Capítulo 2

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Clarissa Van Houdret

Bellezas con ruedas, eso eran los coches de mi familia. Coches costosos, todos del mismo color azul oscuro que podría pasar por negro, bestias silenciosas y hermosas, eso era lo que mi padre compraba cada que compraba un coche. Pero, por Nyx, era obvio que podía hacerlo cuando quisiera, porque el dinero se le amontonaba desde mucho antes de mi nacimiento.

¡Eran vampiros! Habían tenido una eternidad para hacerse una fortuna como ninguna, y con ella podrían comprar bellezas como ese Porsche de Luis, ese que había sido el que me acerco al instituto ese primer día de la que sería una caótica semana.

— ¿A qué hora sales? —preguntó Luis apenas me bajé del Porsche. Sus ojos de un imposible verde esmeralda, ocultos tras lentillas que intentaban imitar el jade de los míos, y cubiertos también con lentes de sol que de seguro le dificultaban al menos un poco la visión.

¿Quién podría ver con tantos cristales? Solo Luis, y yo no podía estar completamente segura de ello.

— Algo después de las 13:30 ¿Por? —respondí, porque no era algo que él supiera, pues Milosh solía llevarme y recogerme, también solía desviarse hacía bibliotecas solo por cumplir mis caprichos, o restaurantes y lugares que fueran de mi agrado.

Por eso nunca solíamos llegar a las horas correspondientes a casa.

— Nada. Nos vemos luego, Clar. —me corrió, así sin más, tirando mi bolsa de seguro sin medir su fuerza. Casi me caí, pero logré evitarlo, agradeciendo a Nyx llevar un vestido fresco y zapatillas deportivas en vez de tacos.

Rió, antes de volver a poner en marcha el coche y conducir hasta desaparecer por las ruidosas calles de Manhattan, dejándome allí, en frente del instituto del que posiblemente no me graduaría. Y dejándome con un mal sabor en

Luego de que Luis se marchase, me dirigí a las aburridas clases que me esperaban en esa jornada.

Entre al gran edificio sin gana alguna más con la pesada obligación que me había auto-impuesto años atrás. Me había prometido que terminaría la escuela, que me graduaría, aun cuando estaba retrasada por unos cuantos años, y que intentaría salir siendo una de las mejores de mi clase. Para cumplir con esa promesa, evite cualquier contacto con el resto de los humanos en el instituto, para mi bien y el de ellos, pues les podría poner en peligro si les acercaba a mis hermanos y mi corazón sufriría si me tocaba mudarme de nuevo y dejaba a mis amistades atrás. Ya había pasado antes.

Los grises pasillos llenos de adolescentes menores me engulleron rápidamente y sin compasión alguna, por lo que me dirigí a mi casillero, a penas dispuesta a ir y cumplir con mi obligación de recibir clases.

...

Me senté en la única mesa compartida que estaba completamente vacía a espera de que ingresara el profesor que impartiría la primera clase de un lunes por la mañana: Sociales.

Los minutos pasaban con pereza y, como yo también tenía bastante de esa, puse ambos brazos sobre la madera de la mesa y mi cabeza sobre los mismos, quedando así en una posición que me era cómoda y cerré los ojos, esperando que con tales acciones la energía que no había recuperado tras más de 14 horas de sueño, volviese a mí. No lo hizo.

En realidad, ni siquiera tuvo la oportunidad de intentar volver. Alguien movió la silla de la mesa compartida que había sido diseñada para que dos personas hicieran el vago intento de estudiar en ellas. Me erguí. A mi lado se había sentado nada más y nada menos que Adam Wolk, uno de los únicos dos vampiros con los que me había topado dentro del instituto.

Perfect Blood: Lo que ocultan los CaídosWhere stories live. Discover now