Transalterna

By Hitto_

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Maya y Sophie son la misma persona viviendo dos vidas diferentes. ¿Ambas vidas son reales?¿una es un sueño? E... More

Intro
Scielo1
Almarzanera
El chico nuevo
Un tatuaje gratis
Respuestas por parte de un odioso
Mirar alrededor
El fantasma del depósito
Tarde de playa
El ritual de cumpleaños
La fiesta de Maya
Gente indeseable
Guerra en la familia
Secretos íntimos
No salgas del círculo
Estar como en un sueño
En la fila del desempleo
El proyecto Transalterna
Un día espectacular
La peor espía
El chico más peligroso del pueblo
La primera misión
Lazos fraternos
Revelaciones en la montaña
Descubriendo una verdad
El misterio del culto
La cacería
Acechando en la oscuridad
La primera cita de Ian
La verdad sobre Marcus
Confesiones entre hermanas
El misterio de Anelise
El espacio interdimensiones
Noche en el Spice club
El nuevo Ian
Consiguiendo justicia
La mansión del círculo
El certificado de pureza
Niña buena
La verdad sobre Dylan
Rescatando a Ian
Saltar de un risco
El secreto de Grecia
El nuevo Aaron
Un giro del destino
Las jóvenes del Círculo
Mis dos padres
Familia
Cómo ocultar un crimen
Thaly
La dimensión T50
Dos años de cambios
La estrella Polar
La partida inconclusa
Alguien en quién confiar
La luna roja
Shifting
Epílogo
Transalterna 2
Guía de entes
Guía de personajes

Marcus

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By Hitto_

Dejen muchos comentarios, porfa.

—¿Perdón por interrumpir? —Les dije acercando una silla. Ellos tenían sobre la mesa una taza de café cada uno y un plato con hot cakes.

Resultaba innecesario preguntarles sobre qué hablaban, porque resultaba obvio que de mí. Ni bien me puse a su lado ambos se callaron. Mi padre me sirvió café en mi taza.

—¿Cómo te sientes? —el chico me preguntó.

—Mejor —respondí rápido, no quería preguntas por parte de mi padre.

Nos quedamos comiendo en silencio. Al parecer, yo era quien había interrumpido la charla de esos dos.

—¿Hace mucho que despertaron?

—Sí, bastante —Ambos respondieron casi al mismo tiempo.

—No queríamos despertarte. —Añadió mi padre.

—Solange nos necesita ahora en la mañana, podemos tomar el tren de las ocho y media. —Me avisó Ian, dándole un último bocado a su hot cake.

—Oh, sí, está bien. —Miré mi reloj, tenía media hora para comer, bañarme y vestirme—. Por cierto papá...—llamé su atención, por poco y olvidaba decirle lo de la mudanza obligada—. Sé que no quieres mudarte, pero ya no tenemos opción...

—Sí, ya sé, Ian me explicó.

De inmediato volteé hacia él. Preguntándole con la mirada qué rayos le había dicho.

—Le conté que ayer nos topamos con tu arrendatario y fue inflexible—me respondió Ian.

—Y yo le dije que ya Amanda me contó lo que pasó. —Mi corazón se detuvo al escuchar a mi padre—. Le asustó que Ian haya agredido a Mauro, pero si ese imbécil te insultó, me parece que actuó bien, yo habría hecho lo mismo. —Mi corazón regresó a la normalidad—. Ese tipo acosa a Sophie desde que era una niña, es un maldito enfermo. Debí matarlo hace tiempo yo mismo, pero conseguir donde vivir en esta ciudad es un infierno. Solo pude amenazarlo con que se alejara —le explicó a Ian—. Yo me encargaré de buscar otro lugar. No en el área cinco, pero algo más cerca a tu trabajo.

—Gracias, papá —le di un abrazo y me levanté a llevar los platos al fregadero—. Voy a vestirme, pueden seguir en lo que estaban.

****

—Parece que tú y mi papá se llevaron muy bien —le mencioné a Ian cuando abordamos el tren. Por suerte encontramos asientos contiguos, nos esperaba un viaje algo largo.

—Al menos uno de tus tres padres no me odia, supongo que voy por buen camino.

—Mi padre de aquí no es como los de Almarzanera. Seguro te interrogó.

—Pues... sí, me hizo las típicas preguntas de padre, supongo. No tengo ninguna experiencia con padres de otras personas.

—¿Qué te preguntó?

—Lo esperable, ya sabes: Qué intenciones tengo contigo, qué trabajo te hago realizar...

—¿Y qué le respondiste? —eso sí me interesaba saber.

—Pues la verdad. Que te estoy entrenando como mi esclava sexual.

Le di un golpe por su respuesta, me miraba de reojo y me sonreía de esa forma cínica y encantadora de siempre.

—Si le habrías dicho eso yo habría recogido tus restos de la calle. Mi padre es de mente abierta, pero no para tanto.

—Supongo que le di las respuestas correctas porque me hizo un hot cake. Eso sí, estaba muy enojado contigo por haberme hecho dormir en el sillón, me dijo que luego hablarían seriamente.

—Ajá... —le volqué los ojos—. Con la mudanza prometo comprar una cama más grande, donde entres y podrás quedarte a dormir cuando quieras, siempre y cuando le pidas permiso a mi papá antes.

—Eso no va a pasar.

—Cobarde.

—Se llama sobrevivencia. Respeto a tu padre y lo que su autoridad representa. Prefiero que tú te quedes en mi casa.

Con Ian, el viaje se me hizo corto. Ya estaba más tranquila por lo que había descubierto de mi madre y por mi gata. Demasiadas cosas me sucedían de pronto y era imposible que los eventos de ambas vidas no se entrometieran al mismo tiempo en mi cabeza. Demasiadas cosas, demasiadas preguntas. Para tener todo más claro, saqué mi cuaderno y comencé a anotar lo que debía hablar con Solange. Cuando empecé a escribir lo referente a mi hermano, llamé la atención de Ian, que miraba por la ventana.

—Ian, ¿sabes por qué Tiago pude ver a los entes? ¿Estás seguro que no es portal?

—No puedo darte una respuesta —respondió con inseguridad—. No tiene la estela de un portal. Así que dudo que tenga dos vidas, a menos que...—Se calló un momento y luego lo disimuló—. Hay gente bastante más perceptiva en lo que se refiere a los multiversos. La gente como tú y yo podemos viajar de una dimensión a otra. Otras personas pueden abrir una entrada al espacio entre dimensiones, donde están los entes.

—¿De qué formas?

—Ah....—exclamó y se la pensó un poco antes de responder—. ¿Bujería? ¿Magia? nadie del proyecto está complemente seguro, no tienen una explicación factible, pero enfurecen si les hablas de algo paranormal. Para mi padre todo debe tener una justificación científica.

—¿Y para ti?

—Yo creo que a veces, solo hay cosas que no podemos explicar. —Encogió los hombros—. Tal vez Tiago solo absorbió tu habilidad para ver entes en el útero —agregó y no pude distinguir si era broma o lo pensaba en serio.

***

Pensé mucho antes de animarme a ir hacia la oficina de Solange. Estrujaba nerviosa el cuaderno entre mis manos.

—¿Qué pasa?—preguntó Ian al notar que no me animaba a tocar la puerta.

—Es que... Solange me odia, va a enojarse si le vuelvo a preguntar cosas.

—Solange no te odia—bufó—. Bueno... no te odia solo a ti, odia a todos por igual. Dile lo que averiguaste de tu madre y seguro mandará a alguien a reunir información.

Él terminó empujándome hacia la entrada y tocó la puerta por mí. Estas se abrieron de manera automática. Solange estaba al teléfono e ignoró nuestra presencia. Cuando colgó se me quedó mirando, esperando que le dijera para qué iba ahí.

Casi tartamudeando le expliqué lo de mi madre, la secta en la que estaba su familia y lo poco de información que había recabado. Lo ocurrido en Almarzanera preferí no decirlo. No había acordado con Ian qué cosas contar y qué no.

Solange me escuchó con un rostro de escepticismo, como si hablara puras tonterías. Con cualquier otra persona me habría ofendido, con ella... pues me intimidaba demasiado para poder presentar otro tipo de reacción.

—Hay sectas de toda clase. Miles, millones y adoran desde seres invisibles hasta piedras. Y sí, muchas adoran a seres interdimensionales, sobre todo a deamons. No entienden lo que son en realidad y los tratan como divinidades. Para los niños ricos muchas veces es solo un entretenimiento.

—Eso lo imagino, pero... mataron a mi mamá. Necesito saber quiénes son y si hay forma de encontrarla en el universo T52.

—Sigues con eso —bufó—. Mira, veré que encuentro. A esa gente y sus excentricidades no les prestamos atención. Los otros portales fuera de los niños Key, no me interesan; ni al señor Key, ni a sus socios.

—Solange, por favor busca alguna respuesta para Sophie, como un favor personal. —Le pidió Ian.

—¿Por qué tendría que hacerte favores?—le preguntó con cara de asco.

—¿Por el amor que me tienes? ¿O porque muy en el fondo soy el que te cae mejor entre mis hermanos?

—La que me cae un poco menos peor que el resto es Diana—zanjó—. Veré que averiguo. Ve con Renata, quería electrocutarte o algo así —me ordenó volviendo a ignorarnos. Esa fue nuestra señal para irnos.

Ian me dejó a solas con Renata, mientras, se fue al gimnasio.

Podría haber estado muy nerviosa porque me ponía electrodos en la cabeza, mas estaba harta, si con unas descargas lograba ver a los entes o teltransportarme, habría valido la pena. El día anterior había puesto en riesgo a mi familia y de no haber sido por Tiago, que el carroñero nos habría matado a todos debido a mi incapacidad para verlo.

—No te preocupes, no va a doler. —Renata me sonrió, distinguí sus ojos risueños a través de los cristales de sus anteojos—. Creo.

Ya con los cables puestos, me metí a la capsula.

—Esta vez no quiero que te duermas. Necesito que me escuches. Te pondré sonidos en diferentes frecuencias para mover tus ondas cerebrales. Quiero que pienses en qué te hace sentir cada sonido. ¿Está bien?

Asentí. Me puse la mascarilla y fui inhalando profundamente mientras la cámara se llenaba.

Primero escuché una música suave. Me relajaba, se sentía bien, las notas me transportaban a un sitio seguro en lo recóndito de mi subconsciente. Si me dejaba llevar hasta podía dormirme y creo que estuve por hacerlo, hasta que una pequeña descarga se sintió en la parte posterior de mi nuca. Mi corazón bombeó con fuerza. La música se cortó, de golpe solo oía un chillido agudo que iba aumentando en volumen. Era insoportable. Tenía ganas de taparme los odios y cuando estuve por hacerlo sentí otra descarga, esta vez en el lado izquierdo. Renata me torturó así un rato, con sonidos diferentes, fuertes, suaves, música movida, música lenta y descargas en diferentes puntos cada vez. Era extraño, desagradable y al mismo tiempo... sentía que pensaba con más claridad. No me di cuenta ni de cuando acabó hasta que el agua fue descendiendo.

Estaba mareada y casi caí al suelo cuando se abrió la cápsula. Renata me sostuvo, me acercó a una silla y me extendió una píldora y un vaso.

—Tómalo, evitará que tengas una migraña —explicó mientras me iba despegando los electrodos. Le hice caso, ya empezaba a ver luces y ese era el preludio a una fuerte migraña.

Me acercó la pantalla. Había tres imágenes, la de Ian, que era la imagen de control, la mía de días atrás y la actual. Se notaba una diferencia, había más movimiento y flujo de energía en mi cuerpo. No al mismo nivel de Ian, mas sin duda era un avance.

—Creo que está funcionando. Evaluaré los resultados y tal vez con un par de sesiones más tu energía fluya de la manera en la que debe.

La pastilla me sentó bien. Le pedí a Renata si me podía dar algunas para otras ocasiones y me avisó que luego me lo mandaría con uno de sus asistentes.

Ya vestida de nuevo, fui a reunirme con Ian. El asistente de Renata no solo me dio unas pastillas, también algunas toallas y una llave para un casillero en el vestidor, así no tendría que llevar y traer mi ropa.

Guardé mis cosas en el casillero que me habían otorgado y escuché mucha bulla en el gimnasio. Reconocí la voz de Ian y al entrar lo vi discutiendo de una forma muy acalorada con otro chico. Era de su tamaño, más musculoso y con el cabello cortado casi al ras. Emily y Daniel observaban de brazos cruzados y mirada reprobatoria mientras Sam trataba de mediar entre los chicos que discutían.

—¿Quién es? —le pregunté a Daniel. No me animaba a interrumpir.

—Marcus, uno de nuestros hermanos.

—¡Regresa a Londres! —le gritó Ian.

—Oblígame imbécil —El otro le respondió junto con un empujón.

—¡Ey, paren los dos! —Sam se puso delante de Ian.

—¡¿Qué está pasando?!—Solange llegó a imponer orden. Todos callaron, excepto Ian, que le reclamó de inmediato.

—¿Por qué está aquí?

—Por órdenes de tu padre. Van a convivir en paz porque no estoy de humor para aguantarlos. Si tienen un problema, lo hablan con el señor Key, aquí no quiero gritos. No es una guardería.

En silenció, mas dedicándole una mirada retadora a Ian, Marcus salió de ahí. Emily y Daniel evitaron el contacto visual con Solange y como si nada hubiera pasado se retiraron hacia las máquinas de ejercicio. Ian trató de calmarse cuando me vio y me tomó del brazo.

—Ven —me dijo y me llevó por el pasillo del fondo, esa área todavía no la conocía.

—¿Qué pasó? ¿Por qué peleaban?—lo interrogué.

—No es nada. Es otro de mis hermanos, se supone que estaba en Londres, no sé para qué vino. No nos llevamos muy bien.

Noté que no estaba muy abierto a contarme al respecto y no lo quise presionar. Yo también solía tener una muy mala relación con mis hermanas y me hartaba tener que dar explicaciones.

—¿Qué vamos a hacer? —le pregunté queriendo cambiar el tema.

—Algo que va a encantarte. —Su ceño fruncido y cara de enojo cambió de inmediato. Empujó una puerta al otro extremo del gimnasio y entramos en los que parecía una sala con cabinas para práctica de tiro.

En la pared había varias armas de fuego y cinco cabinas con siluetas.

La emoción me invadió, de verdad Ian me enseñaría a disparar.

Tomó lo que parecía una pistola semi automática y le puso un silenciador.

—Esta no tiene mucho retroceso y es liviana. Está bien para que aprendas y la uses en caso de emergencia. —La puso en mis manos y nos colocamos frente a la cabina de tiro—. Ponte firme y apunta. No hay mayor ciencia, solo práctica.

Se puso detrás de mí. Sostuvo mis manos con las suyas cerrándolas alrededor del arma.

Empecé a temblar por la emoción, respiré profundo y guiñé un ojo para ver mejor por la mira. Ya había disparado antes en ferias, y siempre ganaba algún premio. Observé la silueta al frente de mi. Le apunté justo al centro y disparé. Me sorprendió casi no escuchar el disparo. Su silenciador era realmente funcional. No le había dado al centro, al menos la bala había llegado a la silueta de papel. Ian apretó un botón en la pared de la cabina y la silueta se cercó de manera automática.

—Nada mal para ser la primera vez—me alagó—. Claro que no es lo mismo cuando hay presión—. Volvió a ponerse en la misma posición de antes, esta vez mi concentración en el blanco fue interrumpida por su respiración cerca de mi cuello.

—Oye no hagas eso o voy a disparar a cualquier lado.

—Te ayudo a trabajar bajo presión —susurró depositándome un beso debajo de mi mandíbula.

—Claro, los entes irán directo a besarme el cuello.

—Tal vez—rió, su mano bajó a mi cintura y volvió a besarme en el espacio entre mi cuello y mi hombro.

—Me haces cosquillas —le reclamé. Bajé el arma, así no iba a aprender nunca.

El teléfono de Ian nos interrumpió, me soltó con un gemido de fastidio.

—Es Solange, debo ir a su oficina —me avisó viendo su pantalla—. Sigue practicando.

Me dio un último beso en la mejilla antes de retirarse. Mejor para mí. Así podría practicar tranquila.

Volví a ponerme firme, apunté y tiré del gatillo. Sin Ian agarrándome sentí que la pistola me empujó para atrás.

La puerta de la sala de tiro se abrió de nuevo, pensé que era Ian, pero casi me muero al ver entrar a Marcus.

Caminó directo hacia la pared donde estaban las armas. Traté de no mirarlo. No estaba segura de qué hacer: ¿Me iba? ¿me presentaba?

De momento decidí ignorarlo, me hice a la desentendida y volví a lo que hacía, apunte y disparé. Esta vez no le atiné ni a la silueta. Marcus se puso en la cabina contigua a la mía y casi sin preparación y estirando una sola mano le dio directo en el centro.

—No jales el gatillo, aprieta, como si exprimieras una naranja —dijo sin mirarme, volviendo a disparar a su objetivo.

—Ah, sí, gracias —respondí con timidez y volví a disparar, esta vez de nuevo le di a la silueta.

—Un poco mejor, ¿es tu primera vez? —me preguntó, seguía sin mirarme.

—Sí, recién Ian me estaba enseñando.

—Él es bueno en esto, en disparar. No en enseñar. Te llamas Sophie. —Más que una pregunta lo suyo parecía una afirmación, le respondí de todas formas.

—Sí, soy Sophie, me dijeron que tú eres Marcus.

—Hablan mucho de ti en el laboratorio. Eres la primera que no es una de nosotros en pertenecer al proyecto. —Dejó la concentración en el tiro y me miró por primera vez. Sus ojos eran verdes como los de Ian, sus rasgos un poco más toscos.

—No lo sé, supongo...

—Sí... también dicen que eres el nuevo juguetito sexual de Ian.

No me esperaba eso. Podía haberme quedado callada, pero no le iba a dar el gusto. Volví a tomar mi arma y regresé la atención a la diana.

—Pues te dijeron mal. No soy su juguete sexual, él es el mío.

De reojo pude ver como sonreía de manera burlona.

—Me agradas, Ian tiene suerte. Te conoció en ambos mundos casi al mismo tiempo. Una coincidencia interesante.

—¿A qué te refieres con eso? —le pregunté volviendo a disparar, no quería demostrarle que le daba importancia a lo que decía.

—A nada... solo que justo coincidieron en ambos universos al mismo tiempo. ¿Cuántas eran las posibilidades? Es como si hubieran estado predestinados, ¿no crees? —preguntó con sarcasmo.

—Sophie, vámonos. —De pronto Ian apareció a mi lado. Dirigiéndole a Marcus un gesto hostil. Estaba lista para otra confrontación entre ambos, cuando Marcus dejó su arma en la cabina.

—Tranquilo, ya acabé aquí —se encaminó a la salida—Un gusto conocerte Sophie. —Se despidió saliendo de la sala.

Me olvidé ponerles esta imagen de Ian comiendo sus hot cakes

***

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