Capítulo 4

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Clarissa Van Houdret

— ¿Por qué es así?

— ¿Así? ¿Cómo?

— Así de aterradora, directa, orgullosa... —cada adjetivo lo enumeré con mis dedos mientras caminaba junto a Luis hacia el comedor, también estando acompañados por Samuel, quien afirmó haber terminado de hacer lo que le correspondía relacionado a la mudanza.

Aunque Samuel era más una sombra tras nosotros, guardando completo silencio, tanto que hasta momia parecía.

— Alguien de nosotros debería ser fuerte e imposible de dejarse amedrentar, ¿Sabes?

— ¿No era Milosh?

— Alguien de los pelinegros de la familia, además de ti, claro.

— Si, si. Como tú digas. —la conversación murió allí, puesto que llegamos al comedor y solo yo debía entrar allí para escuchar lo que mi padre tenía para decirme.

— ¿Quieres que te esperemos acá? —habló Samuel por los dos, abriendo la boca por primera vez en el día, al menos estando yo presente.

— Es nuestro padre, estaré perfectamente y vosotros debéis hacer otras cosas. —musité mientras abría las puertas dobles y pesadas que separaban la sala del comedor.

Entre, dejándolos afuera, solo para toparme con la mirada cansada de mi padre, la preocupación en las arrugas que se hacían en su rostro y el arrepentimiento que se veía en todo el, como si se tratara de un aura colorida y llamativa a su alrededor.

— Toma asiento, Clarissa. —señaló el asiento más alejado a dónde él estaba, y más cercano a la puerta que yo recién había cerrado.

Hice lo que me indicó, viendo con recelo un plato con comida que justo estaba en el lado de la gigante mesa para diez individuos donde él me había señalado para sentarme.

— Clarissa, no es el mejor momento para que te pongas en plan: no quiero comer, como una niña malcriada.

Papá lo sabía, todos lo sabían en esa casa porque no era un secreto. No estaba alimentándome como debía, solía comer alguna chuchería o fruta en la mañana y más nada, todo porque nada le apetecía.

— Padre... No tengo hambre.

Suspiró, mirando hacia la mesa antes de hablar, ignorando mi respuesta y sin decir nada al notar que yo no toque en ningún momento el plato de comida, aún cuando lo único que tenía en el estómago era una barra dietetica que había ingerido al despertarme, muchas horas antes.

— ¿Qué fue lo que Luis vio? ¿Que lo alteró de tal manera?

¿Acaso yo tenía cara de saberlo? ¡Luis no me había contado nada de nada en relación a su visión!

— No lo sé.

Padre se levantó, sin dirigirme la mirada, comenzando a caminar de un lado a otro.

— ¿Nada de nada?

Negué.

Suspiró y no dijo más, solo señaló el plato de comida con una ceja alzada, ejerciendo presión con su mirada, intentando motivarme a comer algo.

Sus intentos valieron la pena, pero solo un poco. Me forcé a levantar un cubierto, poniendo en él algo de comida, y llevarla a mí boca.

No mastique, solo trague, para luego repetir el procedimiento tres veces más.

— Hice que Milosh llevara todas tus cosas al Mercedes.

¿Qué?

Al Mercedes. —repetí incrédula. Padre solía comprar muchos coches, eso era cierto, en algún momento me había regalado incluso un Porsche, que había sido mi medio de transporte por mucho tiempo, hasta que Milosh se tomó el grandioso placer de volverlo cacharro irreparable.

Perfect Blood: Lo que ocultan los CaídosWhere stories live. Discover now