Transalterna

Por Hitto_

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Maya y Sophie son la misma persona viviendo dos vidas diferentes. ¿Ambas vidas son reales?¿una es un sueño? E... Más

Intro
Scielo1
Almarzanera
El chico nuevo
Un tatuaje gratis
Respuestas por parte de un odioso
Mirar alrededor
El fantasma del depósito
Tarde de playa
El ritual de cumpleaños
La fiesta de Maya
Gente indeseable
Guerra en la familia
Secretos íntimos
No salgas del círculo
Estar como en un sueño
En la fila del desempleo
El proyecto Transalterna
La peor espía
El chico más peligroso del pueblo
La primera misión
Lazos fraternos
Revelaciones en la montaña
Descubriendo una verdad
El misterio del culto
La cacería
Acechando en la oscuridad
Marcus
La primera cita de Ian
La verdad sobre Marcus
Confesiones entre hermanas
El misterio de Anelise
El espacio interdimensiones
Noche en el Spice club
El nuevo Ian
Consiguiendo justicia
La mansión del círculo
El certificado de pureza
Niña buena
La verdad sobre Dylan
Rescatando a Ian
Saltar de un risco
El secreto de Grecia
El nuevo Aaron
Un giro del destino
Las jóvenes del Círculo
Mis dos padres
Familia
Cómo ocultar un crimen
Thaly
La dimensión T50
Dos años de cambios
La estrella Polar
La partida inconclusa
Alguien en quién confiar
La luna roja
Shifting
Epílogo
Transalterna 2
Guía de entes
Guía de personajes

Un día espectacular

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Por Hitto_

AVISO

ESTE CAPÍTULO CONTIENE UNA ESCENA XXX

la marcare así cuando empieza y cuando termina:

******xxxxxxx******

de esa manera se la pueden saltar si quieren

No se olviden de comentar, gracias!

Después de saber que por fin mi vida en Scielo 1 tenía futuro y mientras decidía qué me iba a comprar primero, Ian me prometió llevarme a un "lugar especial". Me daba igual, lo seguí por inercia, con la vista fija en la pantalla de mi nuevo celular. Tomamos otro ascensor, esta vez al piso ciento veinte, el último de la torre. Salimos a lo que parecía una habitación cerrada, vacía y sin ventanas, iluminada solo por luces artificiales.

—¿Y esto qué tiene de especial? Parece la habitación de una película de terror. —Expresé levantando la vista apenas.

—Podría ser eso. Y estas sola conmigo, ¿no te da miedo? —Ian se puso frente a mí y tuve que levantar la cabeza para hallar sus ojos.

—¿Miedo de ti? —bufé—. ¿Por qué me darías miedo?

—No me conoces tan bien.

—¿Y qué? Eres como esos perros grandes con apariencia aterradora que en realidad son amistosos y adorables. —Lo que le dije no sé si le molestó o le sorprendió, aunque no estaba segura de qué respuesta buscaba ¿Que le tenía miedo?

Tal vez, en otras circunstancias, estar a solas con un chico en un lugar donde mis gritos no serían escuchados me habría causado algo de temor, pero con Ian, era todo lo contrario, con él me sentía protegida.

Supongo que influía el hecho de que ambos compartíamos el mismo secreto, y éramos el mismo tipo "especial de persona", además de ser el único con el que podía hablar de los sucesos más peculiares de mi vida.

—La única adorable aquí eres tú —refunfuñó.

—¿Y te gustan las chicas adorables?

—Me gusta que tú seas adorable. —Me pellizcó el cachete como si fuera una niña pequeña y lo espanté con las manos.

—¿Eso es todo? ¿me traes a un cuarto vacío para ver si me asustas y competir por quién es más adorable?

Sin decirme nada, me asió hacia él y aparecimos en un ambiente completamente distinto. Era un apartamento, de paredes blancas y muebles negros; lucía muy elegante, como esas casas de ricos que solo ves en la televisión. Al igual que el resto del edificio, las ventanas abarcaban toda la pared. Corrí hacia ellas. Estaba mucho más arriba que antes, se notaba algo de neblina y el mar era el final de una vertiginosa caída.

—No es tan hermoso como Almarzanera —dijo acercándose a mí.

—No, pero es la mejor vista de la ciudad, era cierto que los ricos podían ver más allá del muro. ¿Aquí vives?

—Sí. Es un área del edificio inaccesible para cualquiera que no sea uno de nosotros. —Seguí su mirada y me di cuenta que el lugar no tenía puerta de ingreso. Estábamos en una sala frente a una kitchenette y supuse que hacia la izquierda estaba su habitación—. Si quieres puedes vivir en esta área, puedo hablar con Solange para que te conceda uno de los apartamentos vacíos, así no tienes que realizar un viaje tan largo todos los días.

—¿Puedo traer a mi papá? —le pregunté, y como suponía negó con la cabeza—. Entonces no puedo vivir aquí. Supongo que tampoco debes traer muchas chicas.

—No, está prohibido que nadie excepto mis hermanos, o gente relacionada al proyecto venga a esta área. Ni la familia oficial de mi padre sabe dónde vivimos.

—Me imagino —dije en voz baja—. E imagino que me trajiste aquí porque creíste que repetirías la suerte de anoche. —Lo miré con reprobación. Él se creía que yo era tonta.

—Yo conozco donde vives, pensé que era justo mostrarte donde vivo yo. Y no sé, pasar el rato.—De manera sugerente acarició mi hombro con su dedo índice y sin darme cuenta me tenía acorralada contra la ventana. Apoyó su brazo contra el vidrio por encima de mi cabeza, y sinuosamente fue subiendo su dedo hasta mi boca.

—¿Crees que porque tuvimos sexo anoche, lo vamos a repetir ahora?

—Eso no fue sexo de verdad, fue un pequeño desahogo.

—Llámalo como quieras, no se va a repetir.

Se acercó todavía más y bajó su rostro a la altura del mío. Demonios... pensé, era tan atractivo. Y cómo no iba a serlo si lo habían creado eligiendo el mejor material genético. Mi corazón latía con fuerza, su dedo deslizándose por mis labios buscaban estimularme para que quisiera calmar su desespero por ser besados, y lo estaba logrando.

Esta vez no había monstruos, ni situaciones de adrenalina, solo éramos él y yo, y ambos queríamos lo mismo aunque me resistiera.

No podía más, si no me besaba él, lo besaba yo, y como si leyera mis pensamientos, dio el primer paso.

Sus labios exigían los míos, los saboreaban con calma. Sus brazos ya me rodeaban y de pronto caímos hacia atrás. Quise gritar al sentir que caeríamos al vacío, por un instante juré que el vidrio se había roto. Pero un colchón suave frenó nuestra caída.

—Tranquila —me susurró al oído al darse cuenta que me había asustado. Imaginé que me había transportado a su habitación y no me interesaba demasiado. Dejé la tablet y el celular que llevaba en las manos a un lado y cerré mis brazos alrededor de su cuello. Por un instante traté de girarme y ponerme sobre él, pero no me dejó. Ya entendía que era "esa" clase de chicos que les gusta tener el control total de la situación. Sus manos acariciaron mi espalda por debajo de mi camiseta, tuve un pequeño espasmo de dolor cuando me tocó justo donde estaba lastimada.

—Esta mañana debía curarte, lo olvidé. —Preocupado se separó de mí.

—Ya es tarde para eso, solo ten cuidado. —Le estiré mis brazos, pidiéndole con ese gesto que regresara a lo que estábamos.

No lo pensó más, deslizó de nuevo sus manos debajo de mi camiseta y me la quitó. Mis jeans y zapatos siguieron el mismo destino. Volvió a ponerse encima de mí y como en la noche fue directo a mi cuello.

—No me vuelvas a hacer chupones —le pedí.

—Eres muy mandona y eso no funciona conmigo. —Me tomó por las muñecas y puso mis manos arriba de mi cabeza, queriendo mostrarme que tenía el control de la situación. Me gustaba, pero no se lo iba a dejar saber tan fácil.

—¿Y qué cosas funcionan?

—Que te calles y disfrutes. —Se agachó hacia el lado derecho, donde tenía una mesita de noche. Sacó algo de su cajón que no llegué a ver hasta que regresó a mi campo de visión. Estaba hincado frente a mi, como evaluando la situación, retorciendo una pañoleta de seda en sus manos, que era lo que había sacado del mueble.

Supuse que esperaba algún reclamo, mas me mantuve callada y noté en el gesto pervertido de su rostro que eso le gustó.

Me amarró las muñecas al respaldar de su cama, que por la posición en la que estaba no sabía ni como era, solo lo veía a él y al techo.

La seda envolviendo mis muñecas y él devorándome con la mirada, me torturaba, porque necesitaba su contacto. Como la noche anterior mi entrepierna ardía y quería que él se hiciera cargo.

—¿Me decías que no iba a tener suerte? —presumió, acariciándome desde el cuello hasta mi vientre.

—Calla o me visto—respondí.

Soltó una risa. Realmente yo no estaba en posición de amenazar con nada.

— Me excita que te hagas a la dura, porque eres pequeña y frágil y estas a mi completa merced. —Su mano continuó bajando, esta vez hasta meterse por debajo de mi ropa interior. El contacto de sus dedos sobre mi vulva me hizo soltar un pequeño gemido de placer. —Lo sabes y te encanta.

Levantó mi pierna izquierda y la puso sobre su hombro, para besarla con más facilidad.

Un beso a la altura de mi rodilla, otro a su lado, ya estaba en mi ingle, cada vez más cerca. Solo hizo a un lado la prenda que cubría mi intimidad y el sutil recorrido de su lengua en ese lugar me hizo estremecer de nuevo. Esta vez no de dolor.

Me soltó, dejándome de nuevo de espaldas en la cama.

—Ian, ya no juegues conmigo —le pedí.

—¿Por qué no? es divertido. Te haces a la difícil, pero te encanta estar conmigo. —Su mano regresó a explorar mi entrepierna y su dedo medio fue deslizándose en mi interior.

Me mordí el labio con fuerza y mi respiración se empezó a agitar al sentir que lo metía más. Sonrió de manera encantadora al notar mi reacción. Eso era lo que buscaba. Me pareció que por fin se hartó de juguetear conmigo y me arrancó las dos prendas que me quedaban, exponiéndome completamente desnuda frente a él. Sus dos manos se posaron en mis senos y los masajeó con cuidado, pellizcando mis pezones de rato en rato.

—Eres hermosa —susurró antes de pasar su lengua por mi pecho izquierdo. Se entretuvo succionándolo con mucha delicadeza y su mano regresó a masturbarme, esta vez con más ganas, sus dedos índice y medio entraban y salían y con el pulgar masajeaba mi clítoris.

No aguantaba más. Sentí que mi estómago se encogió y el orgasmo me hizo convulsionar un rato.

Traté de controlar mi respiración. Ian había hecho que me viniera y él ni se había sacado la ropa. Solo se había divertido conmigo.

—Hasta tus orgasmos son adorables —dijo con algo de burla.

—Te odio —declaré intentando desatarme las manos.

—Ey, espera, aun no acabamos. Bueno... tú sí, pero yo no.

Se paró en el suelo a mi lado y lo observé mientras se quitaba la ropa. En la noche no había podido verlo, mas era como imaginaba: brazos fuertes y abdomen marcado. Tenía los ante brazos completamente tatuados. Cuando su pantalón acabó en el suelo su potente erección capto toda mi atención.

Ver su miembro erecto comenzó a excitarme de nuevo. Solo podía pensar que ya lo había tenido dentro de mi unas horas atrás y lo necesitaba de nuevo.

Él lo notó e intuyendo lo que pensaba desamarró la pañoleta del respaldar. Ya más o menos libre, le fue más fácil tomarme de cabello y acercar su miembro a mis labios. Lo lamí un poco, sintiendo su textura con mi lengua y luego comencé a chupar lo que cabía dentro mi boca. Él me marcaba el ritmo, empujando y jalando con suavidad.

—Para —me ordenó después de un par de minutos. Sacó su miembro de mi boca y regresó a la cama. Se colocó entre mis piernas y me jaló por la cintura para que nuestros sexos se dieran encuentro. Entró con cuidado como en la noche y a medio camino empujó con fuerza.

Eso era lo que quería, por fin sentía sus embestidas. Cerré los ojos, disfrutando, concentrándome en lo placentero de sentirlo llenado mi interior, con sus manos cerrándose alrededor de mi cintura para ayudarse a llegar más profundo.

Sus suaves gemidos guturales me indicaban que él lo disfrutaba mucho también. Sin dejar el ritmo se recostó sobre mí para besarme. Sus besos también me encantaban.

Mis sentidos comenzaron a perderse. Estaba abrumada, entre cansada y extasiada, cuando volví a tener una pequeña explosión de placer y eso incentivó un orgasmo también en él. Se mantuvo dentro de mi mientras se relajaba.

Terminó tumbado a mi lado. Ambos nos recuperábamos del momento con la vista fija en el techo.

—¿Así que esta va a ser mi vida a partir de ahora? ¿Dormir, cazar monstruos y tener sexo?—pregunté en voz alta.

—Suena como el mejor trabajo del mundo. De nada.

—No creas que esto lo hago como agradecimiento por el trabajo, o que...—le decía mientras me giraba hacia él e intentaba quitarme el amarre de las manos.

—Ya sé—me interrumpió—. No tienes que agradecer nada, ni hacerme favores. —Me acarició el rostro con el dedo pulgar, y ese gesto me hizo sentir mariposas en el estómago.

—Debo ir al baño —me levanté. Busqué con la mirada. Recién me tomé el tiempo de observar la habitación. Era grande y muy impersonal. El alfombrado de pared a pared se veía fino, la cama era enorme y al frente había un televisor casi del tamaño de media pared; al lado una puerta hacia la que me dirigí.

La cerré tras de mí. Su baño también era inmenso, tenía una ducha espectacular, de esas que lanzan agua en todas direcciones y un jacussi.

Me aseé y salí directo a buscar mis cosas. La tablet de Solange y el teléfono corporativo seguían en un extremo de la cama. Mi celular había acabado en el suelo. Lo levanté junto con mi ropa. Tenía un montón de mensajes de Claudia.

Ian seguía recostado, al parecer dormía. A tiempo que me vestía le escribía mi amiga. Me acerqué a la cama por mi última prenda cuando Ian se dio la vuelta.

—¿A dónde vas?

—A comer y de compras.

—Voy contigo —hizo el esfuerzo de incorporarse.

—No, iré con Claudia, necesito un respiro de ti.

—Como quieras, se sentó al borde y me jaló sobre su regazo para besarme.

—En verdad debo irme, ya quedé de verla. —Me levanté nerviosa. Me puse la camiseta y quedé a la espera de que Ian se pare. Él cruzó los brazos con alevosía—. Vamos, solo tú puedes sacarme de aquí.

Volcó los ojos y se levantó con desgana. Ni siquiera se molestó en vestirse, me agarró de la mano y aparecimos en la habitación del terror de antes, que era la antesala al área donde Ian y sus hermanos vivían. Realmente era imposible acceder a ese lugar si no era con teletransportación.

—El asesor está allá —me lo señaló, como si pudiera perderme en un espacio tan reducido.

—Nos vemos en el colegio, supongo.

Ian me respondió despidiéndose con la mano y desapareció frente a mis ojos.

****

Los restaurantes, las tiendas y las calles del área cinco eran espectaculares. Me recordaban a las áreas comerciales de la ciudad de Valermo en la dimensión T52, donde iba de compras con mi madre y mis hermanas.

Claudia lucía intimidada al bajar del tren en la estación donde la esperaba.

—Sophie ¿qué paso? ¿A dónde te llevó Ian? ¿Y por qué nos vemos aquí? —me interrogó.

—Ian me consiguió un nuevo empleo, uno mejor. En el área uno —presumí.

—¡Eso es genial! ¿en qué?

—En la oficina central de 3IE, probando nueva tecnología —mentí.

—Eso es estupendo Sophie. Te libras de Will y el servicio técnico. Estaba furioso hoy. Se dio cuenta que dejarte ir no fue buena idea. Sobre todo porque de alguna manera más de tres estantes del depósito aparecieron en el suelo. Fue muy raro, todos juran que fue el fantasma. Perdimos media mañana acomodandolo de nuevo.

Enganché mi brazo al suyo y caminamos en dirección a un lujoso centro comercial.

—Lo siento... debí quedarme hoy más a ayudar. Estoy segura que eso fue la despedida del fantasma y no sabrán de él.

—Eso espero. Lo que me da pena es que ya no te veré a diario.

—Es verdad—consideré—, pero ya no debo trabajar horas extra y podremos salir a comer y de compras.

La llevé a un restaurante vegetariano muy elegante que había visto camino a recogerla. Fuimos llevadas por un anfitrión a una mesa vacía y a Claudia casi se le caen los anteojos la ver los precios en el menú.

—Esto es demasiado caro. Salgamos con disimulo —me susurró.

Era normal que nos sucediera eso cuando estábamos en el colegio. Entrabamos a un lugar a comer y cuando notábamos que no podíamos pagar, una salía diciendo que había olvidado algo en el auto y minutos después la otra la seguía con la excusa de ir a buscarla. Esta vez no.

—Yo invito, pide lo que quieras.

—¿Estás segura? Ayer gastaste todos tus ahorros.

—Ya tengo un empleo nuevo, me pagan muy bien y me dieron un adelanto.

Tuve que bajar mi menú al sentir la mirada penetrante de Claudia

—¿En verdad es un adelanto o Ian te dio el dinero?

—¿Crees que me conseguí un chico que me mantenga? —me molesté un poco.

—¡No! —Claudia exclamó dándose cuenta de lo que me había hecho sentir—. Es solo que en el pub me contó que apellida Key, debe tener mucho dinero y no es normal que te den un adelanto el primer día.

—No... bueno, sí, Ian es familiar de Anthony Key y si influyó en el adelanto. Porque sabe que después de pagar la cuenta del hospital ayer quedé en quiebra, solo eso.

—¿Es tu novio?

—¡No! No tenemos una relación, no nos conocemos tanto. Solo... tuvimos sexo un par de veces.

—¡¿Un par de veces?! El domingo me dijiste que ni lo conocías—la escandalizada Claudia aparecía de nuevo.

—Sí, anoche y ahora... y... no es lo que piensas ¿sí? Tener sexo con alguien no implica una relación. Solo fue algo casual.

—Bueno, yo no sé de eso, ni de sexo ni de relaciones. Pero creo que le gustas. ¿Y él te gusta a ti? Es muy guapo. Harían linda pareja. —Me sonrió. Por suerte el mesero nos interrumpió para pedir la orden. Mas eso no sirvió para escapar de la pregunta de mi amiga. En cuanto el mesero se fue, ella quedó expectante a mi respuesta.

—No, para nada, es decir, sí, es jodidamente guapo. Y te confieso que me alborota las hormonas. También es muy tierno a su manera. Pero no tengo sentimientos hacia él, solo es algo... físico. Como me sucedió con Evan. Tengo algún fetiche con chicos tatuados y con motocicletas, pero no es el tipo de chicos hacia los que desarrollaría un sentimiento real. De esos que sientes cuando alguien es muy especial, que surge de a poco. Ya sabes, lo conoces, pasas tiempo con él, poco a poco vas notando detalles que te apasionan. Como me sucedió con Steve. —Sonreí de manera boba al recordar la forma tan paulatina en que mi novio de Almarzanera se había ganado mi corazón.

—¿Quién es Steve?

—Ah... nadie —reaccioné al darme cuenta que había metido la pata—. El personaje de un libro que estoy leyendo. De esos que publican por internet. —Se me ocurrió de pronto y salvé la situación—. El protagonista es como mi chico ideal: Un poco mayor, muy guapo, estudia medicina y está muy centrado en sus estudios. Es tierno, maduro y detallista con la protagonista.

—¿Y qué más? —Quiso saber.

—¿Y qué más?

—Sí, qué pasa en la novela.

—Am, bueno, los dos estaban juntos en secreto, y él va a pedirle permiso al padre de la chica para estar juntos, solo que el padre lo toma como una pedida de mano y lo anuncia frente a mucha gente. Así que deciden que sí se van a casar, pero en un futuro, cuando la chica termine sus estudios.

—¿Y en que acaba la historia?

—No sé, la autora todavía lo está escribiendo.

—No suena como un libro muy entretenido.

—Bueno, es que si te lo cuento así no suena muy bien, tendrías que leerlo. El chico es tan respetuoso y tierno que no quiere tener sexo con la protagonista todavía, está esperando... a, no sé, a estar listos supongo. —No supe que más decirle. Sí sonaba como un libro horrible—. ¡Ah! y hay una subtrama con el hermano de la protagonista. Una chica muy hermosa estuvo enamorada de él por años, y cuando el idiota por fin decide corresponderle, ella lo rechaza. Al parecer es porque un chico nuevo llegó al pueblo y la tiene confundida, o eso piensa la protagonista.

—Eso suena un poco mejor. Igual, no es un libro que me interese, y menos mal que el protagonista de ese libro no es real, no veo con alguien así.

—¿No? ¿Entonces con qué tipo de chico me ves?

—Uno con tatuajes y motocicleta. Es más... tú. Y no insinúo nada malo, pero no creo que aguantarías una relación sin sexo.

Solo fingí una sonrisa. Por suerte dejamos de lado las conversaciones sobre Ian y luego de una comida que fue deliciosa solo porque me dio un placer celestial pagarla, nos fuimos a comprar ropa.

Hacía mucho que no podía comprarme nada en Scielo 1.

Mientras que en Almarzanera tenía el dinero para comprarme lo que quisiera, mi madre era quien supervisaba mi ropa. No tenía la libertad de usar lo que me gustaba. En cambio, en Scielo1, tenía total libertad de ponerme lo que quisiera, mas no el dinero para hacerlo. Ese día, después de años, por fin tenía ambos: libertad y dinero.

Entramos a una tienda de ropa de marca cara. Una de las vendedoras no nos quitaba el ojo de encima, seguro pensaba que íbamos a robar.

—¿Después de comprar nos hacemos las uñas? —revisando un estante con zapatos le pregunté a Claudia—. Nunca me hice una manicura. Podemos hacernos poner piedras, ya sabes, como las señoras ricas.

—No sé. ¿De verdad puedes comprar aquí? —Claudia miraba con incomodidad a la vendedora. De nuevo tenía sobresaltos al ver las etiquetas con los precios.

—Podemos comprar. Elige algo que te gusta. Yo pago.

Me costó mucho que Claudia se probara algo. Por el contrario, yo elegí varias prendas. Cuando nos acercamos a pagar a la caja, recibimos la mirada de asco de quien atendía.

—Estas prendas no estás en rebaja, cariño. —Nos dijo con tono condescendiente.

—Ya lo sé —respondí seca.

—Tal vez viste unos ceros menos al lado de los precios. Puedes sumar con calma y devolver las cosas a su lugar para no hacerme perder el tiempo. —Se acercó a decirme. Eso sí me enojo.

—Vi perfectamente bien el precio. Solo haga su trabajo ¿sí?

La mujer bufó. Pasó cada prenda por el scanner y la única al borde del colapso al notar como los números iban subiendo, era Claudia.

—Son treinta ocho mil créditos. —La sonrisa de la mujer que juraba que no iba a poder pagar era espeluznante. Cómo me iba a encantar cerrarle la boca.

Acerqué mi teléfono para pagar, esta vez era yo quien no dejaba de sonreír.

—Mira niña, no aceptamos devoluciones, así que este pago no lo vas a recuperar.

— Si lo estoy comprando es porque pienso conservarlo. Es más... —Miré al estante de objetos de edición limitada y tomé le primer bolso que vi—. Añádame esto.

—Ese bolso querida, vale diecisiete mil.

—Oh, vaya...—Lo miré con pena—. Entonces deme dos. Uno para mi amiga.

Furiosa, la mujer añadió dos bolsos a la compra.

—¡¿Estás loca?!—Claudia se había aguantado de recriminarme hasta que abandonamos la tienda—. ¡Gastaste más de setenta mil en esa tienda! No necesito un bolso. Tal vez como acabamos de comprarlo nos acepten la devolución.

—No vamos a devolver nada. Es un tema de orgullo. Solo acepta tu bolso y disfruta por hoy. —Le extendí las bolsas con la ropa que le correspondía y mi siguiente parada fue una tienda de lencería. No me importaba si al día siguiente esa fantasía se esfumaba. Solo por un maldito día, quería disfrutar de mi segunda vida.


************

Weno.. capi mas de sepso que otra cosa, lo siento XD ya en el siguiente regresamos a la programación habitual :v con algunas respuestas sobre el pasado de Sophie, 

¿que secretos le culta su padre?

Y por fin regresaremos a Almarzarera a ver el lio de Tiago.

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