Pecado con sabor a chocolate...

By DeBeLassal

5.4M 421K 234K

Minerva es una joven llegada hace poco tiempo a la ciudad de Nueva York, con la ilusión de trabajar para uno... More

SINOPSIS
PRÓLOGO
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISEIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE
CAPÍTULO VEINTE
CAPÍTULO VEINTIUNO (PARTE UNO)
CAPÍTULO VEINIUNO (PARTE DOS)
CAPÍTULO VEINTIDÓS
CAPÍTULO VEINTITRÉS
CAPÍTULO VEINTICUATRO
CAPÍTULO VEINTICINCO
CAPÍTULO VEINTISÉIS
EXTRA ISABELLA
CAPÍTULO VEINTISIETE
CAPÍTULO VEINTIOCHO
CAPÍTULO VEINTINUEVE
CAPÍTULO TREINTA
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE
CAPÍTULO CUARENTA
CAPÍTULO CUARENTA Y UNO
CAPÍTULO CUARENTA Y DOS
CAPÍTULO CUARENTA Y TRES
CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO
CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO
CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS
CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE
CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO
CAPÍTULO CINCUENTA
EPÍLOGO
AGRADECIMIENTOS Y AVISO IMPORTANTE

CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE

85.5K 5.9K 5.7K
By DeBeLassal

SEGUNDOS DESPERTARES NUNCA FUERON BUENOS







Luego de aquel orgasmo maravilloso, por supuesto me dormí, si, así como lees, seguramente babee y todo.

¿Me avergüenzo por ello? Ni de coña, soy así, amenme de ese modo o no me amen un carajo, tal como dijo un buen amigo mío.

Lo último que recuerdo es que ambos habían salido de dentro mío —mientras mi cuerpo caía prácticamente laxo sobre la cama—, y se habían movido por entre la habitación, supongo que deshaciéndose de los condones usados y hablando en susurros por lo bajo.

En un momento dado —entre esa maravillosa nebulosa post orgasmo—, los sentí a ambos volver a la cama y acostarse uno a cada lado, pero eso es todo, luego todo es negro y demonios, me dormí tan profundamente que me sorprendo un poco de ello, pero supongo que follar con dos hombres como ellos al mismo tiempo, hacen estragos en el cuerpo de una.

Que soy humana, ¿saben?

Siento algo removerme, haciendo que mis pestañas parpadeen varias veces tratando de enfocar la vista.

Es aún de noche, lo noto por la cortina abierta en la ventana de la habitación, mientras que todo está apenas iluminado por la luz de una lámpara de pie que hay en la esquina.

Mis ojos se encuentran con los de Pierce, que me mira con el ceño un tanto fruncido, de pie y con solo un pantalón pijama puesto.

—¿Te desperté? —Pregunta en susurros—. Estabas helada y por eso te cubrí con la manta —agrega a modo de explicación.

Me doy cuenta en ese momento que estoy cubierta por un mullido acolchado color negro, mientras una mano se envuelve en mi vientre presionándome cerca de un cálido cuerpo, manteniéndome calentita.

Dean.

Sé que está profundamente dormido porque lo escucho roncar levemente, así como también descubro que estoy al completo desnuda.

Y es en ese momento que caigo en cuenta de lo que hice, de lo que pasó hace un rato y el bochorno me sacude por completo.

De todas maneras me tomo un segundo para ordenar las ideas, para notar cuántas partes del cuerpo me duelen y en qué nivel de intensidad.

Me duele todas las partes del cuerpo con intensidad.

Mierda.

Pasó una mano por mis ojos, en un vago intento de despejar un poco la maraña de pensamientos que me atacan en este momento, todas al mismo tiempo, mientras me impulso para salir de debajo de las mantas.

—¿Qué haces? —Pregunta Pierce, hablando en voz baja —¿Tienes que ir al baño o algo? —Agrega.

—No —es todo lo que respondo sin siquiera mirarlo, sacando mis pies de la cama.

—Minerva... —dice él con un suspiro y sé que sabe que todo ha caído como un balde de agua fría encima mío y que ahora viene el maldito momento de los arrepentimientos.

Gracias a los dioses encuentro mi minúscula ropa interior en el suelo, por lo que me apresuro a ponérmela rápidamente, tomando mis zapatos y aguantándome un siseo en el momento en que mis pies tocan el frío piso de mármol.

—Minerva, quédate a dormir —dice Pierce, todavía hablando en voz baja para no despertar a Dean, aunque viendo la manera en la que está durmiendo, dudo que algo pueda despertarlo.

—No voy a quedarme, Pierce —digo a modo de respuesta.

Salgo de la habitación de manera apurada, sintiéndome incómoda y abrumada por partes iguales.

¿Que, qué mierda está mal conmigo? No lo se, tu dime.

—Minerva, ¿qué demonios estás haciendo? —Dice Pierce, tomándome del brazo para detenerme.

Me zafo de éste casi con violencia, no queriendo que me toque, no queriendo tenerlo cerca.

—No me toques —digo, poniéndome el vestido y evitando mirar la mueca dolorida en su rostro por mi rechazo.

—¿Qué vas a hacer? —Insiste él, como si no supiera la respuesta y se ve molesto por el solo hecho de tener esta conversación.

—Me voy a casa.

—Es tarde, van a ser las tres de la madrugada, no puedes irte ahora —dice exasperado.

—Mira como si puedo —es todo lo que respondo y luego de ponerme mi zapato, cual diva, comienzo a avanzar a la salida y si no contoneo las caderas, es porque me duele hasta la matriz.

—Espera —dice, poniéndose delante de mí, para no dejarme avanzar aunque sin tocarme. —¿Qué es lo que pasa? Habla conmigo nena, dime para que podamos solucionarlo —insiste.

—No es la primera vez que estoy con Dean —respondo, y no es una pregunta, malditamente no lo es.

Pierce me mira fijamente, como si no pensara que me daría cuenta, como si no fuera capaz distinguir aquellas pequeñas cosas distintas entre los dos.

En el momento no quise pensarlo, mierda, no quise siquiera reconocerlo, pero lo supe, supe que con quien folle en año nuevo fue con Dean.

Oh mierda.

—No —es todo lo que responde, apartando la mirada con vergüenza.

—No tenías derecho —digo, negando la cabeza con decepción.

—¿Acaso lo pasaste mal? —Dice él, acercándose un paso y haciéndome retroceder. —¿Acaso él hizo algo que no te gustara?

—No sabía que era él, siempre creí que habías sido tú —digo, sin dejar de retroceder cada vez que él avanza.

—Responde mi pregunta, Minerva —insiste él, su mirada en ningún momento dejando mis ojos. —¿Acaso hizo algo que no te gustara?

—No —respondo, por que es la verdad.

—Cuando empezamos con esto, dijiste que podría hacer lo que quisiera con tu cuerpo, que dejarías que provocara cosas que nunca antes había sentido, ¿fue ese nuestro acuerdo o no?

—Si —respondo, mordiéndome el carrillo con tanta fuerza que me lastimo.

—Entonces dime Minerva, ¿por qué exactamente estás enojada ahora? —Pregunta, intentando comprender mi actitud. —Estuve todo el puto tiempo ahí, observando que disfrutaras, nunca te hubiera dejado sola con él, por más que fuera mi maldito mejor amigo. Entonces dime, ¿qué está sucediendo realmente? Porque sé que no es eso lo que en realidad te molesta.

—Nada —respondo al final, apoyándome en la pared que tengo detrás de mí y bajando la mirada con frustración.

«Cobarde» me digo para mis adentros.

—Minerva —dice él, pero esta vez su voz no es más que un susurro.

—Solo quiero irme a casa, Pierce —respondo en un suspiro derrotado. —Estoy cansada —agregó, rezando para mis adentros que me deje ir.

—Minerva —insiste él, levantando mi cara con su mano para que lo mire.

Sabía que no tenía que mirarlo a los ojos, sabía que aquella era mi perdición, que haría cualquier cosa que me pidiera si me observaba de aquella manera que está haciendo ahora.

—¿Acaso hice algo que te molesto? —Pregunto y pude notar que realmente se veía preocupado. —¿Te lastime de alguna manera o...? —Dejo las palabras colgando en el aire.

—No, no tiene que ver con eso —digo al final.

—¿Entonces? —Insiste él. —¿Es por la cicatriz?

Lo miro a los ojos con intensidad, como si pudiera decirle mentalmente: «no, idiota del carajo, es que estoy enamorada de ti y que me hayas compartido con tu mejor amigo, me hace saber que nunca querrás tener nada serio conmigo»

—Si, fue eso —respondo al final, mintiendo.

—Hey —dice, llamando mi atención nuevamente, uniendo su frente con la mía—, eres hermosa Minerva, con o sin cicatriz.

«Mierda»

En respuesta solo sonrió, haciendo que él también sonría antes de besarme con dulzura. Comienza siendo un beso suave, un toque de labios, su dientes mordisqueándolos para luego pasar su lengua por ellos en alivio. Mi lengua busca la suya, mis manos pasan por su pecho desnudo, sintiendo su piel caliente mientras él pasa sus manos por mi espalda, hasta llegar a mi cintura y presionar con fuerza.

Me presiona cerca de él, haciendo que sienta como comienza a excitarse lentamente y yo, que hasta hace un momento me estaba costando caminar con normalidad, empiezo a sentir ese leve cosquilleo en mis partes íntimas.

—Pierce... —digo, pero no se que demonios quiero decir.

—Dios, no puedo cansarme nunca de ti —dice, tomándome por los muslos y haciendo que envuelva mis piernas alrededor de su cintura.

Pierce comienza a caminar nuevamente sin dejar de besarme, pero no lo hace como suele hacerlo, sino que es suave, lento, perezoso.

Me deja caer nuevamente sobre la cama, esa que huele a sexo y a nosotros.

A nosotros tres.

De todas maneras no abro los ojos, me mantengo en esa nebulosa de no querer reconocer que me voy a arrepentir de esto nada más la calentura pase.

Siento que alguien se remueve a mi lado, sin embargo me niego a abrir los ojos, me niego completamente.

Pierce logra meter sus manos por mi espalda, bajando de nuevo el cierre de mi vestido y quitándomelo, todo lentamente, casi con parsimonia, quedándome solamente con el sostén y las bragas puesto.

—Minerva —dice, pero me niego, me niego a mirarlo a los ojos. —Minerva, abre los ojos.

Cuando lo hago me maldigo a mi misma, me maldigo por haberme dado por vencida cuando lo conocí, me maldigo por no haberle dicho que no cuando tuve la oportunidad, pero por sobre todas las cosas, me maldigo por haberme enamorado de él, por no haberlo evitado y por qué ahora —aunque ni él ni nadie lo sepa—, me está rompiendo el corazón de manera dolorosa.

—¿Qué pasa, cariño? —Pregunta Dean a mi lado, limpiando las lágrimas de mis mejillas.

«Demonios Minerva, si te faltaba algo para parecer más patética, era esto» me reprendo para mis adentros.

—¿Minerva? —Pregunta Pierce, preocupado y dejándose caer a mi lado.

—Estoy bien —respondo, tapando mi cara con las palmas de mis manos, intentando calmarme.

Nos quedamos los tres en silencio por unos instantes, mientras pienso en alguna maldita manera de salir de aquella situación, pero lo único que se me ocurre es hacer una estupidez, como es normal en mi.

Me giro para besar a Pierce, con fuerza, con metida de lengua y todo, él intenta apartarme pero no lo dejo, aún menos cuando bajo mi mano hasta presionar su polla y masajearla por encima de los pantalones.

Luego de unos segundos así, rompo el beso y me giro hacia Dean.

«Demonios, me iré al infierno por esto» pienso con amargura, de todas maneras eso no me detiene.

«Pero te iras al infierno bien follada» me responde mi conciencia.

Él se sorprende por mi arrebato, sin embargo me besa con la misma intensidad con la que yo lo beso a él. Bajo también mi mano para tocar su polla por encima del bóxer que lleva puesto, sintiendo como comienza a excitarse por mis caricias.

Pierce empieza besando mi hombro, mordisqueándolo, mientras su mano baja la copa de mi sostén, dejando mi pecho al aire donde no duda un segundo en meterlo en su boca y mientras, yo gimo en la boca de Dean.

Aquello parece encenderlo, ya que rompe el beso y hace lo mismo que Pierce, baja la copa de mi sostén y se mete mi pezón a la boca y «Oh my God» pienso, sin poderme creer que estoy haciendo esto de nuevo.

«¿Es que yo no aprendo?»

«Sigamosnos equivocando de esta manera» me incita la indeseada voz de mi cabeza.

Sus manos bajan al mismo tiempo, chocando entre sí hasta llegar a mis bragas, donde las bajan y yo los ayudo con un movimiento de caderas.

La mano de alguno de los dos —no se quien lo hace—, se pierde entre mis húmedos pliegues, haciendo que levante la cadera en busca de aquel contacto.

Dean baja hasta mi sexo, donde sin siquiera darme un segundo para prepararme, comienza a pasear su lengua por allí, torturándome, sus ojos nunca dejando los míos mientras Pierce me besa los pechos, la cara, el cuello.

En solo un segundo pase a ser un cuerpo laxo, que solo quiere perderse en el placer que son capaz de darme estos dos hombres, perdiéndome en una neblina de lujuria y deseo.

Quedo totalmente fuera de juego cuando la mano de Pierce baja allí donde Dean me lame.

—Mira Minerva, observa lo que vamos a hacer —dice.

Y yo, yo miro, y casi me vengo en ese momento.

Los dedos de Pierce me abren con dos de sus dedos mientras la lengua de Dean barre todo mi sexo, a medida que mete dos dedos dentro mío y este Dean, este no es el dulce de hace un rato, este parece ser al que le gustan los látigos.

—No cierres los ojos, linda —dice Dean.

Pero es que les juro que es tarea imposible, que no me veo capaz de aguantar mucho más.

—No te corras douce, no todavia —dice Pierce, mientras se estira a la mesita de noche y toma un condón. 

Sin entender muy bien qué es lo que pasa, Pierce se posiciona encima mío, poniéndose un preservativo rápidamente, y mirándome a los ojos, comienza a penetrarme lentamente.

Escuece y él debe darse cuenta, por que de inmediato mete una mano entre nuestros cuerpos y comienza a tocarme para que me relaje.

—Eso es bonita —dice, mirándome a los ojos fijamente—, disfruta conmigo, douce.

Cierro los ojos cuando lo escucho llamarme douce, por que no se, es algo que me encanta aunque nunca vaya a admitirlo.

Ladeo mi rostro, encontrándome con la mirada de Dean, que observa lo que estamos haciendo mientras se toca a sí mismo y a mi en ese instantes, me dan ganas de tocarlo y de besarlo y de darle el mismo placer que él me dio a mi recien.

Estiro mi mano, poniéndola encima de la de él y comienzo a masturbarlo hasta que en un momento tironeo de él, porque quiero saborearlo también.

Se pone de costado a mi lado, quedando su vientre por encima de mi rostro y lentamente, ayudado por su mano, pone su pene en mi boca, con cuidado, sin ser brusco y a decir verdad es él quien hace todo el trabajo, moviendo las caderas dentro de mi boca, pero no clavándose hasta la garganta como suele hacer Pierce, de todas maneras no me quejo ya que parece gustarle así.

Siento mi cuerpo adaptarse al de Pierce, y lentamente comienzo a disfrutar de sus embates, que extrañamente no son bruscos, sino cuidadosos mientras con su experta lengua besa mis pezones y yo comienzo a sentir ese cosquilleo en mi vientre, la corriente eléctrica que me recorre la columna, las contracciones de mi orgasmo.

Dejo de concentrarme en Dean, que lejos de ofuscarse comienza a tocarse con efusividad, como si estuviera a nada de llegar, de todas maneras Pierce me toma por la mejilla con su mano para que concentre mi atención en él.

—Mírame a mí, Minerva —dice.

No se si fue el tono que usó, aquel posesivo que la mayoría de las veces me tiene temblando o es el simple hecho de que él sabe como aquello me pone, pero casi sin emitir sonido me vengo.

—Eso es, pequeña —me apremia él, mientras de manera inevitable mis ojos se cierran. —Eso es, así... —vuelve a decir él, mientras siento como mi orgasmo arrastra el suyo. —No sabes como te siento, Minerva, te siento por todo el cuerpo —agrega en un jadeo ronco.

—Ah, joder, si, si — se escucha a Dean gemir mientras se corre en su mano, casi al mismo tiempo que nosotros.

Estoy intentando recuperar la respiración cuando Pierce sale de mi con cuidado y se deja caer a mi lado y automáticamente siento en falta su calor.

En ese momento —mientras ninguno dice una palabra—, mientras Pierce se quita el preservativo y Dean se limpia con unos pañuelos que hay en la mesa de dormir, la incomodidad regresa.

El arrepentimiento, la angustia, todo junto.

Dios, me encantaría poder apagar mi mente por un puto instante.

De todas maneras, antes de que pueda siquiera pensar en nada, Pierce me toma por el brazo y hace algo que no había hecho nunca: me acomoda sobre su pecho y me abraza, con fuerza, como si supiera todo lo que está pasando por mi cabeza en ese momento, como si quisiera consolarme y darme a entender que no hay nada malo en lo que acabamos de hacer.

Pero lo que él no entiende, es que no me siento mal por lo que hice, sino por que estoy enamorada de él y me duele que la única manera en la que puedo tenerlo es está, teniendo que compartirlo.

De igual forma agradezco su cercanía, sus dedos dejando leves masajes en mis brazos, el beso que deja Dean en mi espalda antes de dejarse caer también a mi lado, me calman, esa es la verdad, pero de todas formas, nada puede calmar el dolor y vacío que siento en este momento en mi pecho.














Me duelen las piernas.

La cintura.

Las rodillas.

Las plantas de los pies.

Tengo un ardor en el culo.

Y en el chocho mejor ni les cuento.

Caminar normal nunca fue una opción después de todo lo que hice.

Pero me lo merezco, me merezco estos dolores y el arrepentimiento que me corroe desde lo más profundo de mi oscura alma.

Pero, ¿quieren saber qué es lo peor? Que no me arrepiento, pero a ver, entiéndanme, ¿quién podría arrepentirse? Con todo lo que malditamente sentí, con lo excitante que fue, con la adoración con la que me trataron.

El problema no es haber tenido sexo a lo Pídeme lo que quieras con ellos, no, el problema es que siento cosas por los dos. Si, por Pierce es más intenso, pero debido a lo que pasó, tengo miedo de haber perdido también a Dean.

¿Te preguntas porqué digo también? Pues porque tome una decisión, y esa es que no volveré a estar con Pierce, no puedo, me duele, me quema, me lastima.

Si, se que llega tarde la decisión, pero no somos perfectos, por lo menos yo no lo soy y esta no es una maldita historia en la que los protagonistas se enamoran a mitad del libro y quedan juntos.

Gimo, qué asco de vida.

Y ahora me pregunto si Genevieve estaría orgullosa por la manera en la que viví mi primer trio con dos hombres.

Oh demonios.

Aunque conociéndola, estoy segura de que ella estaría orgullosa, y hasta me incitaría a más.

A decir verdad no estoy muy orgullosa de la manera en la que me comporte, escapé de la casa de Pierce como una cobarde, cuando todavía no se había hecho de día. Salí de debajo de su cálido abrazo, Dean estaba acostado mirando hacia el lado contrario y cuando logré ponerme de pie, me quedé unos cuantos segundos observandolos cual acosadora, pero sepan disculpar, que aquel era un cuadro digno de ver.

Dios, había dormido con los dos.

Puerca Minerva, eres una puerca.

Niego con la cabeza, mientras limpio las copas y preparo todo lo que necesito para el primer servicio del día en el restaurante.

Si tengo que ser sincera, estoy acojonada, muy, porque sé que haberme escapado de esa manera va a cabrear a Pierce.

¿Pero que esperaba que hiciera? Que nos levantáramos los tres y tuviéramos divertido sexo mañanero.

No señor.

Bueno tal vez un poco si, pero no, no, no.

«Deja de pensar con el chocho y piensa con la cabeza, coño»

Suspiro, haciendo tronar mi cuello cuando de repente lo siento. El cosquilleo en mi espalda, los vellos erizados..., el chocho palpitar emocionado, para que mentir y tengo que admitir que odio ser tan consciente de cada vez que lo tengo cerca, aunque no esté viéndolo.

De todas maneras lo ignoro y sigo a lo mío, concentrándome en no romper nada.

La copa está tan limpia que hace un chirrido molesto mientras sigo frotándola con el paño, pero es que hasta que no vea mi propio reflejo en ella...

—Minerva —y la copa se me va al carajo.

Vuela y termina estrellándose en el piso, rompiéndose en mil pedazos irreparables.

Así, igualito a mi dignidad.

—Mierda —digo, todavía sin mirarlo y agachándome a juntar los vidrios rotos.

—Minerva —vuelve a decir, acercándose otro paso, pero lo ignoro.

Tal vez si finjo que no está, desaparezca, ¿verdad?

—Demonios —jadeo, cuando una astilla de vidrio se clava en mi dedo índice.

De todas maneras me quedo quietecita cuando se acuclilla frente mío, mirándome con una seriedad que me da un miedo terrible, porque parece cabreado, pero también algo más, aunque no se qué...

—Déjame ver —dice.

Y siento que todos los que tenemos cerca se quedaron en un silencio expectante, como si se dieran cuenta que a nuestro alrededor hay una especie de tensión palpable para todos.

—Estoy bien —murmuro, presa de su mirada que parece encandilarme.

—No estaba preguntando —responde, apretando la mandíbula y tomando mi mano en la suya.

Observa mi dedo y el vidrio allí clavado, mientras la sangre comienza a escurrirse y manchar el suelo.

—Ven —dice, poniéndose de pie y arrastrándome con él.

—No Pierce... —murmuro, nerviosa e intentando frenarlo, cuando comienza a avanzar a su oficina.

De todas maneras me ignora y sigue caminando.

—Puedo ir a los vestidores, estoy segura que Tronchatoro tiene ahí un botiquín —intento frenarlo y tarde me percató de que se me escapó el mote de Katherine.

—Tengo uno en mi oficina —es todo lo que responde, luego de lanzarme una mirada severa.

—No Pierce, en serio... —digo, trabando mis piernas para dejar de caminar.

—No hagas una escena —dice, perdiendo la paciencia y girándose, haciendo que nuestros pechos choquen. —Vamos a tener esta conversación quieras o no, depende de ti si es ahora o en un rato, ¿que es lo que quieres hacer?

No respondo, por qué a decir verdad tengo una vergüenza tremenda, pero le hago una señal con la cabeza para hacerle saber que voy a seguirlo, sin embargo no suelta mi mano y ambos avanzamos a su oficina.

Caminamos directamente al pequeño cuarto de baño, donde Pierce me hace poner la mano bajo el agua antes de, con una pinza, quitar el pedazo de vidrio en mi piel. Una vez que limpia la zona, coloca una banda alrededor de mi dedo y me estremezco ante la dulzura con la que me trata.

—Ya... —murmuró, carraspeando para aligerar el ambiente.

Sin decir una palabra, ambos salimos del cuarto de baño y lo veo apoyarse en la esquina de su escritorio, cruzando sus brazos en su pecho y mirándome fijamente.

—¿Porque te fuiste? —Pregunta, directo al grano.

Y es que, entiéndanme, ¿si? Se que estoy actuando como una cría, en verdad lo sé, pero a veces, el amor nos vuelve un poco idiotas, sin importar si es correspondido o no y si tengo que ser sincera, no se muy bien cómo enfrentarme a esto que siento y mucho menos a Pierce.

—Minerva... —insiste, al ver que no respondo.

—Yo..., no quería estar para cuando despertaran —confieso, mirando las puntas de mis zapatillas deportivas blancas.

—¿Porque?

—¿En serio tienes que preguntar? —Murmuró, levantando la mirada y clavando mis ojos en los suyos.

—Si Minerva, estoy preguntándote porque demonios te fuiste de mi casa a mitad de la noche.

—Ya era de día —murmuro por lo bajo.

—No te comportes como una cría y habla conmigo, Minerva.

Nada más esas palabras salen de su boca, levantó la cabeza y clavó mis ojos en los suyos con enojo, porque que yo misma me trate de cría es una cosa, ahora que lo haga él, no señor...

—Me parece bastante estúpido que no lo imagines.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que esto... —digo, señalándonos a ambos—, se terminó.

—¿Que? —Pregunta, frunciendo el ceño.

—Lo que escuchaste —respondo, tambien cruzandome de brazos.

—¿Porque? ¿Porque así de repente?

—¿Porque te importa? —Exijo yo en su lugar.

Ambos nos quedamos en silencio, mirándonos fijamente y tanteando a ver quién será el primero en apartar la mirada.

—No entiendo —dice al final, suspirando.

—No hay nada que entender.

—Anoche dijiste que no te había molestado nada, que no te había lastimado.

—Y no lo hiciste —respondo de inmediato.

—Entonces...

—Entonces pasa que esto fue demasiado lejos —lo corto con amargura. —Entonces pasa que de repente comencé a querer más y no me conformo con esto que quieres darme —agregó.

—Minerva —dice él, negando con la cabeza.

—No fue tu culpa, Pierce y no me mires de ese modo —digo, al ver su mueca. —Solo creo que es mejor dejar las cosas como están y no llegar más lejos.

—Te dije que no podía darte nada serio, te dije que no te enamorarás de mi.

—Pues lamentablemente uno no elige que sentir y que no.

Nos quedamos un rato en silencio, mientras yo comienzo a sentirme cada vez más nerviosa y con ganas de salir malditamente de esta oficina, es por eso que respirando hondo, agrego:

—Mira, Pierce, no quiero complicar las cosas, ¿vale? Sabes que no soy de esa manera, solo quiero seguir con mi trabajo y dejar todo esto acá.

—¿Así como así? —Dice él, de repente luciendo cabreado. —¿En verdad harás como si nada paso?

—¿Qué es lo que quieres de mi entonces, Pierce ? -respondo, perdiendo un poco la paciencia.

—Nada, no quiero nada —responde, negando con la cabeza. —Pero pensé que lo estábamos pasando bien.

—Y lo estábamos, pero no es suficiente, quiero más...

—¿Más de que? ¿Qué es lo que quieres? —Gime en mi dirección, frustrado.

—Quiero a alguien que me ame tanto, que la sola idea de compartirme con su mejor amigo le parezca aborrecible —susurró en voz baja, de todas maneras se que me escucho, por la manera en la que su cuerpo entero se tensiona. —Iré a trabajar —agregó, girándome y deteniéndome en ese mismo instante.

Porque allí, cruzado de brazos y apoyado sobre su hombro en la puerta abierta de la oficina se encuentra Dean, mirándome de una manera que me hace sentir enferma.

Sus ojos son tan expresivos y lo veo albergar tanta culpa y remordimiento en ellos, pero en este momento no puedo preocuparme por él y sus sentimientos, no, en este momento y a partir de ahora, debo preocuparme por mi misma y volver a estar bien, por lo que sin decir una sola palabra más y teniendo especial cuidado en no rozar a Dean cuando paso por su lado, salgo de la oficina de Pierce y vuelvo a mi trabajo.

«Un paso a la vez, Minerva» me digo para mis adentros. «Un paso a la vez»











Podría decirse que soy una fiel creyente de que somos lo que atraemos.

¿A qué voy con esto? A que si tenemos malas vibras, malas cosas van a pasarnos. Por norma general soy alguien positiva, me gusta mucho ser de esta manera, en verdad. Tampoco soy de esas personas que ven positivo que un pájaro les cague encima, porque no, pero si trato de mantener buenas cosas en mente.

Pero no hoy.

No hoy cuando siento el corazón un poco roto, cuando siento que acabo de cometer un error con Pierce, para automaticamente arrepentirme, porque merezco más y el problema en verdad no es él, porque teníamos buen sexo, lo pasábamos bien, disfrutábamos, el problema en realidad fue que me enamore como una estúpida y eso no estaba en los planes, es por eso que me alejo, porque no es justo para ninguno de los dos.

Gimo de manera dolorosa, en verdad lo hago cuando veo quien se ha sentado en mi plaza para que la atienda esta noche.

¿En serio Jesús? ¿Layla?

—Puedo reemplazarte si quieres —salto en mi lugar cuando es Tatiana quien habla cerca, de todas maneras no me está mirando a mi, sino que tiene los ojos clavados en Layla.

—No te preocupes —respondo, acercándome a atender su mesa.

Soy cordial, por supuesto, no debo mezclar los problemas personales con el trabajo..., lastima que algo me dice que no va a ponermelo facil.

Esta perra.

—Buenas noches —murmuro.

No responden, ni ella ni la amiga con la que está sentada, esperan simplemente a que les entregue la carta para hacer el pedido.

Hasta hace un rato habría agradecido que Pierce se marchara —vi a Dean salir del restaurante luego de que yo saliera de la oficina de mi jefe—, pero ahora, sinceramente si él no está aquí, no hay nadie que pueda poner a esta chica en su lugar.

Estoy sirviendo las bebidas en sus copas, cuando Layla, con esa voz venenosa que tiene, comienza a hablar: —Excelente fiesta después de año nuevo, ¿no crees? —Dice en dirección a su amiga. —Los chicos estuvieron geniales.

No caigas, Minerva, no caigas.

—¿Cómo terminó tu noche? —Pregunta su amiga.

—Agotada, para que mentir —murmura ella con una sonrisa maliciosa y justo en el momento que estoy por retirarme, me detiene, tomándome por la muñeca. —¿Ya lo hicieron contigo?

—No se de que hablas.

—Si ya te follaron los dos —dice.

Y yo..., yo me quedo unos segundos estática, sin moverme, sin respirar.

¿De qué demonios está hablando?

—Yo...

—¿Qué pensaste? —Murmura ella, sin dejar de sonreír. —Lo hacen con todas, todo el tiempo, eso de compartir mujeres es lo suyo —agrega.

—No se de que estas hablando —repito, sintiendo un nudo en el estómago.

—¿No lo sabes? —Pregunta ella, sin dejar de verse divertida. —Estuvieron conmigo unos días después de año nuevo —confiesa.

No puede ser verdad, ella solo miente...

—No me crees, ¿verdad? No te preocupes, sé cómo funcionan Dean y Pierce juntos.

—No me interesa —respondo, intentando irme, pero sigue con su agarre férreo en mi muñeca.

—Si lo hace, he visto la manera en la que miras a Pierce y dejame decirte que no va a pasar, eres nada, ¿sabes? Eres escoria, basura, una simple camarera a la que nunca prestará la atención necesaria que crees merecer.

—Pues ya somos dos —respondo.

—Estoy bien con eso —dice ella, soltandome por fin. —No los necesito, de todos modos tengo todo el dinero que quiero.

No dijo esa mierda, malditamente no lo hizo.

Mis ojos se clavan en Tatiana, que me observa atentamente a un par de mesas de distancia, mientras que veo a Isabella acercarse con una cara de odio que sé que se meterá en problemas por mi culpa.

Pero no, debo manejar mi mierda, asique eso es lo que hago.

—¿No hueles raro? —Murmuro de repente.

—¿Que? —Pregunta Layla, confundida.

—Si no hueles a mierda —murmuro.

—No sé de qué hablas —responde ella.

—Oh, lo siento, eres tu, que tienes tanta mierda dentro que comienza a supurarte por los poros —agregó con una sonrisa. —Déjame ayudarte —digo.

Y después de eso, la jarra de agua con limón que traía a su mesa termina cayendo por todo su lindo cabello perfectamente peinado.

Layla chilla, su amiga se levanta rápidamente de la silla, intentando que no la salpique, pero el problema no es con ella, es con su amiga.

—¿Que mierda está mal contigo? —Sisea, enojada.

—Cristo —se escucha la voz de Tatiana, llegando a mi lado y si bien tiene los ojos abiertos como platos por la impresión, tiene que tapar su boca con las dos manos para que no se le vea la sonrisA, mientras que a nuestro alrededor se hizo un silencio pasmoso.

—Joder, Minerva —dice Isabella, llegando tambien a mi lado.

—¿Qué está pasando aquí? —Prácticamente grita Tronchatoro. —Oh por todos los cielos —dice cuando ve a Layla. —Minerva, ¿tu hiciste eso?

—Si —respondo, cruzandome de brazos y encogiendome de hombros.

—Voy a hacer que te despidan por esto —sisea nuevamente Layla, quitándose un limón del cabello.

Mierda, creo que me pase.

—Minerva, vete a casa —dice Katherine en mi dirección y por la mirada que me larga, sé que está disfrutando de esto, sé que va a hacer lo que sea para que me despidan.

¿Que problema tiene esta mujer conmigo, de todos modos?

Niego con la cabeza y sin siquiera cambiarme, tomo mi bolso y salgo del restaurante, ignorando los llamados de Isabella detrás mío, prometiéndole que voy a llamarla más tarde.

Decido caminar a la parada de metro, sintiendo un dolor en mi pecho que no había sentido nunca, las lágrimas se agolpan en mis ojos mientras la vergüenza por lo que acabo de hacer me corroe, pero joder, que presionó todos mis malditos botones.

Hoy definitivamente no era un buen día para hacerme malditamente enojar.

Me detengo de repente cuando observo una de las enormes pantallas con anuncios de la calle, cuando observo la persona que se encuentra en ella y algo en mi corazón se ablanda.

Hoy era el día en que cocinaría en ese famoso programa televisivo en vivo, había prometido a Genevieve que lo miraría después por internet, debido a que debía trabajar esta noche, sin embargo me detengo solo a mirarla, porque observarla a ella siempre me hace sentir mejor y por más que no la tenga cerca, poder verla allí, en vivo y en directo, me hace malditamente feliz.

De todas maneras mi sonrisa lentamente comienza a borrarse, cuando observó cómo su piel se encuentra muy pálida a pesar del maquillaje, como su mano comienza a temblar mientras ella trata de disimularlo.

De repente se sostiene sobre la mesada, llevando una de sus manos a su pecho.

No.

Por favor, no.

Alguien le pregunta algo, pero de repente Genevieve se desploma en ese programa en vivo.

De repente la gente comienza a gritar a su alrededor.

De repente tambien son muchas personas a mi alrededor, observando lo que está pasando.

Y de repente, antes de que la programación se corte, se escucha fuerte y claro: «No está respirando»








***

HOLA DE NUEVO

JE

NO ME AGUANTE NADA, PERO NO SE HAGAN, SI SABÍAN QUE IBA A PUBLICARLO.

BUENO, NO ME MATEN, ¿SI?

¿QUE LES PARECIÓ EL CAPÍTULO?

POR OTRO LADO, YA TENGO BASTANTES COSAS ESCRITAS DE LA SEGUNDA PARTE, POR LO QUE NO TARDARE MUCHO EN PUBLICAR.

DE ECHO, DE ESTA PRIMERA PARTE QUEDA UN CAPITULO MÁS Y EL EPÍLOGO

¿ESTÁN LISTXS PARA EL FINAL?

EN OTRAS NOTICIAS

¿PORQUE TODAVIA NO TENGO MIL SEGUIDORES EN INSTAGRAM, COÑO?

Y TWITTER NI HABLAR

A VER, VAYAN A SEGUIRME:

INSTA: DBLASSAL

TWITTER: DEBELASSAL

DE MÁS ESTÁ DECIR QUE SI HACEN MEMES, EDITS Y ESAS COSAS ME AVISEN ASÍ REPOSTEO.

POR CIERTO, ¿VIERON EL BOOKTRAILER? YO LO AME

AHORA SI, NO SE CUANDO VUELVO A ACTUALIZAR

LAS MANOS FUERA Y COMENTEN Y VOTEN MUCHO, COÑO

LXS AMO

MUCHO

DEBIE

Continue Reading

You'll Also Like

16K 1.8K 88
Mi sun tiene la mala costumbre o ¿Tal vez buena? de escribir todo, lo hizo desde que pudo deletrear su nombre y consiguió su primer diario. Siente la...
337 55 16
Esta historia trata de Mark un joven, que después de perder a su madre, su vida da un cambio radical, su padre toma otra actitud y al cambiar de ciud...
771K 33.7K 47
¿Como algo que era incorrecto, algo que estaba mal podía sentirse tan bien? sabíamos que era un error, pero no podíamos estar sin el otro, no podíamo...
13.3K 833 18
Un asesinato que puede unir a dos personas es un asesinato que también puede separarlos. --------------------- Ningún fragmento de esta historia pued...