Perfect Blood: Lo que ocultan...

By LennScritt

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P-A-U-S-A-D-A Un secreto puede desequilibrar los cimientos de una familia; una mentira, independiente de lo q... More

Prefacio
Dedicatoria
Epígrafe
ANTES DE LEER & REPARTO
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8-1
Capítulo 8-2
Capítulo 9
Capítulo 10
Visión

Capítulo 3

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By LennScritt

Clarissa Van Houdret

Sin ya esperar respuesta alguna de su parte, y aburrida de ver todos los días las mismas calles y los cientos de personas que en ellas vivían, caminaban y demás, me dispuse a observar minuciosamente a mi hermano.

Detallé desde la punta de sus cabellos negros esos que, al igual que los míos, ni recibiendo la luz directa del sol, llegaban a tener un reflejo claro.

Habían en el mundo, personas que decían que el cabello negro natural no existía, pero nuestros cabellos contradecían tal creencia, así como los ojos de Elizabeth, o Lizzie, hacían quedar mal a los que decían que los ojos negros no existían tampoco, y aún quienes los portaban era personas ciegas.

Lizzie podía ver tan bien como el resto de los inmortales de nuestra familia, así que, o los humanos estaban equivocados sin remedio, o la vista y coloración de los iris de mi hermana solo se debía a su condición de inmortal.

En fin, Luis iba de nuevo con sus mejores pantalones negros que habían tanta clase como estaban fuera de moda, y su camisa de botones vino que siempre tenía.

Bueno, no es que siempre llevase la misma camisa, es que tenía decenas de camisas del mismo tono, con el mismo corte y tan planchadas e impolutas que no importaría jamás si solo se pusiera tales camisas.

Pero al menos no lo hacía, porque solía intercalar con camisas grises o negras, del mismo corte y toda esa parafelnia. Y, como siempre, se veía genial.

Pasado un rato, cuando ya estábamos en una de las vías principales, Luis puso mala cara, mirando el volante puesto estábamos atrapados a causa del tráfico pesado, posiblemente un accidente y demás cosas.

No entendí el porqué de su amargo gesto, ese que duró sólo unos segundos pues luego volteó su rostro hacia mi, desapareciendo toda amargura de él.

Más no volvió a ser el Luis juguetón por un rato, la amargura, tristeza y cualquier cosa que hubiera pasado por su expresión sin yo darme completa cuenta, solo fueron suplantados por una seriedad a la que debería ya haberme acostumbrado en el rostro del pelinegro pero que todavía me incomodaba ver.

— Está en casa de Alair.

¿Qué? ¿Quién?

— ¿Quién? ¿De qué hablas?

— De Milosh, Clarissa. Milosh está en casa de Alair, porque tú ibas a matarlo. —una mueca de dolor por su parte.

Ah, a ello se refería.

Milosh estaba en casa del abuelo, porque...

— Tiene que ver con mi amenaza del lunes, ¿cierto? Yo... yo no iba completamente en serio, solo... solo necesitaba marcar una distancia entre ustedes y yo, evitar ponerme en peligro.

— ¿En peligro? ¡El único que llegó a estar en peligro de muerte, es Milosh! —levantó la voz, no tanto como para que fuera un grito, pero sí suficiente para preocuparme e incomodarme. — Samuel vio su muerte. Su confirmación hizo que yo también la viera, su sangre manchando el suelo, tus manos siendo las culpables y...

— No sigas. —le interrumpí, pues una ligera incomodidad en el pecho, a la altura de mi corazón me atacó, quizá a causa de sus palabras.

Cuando dejó de hablar, cualquier dolor se volvió inexistente, pero no me puse a pensar en tal suceso, simplemente no pude y no lo logré, porque mi hermano volvió a hablar.

— ¿Cuál fue el motivo, Clarissa? —de nuevo había seriedad más que cualquier cosa en sus palabras, no dolor, no sorpresa, no cariño. Solo seriedad.

— ...

— Sabes perfectamente a qué me refiero. ¿Cuál fue el motivo detrás de tu amenaza? ¿Estás en tus días? ¿Hizo algo que te preocupó en sobremanera? ¿Alguien, o algo, te obligó a entrar en alerta?

Todas sus preguntas me hicieron bajar la cabeza, sonrojarme y apretar entre mis manos la tela de mi falda.

Porque si, ese día llevaba una falda delicada de color negro, acompañada de una camisa sencilla de color ámbar. Pero ese no era el punto, el punto de todo era que yo quería salir de ese coche a tomar aire, a calmarme, a pensar en que diría solo para seguir ocultando la verdad tras mi actuar.

Pero no podía.

Ni Luis se merecía eso, ni yo estaba en posición de seguir tentando mi seguridad por mera terquedad.

Nyx me había estado advirtiendo, yo solo había estado ignorando sus señales y alejando a quien más podía protegerme y más se arriesgaría por ello, solamente porque me aferraba a la nada que ese lugar podía ofrecerme.

Al menos preparada para el regaño que Luis y Milosh me soltarían, cada uno por su parte, por haber ocultado algo tan importante.

— Desde el domingo por la madrugada he estado sintiendo una presencia extraña en mi habitación, no hace nada, pero su mera presencia no me deja dormir. —comencé a contarle, aún cuando sabía que esa presencia venía de parte de Nyx, la diosa contraría de la noche, oscuridad y todos los males, ni Luis ni nadie sabían que yo tenía contacto con ella.

Que va, que ni yo misma sabía como invocarla o algo, pero ella siempre solía advertirme cuando había peligro sobre mi cabeza.

»Llegué a pensar que estaba relacionada con Milosh o alguno de ustedes, ya que Milosh y tú os habíais quedado, sin motivo alguno en mi habitación ese día, y que evitando que se acercaran a mí, la presencia se marcharía tal y como apareció.

Luis me escuchaba, con atención y sin despegar su vista de mi rostro. Yo estaba más que sonrojada, intentando que no me entraran nervios por estar hablando tanto de un tema tan importante y estar también ocultando lo de Nyx.

No me interrumpió aunque se veía a leguas que tenía mil preguntas que quería hacerme, aún cuando se notaba que quería regañarme por hacer de idiota.

Siguió mirándome, expectante, por lo que seguí contando lo que debía. Lo que podía sin exponerme o exponer mi secreto.

— La presencia no se fue, por ello siento que necesito a Milosh a mi alrededor, sé que es de esas personas en las que podría confiar para proteger mi vida aún por sobre la suya.

El tráfico avanzó un poco, nosotros también lo hicimos, pero en completo silencio. Luis se quedó mirando hacia el frente, casi haciendo imposible el que yo le viera los ojos, pero lo hacía, y allí había seriedad, mucha seriedad, la misma que fugazmente se fue, pues sus orbes se desenfocaron, para cuando volvieron a ser normales, no hubo en su expresión nada más que desconcierto.

¿Una visión?

Debía ser eso.

¿Sobre qué?

Solo él y Nyx lo sabrían y, para mí desgracia, no es como si Luis me contara todo lo que veía o Nyx todo lo que acontecía.

Maldita sea.

— ¿Hay algo más?

No respondí, guardé silencio, volviendo a mirar hacia mis manos, las mismas que seguían apresando la tela de mi falda. Mis uñas cortas, mis manos pálidas y femeninas, las pequeñas cicatrices por usar dagas y estacas...

— ¿Clarissa?

Quería guardar esos pequeños detalles para mí, debía hacerlo si no quería marcharme de allí, pero era tarde, el solo escuchar a Luis preocupado me hacía querer hasta contarle lo que había sucedido el día anterior.

El conocimiento era poder, yo tenía el poder de vivir o morir en mis manos, y contar lo que sabía, era perder todo mi poder por el bien de mi vida. La vida de una sangre perfecta.

La vida de alguien que debía estar más que muerta desde el momento mismo de mi nacimiento.

— ¿Qué estás ocultando, Clary?

— Nada.

— Clarissa...

No podía seguir manteniendo la boca cerrada, y era estúpido, porque nada la ataba a ese lugar, nada más que la sensación de comodidad, de falsa seguridad que sentía se estimaría una vez abriera mi boca.

— Ayer por la tarde ví un rastreador. Era un vampiro, vestido completamente de negro a excepción del escudo de la noche plasmado en su traje.

»Era un hijo de Nyx, de la noche, un vampiro y posiblemente enviado por el Príncipe de vuestra especie.

Bye, bye, calma inexistente.

...

Mi hermano no cabía en su asombro, eso era más que claro, y me miraba con la boca abierta.

No, realmente no me estaba mirando, aún cuando sus orbes estaban clavados en mi dirección, su atención estaba clavada en algo intangible que todavía no era real.

Él estaba teniendo una visión, una de las tantas miles que tenía a la semana, esas que de seguro solo significaban tragedia.

Sus pupilas estaban dilatadas, su morada completamente desenfocada de lo presente, de lo normalmente visible para enfocarse en algo que solo él veía y que podía hacerse realidad si no lo evitábamos.

Sus ojos verdes, esos que la gente llegaba a decir que eran iguales a los míos cuando no lo eran, volvieron al presente luego de mucho, y agradecí que estuviéramos estancados, porque podríamos haber causado algún accidente por culpa de esas visiones que él no controlaba.

Había sentido un ligero dolor de cabeza mientras él veía lo que sea que las contrarias quisieran mostrarle, y desapareció apenas volvió al presente, pero no me preocupé por ello. Lo único que se robaba toda mi atención era el vampiro pelinegro con el don raro de la clarividencia que decía ser mi hermano, sumado a la visión caótica que sí pondría fin a algo.

— Llama a casa, a Lucien antes que nada. Debemos marcharnos cuanto antes.

Había terror en toda su expresión. Habia miedo, dolor y repulsión, todo ello a causa de esa visión que había visto.

...

En casa nadie atendía el teléfono. Había repicado más de cinco veces y todavía no habían cogido la llamada. Lizzie debía estar dormida, mi padre y madre debían estar en sus respectivos trabajos.

— Llama a padre, Clarissa. A su trabajo, al móvil, a Alair. ¡A quien sea, por amor a Nyx!

Luis estaba a nada de volverse loco. No había dicho ni una palabra sobre lo que había visto, lo que lo había puesto así. Y yo no me atrevía a preguntar.

Marqué el número de nuestro padre, pulsando más de dos veces cada número, y borrando cada vez, pues cada vez metía más la pata porque las manos me temblaban. Estaba más que nerviosa.

Una vez el número estuvo en la pantalla, pulsé el verde y dí a llamar. El teléfono de la oficina de mi padre no repicó mucho, a los segundos el asistente de Lucien Van Houdret estaba al habla.

—Despacho de Lucien Van Houdret, Abogado. Con quien...

—Transfiere esta llamada a mi padre—dije en cuanto el secretario del mismo descolgó el teléfono.

—Como desee, señorita Van Houdret. —Dijo, identificándome al instante, y luego de un largo pitido, hable, sabiendo que sería mi padre quien escuchase.

—Papá, soy yo, Clary.

— ¿Qué sucede?

— Todavía no lo sé, más es urgente. Luis ha tenido una visión preocupante, está alterado y me ha puesto un tanto nerviosa.

— ¿De que se trata? ¿Como que no lo sabes? ¿No estás acaso con él? —en la última pregunta no percibí nada más que desprecio.

Pero, como todo en ese día, lo ignore, dándole menor importancia. Uy, qué grave error, la que nos hubiéramos ahorrado si yo estuviera más atenta.

— Padre...

La mano de mi hermano, extendida frente a mí fue lo próximo que ví. Quería que le pasara el teléfono y eso hice.

— El príncipe, Lucien. Eso es lo que sucede. El príncipe sabe de Clarissa, un rastreador la vio y ahora ella está en más peligro que nunca.

Un grito desde el otro lado de la línea telefónica, palabras que no comprendí y que hicieron enojar a Luis.

Por amor a todo lo oscuro.

— ¿Y eso a mí en qué me afecta? ¡Llama a toda la puta familia, quieras o no, nos vamos de Nueva York!

Colgó.

Se pasó una mano por su cabello largo y negro, quizá intentando calmarse con tal acción.

Era mi culpa, su enojo era por mi causa y su preocupación también, todo por aferrarme a nada.

— Lu...

— No pienso perderte, hermanita. Ni siquiera el maldito príncipe de la noche me obligará a perderte.

Y, otra vez, no entendí una mierda.

...

Podrían haber sido minutos, pero realmente habían pasado horas antes de que llegáramos a la casa, esa que nos había visto ser y no ser por mucho más tiempo que cualquier otro lugar.

Pero igual no era más que eso: un lugar. Uno que debíamos abandonar.

Luis bajó del coche una vez estacionado, sin darme tiempo a mí de abrir la puerta del asiento de copiloto, ese donde yo iba, pues él rodeó el vehículo a una velocidad de vértigo para abrirla antes de que yo dijera una palabra.

— No tenías que hacerlo. — dije sin siquiera agradecer. Tomé la mochila que tenía mis pertenencias relacionadas al instituto y bajé del coche.

Luis me ignoró, caminando a mí lado con notable impaciencia y en estado de alerta.

Aunque yo lo noté ansioso.

No vi ni rastro de mi familia hasta que la puerta principal de la casa se abrió, revelando tras ella a Milosh cargado de cajas, tantas que no nos vió mientras se encaminaba al garaje.

— Clary, papá quiere verte. —rió Lizzie al vernos entrar a la casa. Inspiré de golpe, dando un paso hacia atrás en falso y casi cayendo de espaldas.

Sí, me dio un susto de muerte, y si por los reflejos de Luis y su gemelo no fuera, ya estaría más que muerta, posiblemente por el golpe, o por el hecho de que habría sangrado y ellos a mí yugular se habrían tirado.

Mamá, que también estaba en el recibidor, caminando de un lado al otro con el teléfono pegado a su oreja, nos ignoró de forma olímpica para seguir hablando, o discutiendo, con quien fuera que estuviera al otro lado del móvil.

— ¿Te asusté? —preguntó la mocosa.

— No, ¿tú qué crees? Casi me mandas a vivir con Nyx, Elizabeth.

Se rió, una risita dulce y alegre, pero daba miedito y todo eso. Elizabeth Van Houdret era una mocosa que todo lo que hacía tenía un trasfondo nada lindo.

Era manipuladora y aterradora desde siempre, jamás me había dado una vibra diferente, ni siquiera cuando era tan solo una niña pequeña con colmillos y sed de sangre.

Un estremecimiento intentó hacerse con mi columna vertebral y todo lo ser, pero lo retuve y aclare mi garganta para hablarle a esa criatura.

— ¿Dónde está papá, Lizzie?

— En el comedor. Dice que solo quiere verte a ti, humana.

Editado.
Dom, 04/04/2021

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