Pecado con sabor a chocolate...

By DeBeLassal

5.4M 421K 234K

Minerva es una joven llegada hace poco tiempo a la ciudad de Nueva York, con la ilusión de trabajar para uno... More

SINOPSIS
PRÓLOGO
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISEIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE
CAPÍTULO VEINTE
CAPÍTULO VEINTIUNO (PARTE UNO)
CAPÍTULO VEINIUNO (PARTE DOS)
CAPÍTULO VEINTIDÓS
CAPÍTULO VEINTITRÉS
CAPÍTULO VEINTICUATRO
CAPÍTULO VEINTICINCO
CAPÍTULO VEINTISÉIS
EXTRA ISABELLA
CAPÍTULO VEINTISIETE
CAPÍTULO VEINTIOCHO
CAPÍTULO VEINTINUEVE
CAPÍTULO TREINTA
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE
CAPÍTULO CUARENTA
CAPÍTULO CUARENTA Y UNO
CAPÍTULO CUARENTA Y DOS
CAPÍTULO CUARENTA Y TRES
CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO
CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO
CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS
CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE
CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO
CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE
CAPÍTULO CINCUENTA
EPÍLOGO
AGRADECIMIENTOS Y AVISO IMPORTANTE

CAPÍTULO TREINTA Y CINCO

77.9K 6.2K 4K
By DeBeLassal

ENTRE CONFESIONES Y PROMESAS 



 Me despierto con el estruendo que hace la puerta al ser golpeada con violencia y de manera automática e inevitable, todos mis músculos se ponen rígidos por el temor que aquello me causa.

Siento que la respiración me falta y la boca se me seca por el pánico que siento y por que sé lo que va a suceder en cuestión de nada. Me obligo a levantarme, con un leve mareo de vértigo sacudiéndome por el terror que me invade, sin embargo me digo a mi misma que es mejor abrirle cuanto antes si no quiero que Harold se enfade todavía más conmigo.

Las manos me tiemblan cuando tomo las llaves y las emboco en la cerradura, el ruido que hace ésta al girar hace que se me escape un sollozo que trato por todos los medios posibles ahogar.

«Si te escucha llorar las cosas se pondrán feas» me susurra mi conciencia.

«Cálmate Ann, todo va a estar bien, solo pretende que no tienes miedo, él puede olerlo, él disfruta de causarte terror»

Respiro hondo mientras me armo de valor y abro, sin embargo la imagen que se presenta frente mío nada tiene que ver a lo que me había imaginado en mi cabeza y es en ese momento que la resolución golpea de lleno en mi, diciéndome que soy libre ahora, que él nunca podrá encontrarme y que no tengo que tener miedo.

«Soy Minerva Wilson, tengo veinticuatro años y ya no tengo miedo»

Pierce me recorre con la mirada, una sonrisa perezosa formándose en su rostro al ver que solo llevo puesta una remera vieja y las bragas.

—Hola —murmura con voz borracha.

En ese momento me rompo, por el miedo que siento, por el pánico que acaba de producirme él sin siquiera saberlo.

Caigo de rodillas al suelo mientras las lágrimas incontrolables comienzan a salir de mis ojos, la angustia y los sollozos desgarrándome la garganta, las palmas de mis manos sobre mi rostro tapando la vergüenza que siento en estos momentos por ponerme de esta manera, cuando él siquiera tiene idea de que está pasando.

—Hey... —dice él confundido y cuando lo siento acercarse para ver como estoy, por acto reflejo me cubro con las manos. —Minerva, ¿qué demonios haces? —Pregunta con voz dura.

—Por favor no me lastimes —logro murmurar entre balbuceos inentendibles, pero es que no puedo controlar lo que digo, ni lo que siento, ni los recuerdos que me invaden sin quererlo.

La puerta se cierra, haciéndome saltar en mi lugar del susto que aquel simple sonido me provoca. Las manos de Pierce se cierran sobre mis muñecas, intentando apartarlas de mi rostro.

—Minerva... —dice, con voz borracha y preocupada, aunque firme.

—No —respondo, por que no estoy lista todavía para que me vea de esta manera.

—Minerva —repite, esta vez ejerciendo la presión suficiente para separar mis manos de mi rostro. Una vez que logra su cometido, sujeta mis muñecas con una sola mano mientras que con la otra levanta mi mentón, para así poder mirarme a los ojos. —Yo nunca, pero nunca te haría daño —dice, recalcando cada palabra.

—Lo sé —respondo, por que realmente sé eso.

—¿Y por que te pusiste de esta manera? —Pregunta con calma.

—Porque pensé que eras él —logro decir, mientras las lágrimas vuelven a salir de mis ojos, amargas y dolorosas.

—Oh douce*... —dice él en ese perfecto francés.

Me da un pequeño jaloncito, haciendo que termine prácticamente a horcajadas sobre sus piernas mientras Pierce me abraza de una manera que parece que todas las partes de mi destrozada alma se volvieran a juntar, desprolijas y sin forma, pero juntas al fin.

Hundo mi rostro en el arco de su cuello, mientras aspiro la fragancia de su colonia, que ahora está mezclada con el olor a cigarro y alcohol, sin embargo aquello no lo hace sino más embriagante.

Mis manos están cerradas fuertemente sobre su camisa, arrugándola, sin embargo no parece importarle, ya que esta concentrado en pasar sus cálidas manos por sobre mis muslos desnudos. De todas maneras —y para total sorpresa mía— no parece que sea una caricia sexual, sino es simplemente eso, una caricia que intenta calmar los temblores de mi cuerpo.

Siento a Pimienta restregarse en una de mis piernas, su suave pelaje haciéndome cosquillas y sacándome una sonrisa y no es hasta ese momento en que me doy cuenta de que Pierce está en mi casa, sentado en la entrada de mi departamento conmigo encima de él.

—Parece que alguien está celoso —lo oigo farfullar, retomando sus caricias en mis piernas.

Despego mi rostro de mi escondite para mirarlo a los ojos, la única luz que entra es la del ventanal de al lado de mi cama, iluminando todo a duras penas.

Sus ojos de aquel color tan hipnotizante me devuelven la mirada curiosa y un poco preocupada y también borracha, no voy a mentir.

—Es injusto que seas tan malditamente hermoso —murmuro con un deje de indignación. —Y ebrio lo eres aún más —agrego, haciéndolo largar una carcajada borracha.

Sé que mi comentario no fue lo suficientemente gracioso para obtener esa reacción, pero sin embargo a él le parece de lo más divertida.

—¿Crees que soy lindo? —Pregunta, divertido.

—Si, pero tu idiotez compensa la balanza —respondo, con un encogimiento de hombros.

Su sonrisa se pierde lentamente, mientras sus manos suben hasta mis mejillas, limpiando los restos de lágrimas de ellas en una leve caricia que me hace suspirar y no es hasta ese momento que me doy cuenta de lo cerca que estamos el uno del otro, así y todo cuando me prometí que nunca más lo dejaría acercarse tanto nuevamente.

Bueno, en realidad esa fue una pequeña charla que tuve conmigo misma antes de quedarme dormida.

—¿Por qué estás aquí, Pierce? —Susurró.

—Porque tenia ganas de verte —responde, sus pulgares prácticamente tocando mis labios.

—Podrías haberme mandado un mensaje, podríamos habernos visto mañana —respondo.

—No podía esperar hasta mañana para verte —es todo lo que responde.

—¿Por qué? —Insisto, necesito escuchar las palabras que no me está diciendo.

Él sonríe, como si supiera lo que estoy tramando, como si sospechara de que si dice las palabras equivocadas, no habrá vuelta atrás.

Si doux* —susurra en su lugar, uniendo nuestros labios.

Comienza siendo algo tranquilo, un beso perfecto casi de enamorados, uno de esos besos que solo él sabe dar. Nuestras lenguas ni siquiera se tocan, sin embargo yo siento que me derrito bajo sus caricias, sus dientes mordisquean mis labios y aquel simple tacto hace que sienta un tirón en mi vientre y es en ese preciso momento, en el que sus manos bajaron hasta apretar mi trasero en un intento de acomodarme en un mejor ángulo sobre él, que todas las alarmas comienzan a sonar en mi cabeza.

—No —digo, negando con la cabeza y rompiendo el beso, sin embargo él envuelve su mano en mi cabello para ladear mi rostro y profundizar el beso, esta vez hundiendo su lengua en mi boca y haciéndome gemir.

«Malditas hormonas que producen gemidos» me maldigo para mis adentros.

—No Pierce, no —digo firme, plantando mi mano en su pecho para alejarlo. —No —repito, más para mi misma que para él.

—¿Por qué no? —Pregunta, entre confundido y borracho y frustrado.

—Porque no puedes decirme las cosas que me dijiste antes y venir a mi casa a mitad de la noche como si nada hubiese pasado —digo, de repente enojada. —Las cosas no funcionan así para mi, Pierce.

—Estas haciendo un drama —farfulla él, imitándome cuando me pongo de pie.

—Puede ser —respondo, encogiéndome de hombros en un gesto que me resulta infantil hasta para mi, pero no me importa, estoy en mi departamento y me ha asustado como la mierda apareciendo a mitad de la noche, por más que no haya sido su intención.

Él me mira fijamente por unos cuantos segundos, para luego medio bufar y decir:

—Está bien, vamos a dormir —larga como si nada.

—¿Disculpa? —digo, indignada, poniendo mis manos sobre mis caderas.

—Te disculpo —responde él para, acto seguido, comenzar a desabrochar su camisa.

—¿Qué demonios estás haciendo? —Pregunto incrédula, sin poder creer lo que mis ojos ven.

—Me desnudo —dice, con una sonrisa engreída en el rostro. —Así tal vez te convenzo de que folles conmigo.

—Eres un idiota —murmuro enojada.

—Lo se —dice, encogiéndose de hombros.

—No vamos a entrar los dos en mi cama —agrego, señalando lo obvio cuando doy un pequeño vistazo a mi cama de plaza y media.

—Yo no tengo problema de que duermas encima de mi —dice, con una sonrisa lobuna. —Y si es con mi polla dentro tuyo, mucho mejor —agrega.

—No puedo creerlo —digo, dándole la espalda, ya que no hay manera en el mundo de discutir con él en este estado.

—¿Qué es lo que no puedes creer exactamente? —Comienza diciendo y sé que voy a odiar lo que diga a continuación. —Lo bueno que estoy o que vaya a acostarme en una cama contigo sin hundirme dentro de tu coño como un poseso.

—Vas a arrepentirte de esto mañana —farfullo, corriendo las mantas para meterme dentro de mi cama y acostándome en ella dándole la espalda.

—No lo creo —dice él, palmeando mi trasero para que le haga lugar.

La respiración se me corta cuando pasa su enorme brazo por mi estómago y me acerca a él, mi trasero pegado a su excitada polla.

«Piensa en Jesús, Minerva» me digo para mis adentros.

Pierce acerca su rostro a mi cuello y aspira de manera sonora, suspirando casi con placer y haciendo que su aliento cálido erice mi piel.

Tu sens si bon*... —farfulla por lo bajo, casi como si lo estuviera diciendo para él mismo y no puedo evitar amar el acento cuando habla en francés.

—Pierce —medio gimo, cuando su enorme mano se cierra en torno de mi pecho. —Dormir —digo, cuando sus caderas se pegan aún más a mi.

—Dormir —dice, sin embargo ya coló su mano por debajo de mi remera y apretó uno de mis pezones entre su índice y su pulgar, haciéndome gemir ruidosamente.

Mi mano se cierra en torno a su muñeca y por más que lo lucho, por más que intento con todas mis fuerzas pensar en Jesús, María y José, cualquier raciocinio que me quedara se esfuma cuando su mano se dirige a mi entrepierna y cuela uno de sus dedos por debajo de mis bragas, descubriendo lo mojada que estoy cuando casi ni me ha tocado.

—Solo yo logro ponerte de esta forma, Minerva —no es una pregunta, sin embargo me veo a mi misma asintiendo. —Solo por mi te mojas así —sentencia, con la voz enronquecida.

—Pierce —me quejo, aunque ya no se si quiero que pare o que siga.

—Solo voy a hacerte sentir bien, nada más que esto.

Luego de que esas palabras salgan de su boca, su dedo índice se pasea por entre mis pliegues para terminar hundiendo su dedo por mi hendidura, haciéndome contonearme más cerca de su entrepierna.

La otra mano de Pierce pasa por debajo de mi cabeza, levantando mi camisa y comenzando a masajear mis pechos lentamente, como sabe que me gusta.

Su rodilla se encierra en mi pierna, obligándome a levantarla cuando él lo hace, dejándome completamente abierta para él y su mano.

Sus dientes muerden el espacio que hay entre mi cuello y mi hombro y yo no soy más que un amasijo de sensaciones placentera bajo sus caricias.

Comienza a bombear con uno de sus dedos, mientras con su pulgar masajea mi clítoris y su otra mano sigue en mi pecho, presionando al ritmo de sus caricias.

Ladeo mi rostro por que realmente necesito sentir sus besos en este momento, necesito sentirlo con todo el cuerpo.

Su lengua saquea mi boca, me maneja a su antojo y por más que ahora todo sea placer, sé que cuando esto termine voy a querer hundirme en mi propia miseria, por dejarlo entrar de nuevo.

Por dejarlo ganar.

Sus movimientos aumentan al igual que mis gemidos, que se pierden dentro de su boca mientras Pierce me muerde con fuerza los labios y cuando siento ese tirón en el vientre, aquel que me avisa que voy a llegar al orgasmo, abro mis ojos para mirarlo directamente.

—Eres perfecta cuando te corres por mi, Minerva —farfulla en voz baja. —Laisse toi aller* —dice, con su perfecto acento francés.

Cuando mi orgasmo se dispara, Pierce se encarga de meter otro de sus dedos dentro mío, haciendo que las sensaciones se tripliquen mientras yo me corro mirándolo a los ojos, aquellos ojos color zafiro que casi pierden su tonalidad por las pupilas dilatadas por el deseo.

Y lo miro, mientras mi orgasmo absorbe sus dedos dentro mío, mientras su otra mano se posiciona ahí, justo donde mi corazón late desbocado y me pierdo en esa pequeña acción, sintiendo la palma de su mano extendida sobre aquel órgano vital, que se encuentra así de agitado por él.

Solo por él.

—Pierce —farfullo bajito.

Como había predicho, los ojos se me vuelven a llenar de lágrimas, presa del arrepentimiento y de todas las emociones que atravesé en menos de una hora.

Desde el miedo más profundo y cruel al placer que hace que me replantee absolutamente todo en mi vida.

—Lo sé, douce —dice, como si entendiera todo lo que está pasando por mi mente ahora. —Estoy aquí.

—Por favor no te vayas —murmuró con esfuerzo, debido al nudo que tengo en la garganta y a decir verdad, no me molesta sonar tan desesperada.

Por lo menos no ahora.

—No voy a irme —dice, y aquellas palabras me saben a promesa.

Me acurruco a su lado, dejando que me envuelva entre sus brazos y son estos momentos en los que me pregunto el porqué de que sea todo tan complicado, ¿por qué no podemos ser una pareja normal? ¿Hacer cosas normales? ¿Qué solo desee estar conmigo?

Una de sus manos recorre mi columna por debajo de mi remera, mientras la otra juega con los despeinados mechones de mi cabello.

No tengo idea de cuánto tiempo estamos de aquella manera, compartiendo una intimidad que nunca antes habíamos compartido. De todas maneras, Pierce siendo cariñoso de esta manera no es algo que vaya a desaprovechar, por lo que me quedo en silencio disfrutando de sus caricias.

Caricias que no sabía que podía dar.

—¿Solía llegar ebrio? —Deja caer la pregunta en el aire, rompiendo el tranquilo silencio en el que nos habíamos sumido.

Tardo mucho tiempo en responder, por que a decir no es un tema del que suela hablar y la mayoría de las veces trato de no pensar en ello tampoco.

—Si —respondo.

—¿Te pegaba cuando llegaba así? —Pregunta.

—Lo hacía todo el tiempo —respondo y su agarre de repente se endurece, al igual que sus caricias. —No necesitaba estar ebrio para hacerlo —agrego.

Luego de unos segundos, Pierce parece recuperarse de la impresión y retoma sus caricias nuevamente.

—¿Qué fue lo que realmente pasó esa semana, Minerva? —Susurra.

Los recuerdos que me trae aquella pregunta hace que todo dentro de mi se desmorone, todas las barreras que alce para mantener aquellos recuerdos guardados en lo más profundo de mi ser parecen caer así como si nada y no puedo, demonios no puedo hablar de esos días.

—Yo... —digo, tensionándome y comenzando a respirar con dificultad. —Yo..., yo no p-puedo...

—Shhhhh —dice él, despegando nuestros cuerpos para mirarme a la cara. —Lo siento, no tienes que contarme, tranquila nena.

Me obligo a acompasar mi respiración si no quiero tener un colapso nervioso, es por eso que vuelvo a hundir mi rostro en su pecho, aspirando su perfume embriagador que no se como, consigue calmarme.

—¿Por qué no puedes enamorarte? —Pregunto, y me guardo el "de mi", que queda atragantado en mi garganta.

Lo siento suspirar cuando pregunto aquello y sinceramente no creí que fuera a responderme, es por eso que me sorprendo cuando lo hace.

—Por que ya estoy enamorado de alguien, Minerva.

Sus palabras parecen quedar flotando en el aire, espesas y pesadas, haciendo que sienta un tipo diferente de angustia a la que sentía hace unos momentos, porque una cosa es que lo que me contó Isabella, que es su amiga, pero otra cosa muy distinta es que él termine confesandolo. 

—¿Y porque no estas con ella? —Me veo preguntando, por que yo masoquista antes que nada y sinceramente necesito escuchar su versión de los hechos. —¿Ella no te ama? —Agrego.

Lo escucho largar una risita que me sabe amarga antes de responder.

—Nos amamos mucho, los dos —dice—, pero todavía no es nuestro momento. No soy de los que creen que el amor es solo de uno, creo que si las dos partes no se aman, definitivamente no es amor.

Si hubiese agarrado mi esperanza de las orejas y la hubiese empujado al suelo antes de comenzar a pisotearla me hubiese dolido menos que lo que acababa de decir, que a ver, que no es como si lo amara en el amplio sentido de la palabra, pero realmente sentía cosas fuertes por él.

—¿Entonces qué es? —Susurro, sin darme cuenta de que no quería decir aquello en voz alta.

—¿Qué es cuando uno ama y el otro no? —Pregunta, a lo que simplemente asiento, sintiéndome como una estúpida. —Proyección —responde con simpleza—, creo que cuando eso pasa, en realidad vemos en la otra persona lo que queremos ver y no lo que realmente es.

«Ya Pierce, deja de mandar mis esperanzas al garete que me duele» tengo ganas de decirle, sin embargo guardo silencio.

Un silencio que se extiende por un largo rato.

—Si está en mi poder lograr que él nunca vuelva a ponerte un dedo encima Minerva, que no te quepa la menor duda de que lo haré —dice de repente, dejándome fuera de juego por unos cuantos segundos.

—¿Por qué? —Pregunto, entre sorprendida e incrédula.

—Por que nadie merece pasar por todo lo que pasaste —comienza diciendo, despegando nuevamente nuestros cuerpos para mirarme a los ojos. —Por que nadie debería dañar algo tan bonito como lo eres tu —dice al final.

«Pierce, de verdad me pones muy difícil eso de no proyectar» pienso.

—Gracias —susurro.

—Si algún día..., no importa cuando —comienza diciendo con firmeza—, no importa cuánto tiempo haya pasado de que nos vimos por última vez o si estamos enojados o si seguimos siendo amigos, si algún día tienes miedo, solo llámame...

—Está bien —respondo, asintiendo.

—Promételo —dice, para mi total sorpresa y robándome una sonrisa.

—Lo prometo, Pierce Greco —digo, haciéndolo sonreír también. —Y tu prométeme que si alguna vez necesitas hablar, si alguna vez te sientes mal por ese amor y necesitas un oído amigo que te escuche, me llamaras...

—Lo haré... —responde él, poniendo un mechón de cabello detrás de mi oreja.

Volvemos a sumirnos en un cálido silencio nuevamente, las luces amarillentas que entran de afuera iluminando todo mi departamento, pintando todo a mi alrededor de colores exóticos. Solo se oye el leve murmullo de los autos a lo lejos y nuestras respiraciones, y solo somos Pierce y yo en este momento. Y por más que diga que yo proyecto en él, sinceramente no creo que lo haga, sino que tenemos diferentes conceptos del amor.

Tal vez sea que todavía no me quiero lo suficiente y que me conformo con migajas, pero lo que él no sabe es que antes de que estuviéramos juntos, antes de que lo conociera, me sentía como un cascarón vacío y roto. Vivía simplemente por vivir y no había emociones en mi vida, todo era una línea recta hasta que llegó él y sacudió mi mundo entero y no me refiero solo al sexo, sino cómo hizo que me enamore más de la cocina con sus enseñanzas, con sus experiencias, con nuestras charlas interminables de cómo una salsa quedaría mejor, de los ingredientes secretos, los trucos, nuestra infancia, como nos dimos cuenta de que esta era nuestra pasión.

Tal vez yo no sea el amor de Pierce, pero él sí es el mío y aunque lo más probable es que nunca se lo diga, por ahora me conformo con esto, con saber que puedo contar con él de esta manera aunque sea.

Con todos esos pensamientos dando vueltas en mi cabeza, termino durmiéndome y no se si fue que lo imagine, pero me pareció escuchar antes de quedarme completamente dormida a Pierce hablar.

—Descansa mi douce..., yo cuidare de ti esta noche. 




douce: dulce

Si doux: tan dulce

Tu sens si bon: Hueles tan bien

Laisse toi aller: Déjate llevar


***

HOLA BELLXS PERSONITAS

¿COMO ESTAN?

BUENO, COMO CADA LUNES, AQUÍ LES DEJO EL CAPÍTULO DE PECADO. 

¿PODRIAMOS PONER ESTE DÍA DE ACTUALIZACIÓN SI O SI? ASÍ LEVANTAMOS LOS LUNES

SIENTO HABER ESTADO DESAPARECIDA, SÉ QUE SUELO ACTUALIZAR MÁS VECES A LA SEMANA, PERO ANDUVE CON UN POCO DE BLOQUE Y ESTOY SALIENDO DE ÉL LENTAMENTE, SIN ABRUMARME PORQUE ASI LAS COSAS NO SALEN. 

LES CUENTO QUE LOS DOS PRÓXIMOS CAPÍTULOS LOS NARRA PIERCE, Y UFF..., SE VA A PONER TODO BASTANTE CALUROSO. 

POR OTRA PARTE ¿QUE LES PARECIÓ EL CAPÍTULO?

NO SE OLVIDEN DE DEJAR SU VOTO Y SU COMENTARIO

QUIERO AGRADECER A "KRISTIN.2309" (ASI ESTÁ EN INSTA) QUE HIZO UN EDIT DE PECADO LA SEMANA PASADA Y RECUERDEN QUE TAMBIEN SI SE DAN MAÑA CON LOS EDITS Y TIENEN GANAS, HACERLOS Y ETIQUETARME. 

MI INSTA : DBLASSAL

TWITTER: DEBELASSAL

BUENO, LES GUSTARIA QUE ARMARA UN GRUPO DE WATHSAPP?

SI ES ASI, HAGANMELO SABER Y LO ARMAMOS

SIN MUCHO MÁS QUE DECIR, LES DEJO MILES DE BESOS 

NO SE OLVIDEN DE QUE LXS AMO 

GRACIAS POR LEERME

DEBIE 



Continue Reading

You'll Also Like

1.3K 269 4
❝summer's in the air and baby, heaven's in your eyes❞ ❛Hazel Parker es una chica que cursa la preparatoria como cualquier persona normal, o así era h...
337 55 16
Esta historia trata de Mark un joven, que después de perder a su madre, su vida da un cambio radical, su padre toma otra actitud y al cambiar de ciud...
1.5M 114K 70
Summer, una exitosa diseñadora que no cree en el amor, desea una noche con el pasante nuevo, pero Thomas quiere más que solo sexo. La Gran Manzana es...
76.1K 1.8K 21
esta historia Ash tiene atodos los legendarios y es traicionado por sus amigos y Seva a alola