MI MAYOR MIEDO

14.1K 2.8K 297
                                    

Era imposible que ella estuviera allí, empezando porque no le había dicho a nadie donde iba y acabando porque había demasiados hoteles para saber en cual estaba yo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Era imposible que ella estuviera allí, empezando porque no le había dicho a nadie donde iba y acabando porque había demasiados hoteles para saber en cual estaba yo.

Celeste cogió lo que quedaba de mi coctel y me lo tiró de golpe cayendo sobre mi pecho y abdomen. Por suerte era más agua que alcohol a esas alturas e incluso resultaba refrescante.

—¿Te sigo pareciendo un fantasma? —exclamó con el ceño fruncido.

Iba con un vestido del mismo color que su nombre, en su estilo clásico que la caracterizaba desde que se había convertido en reina y el cabello recogido en un moño alto que le daba seriedad, tanto que casi daba miedo.

—¿Y que haces aquí? —dije ahora siendo consciente de que mi hermana mayor estaba en las puñeteras Maldivas, ¿Y como leches me has encontrado?

—Tengo un radar infalible —se jactó—. Y la mejor empresa de investigación privada —recalcó haciéndome notar que había sido bastante fácil dar conmigo.

Seguro que habían rastreado mis tarjetas, aunque tampoco es que pretendiera esconder donde estaba.

—Pues espero que hayas traído bikinis porque dentro de diez minutos te asaras con ese vestido —indiqué tratando de volver a tumbarme.

—No he venido a pasar unas vacaciones ideales precisamente, sino a preguntarte que demonios crees que estás haciendo aquí.

—¿Tomar el sol? —me jacté como si fuera evidente.

—Por el amor de Dios Adriana, no colmes mi paciencia... —refunfuñó cruzándose de brazos—. Sé que sientes algo por Alexandre y es una absurdez que me lo niegues, así que dime porque razón estás aquí en lugar de estar en Bélgica junto a él —reiteró.

Cerré los ojos y agradecí llevar gafas de sol oscuras para ocultarlo.

—Porque ese era el acuerdo. Yo pasaría cinco meses en palacio y después me marcharía. Así lo acordamos y así lo hemos hecho. Fin.

—Los acuerdos cambian Adriana, como los sentimientos, ¿O me vas a negar que le quieres? Porque sé que si no sintieras nada por Alexandre, no estarías tratando de olvidarle en una isla paradisiaca en la que llevas más de dos semanas agotando tus ahorros.

Definitivamente me ha rastreado las tarjetas...

—Entre nosotros solo existió una fuerte conexión sexual, pero nada más. Estoy segura de que en un par de meses me habrá olvidado completamente y encontrará a una mujer que de verdad esté a su altura —admití sin poder evitar que mi voz temblara en aquella confesión final.

Sentí como ella colocaba una mano sobre la mía. No quería mirarla, ni siquiera alzar la vista porque estaba segura de que vería la verdad en mis ojos, esa verdad que ni siquiera a mi misma deseaba reconocer.

—Desde el primer momento te has convencido a ti misma de que el mundo de la realeza no es para ti, que no estas a la altura, que no es un lugar al que perteneces y tengo el presentimiento de que por alguna razón la culpa es mía —admitió en voz baja.

—No —negué—. Tu encajas en ese mundo, eres la artista de la familia, la bondadosa, por la que todo el mundo vuelve la vista al verte pasar, la que sonríe por todo y hace reír a los demás, la que encandila con sus ojos del color del mar.

Nunca había ambicionado ser como ella, simplemente éramos diferentes. Hermanas de sangre, pero tan distintas por dentro como fuera.

Aunque el destino nos hubiera convertido en reinas, pero en mi caso solo por unos meses.

—No encajo en ese mundo como dices tu, simplemente me adapto Adriana. Es un lugar de privilegios, de mantener una vida acomodada, pero también de sacrificios, preocupaciones, tensiones y envidias que una vida normal no aportaría —confesó—. Nadie nace para ello, ni siquiera Alexandre o Bohdan lo hicieron, solo asumieron por derecho de nacimiento una responsabilidad digna de admiración y de la cual no tuvieron elección —suspiró—.  Lo que quiero decir con esto es que te has concentrado tanto en pensar que el lugar como consorte no es para ti que has terminado creyéndolo, ni siquiera te has replanteado la posibilidad de intentarlo a pesar de que todo el mundo, incluido el pueblo de Bélgica se ha dado cuenta de tu valía para serlo. ¡Si hasta la prensa te adoraba! Y sin embargo seguías empeñada en lo contrario.

—Solo deseaba ser libre, continuar mi propio camino —admití porque esa había sido mi idea desde el principio, al menos hasta que mi corazón había decidido comenzar a traicionarme.

¿De verdad lo estaba admitiendo?

—Seguir tus propios pasos esta bien, siempre y cuando te lleven al lugar que deseas y que al final de ese camino este tu propia felicidad. ¿Es así Adriana?, ¿Estar aquí sola te hace feliz? Y mírame a los ojos cuando respondas —afirmó sabiendo que encontraría la verdad en ellos.

Tal vez estaba cansada de mentirles a todos, de mentirme a mi misma, de tratar de hacer creer que todo estaba bien cuando realmente no lo estaba.

—No —negué—. Creí que marchándome lejos y poniendo la distancia suficiente volvería a ser yo, a ser la misma de siempre. Que una vez estuviera en una playa paradisiaca, tomando el sol y con el único sonido de las olas del mar como acompañamiento olvidaría todo, pero lo único en lo que pienso una y otra vez es en él —admití hundiendo mi cabeza entre las manos derrotada—. Estoy jodida, ¿verdad?

—No más de lo que crees —contestó sintiendo la risa en su voz—. Además, podrías volver...

—No puedo regresar a Bélgica —asumí poniéndome de pie porque no soportaba estar sentada un minuto más, tenía la inquietud en mis piernas—. Teníamos un acuerdo, me marcharía tras la cena de aniversario y él no me lo impediría, como también sé que Alexandre se siente en deuda conmigo y solo busca el bienestar de su país, él sería capaz de aceptarme solo para que otro escándalo no desestabilizara su posición. No deseo pasar el resto de mi vida conformándome siendo el parche que evita que el barco se hunda o porque crea que me debe algo, aunque me duela todo esto, sería peor saber que simplemente se conformaría conmigo porque no tuvo más remedio que hacerlo —admití dando voz a cada uno de mis miedos.

Celeste se puso en pie y se acercó hasta mi lentamente.

—¿Ese es tu miedo?, ¿Qué él no te quiera de verdad?, ¿Qué solo desee estar contigo por evitar un escándalo? —inquirió y tuve que llevarme las manos a los ojos para evitar las lágrimas.

—Si, aunque en realidad no son miedos, sé que es así —confesé.

—Pues si tan convencida estás de ello, ¿Por qué Alexandre piensa abdicar al trono pasado mañana? —exclamó haciendo que todo mi mundo se tambalease bajo mis pies, sentí como si un tornado interno me arrasara y me hubiera dejado sin poder reaccionar.

¿Abdicar?, ¿Había mencionado realmente la palabra abdicación?

¿Abdicar?, ¿Había mencionado realmente la palabra abdicación?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
De Plebeya a Reina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora