Capítulo 5

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Narrador Omnisciente

Todos los de su especie solían mentir en lo que a sus apellidos respectaba.

Arel Covenant, claramente no era la excepción. Aunque la pereza era y sería siempre su verdadero nombre, él diría que Covenant era el apellido que le identificaba, aún cuando ese a nada lo ataba.

Aunque, si éramos completamente sinceros, el motivo de que él ocultara con uñas y dientes su verdadero apellido, dejándolo bajo la sombra de su identidad falsa, era ese. El simple hecho de que odiaba estar atado a sus orígenes, a su familia, a su padre y su maldición eterna.

Si ellos estuvieran muertos, el caído rastreador con más renombre en el mundo, podría volver a usar el Leniswo como su apellido sin ningún problema, pero eran tan escurridizos que realmente suponían un problema para él y sus metas.

Todo lo contrario a la humana, esa que le ayudaría a poner una sonrisa perversa en los labios del príncipe, su supuesto primo y quién estaba "bendito" con la supuesta Abnegación del Eterno.

Y por ello es que se había levantado de su cama esa semana. Algo, o alguien, había estado perturbando sus sueños durante los últimos siete días y eso a él le había molestado un montón, pero también le había motivado a usar su don, luego de un eón sin hacerlo, solo para encontrar la fuente de tal molestia y erradicarla de una vez por todas, para poder descansar de nuevo en su largo y casi ininterrumpido sueño.

No fue un gran reto, eso lo desilusionó un montón, pero la satisfacción de ser el que encontrara nuevamente a una de ellas, a una sangre perfecta.

Claro que él no podría ponerle un solo dedo encima, pero al menos podría disfrutar de ser el que le diera la esperada y temida noticia al pelele aguado ese que tenía por primo político según sabía la humanidad.

...

Los pasillos de Palacio pasaron como un borrón ante su perezosa y rojiza mirada, mientras él iba a una velocidad que era humanamente imposible de alcanzar.

La servidumbre de Palacio lo vió, más nadie dijo una sola palabra en su contra, nadie quería perder su vida a manos del Conde Oscuro, ese que entre los inmortales tenía fama de llevar siempre mal humor disfrazado de sarcasmo.

Por lo tanto, Arel caminaba a la velocidad que le placiera sin importarle quien lo viera, tal como si Palacio fuera su propiedad, nada más lejos de la realidad.

Pero, si el mismísimo príncipe no hacía nada por evitar que Covenant caminara a sus anchas por Palacio cada que quisiera, quién lo haría.

Nadie, era la verdadera respuesta.

Llegó a su objetivo, la oficina de su alteza, y entró a ella, siendo recibido con una mueca expectante.

— La encontré, querido primito. —Adrien Flighliero le miró completamente extrañado.

No sabiendo a qué se refería, ignorando también el diminutivo estúpido.

— ¿Qué encontraste, Arel?

— A la humana, a la sangre perfecta de este siglo.

Y listo, así como así, con esas palabras, fue sellado el destino de Clarissa Van Houdret. El de un Príncipe y otros dos inmortales.

También el del mundo y toda una especie.

Porque, trágicamente, el que mentía al decir su nombre y planeaba exterminar a los suyos, entregó en bandeja de plata la vida de una mortal, que de mortal solo el nombre tenía, a la única persona que podría destruir la tranquilidad del mundo, fuera cual fuera su decisión.

Editado. Mar, 06/04/2021

Perfect Blood: Lo que ocultan los CaídosWhere stories live. Discover now