El misterio que me persigue ©

By Angeline_Ross

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Adelin debe enfrentarse a un juego enfermizo mientras convive con un asesino serial y un chico que lo da todo... More

Prólogo
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8 [Parte I]
8 [Parte II]
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By Angeline_Ross

Nota: No revisé bien este capítulo, así que me disculpan por cualquier error.
•••

Respira hondo y toma asiento, porque ahora sí acaba de empezar el juego.

—No puedo creer que vayas a matar a alguien —comentó emocionado.

—No voy a matar a nadie.

—¿Entonces a qué...?

—Solo voy a defenderme. 

En realidad estaba contando con él para el trabajo sucio. Pero también quería creer que saldríamos de allí sin ser vistos o antes de que la noche cayera completamente.

Aunque sentía una opresión en el pecho y una molestia en la garganta, lo cual me decía que todo iba a terminar mal.

—Admito que me gusta esta faceta tuya. Creo que nos estamos entendiendo mejor.

—No es ninguna faceta, siempre he sido así. 

Asintió sacando el bulto y dejándolo en el suelo. Al ver el interior me quedé un tanto perpleja; habían muchas cosas, ¿cómo él podía cargar todo eso como si no tuviera nada dentro?

Lo vi rebuscar hasta dar con una daga. Arrugué el ceño cuando la extendió en mi dirección. 

—No quiero eso.

—Entonces elige tú.

Me acerqué a la parte trasera del auto, observando la escopeta que había allí. Al ver aquello, un recuerdo vino a mi mente haciéndome sonreír.

—No vas a llevartela —sentenció poniéndose a mi lado.

—¿Por qué no?

—¿En serio preguntas? Vamos a ir un suicidio —comentó observando cómo cada vez estaba más cerca el anochecer—, no a cazar.

—Eso es evidente.

Me bajé hasta el bulto y comencé a buscar una pistola, no quería cuchillos ni nada por el estilo.

—¿Segura que sabes disparar? Eso que tienes en la mano no es un juguete, dulzura.

Sostuve una pistola y lo miré con una ceja enarcada.

—A mi papá le gustaba la caza y de vez en cuando me llevaba consigo. Y bueno —hice una pausa al recordar algo—... cuando mamá se sentía estresada iba al bosque a dispararle a botellas; lo haciamos juntas.  Utilizaba una de estas. —Observé el arma en mi mano.

Él entrecerró sus ojos hacia mí.

—¿Por qué tu madre tenía un arma? En Serfol no hay ni un lugar donde comprar una glock, solo venden escopetas. Además, aquí no es común ver a una mujer disparando.

—No sé. Era muy ilusa como para preguntar. —Me encongí de hombros, restándole importancia. 

—Interesante...

Me quitó la pistola y le puso un silenciador. Y bueno, aunque estos no reducían totalmente el ruido ayudaría bastante.

Me quedé mirándolo cuando fue hasta los asientos en busca de una chaqueta. Se giró hacia mí y me entregó el arma y la prenda. 

—Pontela, dentro hay varias balas y una daga. 

Entró el bulto en el auto y cerró la parte de atrás con delicadeza. 

Dicho esto, comenzó a caminar conmigo pisándole los talones.

—¿Y tú no llevarás nada?

Se giró hacia mí, caminando de espaldas.

—Tranquila.

•••

Nos adentramos al bosque, justo por la entrada como se nos había indicado. Podía sentir la mirada de Tiago en mi espalda, pero luché por no sentirme incómoda.

Admito que aún no confiaba en él, primero porque era un maldito psicópata, segundo; ni siquiera había pasado una semana desde que lo conocí. Y tenía leves sospechas de que todo esto nos relacionaba, no sabía cuál de los dos tenía más secretos.

Estaba teniendo más problemas desde que lo conocí, aunque bueno, también era una ayuda. Quizás si no me hubiese "aliado a él", en estos momentos los militares me tuvieran cautiva, o que se yo, me despertaría con un tiro en la cabeza propinado por una vieja loca.

¿En serio crees que me tienen miedo por simples rumores?

Porque yo no lo creo, para mí habían más razones. Era obvio que todo lo que decían era mentira, pero tenía la certeza de que había algo más detrás.

Y eso me recordaba que tenía que preguntarle a Tiago sobre la historia de su casa, el tatuaje que tenía y algunas cosas más. Pero debía ser persuasiva y no salir directamente con el tema, puesto que él sabría a qué quería llegar.

Solo habían dos opciones: O me metía en su juego, o él me enseñaría a jugar.

¿De dónde eres? —cuestioné de golpe.

De pronto sentí como adelantó sus pasos para seguir caminando a mi lado.

—Dulzura, ¿sabes que puedes preguntarme eso cuando lleguemos a casa? Por ahora debemos estar en silencio. 

—Hmm, entonces te gusta seguir ordenes.

Vi como levantó la comisura de sus labios en una sonrisa ladina.

—Si me la dieras tú encima de mí, créeme que no pondría ninguna objeción. 

—Gracias por el dato.

Escuché un ruido e inmediatamente empuñé el arma. Tiago se quedó estático en su lugar, lo que me confirmaba que él también lo había escuchado.

Se giró hacia mí haciéndome una seña para que guardara silencio. Asentí y a pasos cautelosos nos fuimos acercando hacia donde provenía el sonido.

Mientras iba caminando no podía evitar mirar hacia los lados y, de vez en cuando hacía atrás. Pero solo veía árboles y un silencio sepulcral.

Vi como Tiago se detuvo detrás de un árbol mirando algo que había por delante. No pude evitar caminar un poco más rápido para alcanzarlo.

—¿Qué diablos? —murmuró.

Llegué hasta él y observé como alrededor de diez personas se perdían entre los árboles con capuchas negras y blancas.

Estuve a punto de agarrar de la mano a Tiago para ir detrás de aquellas personas, pero él estaba embelesado mirando lo que estaba atado al árbol.

Al ver aquello, o bueno, la persona que estaba allí no pude evitar girarme hacia un arbusto y vomitar lo poco que había comido en la mañana.

Había un chico atado al árbol con el torso descubierto y usando tan solo unos boxers desgastados, en su pecho decía "Ella no está sola", pero se lo habían escrito con una navaja.   El rostro del muchacho estaba rojizo y se mordía el labio para no gritar. De las heridas le brotaba sangre y no sabía si alegrarme o entristecerme de su sufrimiento.

Lo conocía. 

Tú... —Mi voz sonó entrecortada—. ¡Estabas muerto!

El chico sonrió, dejando ver sus dientes llenos de sangre.

—¿Creías que te ibas a librar tan rápido de mí? Hierba mala nunca muere, Adelin.

Apreté mis puños con más fuerza de la necesaria, lo único que quería en ese momento era estamparlos en su asquerosa cara.

—Pero... encontraron tu cuerpo calcinado. 

O eso creía.

—Es obvio que no era yo. —Hizo una mueca de dolor—. Fue bonito ver todo el drama desde lejos... uff, magnífico.

Eres un grandísimo idiota. A tu madre debe darle vergüenza ver la clase de ser humano que procreó.

—Y la tuya debe estar retorciéndose en su tumba al ver la grandísima puta que saliste. —Observó a Tiago tras mi hombro—. Mi querida Adelin, esa no fueron las costumbres que te dieron.

En un movimiento ágil, saqué la daga de mi chaqueta y me acerqué a él. Sin ni siquiera detenerme un momento a dudarlo le propiné un corte en el abdomen. 

—Vuelve a mencionar a mi madre y te aseguro que cortaré más que solo piel. —Le dije acercando mi cara a la suya. 

Pasé la punta por el dobladillo de su bóxer y de inmediato su cuerpo se tensó. Después subí a las heridas de su pecho y fui tanteando con el puño de la daga.

Podría sonar loco, pero estaba disfrutando el dolor que él estaba sintiendo.
Lo que me disgustaba era que lo retenía, pero su cara colorada, la manera en la que apretaba los dientes y las lágrimas que se amontonaban en sus ojos lo desmentía. 

—Aléjate, por... favor.

Le di una última mirada antes de dar dos pasos hacia atrás. Miré a mi alrededor inmutándome de que ya estaba oscuro.

—Oye, no tengo mucho tiempo. Si no quieres que esta belleza —Le mostre la pistola— te deja un bonito hueco en la frente, respóndeme sin rodeos.

El asintió frenéticamente. 

—¿Dónde estabas cuando supuestamente desapareciste?

—Sí desaparecí, me... secuestraron por varios días y tú estabas ahí. Al principio creí que estabas muerta porque te gritaba y no respondías, tampoco te movías, pero la cosa es que estabas inconsciente.

Arrugué las cejas. No recordaba nada de aquello, pero Engel me había contado que estuve tres días desaparecida, por eso habíamos deducido que el patrón se había roto.

—¿Y... recuerdas algo de ese lugar?

—¿Por qué debería decirte? —esbozó una sonrisa. Pero en vez de eso parecía una mueca.

—Créeme, no sabes de lo que soy capaz —siseé entre dientes.

—Claro que lo sé, Adelin. La verdad, no entiendo cómo pudiste convertirte en asesina, y lo peor; tener el descaro de matar a tu madre y ahora jugar a la dectetive. No sé a quién quieres engañar, solo buscas a un inocente que inculpar de tus propias fechorías.

¿En serio se atrevía a decir eso?

Sí, mátalo. 

No sabes lo que estás dici...

—Oh, claro que sí sé. Puedes manipular a Engel o a este otro —aseguró señalando a Tiago con la cabeza—, pero yo te conozco, Adelin. No mereces que nadie te quiera. Y no, no creo que mataste a Cassandra, lo que si sé es que de seguro ella se suicidó al ver la clase de hija que tuvo; una loca que hace las cosas y luego no recuerda, que habla mentiras solo para conseguir lo que quiere, una chica que no se respeta y le abre las piernas a un extranjero para que le de techo y qué comer. ¿No es suficiente con tener un agujero lleno? ¿Para qué quieres dos? Ay, Adelin, te aseguro que el divino debe estar muy decepcionado de ti. —Negó fingiendo lástima.

Cerré los ojos un momento, pensando en si debía  seguir el consejo de mi consciencia sensata o de la impulsiva.

Pero Tiago dio un paso hacia delante y me dio un suave empujón para quitarme del frente de Max.

—Escúchame bien —habló con aquella calma que lo caracterizaba, pero de igual forma su voz se escuchaba imponente—. Si mal no recuerdo, tú fuiste el que abusó de ella, te dio confianza y no pudiste verla de otra forma que no sea un saco de boxeo. —Soltó una risa ronca—. ¿Que la conoces? No creo, conociste a aquella chica débil que se dejaba mangonear de un idiota como tú, pero ahora sabes que esa misma chica es la que va a decidir si pasas al más allá o sigues siendo un inservible en este mundo. Mira, no soy de hablar, yo actúo y punto. —Hizo una pausa y se levantó la camiseta para dejar ver su tatuaje—.  Puedo ser lo que sea, pero ante todo soy un caballero, así que dejaré a la dulzura pelear su propia guerra. Así que más vale que respondas, porque ella podrá matarte de un disparo, pero yo te cortaría los dedos y te obligaría a comerlos para luego torturarte lentamente hasta que mueras. Sin importar que todo eso vaya en contra de mis principios.

Me quedé atónita al ver como el rostro de Max se tornó de un miedo intenso. No supe si ese gran impacto fue por las palabras o el tatuaje de Tiago. Pero de igual forma, me sentía muy satisfecha.

—¿Qué recuerdas de ese lugar? —volví a preguntar. 

—Era una habitación vacía y... blanca. Cada día que estuve allí te veía como por dos horas a través de un cristal en la pared, estabas recostada en una camilla; inconsciente. Luego todo se volvía oscuro hasta que volvía la hora de verte de nuevo. Creo llegar a escuchar una voz aterradora que me mortificaba y, el último día me golpearon y me dejaron en una cabaña en medio del otro bosque.

—¿Qué más? —insistí. 

—Estuve allí todo este tiempo, viendo todo lo que pasaba por la televisión, hasta que esas personas me encontraron. 

Se refería a la gente con capucha. 

—¿Quienes son ellos?

—Tú deberías saberlo. 

—¿Yo? —No pude evitar el tono de sorpresa.

—Sí. Me hicieron esto por tu culpa. Lamentablemente hay gente que te quiere joder, pero también hay otras que te quieren salvar el culo, como si lo valieras. 

Intenté ignorar el tono de desprecio que lanzaba por cada palabra y centrarme en lo que de verdad me importaba.

—¿Sabes quiénes eran?

—¿Crees que me van a decir sus nombres? No seas estúpida. 

—No te hagas el tonto, eh. ¿Viste sus rostros? ¿Eran del pueblo? ¿Extranjeros?

De pronto escuché varios pasos acercándose hacia nosotros y el sonido de la alarma.

Miré sobre mi hombro y noté a Tiago tan sereno.

—Responde, tengo que irme —le insistí a Max.

—Oye, chico, ¿qué le ves a Adelin? Tú con una cosa como esa...

—Dulzura, ¿y si nos lo llevamos a casa y me dejas jugar con él? —cuestionó Tiago como si fuese un niño pequeño pidiendo un dulce.

Me lo pensé con una sonrisa retorcida.

—Muy buena idea, cariño.

—¿En serio te acuestas con dos chicos? —preguntó Max.

Tiago me agarró por la cintura y me acercó a él, miró por encima de mi hombro antes de volverse a mí. 

—En definitiva me encanta esta faceta. —Esbozó una sonrisa y me dio un sonoro beso en los labios.

Le sonreí antes de darme la vuelta hacia el chico amarrado al árbol.

—¿Qué te pasa? Te molesta que otro haga lo que ni siquiera tus dedos llegaron a hacer. —Puse una cara triste antes de quitar un mechón de cabello que le caía en la frente.

—Eres una puta —comentó entre dientes.

—Si le llamas puta a disfrutar de mi sexualidad, a hacer lo que me da la gana con mi cuerpo y mi vida, pues, ¡enhorabuena! Soy una puta.

Hice un ademán de irme, pero su voz me detuvo.

—¿Me van a dejar aquí? —Su cara denotaba terror.

Vi como Tiago llevó su mano al interior de la chaqueta, pero negué. 

—Sí, estoy segura que te van a cuidar muy bien.

—¿Estás de broma?

—No, querido Max Guillermo Valencia. —Acaricié su mejilla antes de comenzar a caminar.

—Por cierto, tienes un nombre muy feo. —Le dijo Tiago. 

Hasta ahí todo iba bien, la cosa se empeoró cuando empezamos a recorrer el bosque para salir de allí.

Nota de autora:

Holis. ¿Cómo vas?

Yo súper mal, con miles de tareas atrasadas, pero aquí ando actualizándo un nuevo capítulo. ❤

Les cuento que de aquí la cosa se descontrola...

¡Gracias por leer, comentar y dejar ese sexi voto!

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