Buenas flores! Espero que os esté gustando esta historia y como dice el título.... id a descubrir quien es el/la subnormal con patas de esta historia!
La idea de que mi hermana me colgara de una soga hasta dejar de respirar era poco apetecible, pero estaba segura de que eso era lo menos que me haría en cuanto se enterase de aquello.
¿Cinco años sin contarle nada?
«Me mata fijo»
—Es muy probable que nos visiten pronto, eso calmará la prensa y afianzará nuestro enlace. El apoyo familiar es vital en este momento, tiene que parecer que a pesar de haberlo ocultado a la familia, ellos lo sabían y tenemos su apoyo —concretó Alexandre.
—Eso si sigo con vida —comenté en voz baja.
—Exageras, es tu hermana y lo comprenderá, aunque por el momento nadie puede saber que no es real, ni siquiera tu hermana.
Mi expresión debió ser perceptible porque se acercó a mi y acogió mis manos entre las suyas.
—Houston tenemos un problema, mis primos saben que ocurrió esa noche —mencioné antes de que viniera con algún convencimiento.
—Tienes razón, por eso les diremos que tras la ceremonia empezamos a vernos y que nunca decidimos cancelarla porque en realidad nos dimos cuenta que queríamos estar juntos —concretó decidido y le miré fijamente no comprendiendo como había podido pensar en todo ello.
—¿Es que lo tenías todo calculado? Parece que has pensado en todo, cualquiera diría que es un complot sino fuera porque tu eres el más perjudicado en este asunto —alegué sintiendo sus manos sobre las mías y el calor que de ellas emanaban.
Eso me ponía nerviosa, me hacía sentir la cercanía de alguien y aquel contacto físico que me provocaba una sensación de desasosiego.
Me solté para caminar por la habitación como si necesitara alejarme de él para no sentir su contacto.
¡Dios! Que cinco meses más largos sin ningún orgasmo.
«Aunque existía cierto hombre al que si puedes acceder sin problema» recitó mi conciencia y mis ojos se posaron en aquel rostro de adonis belga que probablemente estaba más dulce que la leche condensaba que nunca perdonaba en mi café por las mañanas»
—Ni hablar— dije sin darme cuenta de que lo había mencionado en voz alta.
—¿Cómo?, ¿Es que no estás de acuerdo? —mencionó Alexandre—. Si te refieres al hecho de que parece que todo lo tengo calculado, simplemente es que he pensado en ello durante el trayecto de vuelta, mi trabajo consiste en eso, ajustarme a la situación y detener todos los frentes abiertos que se puedan crear en circunstancias poco convencionales. Desde luego no me enfrento diariamente a situaciones de este tipo, pero barajo todas las probabilidades para eludir cualquier problema que pueda presentarse.
Desde luego lo que menos pensaba es que aquello fuera un plan premeditado, al contrario, estaba convencida de que él tendría más ganas de que aquellos cinco meses pasaran más que yo para volver a ser libre. Probablemente yo solo fuera un obstáculo en su camino, una piedra la cual debía aceptar pero que apartaría con gusto una vez finalizase aquello y sinceramente, estaba encantada de saber que era así, porque cuanto antes pudiera marcharme, mejor para mi.
Sin duda el más sorprendido con la situación debería ser él. ¡Era rey! Sus acciones se juzgaban a nivel popular y probablemente nadie vería con buenos ojos que se hubiera casado con una simple plebeya por mucho que mi hermana fuera reina.
«Al menos no era una don nadie del todo» pensé rodando los ojos.
—Si, me parece todo perfecto —solté solo para que no indagara más en mi contestación y tuviera que admitir que había tenido el ligero pensamiento de tenerle en mi cama durante cinco segundos.
¿Cinco? Admite que ha sido al menos sesenta, bonita.
Vale.
La idea de saber como podía ser Alexandre en la cama era una tentación. Una tentación suculenta y deliciosa, pero a menos que fuera mi ultima noche en palacio, eso no sucedería jamás.
Jamás Adriana, ¿Lo has comprendido?
¡Jamás!
Por suerte Helia, la que parecía que en lugar de sangre tenía hielo en las venas, me raptó para llevarme a lo que yo llamaría un sacrificio egipcio porque me vi envuelta en vendajes por todo el cuerpo como si me quisieran convertir en una momia viviente.
—Tienes la piel apagada, ¿Acaso no sabe lo que es una crema? —soltó la tal Helia antes de dar órdenes.
—Víbora ingrata —susurré en mi idioma sabiendo que no comprendería nada.
Estaba segura de que me odiaba, eso, o estaba enamorada secretamente de Alexandre y la idea de que se hubiera casado por error conmigo le martirizaba.
Debía tener más o menos la edad de él a juzgar por su aspecto, pero no tenía ningún anillo de casada, aunque tampoco lo tenía yo y resulta que sí lo estaba.
Probablemente la tal Helia se quería desquitar conmigo sometiéndome a aquella tortura, porque después de toda una serie de embadurnamientos en barros, cremas y tantos potingues de olores que perdí mi olfato, tocaba sesión de estilismo y tuve que probarme una infinidad de prendas.
Cuando me ofreció el que probablemente fuera sexagésimo tercer vestido, la mandé a la mierda y me fui de allí.
Yo no tenía que aguantar aquello, no le debía nada a nadie para tener que soportar las pretensiones de una amargada que deseaba pagar su frustración conmigo, así que podían darle con viento fresco.
¿Problema?
No tenía ni puñetera idea de donde ir en aquel palacio, ¡Si ni siquiera tenía asignada una habitación propia o al menos no que yo supiera!
Me dio igual. Descalza y con el último vestido que me habían puesto, el cabello ondulado y maquillada como una puerta, me metí en la primera habitación que encontré solo para que la frívola de turno no me encontrara.
Cerré con ímpetu echando el cerrojo y me crucé de brazos realmente enfadada. ¿Podía irme de allí a pesar de prometerle a Alexandre que me quedaría?, ¿Qué podía pasar si desaparecía?
—Tú debes ser la supuesta esposa de Alexandre... —oí que decía una voz masculina que salía desde alguna parte de la habitación donde me había metido.
Parecía una sala de estar bastante cómoda, rodé mis ojos hasta que vi la figura de un hombre joven, probablemente rozaría la treintena, moreno, alto y con los ojos ligeramente claros. Era una versión barata de Alexandre, pero debía admitir que aún así resultaba apuesto.
—Y tu debes ser su hermano —contesté sin mover un solo músculo de mi cuerpo.
—Y yo que pensaba que tenía muy mal gusto —mencionó relamiéndose el labio superior con la lengua mientras recorría mi cuerpo—. Ciertamente no esta mal para ser una don nadie.
¿Perdona?, ¿Don nadie? Para empezar no me gustaba su tono, menos aún la lascivia en sus ojos y peor todavía el hecho de que me insultara de aquel modo.
«Este va a saber quien era Adriana Abrantes»
—¿Y eso lo dice el segundón con aires de grandeza pero que jamás llegará a gobernar nada? Hasta donde yo sé, esta don nadie tiene un título más importante que el tuyo —solté sin pensar realmente lo que decía—. Reina —puntualicé.
¿No me había dicho Alexandre que a todos los efectos yo era reina? Pues mira, aunque fuera durante cinco meses, lo sería, pero a mi ese subnormal con patas no me llama don nadie por más hermano del rey que sea y por más ínfulas de grandeza que tenga.