Pecado con sabor a chocolate...

By DeBeLassal

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Minerva es una joven llegada hace poco tiempo a la ciudad de Nueva York, con la ilusión de trabajar para uno... More

SINOPSIS
PRÓLOGO
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISEIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE
CAPÍTULO VEINTE
CAPÍTULO VEINTIUNO (PARTE UNO)
CAPÍTULO VEINIUNO (PARTE DOS)
CAPÍTULO VEINTIDÓS
CAPÍTULO VEINTITRÉS
CAPÍTULO VEINTICUATRO
CAPÍTULO VEINTICINCO
CAPÍTULO VEINTISÉIS
EXTRA ISABELLA
CAPÍTULO VEINTISIETE
CAPÍTULO VEINTIOCHO
CAPÍTULO VEINTINUEVE
CAPÍTULO TREINTA
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE
CAPÍTULO CUARENTA
CAPÍTULO CUARENTA Y UNO
CAPÍTULO CUARENTA Y TRES
CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO
CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO
CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS
CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE
CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO
CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE
CAPÍTULO CINCUENTA
EPÍLOGO
AGRADECIMIENTOS Y AVISO IMPORTANTE

CAPÍTULO CUARENTA Y DOS

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By DeBeLassal

BAJO LA NIEVE DE DICIEMBRE





La cena había sido larga.

Muy larga, pero había sobrevivido. Alyssa era una mujer simpática y más de una vez había tratado de llamar mi atención para conversar, sin embargo Isabella estaba ahí para siempre desviarla del tema para que le prestara atención a ella y no a mi.

Bendita sea Isabella.

Y les deseo de todo corazón, en verdad, que algún día puedan tener una amiga como ella, capaz de ir al mismísimo infierno por ustedes.

El que no debe ser nombrado también hizo su parte, trataba de que su..., lo que sea que ella fuera de él, se centrara en él y no en mi.

De todas maneras, si tengo que rescatar algo de la noche, es lo rica que estaba la comida, yo por supuesto me había encargado del postre que todos se encargaron de elogiar, el mousse de chocolate italiano con merengue y una salsa de fresas me había quedado increíble.

Lastima que los sabores me supieron amargos.

Bueno, en eso miento, lo disfrute, el chocolate en mi sistema fue como un bálsamo con sabor a orgasmo y sí, sé que exagero, pero me gusta muchísimo el chocolate.

¿En que estábamos? A, si...

—¿Qué coño le compraste a Pierce? —Siseo Isabella a mi lado.

El plan deberíamos llevarlo a cabo si o si, no había manera en el jodido mundo de que el paquete que había comprado para él llegara a sus manos con Alyssa a su lado.

De ninguna maldita manera.

Mierda.

—No quieres saberlo —respondí, sin embargo no la miraba, no podía, me moría de vergüenza.

—Minerva... —siseó nuevamente. —¿Qué voy a darle a Xander?

—¿Qué voy a darle a Voldemort? —Pregunte en su lugar.

—No quieres saberlo —respondió ella, apartando la mirada.

—¿Es algo..., tú sabes, sexual? —Murmure con vergüenza.

—No —dijo ella, mirándome fijamente y las mejillas de manera inevitable se me colorearon. —Lo de Xander será sexual, ¿verdad?

—Depende... —respondí, haciéndome la loca.

—¿De qué depende?

—De cómo lo veas.

—¿De cómo vea que, Minerva? —Pregunto, perdiendo la paciencia.

—De a lo que tu consideres sexual —respondí luego de darle un gran trago a mi vino.

Estaba exquisito, por cierto.

—Xander todo lo considera sexual —respondió ella con los dientes apretados.

Y si, tenia razón.

—Te deberé un favor grandísimo —dije, tomándola de las manos, bueno de una, porque con la otra sostenía mi vino y no había manera en el mundo que lo soltara.

Él y yo nos habíamos convertido en uno.

—No te emborraches —murmuro ella, mirando mi copa medio vacía.

O medio llena, dependiendo de donde lo veas, a mi sinceramente ya me daba lo mismo.

—No puedes pedirme eso —dije en su lugar.

—No hagas ninguna idiotez —farfullo en su lugar.

—No puedes pedirme eso tampoco —dije, rodando los ojos.

—Mierda, es verdad —dijo, sonriendo y haciéndome sonreír a mi también. —¿Estas bien? —Pregunto, la preocupación reflejada en su bonito rostro.

—Si, creo que si —respondí, asintiendo.

—Vale, casi va a ser hora de los regalos —dijo ella, mirando el reloj en su muñeca. —Me encargare de repartirlos, ¿vale?

—Gracias Isa, en verdad, yo..., yo no se que hubiera hecho si no hubieras llegado a mi vida —solté.

Y si, tal vez el vino se me estaba subiendo un poco a la cabeza, pero ya vez...

—Bueno —llamó la atención Dean, que se había sentado en el mismo sillón que Voldemort y..., ¿cómo se llamaba la malvada de Harry Potter? ¿La de los dientes feos? (Aunque ella de feo no tuviera nada) Ah, si: Bellatrix. A partir de ahora la llamaríamos así.

Bueno, como les contaba, Dean hizo que todos le prestáramos atención a él y una vez que dijo regalos, Mía literalmente chillo, haciéndonos reír a todos. A decir verdad, daba bastante ternura verla tan entusiasmada, era como si nunca hubiera festejado una navidad y por lo que habíamos hablado, me había contado que ella generalmente lo pasaba con su padre y siempre iban a fiestas de lo más aburridas.

Isabella comenzó a empujar a Dean —que era quien desde un principio iba a dar los regalos—, con la excusa de que quería ser ella quien los repartiera.

¿Ya dije bendita sea Isabella? Pues..., BENDITA SEAS ISABELLA.

Comenzó a repartir uno a uno los regalos, haciendo muecas divertidas que nos hacían reír a todos.

El regalo que me hizo Dean y el que le hice yo a él nos lo entregó a los dos al mismo tiempo y sé que no le pasó por alto —a ella ni a nadie— que los paquetes eran muy similares.

Mierda, carajo.

Dean me miró con una ceja arqueada y una sonrisa de lo más pícara, que devolví con una mueca que intentó parecer una sonrisa, pero en realidad estaba muriéndome de vergüenza.

¿En qué momento creí que esto sería una buena idea? No tengo puta idea, pero últimamente estoy cometiendo muchísimas idioteces.

Isabella, supongo que ajena a lo que estaba pasando entre Dean y yo, siguió repartiendo los regalos como si nada.

Dean no dejó de mirarme en ningún momento mientras abría el paquete y yo por mi parte hice lo mismo.

Por todos los cielos.

Por.

Todos.

Los.

Santos.

Del.

Mundo.

Y.

Los.

Demonios.

Del.

Infierno.

Cerré la bolsa negra tan rápido como la abrí al divisar el látigo de cuero con varias bolitas en las puntas que había dentro. Abriendo los ojos como platos, sin saber si lo que sentía era bochorno o excitación.

Dean por su parte largó una carcajada estruendosa cuando abrió el suyo, mirándome a mí, luego al paquete y nuevamente a mi, sin dejar de negar con la cabeza.

—¿Qué? ¿Qué es? —Dijo Mía.

Y yo sentí que comenzaba a sudar a gota gorda por los nervios, si la muchacha llegaba a ver lo que le había regalado, por Dios, qué vergüenza.

—Nada —respondió Dean, clavando nuevamente sus ojos en los míos, como si estuviera diciéndome: «hablaremos de esto luego»

Negué con la cabeza, por que él me había regalado un látigo, coño.

Y bueno, yo por ahí le había regalado un látigo distinto al que él me había regalado, de una sola punta como el que se usan en los caballos o así me pareció..., y tal vez también agregue unas esposas con el interior acolchonado para comodidad. Y bueno, si, también tal vez agregue unos de esos broches para pezones.

Les juro que el demonio del BDSM me poseyó nada más entrar en el Sexshop, porque ahora que lo veo en la distancia, no sé en qué mierda estaba pensando.

—¿Un vale para comida gratis en McDonals? —Murmuro una voz, sacándome de mis pensamientos. —Pierce, ¿quién te regaló esto?

Mis ojos casi inmediatamente se clavan en los de Isabella, que por supuesto aparta la mirada con vergüenza.

Tiene que estar jodiendo conmigo, en serio.

—Bueno, tendrás una cajita feliz gratis, mírale el lado positivo —agrega Alyssa.

Y mis ojos sin poder evitarlo se clavan en los de Voldemort, que tiene el vale en la mano y lo mira con el ceño fruncido y como si sintiera mi mirada, clava sus ojos en los míos, mirándome con confusión.

—Oh, Isabella, por todos los cielos, ¿acaso quieres matarme?

La voz de Xander llama la atención de todos, haciendo que todas las miradas se claven en él.

—¿En serio Isa? ¿Qué demonios es esto? —Y acto seguido saca la pequeña tanga color rojo comprada en La Perla, que viene con un liguero y ahí, digamos donde va el chocho, un pequeño botón con un diamantito de fantasía, ¿si saben para qué es? Pues abres el botoncito y bueno, se tiene ahí acceso directo a tu parte íntima, sin tener que..., digamos, quitar nada.

Joder, Isabella va a matarme.

—Joder Xander, guarda eso —murmura ella, con las mejillas tan coloradas, pero es que no tiene solo las mejillas coloradas, el rubor se ha extendido por sus orejas y cuello.

Ya estoy muerta.

Bien muerta.

—Lo guardaré con la única condición de vértelo puesto antes de que termine el cumpleaños del niño Jesús —dijo él, y si tan solo pudieran ver su sonrisa.

Era enorme y llena de ilusión.

—Guarda eso, coño —gruño nuevamente Isa.

—En el coño te lo quiero ver puesto —respondió él, sin dejar de pincharla.

—Contrólense, que está Mía presente —murmuró Dean, sin embargo sus ojos estaban clavados en los míos.

Sin dejar de sonreír.

«Demonios Dean, detente» pensé para mis adentros lanzándole una mirada de súplica, mientras la mirada de Voldemort iba entre los dos con curiosidad.

—Oh, mira Mine, tienes otro regalo —murmuró Isa, dejando un paquete envuelto en papel marrón en mis piernas, girándose para abrir sus propios regalos.

Abrí el paquete lentamente, ya que no tenia nombre, sin embargo se me hizo un nudo en la garganta cuando su perfume me golpeo.

¿Cómo demonios podía contener su perfume?

Quite el papel que lo recubría para encontrar una bola de nieve, con la torre Eiffel detrás. Sin poder evitarlo la agite, haciendo que lo que simulaba ser nieve se removiera dentro y sin poder evitarlo, sonreí.

Era hermosa.

Tome el pequeño papel que tenia pegado en la parte de atrás con una nota:


Las luces que brillaban por la noche en París me recordaban a ti, es por eso que vi esto y no pude evitar pensarte.

Feliz navidad, Minerva.


¿Cómo se respiraba? Que alguien me lo recuerde porque yo ni puta idea.

Sabía que me estaba mirando, podía sentirlo con sus ojos clavados en mi, midiendo mi reacción.

¿Acaso esperaba que armara una escena? Pues nunca fui de esas, no lo haría, pero demonios Pierce, esto dolía, dolía mucho, porque pensé que lo tenia superado, pero no era así, tenía unas ganas irremediables de llorar. Sentía las lágrimas agolpadas en mis ojos así como un nudo en la garganta y estaba internamente rogando que nadie viniera a hablarme en estos momentos, porque estaba segura que rompería a llorar y por Dios, qué bochorno.

De todas maneras mis pensamientos fueron interrumpidos cuando se escuchó gente llegando a la casa, ¿que demonios? Creí que solo seriamos nosotros.

Mis ojos se encuentran con los de Dean interrogantes y me observa con algo parecido a la disculpa y en ese momento recuerdo que me había comentado que tal vez unos amigos de ellos de la infancia pasarían a saludar y yo me sentí agradecida por aquella distracción. Así tal vez no me sentiría tan acorralada con Voldemort y Bellatrix a mi alrededor.

—Oh mierda —susurro Isa a mi lado, observando a las personas que se unían a la fiesta.

Cuando me doy vuelta para observar quienes son las personas que llegaron, tardó unos cuantos segundos en recordarlos.

¿Recuerdan aquella vez que salimos a un club con Dante e Isa? ¿Qué se termino todo a madrazos? ¿Que ella peleo con Xander? Bueno, son esas personas.

La pequeña hada que le comió la boca a Xander frente a Isa, el que supongo que es su hermano y por el que Dante está o estaba colgado. La rubia de infarto que —momento para reírse— Isa le echó en cara que no era importante para Pierce.

¿Saben qué significa eso? Que ella se follaba o folla a Voldemort.

¿Y saben qué más significa? Que por la mirada que le da Alyssa, ella lo sabe y por la mirada sobradora que le da esta muchacha que no tengo idea de cómo se llama, se que la cosa se va a poner buena.

Y si, será que soy un tanto morbosa, pero cualquier cosa con tal de olvidarme un poco de mis penas.

La dj, su nombre era Gina y se ha sentado al otro lado de Xander, sobre el reposabrazos del sillón. Habiendo tanto lugares, ¿tenia que sentarse ahí? Joder, Isa va a comérsela, literalmente, en serio y Xander, pobre, que no sabe como sacársela de encima, solo prestándole atención a Isa que por supuesto, lo ignora.

El hermano de Gina, que se llama Mathew se ha sentado al otro lado de Dante, sin embargo noto a mi amigo un tanto incómodo, ¿qué demonios? Por lo que tenia entendido, tenia un flechazo por este muchacho.

La muchacha rubia se ha sentada en uno de los sillones libres, su nombre es Layla y a su lado está Thomas, que ahora que recuerdo, es quien se me había lanzado y Pierce le había dicho que me soltara, y luego Isa le dijo que sacara sus manos de mi.

¿Por qué tengo la sensación de que esta navidad será inolvidable? Porque demonios, cuando una espera que las cosas no pueden ir peor, ahí va el destino y te tira en la cara que si él quiere, todo se puede ir al carajo.

Se hizo un silencio un tanto incómodo, pero que vamos, que todo era raro aquí, que a ver, si te ponías a pensar, los únicos en la habitación que no se habían follado entre sí creo que eran Dean y el tal Thomas. A Mía no íbamos a contarla, primero porque era muy menor y segundo porque ya se había ido a no sé qué fiesta con la hija de María, Natalia. 

Que a ver, Isa había estado con Xander, que esté a su vez había estado con ella y con Gina. Pierce había follado conmigo, con Alyssa y con la tal Layla. Dante de seguro que había follado con Mathew..., pero seguía teniendo una duda.

—Isa —murmure en su dirección.

—¿Qué? —Preguntó, escueta, sabia que tenia una oreja puesta en lo que Gina le murmuraba a Xander.

—¿Te has follado a ese Thomas? —Pregunte, tratando de mantener el tono bajo.

—¿Qué? ¿Cómo lo sabes? —Preguntó con los ojos bien abiertos.

—Oh por Dios —dije y no pude evitar reír.

—¿Qué? —Insistió ella, riendo al verme reír.

—Que todos aquí follamos entre sí —dije y no podía evitar que todo me resultara tan divertido. —¿Lo entiendes? No se si Dean se follo a alguien de la habitación, pero el resto... —agregue, negando con la cabeza.

—No, él no ha follado a nadie de aquí —susurro. —Eso creo, aunque tengo mi sospecha de que una vez borracho ha estado con Layla, pero nada confirmado —murmuro, negando con la cabeza.

—Esto es tan raro —dije.

—Si lo es —me siguió ella con una carcajada.

—¿De que tanto se ríen ustedes dos? —Murmuro Dante llegando a nuestro lado.

—Que todos nos hemos follado entre todos —susurro Isa en su dirección, lo suficientemente bajo como para mantenerlo entre nosotros.

Había comenzado a sonar la música un poco más movida y alta, cortesía de Gina, mientras que Xander se había levantado a preparar más tragos, farfullando algo de estar durmiéndose.

Dante miró a su alrededor, pensativo antes de asentir.

—Es verdad —dijo, negando con la cabeza.

—Oye, ¿qué sucede con Mathew? —Pregunto Isa, curiosa. —Creí que te traía muerto.

—Cariño, me extraña que no sepas que yo no ruego a nadie, menos a un creído como él —comenzó diciendo, mientras se arreglaba las mangas de su chaqueta. —El tren de Dante pasa una vez en la vida y créeme, no hay parada en su estación.

—¿Qué quieres decir?

—Que no la tenia lo suficientemente grande —dijo en voz lo suficientemente alta, aunque supongo que nadie sabia de quien hablábamos exactamente.

De todas maneras aquellas palabras fueron suficientes para que tosiera y un poco de vino se escurriera por mi comisura.

Pero es que joder, luego que no digan que yo no tengo filtro.

Por el rabillo del ojo observe como Layla me miraba con el ceño fruncido y algo parecido en su rostro al desapruebo, pero, ¿sabes que?

Que le den, pensé para mis adentros.

De todas maneras no pasó desapercibido para mi la manera en la que estaba encima de Dean, en cómo su mano estaba sobre su rodilla y la mitad de su torso encima de él.

¿Por qué aquello me molestaba?

No tenia idea, o si, pero ya que, lo ignorare, soy buena en eso de todos modos.

La noche comenzó a pasar lentamente, de todas maneras yo solo podía concentrarme en mis amigos, en las locas ideas que tenían, en las anécdotas de las cuales me gustaba muchísimo escuchar mientras que intentaba cambiar de tema cada vez que preguntaban por mi pasado. Cuando quisimos darnos cuentas, todos estaban participando de nuestra conversación, contando anécdotas de cuando aún eran chicos, de los pasos por la universidad y de cómo cada que podían hacían esto, se juntaban a festejar las fiestas juntos.

Me había dispuesto por todos los medios no mirar en su dirección, pero no éramos muchos y cada vez se estaba haciendo más incómodo y difícil no hacerlo, era como si tuviera un imán que me obligara a mirar allí donde él se encontraba.

Era algo un tanto difícil de explicar, ¿saben? No es como si pudiera describirlo, porque era intenso, porque era como si mi piel pulsara para acercarse a él, como si mis ojos quisieran recorrerlo y mis manos picaran por tocarlo. Que demonios, lo había extrañado, todavía rememoraba casi a diario las caricias del último día, las palabras no dichas.

Y de repente me sentí sofocada, como si un escudo apagara las voces a mi alrededor, ahora sintiéndose lejanas. Es como si estuviera acorralada, como si la respiración me faltara. Soy buena ocultando estos pequeños ataques, solían pasarme en las fiestas a la que iba con Harold y por todos los santos, nadie podía darse cuenta, porque la reprimenda era terrible.

Me pongo de pie y creo que en algún momento me sale algún tipo de excusa, porque nadie me presta atención, de todas maneras lo único que necesito en este momento es salir de aquí, escapar, necesito..., un poco de aire, eso me vendrá bien.

Me alejo de todos hacia el otro lado de la habitación, hacia las puertas de cristal que dan a un pequeño patio trasero, parecido a una terraza solo que esta en el piso de abajo. El contraste de temperatura es agradecido cuando parece que luego de varios minutos, puedo respirar.

El aire está helado y quema en mis pulmones con mis profundas respiraciones, pero el dolor es bienvenido, cualquier cosa que me distraiga de la presión de mi pecho.

Cualquier maldita cosa que me distraiga de estos sentimientos encontrados.

Hago mi rostro hacia atrás, sintiendo humedad en mis mejillas y cuando abro los ojos me doy cuenta de que está nevando y no sé porque eso me hace sonreír, pero lo hace.

Me gusta la nieve.

Me quedo unos instantes allí, se que probablemente me de un resfriado, siento la piel de los brazos erizada por el frio que estoy sintiendo, pero me digo a mi misma que estaré aquí un rato más, solo un par de minutos, se siente tan bien este silencio.

—¿Minerva? —La voz de Dean me saca de mis pensamientos, haciéndome girar por completo para verlo asomado por la puerta. —¿Estas bien?

—Si —susurro, viendo el vaho que sale de mi boca.

—Vas a congelarte —dice, mirándome desde la puerta y luego de meditarlo unos cuantos segundos, termina saliendo y cerrando detrás de él. —¿Seguro que estás bien? —Vuelve a preguntar.

—Si, solo quería tomar un poco de aire —respondo, volviendo a girarme cuando comienza a acercarse.

Las vistas del patio son hermosas, hay un camino empedrado lleno de luces a los costados, puede verse a lo lejos una piscina iluminada y árboles gigantes, comenzando a lentamente cubrirse con la nieve. De todas maneras las luces que se encuentran por todo el patio mantienen todo iluminado.

De repente el perfume dulzón de Dean me envuelve y cuando quiero darme cuenta, tengo sobre mis hombros el saco de su traje.

—Dean... —comienzo a quejarme.

—No —dice él, cortándome y acomodándose a mi lado. —Si quieres estar aquí fuera, voy a respetarlo, pero usaras eso.

—Gracias —respondo con una sonrisa.

Dean me la devuelve mientras veo como su nariz y sus mejillas comienzan a ponerse rojas por el frio, al igual que su cabello rubio comienza a oscurecerse por la nieve que cae.

—¿Sabes? Este era el lugar favorito de mi madre —comienza diciendo con aire distraído.

—Es hermoso —respondo, mirando a mi alrededor.

Al principio no le había prestado atención, pero a los costados hay dos reposeras de machimbre en color blanco que parecen antiguas. Las luces son tenues pero iluminan lo suficiente y la baranda en la que estoy apoyada esta llena de enredaderas y estoy segura que durante el día, este pequeño espacio parece de cuento de hadas.

Y Dean el príncipe azul.

Joder Minerva, no empieces.

—Murió de cáncer hace algunos años —murmura de repente y parece perdido en sus pensamientos. —Mi padre..., él cambió después de su muerte, no solía ser así, tan distante —dice a modo de explicación. —Solíamos tener buenas navidades, éramos muy unidos, pero supongo que quien nos mantenía juntos era ella. Ella era... —cierra los ojos unos cuantos segundos, echando la cabeza hacia atrás para respirar hondo antes de continuar—, ella era increíble, estaba todo el tiempo sonriendo y bailando y cantando. Joder la extraño —murmura al final, negando con la cabeza.

Sin poder evitarlo, mi mano sale disparada a la suya, dándole un ligero apretón y sorprendiéndome cuando esta se envuelve en la mía y un estremecimiento me recorre, debido a que a pesar del frio, se encuentra caliente.

—Mi madre, ella... —comienzo diciendo en su dirección, porque él me conto algo de su pasado y supongo que una parte de mi, también quiere contarle algo. —Ella me abandono en la puerta de mi padre cuando era una niña. Fui un error para ambos, fui concebida en un amor de verano que creyeron que sería eterno, pero no duró más que eso..., un verano. —Dean me mira expectante, sin soltar mi mano, dejándome contarle a mi ritmo. —Mi padre tampoco me quería, asique termino llevándome a casa de mi abuela, ella si me quería, pero no tenia idea de cómo criarme, de todas maneras lo hizo muy bien, ella es increíble.

Sonríe cuando me escucha decir aquello, pero es que Genevieve es todo lo que está bien en el mundo.

—¿No has vuelto a verlos? —Pregunta después de unos minutos en silencio.

—No —respondo, negando con la cabeza, observando nuestras manos unidas. —Mi madre apareció cuando cumplí los diecinueve, pero solo para pedirme dinero prestado y nada más —suelto con amargura. —Y mi padre, bueno, él es un idiota que lo único que hizo toda su vida fue lastimarme —bufo, sin poder creer el par de padres que me tocó. —De todas maneras me consideran muerta en estos momentos —largo sin pensar, paralizándome cuando aquellas palabras dejan mi boca.

—No digas eso, Minerva —dice Dean, ignorando las emociones que me recorren al haber largado aquello.

Se ladea de costado para que estemos frente a frente y termina tomándome de las mejillas con delicadeza.

—Ellos se lo pierden —dice en mi dirección. —Ellos se pierden el conocer a la mujer increíble que eres, tan hermosa... —susurra al final.

Sonrió sin poder evitarlo, demonios con el condenado de Dean.

—Y mira esa sonrisa —agrega, pellizcando mis mejillas—, perfecta.

—Exageras —respondo, rodando los ojos.

—No lo hago —dice él para luego fruncir el ceño y agregar:—Vamos dentro, estás congelada.

Y sin esperar respuesta comienza a alejarse, sin embargo mi mano es más rápida y termino tomándolo por el centro de su camisa blanca, haciendo que se detenga.

—No todavía —susurro en su dirección.

Hace un frio de cojones, pero todavía no quiero ir dentro, volver a sentir esa presión en el pecho.

No estoy lista.

—Minerva... —comienza diciendo, contrariado.

—Bailemos —suelto de repente.

—¿Qué? —Pregunta, confundido.

— Baila conmigo, Dean —murmuro en su dirección.

—¿Qué bailemos? —Pregunta, solo para confirmar, a lo que asiento. —¿Aquí fuera? ¿Con este frio del demonio?

De repente la idea me parece una idiotez y me siento un poco fuera de lugar, sin embargo antes de que pueda decir nada, Dean está frente mío, con las manos en mi cintura y una sonrisa dulce en el rostro.

—¿Qué tipo de música bailaremos? ?Un vals? —Pregunta.

—Bachata —respondo, a lo que él automáticamente frunce el ceño.

—Estoy seguro de que no tengo idea de que es eso —responde.

—Voy a enseñarte —respondo. He estado practicando con Dante, que se empeña en que grabe un video con él. —Vale, tienes que poner una mano..., hum, digamos rodeando mi cadera —digo y de repente no se si esto fue una buena idea, estamos demasiado cerca.

—¿Así? —Murmura, aunque no me mira.

—Si —digo una vez que su poderoso brazo me rodea y nuestros pechos están unidos. —Ahora, hum, tienes que pasar tu pierna por entre las mías. —Cuando lo hace puedo sentir como el vestido se me sube un poco, sin embargo su chaqueta logra cubrirme lo suficiente para no mostrar mis vergüenzas.

—¿Qué más? —susurra esta vez, su voz un poco más ronca que antes y ahora ya no me mira tímido, no, esos ojazos color miel están clavados en los míos con una intensidad que me hace estremecer.

Mi brazo sube hasta que mi mano rodea su cuello, acariciando los mechones de su cabello casi de manera distraída, aunque por el estremecimiento que lo recorre, sé que es consciente de lo que hago.

Mi otra mano sube y él la rodea con la suya, mucho más grande que la mía propia y así nos quedamos, muy juntos, casi todo nuestro cuerpo tocándose y, ¿saben que? Ya no siento la maldita nieve que cae.

Comienzo a mover las caderas, primero de manera tímida y luego con un poco más de soltura.

—Creo que he visto videos de este tipo de música —murmura, siguiéndome el ritmo mientras yo comienzo a tararear una canción en español por lo bajo, haciéndolo sonreír.

—Eres una caja de sorpresas, Minerva —dice sin dejar de sonreír. Sin dejar de bailar. —No sabia que supieras español —agrega.

—Pues es mi idioma favorito, puedo hablarlo fluido y lo he estudiado muchísimos años.

—Puedo ver eso —dice, sin dejar de bailar.

Estamos moviéndonos por todo el pequeño espacio, bailando muy pegados y de repente, joder, de repente su pierna sube un poco más, haciéndome jadear y él se queda quieto unos instantes mirándome fijamente antes de volver a bailar, antes de volver a repetir la misma acción.

De todas maneras sé que puede notar que mi respiración comienza a agitarse, que mis ojos terminan yendo a sus labios sin que pueda evitarlo al igual que los suyos y de repente no estamos bailando, solo estamos allí, abrazándonos, apenas moviéndonos y quiero..., ¿quiero besarlo? No lo se, pero con Dean las cosas vienen siendo tan raras, que nunca sé dónde nos encontramos parados.

—Minerva —susurra, haciendo que mis ojos se claven en los suyos, sus manos presionan las mías con fuerza. —Eres la cosa más bonita que he visto nunca.

Y cuando estamos ahí, a punto de besarnos, nuestros labios a solo dos centímetros de tocarse... ¡LA PUÑETERA PUERTA SE ABRE! ¡JODER CON EL PUTO DESTINO QUE ME ODIA!

Oh y como me odia, porque quienes abrieron la puerta no son nada más ni nada menos que Voldemort y Bellatrix.

Demonios.

Dean y yo por supuesto nos separamos, como si el contacto de nuestras pieles quemara.

—L-lo siento —dice Alyssa, observándonos con los ojos abiertos de par en par. —Creímos que no había nadie —agrega.

De todas maneras no respondemos, como si nos hubieran pillado haciendo algo malo. Joder, bueno, tal vez si estábamos haciendo algo malo pero no fue adrede. Mis ojos se clavan en los de él, que me observa con el ceño fruncido, alternando la vista entre su mejor amigo y yo.

—Dean, no me habías dicho que tenias una novia —dice Alyssa, sacándome de mis pensamientos, ajena a todo lo que pasa a su alrededor, la pobre.

Mi boca se abre, de todas maneras nada sale de ella, porque estoy un poco paralizada, creo. Dean me observa un tanto confundido por no sacarla de su error, de todas maneras él es quien lo hace:

—No es mi novia, Minerva es... —murmura, mirándome fijamente—, ella es, bueno... Minerva. —Dice al final, como si aquello lo explicara todo.

—Ya veo —responde ella, pero por la sonrisa en su rostro sé que no le cree. —Nosotros hemos decidido salir un rato, que si no te juro que ya tendría a Layla sin cabello en su hueca cabeza, que joder, no sabe respetar las putas distancias.

—Aly... —advierte Voldy.

—No, en serio, que entiendo que te la folles de vez en cuando, pero estoy aquí ahora, tiene que mantener las malditas distancias —agrega, luciendo exasperada. —Ella sabe que eres mío, por más que juegues con ella de vez en cuando.

Bueeeeeeeno.

Miró a Dean, necesitando que por favor me saque de aquí, en verdad no se que me pasa que no puedo hablar, pero siento que comienzo a sofocarme nuevamente.

—Nosotros iremos dentro —dice Dean.

—Pero podemos estar todos juntos —responde Alyssa, sonriendo en mi dirección y haciendo un mohín con su boca. —A nosotros no nos molesta.

—Lo se, Aly —responde Dean, sonriéndole a la muchacha—, pero estamos fuera hace rato y Minerva está congelada.

—Vale —responde ella, asintiendo.

Y para mi total sorpresa, Dean pasa su brazo por mis hombros, acercándome a su costado para volver a entrar dentro.

No quiero hacerlo, lo juro, pero es que mis ojos inevitablemente se clavan en los de él, que lucen un poco sorprendidos pero también atormentados.

¿Acaso le duele esto? ¿Le duele verme con su mejor amigo cuando él trajo a ella aquí?

Pues que se aguante, y mi expresión debe decirle eso, porque termina apartando la mirada justo en el momento que atravesamos las puertas para entrar nuevamente. Me quito el saco de Dean, agradeciéndole en silencio por ello, por todo en realidad.

—¿Estas bien? —Pregunta y por la manera en la que me mira se que él sabe muchas cosas, más de las que deja entrever.

—Lo estaré —respondo.

De una forma u otra, volveré a estar bien.

Siempre lo hago.





***

HOLA MIS PECADXRES HERMOSXS

¿COMO ESTÁN? BUENO, PARECE QUE NO PUEDE RESISTIRME CUANDO SE TRATA DE TENER UN CAPÍTULO Y NO SUBIRLO

¿QUE LES PARECIÓ? ¿QUE LES PARECEN ESTOS ACERCAMIENTOS CON MI DULCE DEAN?

ESPERO QUE ESTOS DÍAS ESTEN ATENTOS, PORQUE SEGURO HAYA ALGUNAS SORPRESAS

Y MIENTRAS ESPERAN ESAS SORPRESAS, LOS INVITO A QUE PASEN A LEER ALGUNA DE MIS OTRAS HISTORIAS PUBLICADAS, QUE LES PROMETO QUE NO VAN A ARREPENTIRSE

POR CIERTO, EL MUNDO DE GAIA ES COSA DE OTRO MUNDO.

NO SE OLVIDEN POR FAVOR DE VOTAR LA HISTORIA Y DE RECOMENDARLA, ¿SI? ASI SOMOS MÁS.

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