante. La humedad en ella ayuda a mis movimientos.

Está tan excitada, ¿siempre es así? ¿Acaso estaba perdiéndome de esto por usar putos condones?

Joder.

El piercing en la punta de mi polla la hace gemir cuando vuelvo a clavarme en ella, mientras que a mi me está costando un mundo no venirme por las sensaciones que siento con todo el puto cuerpo.

—¿Te gusta? —Murmuro, haciendo mi rostro hacia atrás para poder mirarla a los ojos, ahora que puedo controlar mi carga y comienzo con movimientos lentos pero constantes.

Rotando las caderas, saliendo por completo, volviendo dentro, rotando las caderas y así, sintiéndola cada vez más mojada.

—Si, si Pierce, es tan bueno —gime en mis labios. —Contigo siempre es increíble, cada vez —confiesa.

—Te sientes tan bien, douce —susurro, besando sus labios, pasando mi lengua por ellos. —Estas tan caliente, tan mojada, solo te mojas así para mi, ¿verdad?

—Si, solo contigo —jadea.

—¿Te gusta como te follo? —Pregunto. —¿Te gusta cuando te follo fuerte o así está bien?

—Oh Dios...

—No Dios, Minerva... —digo, con una sonrisa. —Soy yo y recién estoy empezando contigo —murmuro, haciéndola reír.

—Eres tan engreído —susurra, con la respiración hecha un caos.

—Ya no puedo controlarme, nena, ya no puedo aguantar más —digo, cuando comienzo a moverme un poco más rápido. —¿Vas a venirte conmigo? ¿Vas a presionar toda mi polla para tomar mi semen?

—Si, oh joder, si —gime con fuerza.

—Esta bien douce, tómalo —digo, sintiendo como mi orgasmo comienza, bajando por mi columna vertebral, desembocando en mis bolas y comenzando a venirme dentro de ella. —Tómalo todo...

Ella grita cuando me siente hincharme dentro suyo, presionando mi polla tan malditamente fuerte, tomándolo malditamente todo.

—Eso es..., que bonita te vez cuando te vienes para mi, Minerva —susurro, golpeando su centro con fuerza. Nunca me había venido así en mi vida. —No te guardes nada.

El orgasmo parece ser eterno, pero cuando ya no puedo más, me derrumbo encima de ella, que lejos de importarle mi cuerpo lleno de sudor, me abraza cerca de ella, enterrando sus dedos en mi cabello, besando mi cuello.

—Eso fue... —dice, luego de un rato.

—Increíble —termino por ella.

Salgo de adentro suyo con cuidado y me quedo unos cuantos segundos allí, viendo mi polla todavía un poco erecta llena de su orgasmo mezclado con el mío.

—Deja que me limpie —murmura, con las mejillas sonrojadas, intentando salir de la cama.

—No —digo y cuando me mira, agrego: —Quédate así, quédate así, joder.

Ella se ríe, pero termina haciéndome caso y se acurruca a mi lado, apoyando su rostro en mi pecho mientras mis brazos la rodean después de taparnos a ambos con el edredón.

No se cuanto tiempo pasa hasta que estamos calmados, la punta de mis dedos dejando suaves masajes en su espalda.

—No quiero que esta noche termine nunca —susurra en voz tan baja que casi me lo pierdo.

—¿Por qué? —Pregunto.

—Porque no quiero perderte, no quiero estar sola nunca más...

—No estás sola, estoy aquí, me tienes —respondo de inmediato.

—¿Hasta cuando? —Pregunta con la voz un poco ronca.

Ladeo mi rostro para poder mirarla a la cara, tomando su mentón para que me mire a los ojos.

—Siempre vas a tenerme —digo y me sorprendo un poco con la sinceridad con la que hablo.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo —digo, besando su nariz y haciéndola sonreír.

Así, con una sonrisa esta preciosa.

Y es mía.

Toda mía.

Y cuando quiero darme cuenta, nuestra respiración se acompasa, fuera en las calles de Nueva York cae la mayor nevada del año, mientras su gato, Pimienta, se acurruca a nuestros pies y nosotros, así abrazados como estamos, desnudos, sintiéndonos piel con piel, nos quedamos profundamente dormidos, con la promesa muda de no querer separarnos nunca.








Mon fils: mi hijo

Ma vie: mi vida.

Grace a Dieu: gracias a Dios

Dis-moi mon amour: Dime, mi amor








***

HOLA HOLA HOLA

¿SE PENSARON QUE LXS DEJARÍA ESPERANDO TANTO?

NO, MIS CIELOS, ¿TODAVÍA NO ME CONOCEN?

FELIZ DOMINGO

BUENO, ¿QUÉ LES PARECIÓ EL ÚLTIMO CAPITULO DE ESTA PRIMERA PARTE?

TODAVÍA FALTA EL EPÍLOGO, Y ANTES DE QUE PREGUNTEN, LO VOY A PUBLICAR EL VIERNES QUE VIENE.

SE QUE FUE PARA TODXS IMPACTANTE LO QUE PASÓ EN LOS CAPÍTULOS PASADOS, EN VERDAD NO PENSÉ QUE TENDRÍA TANTA REPERCUSIÓN.

SÉ QUE ODIAN A PIERCE Y QUE POR AHÍ SE ENTENDIÓ QUE LO HIZO CON MALA INTENCIÓN.

NADA MÁS LEJOS DE LA VERDAD, EN SERIO. COMO YA EXPLIQUE, MINERVA SE ENOJÓ CON ÉL PORQUE FUE DEAN (SU MEJOR AMIGO) Y ESO LE HIZO PENSAR QUE TAL VEZ POR ESO PIERCE NO LA QUIERE O NO LA TOMA EN SERIO, SI HUBIESE SIDO OTRA PERSONA, NO LE HUBIERA MOLESTADO.

HOY EN DIA VIVIMOS EN UNA SOCIEDAD EN LA QUE TENER SEXO CON UN DESCONOCIDO (O MÁS DE UNO), POR EL SIMPLE PLACER DE HACERLO, ESTÁ MAL. PARA MI ESO ES LO MÁS LEJOS DE LA REALIDAD, MIENTRAS SEA CONSENSUADO, PODEMOS TENER SEXO CON QUIEN QUERAMOS, ¿SI? ESTO FUE UN CONSEJO QUE NADIE NUNCA ME DIO, QUE LO APRENDÍ SOLA. YO, DEBIE, PUEDO HACER LO QUE QUIERA CON MI CUERPO, PORQUE ES MIO, NADIE DEBE JUZGARME POR ESO Y ESE ES MI CONSEJO PARA TI.

CUANDO EMPECÉ ESTA HISTORIA, QUISE HACER PERSONAJES COMPLETAMENTE HUMANOS, COMETIENDO TODOS LOS ERRORES QUE YO MISMA COMETÍ ALGUNA VEZ. ES POR ESO QUE NO VAN A SER PERFECTOS, QUE SE EQUIVOCAN, QUE VUELVEN A INTENTARLO POR UNA PERSONA QUE POR AHÍ, NOSOTROS, DESDE AFUERA, VEMOS QUE NO VALE LA PENA. PERO SI ALGUNA VEZ ESTUVISTE ENAMORADX, SI ALGUNA VEZ SENTISTE LO QUE SIENTE MINERVA POR PIERCE, TE VAS A DAR CUENTA QUE A VECES EL CUERPO, EL ALMA, NO ENTIENDE DE RAZONES Y QUE SIMPLEMENTE HACEMOS CUALQUIER IDIOTEZ POR EL SIMPLE HECHO DE SENTIR CON EL SER AMADO.

Y ASÍ, COMO MINERVA HIZO TALES COSAS POR AMOR A PIERCE, ÉL HACE CIERTAS COSAS POR AMOR A ALYSSA, POR QUE ÉL SIEMPRE SUPO SOLO AMARLA A ELLA Y UN DÍA, DE REPENTE, LLEGÓ MINERVA E HIZO QUE TODO SU MUNDO SE TAMBALEE.

PECADO CON SABOR A CHOCOLATE TRATA DE AMOR, DE SEXO, DE AMISTAD Y TAMBIÉN DE LOS ERRORES HUMANOS QUE COMETEMOS A DIARIO, PORQUE ME PASÓ QUE UN DÍA ME CANSE DE LEER PERFECCIÓN, DE AMOR QUE TODO LO PUEDE, DE PROTAGONISTAS QUE SE ENAMORAN PARA NUNCA MÁS SEPARARSE A PESAR DE TODO. COMO DIJE UNA VEZ, A VECES, EL AMOR NO ES SUFICIENTE Y ESO ES LO QUE QUISE CONTAR.

DE MÁS ESTÁ DECIR QUE NO QUIERO DESACREDITAR A ESAS OTRAS HISTORIAS, DE LAS CUALES, POR CIERTO, SOY FANATICA.

AHORA QUE TERMINÉ CON ESTE PEQUEÑO DISCURSO, QUE ERA NECESARIO HACER, QUIERO AGRADECERTE POR ESTAR AQUI, POR LEERME, POR VOTAR

ME HACEN MUY FELIZ, TODXS LOS QUE ME LEEN, EL AMOR QUE RECIBO, CADA VEZ QUE SE RIEN CON LAS COSAS QUE LE PASAN A MINERVA, CADA VEZ QUE LLORAN CON ELLA, CADA VEZ QUE SE ENOJAN, ETC. ES TODO VALIDO, PORQUE ME HACE DARME CUENTA DE QUE ALGO ESTOY HACIENDO BIEN.

AHORA, SI SEGUISTE LEYENDO HASTA ACA, HOY ES UN DÍA IMPORTANTE PARA MI, HOY, HACE DOS AÑOS, PERDÍ A MI PAPÁ. DUELE UN MONTON, A PESAR DE QUE FUE HACE DOS AÑOS, PORQUE HAY COSAS QUE NUNCA DEJAN DE DOLER.

¿OTRO PEQUEÑO CONSEJO? DESPUES DE LEER ESTO, ANDA Y ABRAZA A LA PERSONA QUE MÁS AMES, DEJA DE LADO CUALQUIER TIPO DE PELEA QUE TENGAS CON ESA PERSONA, QUE A PESAR DE TODO AMES, PORQUE A VECES...

A VECES ES DEMASIADO TARDE PARA PERDONAR Y PEDIR PERDON.

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LXS AMO, DE ESO NO SE OLVIDEN

DEBIE

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