Pecado con sabor a chocolate...

بواسطة DeBeLassal

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Minerva es una joven llegada hace poco tiempo a la ciudad de Nueva York, con la ilusión de trabajar para uno... المزيد

SINOPSIS
PRÓLOGO
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISEIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE
CAPÍTULO VEINTE
CAPÍTULO VEINTIUNO (PARTE UNO)
CAPÍTULO VEINIUNO (PARTE DOS)
CAPÍTULO VEINTIDÓS
CAPÍTULO VEINTITRÉS
CAPÍTULO VEINTICUATRO
CAPÍTULO VEINTICINCO
CAPÍTULO VEINTISÉIS
EXTRA ISABELLA
CAPÍTULO VEINTISIETE
CAPÍTULO VEINTIOCHO
CAPÍTULO VEINTINUEVE
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE
CAPÍTULO CUARENTA
CAPÍTULO CUARENTA Y UNO
CAPÍTULO CUARENTA Y DOS
CAPÍTULO CUARENTA Y TRES
CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO
CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO
CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS
CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE
CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO
CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE
CAPÍTULO CINCUENTA
EPÍLOGO
AGRADECIMIENTOS Y AVISO IMPORTANTE

CAPÍTULO TREINTA

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بواسطة DeBeLassal

PROYECTO TIKTOK




Han pasado dos semanas desde la fatídica —calenturienta—noche, en la que conocí a Mika y después Pierce me hizo tener un orgasmo en su coche con Isabella y Xander en los asientos de atrás. Sí, me calentó más de lo que imaginaba: la idea de él y Mika toqueteándome, aunque este último fuera gay, no quitaba que fuera ardiente como el infierno.

De todos modos, no ocurrió nada más, no creas que he vuelto a tener otro acercamiento con Pierce, porque no, no ha pasado, sin embargo no es como si me hubiese ignorado o algo así, sino que hemos mantenido una cordial relación.

Nada de otro mundo.

Y si bien la tensión sexual y las insinuaciones siempre están ahí, no hemos traspasado la línea. De todas formas debo decir que lo agradezco, porque hoy es mi último día de período, en el cual mis hormonas parecen revolucionarse, dejándome en un estado deplorable.

Maldita regla.

Estoy saliendo de una buena sesión de gimnasio, ya que hace una semana no venía —culpemos al periodo—, cuando el móvil me suena en el bolso, por lo que sacándolo, me sorprendo a leer la bandeja de entrada.

Dante te agregó al grupo «Proyecto TikTok»

Dante: Hola, facilonas.

Isa: ¿Qué carajos, Dante?

Dante: ¿Esa es la forma de hablarme?

Isa: ¿Qué mierda es el proyecto TikTok?

Dante: Pues eso, un proyecto, duh.

Isa: No es gracioso, ¿de que se trata?

Dante: Quiero hacerme tiktoker, pero necesito que me ayuden.

Isa: ¿A qué, exactamente?

Dante: A hacerme viral.



Estoy parada en medio de la vereda a la salida del gimnasio, riéndome entre dientes a causa de sus absurdas peleas.

Abro el chat para unirme a la conversación.



¡Hola! Yo puedo ayudar, seré la que

grabe los vídeos. No quiero salir.

Isa: Si la mojigata no sale, entonces yo tampoco.



—¿Acaba de llamarme mojigata...? Perra —pienso en voz alta.



Dante: Por supuesto que van a salir, las dos.

Isa: ¿Qué se supone que haremos?

Yo no voy a salir. Oye, ¿cómo demonios

envío emojis?

Dante: Minerva, cómo que no sabes enviar emojis.

Isa: ¿Qué te esperabas? Fui yo quien le descargó WhatsApp.

Eso es mentira, ya lo tenía. Por cierto,

¿tenemos un mal día, Isa?

Isa: Tronchatoro está insoportable.

Dante: Mine, nos espera un día larguísimo. Por cierto, ¿no notan a Pierce más caliente de lo normal? Debe estar follando todas las noches.

Isa: ¿Qué demonios tiene que ver eso?

Si eso, ¿qué demonios tiene que ver?



Tengo que preguntarlo, sepan disculparme.



Dante: Cuando un hombre de tal calibre como lo es papi Pierce folla, desprende feromonas.


Releo el mensaje una y otra vez, porque sinceramente no entiendo lo que quiere decir. Sin embargo, Dante vuelve a escribir, por lo que espero, atenta.


Dante: Pierce es un macho alfa. Estoy más que seguro que anoche folló.

Isa: ¿Un macho alfa, Dante? ¿En serio?

Dante: Que sí, Pierce ha estado follando. Por cierto, ¿saben quién es otro macho alfa?

Isa: A ver...

Dante: Dean, ¡Por Dios! ¿Han visto a ese adonis? Bendito el día que me invitaron al gimnasio.

Teóricamente te invitaste solo.

Dante: Detalles insignificantes.

Isa: Dean es un pan de Dios, no lo veo como un follador sin escrúpulos como Pierce.



«Patada en la vagina para Minerva, cortesía de Isa», pienso con ironía. Ha estado haciendo estos comentarios desde que se ha enterado de que soy yo quien me lo estoy tirando, aunque si lo que dice Dante es verdad, no es conmigo con quien ha estado follando estos últimos días.



Dante: ¿Estás de coña? Para mi que a Dean le van las cosas raras.

¿Las cosas raras? ¿Cómo?


No puedo evitar preguntar. A decir verdad, Dean parece alguien tranquilo.


Dante: No lo sé. Para mí que es de esos que les gustan ponerse brutos en la cama.

Isa: ¿Tu crees? No lo sé...

Dante: Que sí, seguro que es de esos que les gustan los cinturones, las esposas y jugar a Amo y Sumisa.

No lo creo: no parece de esa clase de chicos.

Dante: Que sí, ¿te gustaría que te den latigazos en las pompas, Minerva?



No puedo evitar soltar una sonrisita, teniendo en cuenta las barbaridades que le dije a Pierce el día que hablamos en su oficina.

Estaba leyendo el mensaje de Dante que «confirmaba» que Dean la tiene grande cuando a una voz a mi espalda me sobresalta.

—Hola, Mine.

Salto en el sitio y pego un gritito, girándome para ver de frente a Dean. Tiene una genuina sonrisa en los labios y el cabello rubio retirado hacia atrás de forma sexy y salvaje.

—Lo siento, no quería asustarte —se disculpa mirándome con el ceño fruncido.

Pero tienen que saber disculparme. Hace menos de cinco minutos estábamos hablando del tamaño de su miembro.

—Hola —me obligo a decir, presionando el móvil contra mi pecho, sintiendo mis mejillas arder a causa de la vergüenza.

—¿Estás bien? —pregunta con precaución.

—Sí —respondo, asintiendo. El condenado móvil no deja de sonar con la llegada de nuevos mensajes.

—¿Quieres leer los mensajes? —lanza con una ceja enarcada.

—Pueden esperar —respondo—. ¿Qué tal te fue en el viaje? —pregunto para cambiar de tema.

Sí, a lo mejor se me ha olvidado mencionar que Dean había estado de viaje hace semana y media a no se que sitio porque nunca me entero de nada, por eso no lo he visto ni hemos entrenado juntos desde entonces.

—Agotador —contesta con un suspiro—, por suerte ya estoy de vuelta, así que cuando quieras podremos retomar nuestras lecciones.

—Y yo que me había hecho ilusiones de que se habían terminado —respondo con ironía.

—Pero si lo pasamos genial —repone con una sonrisa llena de burla. No me pasa por alto como sus ojos se clavan unos segundos en mis labios, haciendo que yo automáticamente me los humedezca.

Vuelvo a la realidad cuando una retalía de mensajes vibran. Murmuro una disculpa y miro la pantalla.

Dante ha cambiado el asunto al grupo: «Los 30 cm de Dean.»

Tienes 25 mensajes sin leer de: Los 30 cm de Dean.

«Oh, por todos los santos.»

—¿Seguro que estás bien? —insiste Dean.

—Sí, sí, es que... —balbuceo, mirándolo. ¿De verdad le irá ese rollo de los látigos?—. Es que estaba hablando con Dante de látigos...

«Oh, mierda.»

—¿De látigos? —inquiere, confuso.

—Ya sabes —murmuro, avergonzada—, de esos látigos que se usan...

—¿Estás...? —No puede terminar la frase ya que sus mejillas se ponen casi tan rojas como las mías al decirlo—. ¿Estás hablando de esos látigos? —inquiere pronunciando la palabra con retintín.

—Sí, de esos—respondo tras un incómodo carraspeo.

—¿Y quién quiere usarlos exactamente? —pregunta sin perder detalle de mi rostro.

—Pues, estábamos hablando, hum, de que los usaran con..., con nosotros.

Por Dios..., que la Tierra me trague de una maldita vez y no me suelte jamás. Nunca pensé que tendría esta clase de conversación con Dean.

—¿Y a ti eso te gustaría? ¿Te van ese tipo de cosas? —murmura con la mirada oscurecida.

Me salvo de responder, ya que su teléfono vibra con una llamada entrante. Se disculpa diciendo que tiene que atenderla, que es alguien importante. Suspiro cuando se aleja y vuelvo la atención a mi móvil:



Creo que a Dean sí le van las cosas raras.

Dante: ¿¡Que!?

Isa: ¿Qué?

He estado hablando con él creo que

le van los látigos y las esposas.

Isa: ¿Minerva, estas diciéndonos que acabas de

hablar con Dean de si le va o no el sado?

Dante: No has podido hacerlo.

Isa: Que poco la conoces sino lo crees...

Dejar de lanzarme pullas: se me escapó

lo de los látigos.

Dante: Cuenta el chisme completo

Pues fue Dean quién comenzó a preguntarme

cosas.

Dante: ¿COSAS? ¿QUÉ COSAS?

Pues si me gustaba...

Isa: ¿Si te gustaba qué...?



—Ya he vuelto —dice Dean con una sonrisa—. Por cierto, ¿vas ya al restaurante? Porque voy de camino para allá.

—Sí —contesto con una sonrisa. Bloqueo al mismo tiempo la pantalla.

—¿Quieres que te lleve? —ofrece.

—Claro —respondo, ignorando los menajes que he compartido con Isabella y Dante.

Tal vez no fue buena idea contárselo.

Caminamos en silencio hasta su coche y como el caballero que es, me abre la puerta para que suba. Mientras se dirige al lado del conductor miro mi móvil, que por cierto no ha dejado de sonar.



Isa: Mine, pregúntale si le va el sado.

Dante: Eso, pregúntale.

No voy a preguntarle eso, ¿estáis locos o qué?

Isa ha cambiado el nombre del grupo a: «Cincuenta sombras de Dean»



—Jesucristo —murmuro frotándome las sienes.

—¿Qué pasa? —pregunta Dean, poniéndose el cinturón—. ¿Novedades con lo de los látigos? —Me ahogo con mi propia saliva—. Joder, lo siento, Minerva, estaba bromeando —se disculpa dándome palmaditas en la espalda, pero sin dejar de sonreír.

—Está bien —respondo, recuperando la compostura—. Es solo que..., no soy experta en el tema.

—¿Nunca lo has probado? —inquiere de manera distraída, poniendo en marcha el coche.

—No, ¿y tú? —le pregunto de vuelta.

Este es mi momento para sacarle un poco más de información sobre las preferencias de Dean.

—¿Yo qué? —pregunta con una sonrisita maliciosa en su lindo rostro.

—Ya sabes... —murmuro. No me atrevo a decirlo en voz alta.

—Puede... —responde con un encogimiento de hombros.

—¿Puede...? —lanzo, sorprendida.

—¿Por qué pareces tan sorprendida? —inquiere sin dejar de sonreír—. Ni siquiera lo has probado.

—¿Cómo sabes que no lo he probado? —inquiero a la defensiva.

—Es un poco obvio, ¿no crees? —murmura. Sus ojos oscuros conectan con los míos y me lanza una mirada.

—¿Por qué dices eso? —susurro en su lugar.

—Porque si lo hubieras probado, tus mejillas no estarían tan sonrojadas por hablar del tema —responde.

—Yo... —pero cuando estoy a punto de decir algo, su teléfono comienza a sonar nuevamente.

—Demonios —murmura con un suspiro cansado—. Lo siento, cariño, pero tengo que atender.

Presiona un botón que tiene en el volante y se escucha la voz de una señora que parece ser su secretaria decirle las reuniones programadas que tiene para mañana.

Joder, debe ser agotador.

Sin embargo, me ha dejado un tanto fuera de juego ese cariño... Joder, Dean es demasiado dulce para que le guste el sado, ¿verdad?

¿Verdad?

Abro nuevamente el grupo: treinta mensajes nuevos. Tengo que presionar los labios con fuerza para no carcajearme.



Isa: Minerva, ¿dónde demonios estás?

Dante: No la vuelvas loca: debe estar sacando información para nosotros.

Isa: ¿Para nosotros? ¿De qué hablas?

Dante: Le quiero caer a Dean desde hace años. Si

voy a ser su sumiso, quiero estar preparado.

Isa: Dante, ¿sabes que Dean no es gay?

Dante: Todos dicen lo mismo hasta que prueban.

Isa: Dante, tú y Dean es algo que no va a ocurrir

ni en tus mejores pesadillas.

Dante: Envidiosa: ya te lo has tirado.

Isa: No me lo tiré, ya lo sabes.

Dante: Pero le viste el paquete, entonces,

¿la tiene tan grande como imaginamos?

Isa: Pues..., debajo de los bóxer se veía un buen

paquete, pero, no se la vi parada a sí que no lo sé.

Dante: Minerva, ¿cómo vas?

Que le va el sado, les digo.

Isa: OHPORDIOS

Dante: LO SABÍA

Isa: Cuenta los detalles, demonios.

Le he preguntado si lo había probado y me

contesto un: «puede...»

Isa: No lo habría imaginado nunca, jamás.

Dante: Es que para estas cosas tengo ojo.



Bloqueo la pantalla cuando siento que la risa va a atacarme. Estamos a un par de manzanas del restaurante. Dean me lanza una mirada que me sabe a disculpa sin dejar de escuchar lo que su secretaria dice por el altavoz.

Estaciona frente al restaurante en una maniobra grácil que hace que lo felicite después de hacerlo, debido a que yo necesitaría por lo menos quince maniobras para lograr estacionar bien.

—Me hubiera gustado poder hablar un poco más —comenta a modo de disculpa—. La conversación ha sido interesante, ¿no crees?

—Sí —respondo apartando la mirada tras carraspear.

—¿Crees que algún día podríamos..., no sé, salir a tomar algo?

Me quedo unos cuantos segundos mirándolo fijamente, ya que me sorprende su pregunta.

—Yo...

—Están ahí —alude alguien llamando nuestra atención.

Pierce se acerca con una sonrisita maliciosa, y supongo que por la maraña de mentiras que tejido Isabella, conmigo y con Dean como protagonistas.

—Hola —lo saluda Dean, sonriéndole mientras se dan un varonil apretón de manos.

—Hola, Minerva —me saluda Pierce y para mi completa y total sorpresa, envuelve un posesivo brazo en mi cintura y me acerca a él, dejando un beso en mi mejilla—. ¿Cómo has estado? —me susurra sin dejar de mirarme fijamente.

—Yo... —digo un poco aturdida por su cercanía.

—¿Tú...? —me incita a responder.

Lo único en lo que puedo pensar es en lo cerca que estamos el uno del otro, fuera del restaurante, donde cualquiera puede vernos...

Joder.

Me deshago de su extraño abrazo, alejándome un paso para mirarlo a los ojos, después a Dean y nuevamente a Pierce, sintiendo mis mejillas arder.

—Estoy bien —le respondo apartando la mirada. Sacudo los pantalones en un estado de frenético nerviosismo.

—Ya me he dado cuenta de eso —me contesta Pierce. Desvía la mirada hacia Dean y agrega—. Te he echado en falta: tenemos cosas que hablar.

—No puedo esperar a que me cuentes —le responde Dean con un suspiro, pero sonriendo un poquito.

—Yo, hum, los veo dentro —los despido.

—Hoy te toca atender las mesas, ¿verdad? —me interrumpe Pierce.

—Sí —le contesto con una sonrisa tensa.

—Bien, dile a Isabella que me prepare una mesa en tu zona.

No-me-fastidies.

Asiento, tragándome el «¿Qué?» que tengo en la punta de la lengua mientras avanzo hacia la entrada del restaurante. Una vez en el interior me encuentro con la sonrisa de Isabella, que ojea la lista de las mesas reservadas, teniendo en cuenta que esta a punto de comenzar el servicio del mediodía.

Me acerco farfullando un saludo que la hace clavar sus ojos en los míos.

—¿Por qué parece que hubieras visto al payaso de It comiendo el brazo de un pequeño? —farfulla.

La miro con el ceño fruncido, porque es una extraña manera de decir que me estoy un poco preocupada.

—Voy a hacer como si no hubiera escuchado eso —murmuro. Me acerco para crear un poco de privacidad y agrego—: Pierce necesita que reserves una mesa para él.

—Seguro —contesta garabateando en la libreta—. Lo pondré en la mesa de siempre. Está con Dean, ¿verdad? Suelen almorzar juntos una vez a la semana.

—De hecho... —comienzo diciendo—, dijo que le dieras una mesa en mi plaza.

La cabeza de Isabella se ladea tan, pero tan lentamente que tengo ganas de..., no sé de que tengo ganas.

—Tienes que estar bromeando —murmura con los ojos brillantes a causa de la diversión.

—Me encantaría poder estar de coña, pero no... —murmuro con ironía.

—Esto va a ponerse interesante —canturrea. Su sonrisa es tan amplia que puedo ver sus perfectos y blancos dientes.

—¿Qué es lo que se pondrá interesante? —inquiere Xander, apoyándose en la mesa de manera desgarbada.

—Nada —le contesto antes de que Isabella pueda meter la pata.

Xander me mira con ojos entrecerrados y si bien obligué a Isabella a que desmintiera la mierda que soltó sobre mí y Dean. Ahora su «mejor amigo» me mira de una manera que no sé interpretar.

—¿Seguro? —me pregunta, alternando la mirada en las dos—. Porque cada vez que alguna de ustedes dice nada, pasan cosas muy interesantes.

—¿Saben qué? —espeto, perdiendo la poca paciencia que me queda—. No tengo tiempo para ustedes y sus suposiciones —farfullo caminando hacia los vestidores mientras escucho sus risitas de fondo.

Suspiro sonoramente y termino de cambiarme, rezando mentalmente para que sea lo que sea que suceda este mediodía, nada se vaya al demonio, aunque conociendo mi suerte no me sorprendería.

Desbloqueo mi móvil para corroborar los mensajes antes de comenzar a trabajar, teniendo en cuenta de que todavía me quedan unos preciados cinco minutos.


Tienes 8 mensajes sin leer de: La Pierceconda


—No me jodas... —farfullo cuando me doy cuenta de que es el grupo que creó Dante.


Dante: Creo que le caigo a Pierce.

Isa: Tu siempre le caíste a Pierce.

Dante: ¿Crees que si me hubiera criado contigo,

los hubiera hecho gay?

Isa: No lo creo, les gustan demasiado las vaginas.

Dante: ¿Cómo demonios sabes eso?

Isa: ¿Por qué me crié con ellos? Duh.


Después viene una seguidilla de emojis de bananas, berenjenas y algunos de las manitas que vienen, las cuales tardo unos segundos en entender.


¿Este no era un proyecto para grabar

un tiktok, Dante?

Dante: Pues sí, pero lo han arruinado todo.

Isa: ¿Por qué? Eres tú el que quieres ser famoso,

no nosotras.

Dante: Ya no importa..., de todas modos me

gusta hablar de penes con ustedes.

No me siento cómoda hablando de penes.

Dante: No parecías incómoda preguntándole

a Dean si le iba el sado.

YO NO PREGUNTÉ ESO.

Isa: Sí lo has hecho. Por cierto, Pierce y Dean

están esperando que vengas a atenderlos.

Dante: ¡¡¿Atenderás hoy su mesa?!!



Bloqueo el teléfono, suspirando con fastidio cuando lo guardo en un bolsillo del delantal.

Voy hacia el salón del restaurante, sintiendo los desbocados latidos de mi corazón tronar en mi pecho con nerviosismo. Le rezo a cualquiera sea el santo de los hombres calientes que me ayude a no cometer ninguna idiotez hoy.

O mejor dicho, a no soltar nada que pueda poner mi estabilidad mental en riesgo.

«Más de lo que ya está.»

Trato de comportarme de manera resuelta y tranquila, pero fallo. Fallo porque en cuanto salgo de los vestidores choco contra un cuerpo que deja caer varias bandejas al suelo, haciendo que un estruendo tremendo llame la atención de todo el restaurante.

—Lo siento, lo siento —balbuceo mientras me agacho para ayudar a Tatiana a juntar el desastre.

No se ha roto nada, sin embargo las putas bandejas son ruidosas.

—Te odio —farfulla con los dientes apretados.

Tengo ganas de decirle que en realidad ha sido su culpa, que no tengo rayos X para saber si hay alguien detrás de la puerta. Sin embargo, me lo guardo, ya que siento que mis mejillas van a reventar del ardor.

Cuando me pongo de pie y vuelvo a disculparme —ganándome una maldición por su parte—. Levanto la mirada, encontrándome con los dientes apretados de Isabella intentando luchar contra una carcajada que la llevaría a una sanción de Tronchatoro, que por cierto, viene caminando en mi dirección.

—Mierda... —susurro.

—Wilson, ¿qué demonios ha pasado? —inquiere con los dientes apretados por la furia.

—No ha sido mi culpa —le contesto a modo de respuesta.

—Nunca es culpa tuya —farfulla Katherine simulando una sonrisa tensa, como si todo el puto mundo no se hubiera dado cuenta que en realidad está regañándome—. El señor Greco está esperando en su mesa desde hace tiempo, ¿por qué no la estás atendiendo aun?

—Porque mi turno acaba de empezar —le espeto, porque es la verdad.

—No hagas que ponga una sanción a tu nombre, Wilson —me advierte—: voy a estar vigilándote.

Asiento mientras muerdo el interior de mi mejilla con fuerza, maldiciendo al mundo mientras me pregunto para mis adentros cuanto tiempo hace que esta mujer no es follada.

Suspiro por milésima vez mientras me armo de valor para acercarme a la mesa de Pierce. Una mirada a mi alrededor me dice que será un mediodía tranquilo, por lo que dudo que las horas se me pasen rápido.

—Hola —digo a modo de saludo.

Y claro, me siento una idiota, ya que no hace más de quince minutos que he estado hablando con los dos. Ambos me devuelven el saludo, Pierce repasándome con la mirada, haciendo que tenga ganas de pegarle un puñetazo, teniendo en cuenta que le pedí que no interviniera en mi trabajo.

Esto es todo lo contrario a no intervenir.

—Ya sabemos lo que vamos a pedir —alude Pierce, rechazando la carta que estaba tendiéndole. Espero pacientemente hasta que vuelve a hablar—: Yo pediré una Magret de pato y Dean tomara Rosbife con salsa de vino tinto, termino medio por favor.

—¿Para beber? —pregunto sin desviar la mirada de la libreta en la que apunto.

—Dos agua con gas estará bien —responde.

Me alejo, suspirando con alivio cuando pongo varios pasos de distancia entre ambos.

—¿Día difícil? —inquiere Xander con una sonrisa engreída en su bonita cara.

—No te haces una idea —farfullo.

—Hey —me llama—, con el tiempo te acostumbras a Tronchatoro.

Abro los ojos como platos cuando lo escucho llamarlo de ese modo.

—Demonios, Xander, baja la voz —murmuro con los dientes apretados—. Y no creo que pueda acostumbrarme a ella nunca —agrego.

Lo piensa por unos instantes antes de asentir y murmurar en acuerdo.

—Tienes razón, nunca te acostumbras.

Su respuesta me hace sonreír y sin poder evitarlo, un poco de la molestia se afloja y él, como si supiera el estrés con el que trabajo, me guiña un ojo en respuesta.

Tengo las bebidas de Pierce preparadas, sin embargo cuando me acerco a su mesa me percato que está solo. Dejo las bebidas, intentando no cometer ningún error cuando su mano se cierra en torno a mi muñeca.

—¿Qué? —pregunto sin mirarlo. Los latidos de mi corazón se disparan con su simple contacto.

—¿Estás bien? —me pregunta observando mi rostro.

—Sí, ¿por? —le respondo simulando una sonrisa tranquila.

—Pareces preocupada —repone. Su pulgar recorre el interior de mi muñeca, haciendo que presione mis dientes con fuerza.

—Estoy bien —me obligo a responder, intentando sacar mi mano de su férreo agarre.

—¿Segura? —insiste—. ¿Qué te ha dicho Katherine?

—Pierce, ¿recuerdas lo que hablamos en tu oficina? —sueldo, de repente nerviosa.

—¿Qué de todo? —pregunta con sus impenetrables ojos azules llenos de deseo.

—Que no ibas a intervenir en mi trabajo —le recuerdo en un débil susurro.

Necesito poner límites en el trabajo, pero el condenado no me lo pone fácil, la verdad.

—Lo siento —murmura, retirando la mano de inmediato—. Lo último que deseo es incomodarte, Minerva.

Antes de que pueda responder, Dean se deja caer en la silla, mirándonos y sonriéndome amistosamente.

Me alejo mientras algo amargo se me instala en la boca del estómago, ya que temo que Pierce se aleje de mí. Pero, ¿honestamente? no es buen momento para habladurías: es lo que menos necesito en este momento.

Sin siquiera pretenderlo, la tarde pasa en un borrón, pero cuando estoy retirando los platos de la mesa de Pierce y Dean, su conversación consigue captar mi atención.

—¿No vas a hacer nada? —inquiere Dean, serio.

—Hay muchas cosas que querría hacer —le responde Pierce, y no me pasa por alto la manera en la que me mira—, pero una fiesta organizada por Isabella puede terminar en desastre.

—Es tu cumpleaños —insiste Dean.

Bueno, ya tiene mi atención.

—¿Y? —espeta con desinterés.

—¿Acaso estás demasiado viejo para tu cumpleaños, Pierce? —lo pincha Dean, y clavando sus acaramelados ojos en los míos, agrega—: Anda, Minerva, dile que debe festejar su cumpleaños.

Le dedico una sonrisa incómoda antes de murmurar:

—Nunca celebro mi cumpleaños —confieso.

La cara expresión incrédula de Dean es muy graciosa, sin embargo la mirada de entendimiento de Pierce hace que algo cálido se asiente en mi pecho.

—No me lo puedo creer —murmura, suspirando.

—¿Ves? —lanza Pierce—, festejar los cumpleaños está sobrevalorado.

—Algo vamos a hacer —insiste Dean, implacable.

Termino de juntar su mesa y a medida que me alejo, el entendimiento de que es el cumpleaños de Pierce me golpea de lleno mientras una idea comienza a formarse en mi cabeza.

¿Es una locura? Por supuesto.

¿Eso va a detenerme? Ni en mil años.





***

HOLA HOLA HOLA

PARA LEVANTAR UN POCO ESTE LUNES, LES TRAIGO UNA ACTUALIZACIÓN. 

ESPERO QUE LES HAYA GUSTADO EL CAPÍTULO, POR MI PARTE ME REI MUCHISIMO ESCRIBIENDO LAS LOCURAS DE ESOS TRES EN EL GRUPO...

POR OTRO LADO, ¿QUE CREEN QUE SE LE OCURRIO A MINERVA?

¿TEORÍAS?

NO SE OLVIDEN DE VOTAR Y CONTARME QUE LES PARECIÓ.

SIGANME EN MIS REDES:

INSTA: DBLASSAL

TWITTER: DEBELASSAL

GRACIAS POR ESTAR AQUI

LXS AMO

DEBIE 

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