Ternura Reserva

By salieri24

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Una muchacha encuentra un ángel bebe en el campo. Unas horas después aparece su padre a pedirle que cuide del... More

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Dos
Tres
Cuatro
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siete
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nueve
díez
Once
Doce
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Catorce
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Cinco

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By salieri24


Los llevé hasta un estanque, bajo unos grandes y viejos sauces. Era un lugar muy agradable donde, a veces, la gente iba a pescar. Esa tarde no había nadie ahí. Me senté sobre un árbol caído desde donde me quedé viendo a Daishinkan jugar con Bíter, como cualquier padre. Sentado sobre la hierva, en una manta que materializó, esa aura mística que poseía parecía haberse disuelto. Claro que era algo extraño considerando que jamás imaginé, que él, existiera y menos llegar a conocerlo. No había tenido tiempo de pensar en eso y en todo lo que implicaba su aparición. Es que ese pequeño bribón consumía mi tiempo y hasta mis ideas.

Me perdí, un poco, en esa escena. Hasta llegué a olvidar quienes y que eran mientras me preguntaba si mi padre habrá jugado conmigo así alguna vez. Por las circunstancias de mi familia, yo no lo ví mucho de pequeña ¿Me habrá mirado con esa ternura con la que el Gran Sacerdote veia a Bíter? ¿Me alzaria en sus brazos también?

Esa era otra cosa que me llamaba mucho la atención. Ver ese lado paternal de Daishinkan me resultaba algo tan especial como peculiar. Más allá de que fuera un ser de otra dimensión, cuya vida espiabamos mediante un programa de anime, estaba el hecho de que no era humano y ostentaba un lugar tan elevado en la existencia, que verlo de una forma tan ordinaria me era bastante desconcertante. Al fin aparte mi mirada de ellos para abrazar mis piernas y perderme en el sonido del agua, los cantos de las aves, los sonidos de los insectos y todo cuanto nos rodeaba. No podía evitar sentirme una intrusa entre ellos por lo que prefería concentrarme en otra cosa.

No sé que pasó exactamente. Supongo que me dormí. Al abrir los ojos me descubrí en mi cama. Un murmullo llegó a mi oído y levante un poco la cabeza para encontrarme con el Gran Sacerdote, sentado en la ventana meciendo al niño entre sus brazos y cantándole esa canción, que yo cantaba a Bíter. Me sonrió y desperté en la mañana,
abrazando ese huevo en que lo metía para que descansará.

Era temprano y el sol brillaba con intensidad. Cuando miré al bebe me di cuenta de que estaba llorando y me apresure en sacarlo de ese capullo para atenderlo. No estaba sucio y no quiso comer nada de lo que le ofrecí. No sabía que le pasaba y comencé a desesperarme. Por poco terminé llorando con él, mas entonces recordé que debía darle esa leche extraña. Fui por el biberón, lo llene con ambrosía y se lo di.

-¿Eso era todo?-le pregunté cuando dejo de llorar y descendió a mis brazos, para acomodarse a vaciar la botella- Contigo no me puedo enojar. Lo sabes ¿verdad? Por eso te aprovechad.

Solo se quedo viéndome. Mis días se hicieron así. Era extraño como no lograba pensar en demasiadas cosas que no tuvieran que ver con Bíter. Hasta pensé que el Gran Sacerdote me había puesto un embrujo o algo parecido. En cuanto a él, iba a ver a su hijo todos los días. Generalmente en las tardes o noches. Se quedaba con Bíter un par de horas, reparaba lo que su acólito rompió o ensució, luego se retiraba sin darme sin jamás darme un motivo por el cual debía cuidar del pequeño ángel.

-Vaya trabajo el que me conseguí- dije una noche, mientras terminaba de mudar a Bíter- Soy la niñera de un ángel y ni siquiera sé por qué acepté este empleo tan mal remunerado- agregue.

Y es que yo no estaba ganando nada con todo el esfuerzo que realizaba. Aunque la verdad es que no me interesaba obtener algo a cambio.

Esa noche, mi vecina fue a la casa, para darme unas galletas. Yo acababa de bañar a Bíter. Ni siquiera lo había vestido, por lo que tuve que envolverlo en una toalla para salir a recibirla. La dejé pasar un momento, pero no queria que se quedará mucho tiempo. Al pequeño bribón le gustaba andar levitando por ahí y quería evitar que lo hiciera en presencia de la señora.

-Es un niño muy lindo- comentó al ofrecerle una galleta a Bíter, quien la sujeto con timidez, algo que desapareció al metersela a la boca y llenar mi sosten de migas de galletas- Sus ojos son preciosos. Los heredó del padre ¿Me equivoco?

-No. En efecto los heredó de él- le dije un poco incómoda con su tema de interés.

Bíter se apartó un poco de mí, para pedir otra galleta, abriendo y cerrando las manitas. Por un instante sentí como empezaba a volar, por lo que me eche un poco hacia delante para evitar que se me escapara.

-Es un poco inquieto- comenté algo nerviosa- Muchas gracias por las galletas. Me encantó recibirla, pero imagino que tiene muchas cosas que hacer y yo debo...

-Oh linda no te preocupes. Yo ya acabé con mi que hacer del dia- dijo acomodándose en el sofá.

La miré con algo de fastidio mientras Bíter se colgaba de mis brazos, para ir por otra galleta.

-Tenías que heredar el apetito de tu hermano Whis- le dije entredientes, pero ella logró oírme.

-¿Hermano?-repitió mi vecina con bastante interés.

-Si. Él tiene varios hermanos, que son mis primos políticos por parte de padre- le explique tomando una galleta, para dársela al niño- El hombre que usted vio hace unos días, es una especie de tío. Me pidió que cuidara a su hijo pequeño, por un tiempo.

-Ya veo. Era un hombre muy bien parecido ¿Que edad tiene?

-Todos- pensé-Ahh unos sesenta, creo.

-Luce muy joven...

Seguimos hablando mientras Bíter acababa con las galletas y yo me preguntaba ¿Qué edad tendría el Daishinkan a escala humana? Unos sesenta a setenta años posiblemente. Ignore el asunto para concentrarme en hacer que mi vecina, se marchara.

Me fui a dormir después de eso. Le puse a Bíter un mameluco abrigadito para que no pasará frío y le limpie la boca de los restos de chispas de chocolate. Se me volvió costumbre dejar su cápsula en mi cama y abrazarla. No estoy segura porque. Era algo incómodo porque a veces sus balbuceos me despertaba en la madrugada. Lo dejaba, siempre, con su sonaja. Pero no podía evitar pensar que se aburría mucho dentro de esa cosa. O bien no. Después de todo no era humano.

Esa noche, cerca de las dos,
desperté a causa del llanto de Bíter. Se oía amortiguado dentro de esa cosa, pero bastante insistente. Lo tomé en mis brazos, mas no dejo de llorar. Estaba algo pálido y su cabello recuperaba el color blanco original. Trate de calmarlo, pero ni siquiera me ponía atención. Algo andaba mal, mas no sabía que. Le cante, me pasee de un lado a otro, por la sala. Intente que debiera agua (estaba algo caliente). Nada lograba tranquilizarlo y eso estaba angustiandome.

-¿Qué te ocurre?- le pregunté revisando su pañal. Estaba seco- Por favor ¿Qué pasa?- insistí mientras lo veía apretar los puños, solo para intensificar su llanto.

De pronto los cristales de mis ventanas estallaron. Lo mismo los vasos y todo lo que estaba en la sala. Lo peor vino después, cuando de la boca de Bíter escapo un rayo de luz que me dió en el pecho. Recuerdo ese impacto, luego que caí al piso azotando la cabeza contra las baldosas. Mi cuerpo estaba entumecido y no oía nada, pero logre ver el plato de las galletas. Recordé que Bíter se comió una docena de esas. No era nada saludable, para un niño normal, comerse doce galletas. Yo descubrí que tampoco lo era para un bebe ángel.

Intenté ponerme de pie, pero no logré moverme. Fue cuando Bíter me miró y súbitamente dejo de llorar. Bajo al piso y a gatas fue hacia mí para darme palmaditas en el rostro como si intentara que me pusiera de pie.

-Esto es...mi culpa por dejarte comer tanto- le dije o creo que eso le dije.

No sé si me escucha o no, pero comenzó a tirarme el cabello.

-Eso me duele- le dije- Me duele. Basta. Bíter detente. Basta... Suficiente ¡Ya basta Bíter!

Mi gritó lo hizo hacer un puchero, pero no rompió a llorar, hasta que perdió el balance y cayó de espaldas. Ahí quedó, como una tortuguita incapaz de ponerse de pie.

Hice un esfuerzo enorme por levantarme lo suficiente para poder tomarlo entre mis brazos y calmarlo. Lo logre, pero solo pude cogerlo con una mano. Lo puse en mi regazo, para comenzar a hacerle caricias sobre el vientre mientras hacía un sonido con la boca así: shhh, shhh, shhh...

Poco a poco se fue calmando, hasta que se quedó quieto y se llevó mi dedo a la boca.

-Esta sucio- le dije y lo retraje para que no lo chupara. Me regalo un balbuceó gracioso y se metió sus dedos en la boca- Creo que te conseguiré un chupete.

Cerré los ojos por un instante. Me sentía algo cansada, pero una mano en mi frente me hizo escapar del mundo de los sueños. A mi lado estaba el Gran Sacerdote, que al apartar sus dedos de mi, los descubrí con sangre.

-No fue nada grave- me dijo- Esta curada.

Tomó a Bíter, de mi regazo y al ponerse de pie me dió la espalda, mas el pequeño voló a mis brazos y se sujeto a mi.

-Biter, tenemos que volver a casa-le dijo con ternura, pero el niño lo ignoró.

De alguna forma lo llevó a sus brazos otra vez, mas el bebe volvió a mi.

-No puedes seguir aquí. Es peligroso- le dijo Daishinkan como si Bíter hubiera podido entenderlo.

En su nuevo intento por apartarlo de mi, el Daishinkan lo tomo con sus mano. Fue cuando el bebe exclamó fuerte y claro:

-¡No, mamá!

Los ojos del Gran Sacerdote, quedaron abiertos a más no poder y yo quedé helada.

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