Me di tiempo y se los termine. Disfruten mucho este capítulo donde revelaré secretos de la corona. Unos importantes que servirán para después de la trama. Gracias.
Feliz lectura…
SAMUEL
Natasha lee un libro de romance o fantasía a mi lado mientras tengo la tablet en la mano, hace unas horas que tuvo su revisión… no me dijo nada de lo que se vio en esa cita y no pregunté, no pero en su cara me dijo muchas cosas.
Cambio de imagen para escuchar un suspiro de mi pareja.
—Tienes media hora en esa cosa—río despacio antes de verla acomodarse, cambia de posición antes de abrazar mi brazo y enfocar sus ojos en la tablet que tengo en las manos—. ¿Para qué haces eso?
—Es para los tratados con Jafar—siento que ladea los labios.
—No deberías hacerla tú—se incorpora antes de arrebatarme la tablet—. Esto debería hacerlo tu padre.
Ladeó la cabeza antes de negar despacio, le quitó la tablet, para seguirla revisando.
—Oye, se supone que en nuestra recámara no tienes que traer nada de esto—se queja para quitarme la tablet de nuevo.
Aunque en ese punto tiene razón, hice un trato y lo estoy incumpliendo al estar revisando cosas de trabajo aquí.
Le quitó la tablet para bloquearla y ponerla en el cajón que hay en la cómoda pequeña que hay al lado de la cama, cruzo los brazos y eso la pone contenta.
—¿Ya me dirás como te fue?—esa pregunta…
Hace que baje la cabeza triste antes de negar despacio, tomo su mano para evitar que me responda lo que le pregunté. Natasha se ha vuelto un libro que me sé de memoria, con todo y sus comas y puntos. Se volvió mi libro favorito, uno que releeo mil veces de ser necesario.
Siempre entendí que le costará adaptarse al estar conmigo como esposos, pero ahora que han pasado seis meses desde que firmamos ese documento en las Vegas… sé que lo que le costaba era la corona que estaba en mi cabeza, no el matrimonio.
—Está bien si no me dices—asiente despacio antes de darme un pequeño atisbo de sonrisa.
—Me dijo que todo estaba normal… que mi vientre puede tener un bebé sin problemas.
Por alguna razón esa respuesta no me satisface, pero creo que algo tiene que ver mi madre en eso. No indagó más, no quiero presionarla y hacer que se quiebre de nuevo por el tema de un embarazo. Y sí no lo hace pronto no tengo ningún problema con eso, la tengo un poco más para mí.
Aunque suene egoísta, pero me gusta tener tiempo a solas con ella y estar como lo estoy en estos momentos.
—Eso es bueno.
—Sam… nada, olvídalo.
—¿Nat?—niega despacio.
Se aleja antes de que pueda atraparla y subirla a mis piernas para que me diga ese extra que se guarda, ya habíamos hablado de eso.
No tiene porqué guardarse nada.
—¿Amor?
—Tu madre quiere qué me embarace en menos de tres meses… el médico me puso bajo tratamiento de casi cuatro meses… Sam…
No comprendo cómo diablos hago para bajarla y salir por la puerta, mi madre me va a escuchar. Esto ya fue demasiado lejos de su parte, una cosa es que Natasha y yo decidamos cuando coger o cuando tendremos un hijo, y otra muy diferente a qué ella se meta en eso.
Llegó a la recámara de mis padres para ver a Bastián jugando cartas con mi padre en la mesa que tienen aquí, ambos se me quedan viendo mientras busco a mi madre en su armario.
—¡Mamá!—gruño molesto.
—¿Qué necesitas, Cariño?—me doy la vuelta al escuchar su voz.
—¿Por qué mierda le dijiste a Natasha, qué tiene tres meses para estar embarazada?—su expresión cambia radicalmente.
—No le dije…
—¡No te metas en mi matrimonio!—jamás había discutido a este grado con mi madre—. Lo que haga o deje de hacer no es tu problema, mamá.
—Te dije desde un inicio que te divorciaras—me gruñe mi madre con el desprecio de siempre—. Te dije qué Natasha no es…
—¡No!—a este punto no me importa si estamos gritando verdades—. Lo que querías era que me casará con una de esas brujas de mierda con las que Bastián ha cogido muchas veces—mi hermano y padre guardan silencio—. No mamá, escogí casarme con Natasha porque me enamoré de ella y porque no quería ser infeliz como lo es mi padre contigo.
Mi madre mira a mi padre que está a mi espalda, no sé si espera que me regañe o que me diga algo por lo que acaba de soltar mi boca, pero me da igual. Hace mucho que estaba esperando decirle unas cuentas verdades a mi madrastra.
—Sam…
—Soy hijo del primer matrimonio de mi padre—le regreso lo que parece que olvidó—. Y solo eres la que llegó a ocupar el lugar de una reina no el de mi madre, así que deja de molestar a Natasha. Que no es broma, Meredith, ya estoy hasta la madre de soportar tus desplantes, yo no soy mi padre para eso.
Salgo de la habitación cerrando la puerta de un portazo, al hacerlo me topo con Natasha qué mantiene la cabeza abajo. La levanta al ya no escuchar mi discusión con Meredith, levanta la cabeza para darme una ligera sonrisa.
—Lo siento.
—Tú y yo necesitamos unas vacaciones—ríe despacio antes de que deje un beso en su frente—. O una noche para dos, pero lejos de este palacio aunque sea por una noche.
Me abraza y eso es lo que vale la pena, Natasha vale la pena.
Tengo el placer de amanecer con ella y de llamarla esposa, y espero que nunca sepa que estaba sobrio cuando nos casamos y que me embriague después de haber firmado el papel que nos unía como marido y mujer.
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El delicado sonido del piano me hace suspirar despacio, Natasha no quiso ir a ningún lado para ensayar lo que sea que Meredith la ha puesto ha hacer en estas semanas, por eso me pidió que la acompañará a esta sala, donde puede practicar en silencio con mi presencia a unos metros mientras leo un libro de los que me regaló en nuestros aniversario de dos meses.
Unos toques ligeros hacen que Natasha deje pasar a quien está del otro lado sin detener lo que sus dedos hacen en el instrumento que vive al ser tocado por mi esposa.
—Lamento interrumpir, altezas—Natasha ya se acostumbró a qué su propia madre la llamé alteza o majestad—. Pero la reina solicitó su presencia en el aviario.
—Dile a Meredith que estamos indispuestos—le respondo seco.
Natasha sigue tocando con esa gracia que la caracteriza. Raya bosteza y después acomoda sus patas para acomodar su cabeza sobre ellas.
Flojo.
Veo a mi esposa sonreír mientras sus dedos tocan el piano para darle vida.
—Me dijo que fueran—dice con un poco más de autoridad.
Natasha suspira antes de detenerse y suspirar. Me mira a mí y luego a su madre antes de ponerse de pie, se encamina a mí para quitarme el libro y hacer que me levante. Dios.
Quiere que vaya.
—Gracias Celina, vamos en unos minutos—su madre asiente antes de retirarse.
Miro a Natasha que sonríe débilmente antes de darme un beso de esos húmedos en los labios, tomo su cintura para pegarla a mi cuerpo. Sube sus manos a mi cuello, muerde mi labio inferior antes de que me regresé el gesto, gime suavemente y es cuando me la llevo a una pared.
—Tenemos que ir—jadea mientras estoy en su cuello—. Samuel.
—No hasta darte unos minutos de placer—bajo el cierre del vestido para darle un par de besos más abajo de su cuello.
Libero sus pechos para lamerlos y hacerla gemir como loca. Gruñe despacio cuando tiro uno con los dientes.
—Sam…
—Mi madre requiere tu presencia urgente, deja el coger para después.
Mierda.
—Sal.
—No es…
—¡Lárgate, ya voy!—se ríe antes de salir.
Me incorporo para ver una mueca en mi esposa, no sé si es de excitación, o de sonrojo por como nos encontró Bastián.
Acomodo su vestido y esperamos unos minutos para que se baje la excitación, que de seguro en ella debe ser más, porque ya había empezado con su punto débil. Sus pechos son ese punto que tanto puedo manejar a mi antojo y dónde es probable que mi esposa tenga un orgasmo sin necesidad de estimular su parte baja.
Ambos caminamos a dónde mi madre nos espera, Raya va al lado de Natasha mientras mi esposa tiene mi brazo enredado en el suyo.
—Se siente raro.
—¿Qué?
—El caminar con humedad entre las piernas.
Río al escucharla, de verdad que disfruto tanto estar casado. De niño pensé que no había oportunidad para que me enamorará, que en este medio no había oportunidad para tener un romance bien hecho, que toda mi vida se reduciría a un matrimonio forzado como el de mi padre, o al menos en la segunda ocasión.
Mi madre y él se casaron por obligación, pero se enamoraron al irse conociendo… nací a los dos años de su matrimonio, pero llevándome la vida de mi madre en el proceso de mi nacimiento.
Jamás escuché a mi padre reprocharme por eso, lo único que escuche fue que ella tomo la decisión y que no es culpa mía el estar aquí en lugar de ella… mi padre se casó dos años después de mi nacimiento, Meredith ocupo el lugar de mi madre y el de reina, pero para mi padre… mi madre es irremplazable.
Al igual que Natasha lo es para mí.
Pero no dejo de pensar en que si mi madre no hubiera muerto al tenerme no hubiera conocido nunca a Bastián o a Logan. Mis hermanos, tal vez hubiera quedado como hijo único… aunque eso nunca se sabe y es mejor no pensar en el hubiera porque es un enemigo con el cual no se puede lidiar.
Llegamos al aviario para ver una nueva adquisición de Meredith, un cuervo enorme que se ve que estar encerrado lo matará.
—Les presento a Fénix. Mi nuevo animal—Raya se sienta entre la falda de Natasha.
—¿Para esto querías vernos?—gruño sin ocultar mi tono de voz.
—También para decirles que el zoológico de la ciudad vendrá por su mascota.
Raya.
—No.
—¿No qué, Samuel?
—Raya se queda—Natasha aprieta mi brazo—. Es mío, y se queda, no quiero saber que se fue por culpa tuya, Meredith.
—Es un animal salvaje que matará…
—¡Si yo no lo pido!—contesta Natasha con sequedad—. Raya es mío y de Samuel, así que se queda.
Aprendió bien a mi madre.
—Con permiso, que tengo que volver a practicar. Vamos Raya.
Meredith me mira a mí y lo que hago la hace enojar más. Me doy la vuelta para dejarla con sus pájaros que se sienten presos y lo están de alguna forma, por eso Natasha no tiene a Raya o a Kuno encerrados… vive en una jaula y no quiere que sus animales lo estén.
Se me ocurre algo… hace mucho que no práctico, y no sé que tanto se me ha olvidado… pero yo le enseñe a mi hermano menor… tengo que intentarlo.
Camino a dónde creo que puede estar. Reviso la hora y es lo que me afirma dónde está, abro la puerta de la biblioteca para verlo sentado con un libro en una mano y un cigarro en otra.
—¿Cuál de todas las mansiones que mandamos a hacer tiene el cuarto rojo?
Levanta la cabeza para verme.
—Creí que se te había quitado ese gusto.
—No es gripa, Bastián.
Cruza una pierna sobre la otra para verme a los ojos.
—¿Natasha será la sumisa?
—Conoces la respuesta.
Mi hermano sonríe antes de negar despacio, saca su teléfono antes de ver un par de cosas.
—Hay uno en la mansión de la playa y otro en Bolivaria.
—Gracias.
—Es chistoso que las hayas mandado a hacer y no sepas en donde.
—Pedí que no me dijeran.
—¿No querías tentación?
—No. Y ahora sí me disculpas le diré a mi esposa que tengo planes para nuestras vacaciones.
Intenso…