Pecado con sabor a chocolate...

Par DeBeLassal

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Minerva es una joven llegada hace poco tiempo a la ciudad de Nueva York, con la ilusión de trabajar para uno... Plus

SINOPSIS
PRÓLOGO
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISEIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE
CAPÍTULO VEINTE
CAPÍTULO VEINTIUNO (PARTE UNO)
CAPÍTULO VEINIUNO (PARTE DOS)
CAPÍTULO VEINTIDÓS
CAPÍTULO VEINTITRÉS
CAPÍTULO VEINTICUATRO
CAPÍTULO VEINTISÉIS
EXTRA ISABELLA
CAPÍTULO VEINTISIETE
CAPÍTULO VEINTIOCHO
CAPÍTULO VEINTINUEVE
CAPÍTULO TREINTA
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE
CAPÍTULO CUARENTA
CAPÍTULO CUARENTA Y UNO
CAPÍTULO CUARENTA Y DOS
CAPÍTULO CUARENTA Y TRES
CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO
CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO
CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS
CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE
CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO
CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE
CAPÍTULO CINCUENTA
EPÍLOGO
AGRADECIMIENTOS Y AVISO IMPORTANTE

CAPÍTULO VEINTICINCO

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Par DeBeLassal

LOS RECUERDOS QUE LLEVO DENTRO 




Me despierto de repente luego de aquel sueño, con la respiración agitada, sin embargo —sorprendentemente—, no estoy llorando como suele pasarme.

Froto mi pecho en un vago intento de apaciguar los desbocados latidos de mi corazón por el maldito sueño tan vívido, tan real, como si tanto mi cuerpo como mi mente se hubieran trasladado allí, a ese momento...

Pimienta duerme acurrucado a mi lado y cuando mis ojos se clavan en la hora, me percato que en cuestión de nada serán las seis de la tarde...

Y entró a trabajar a las siete, joder.

Luego de dejar muy temprano en la mañana a Genevieve —volviendo casi al mediodia a casa debido al transito—, me tire un rato en mi cama debido al cansancio, sin siquiera percatarme de poner una alarma, no creyendo que podría dormirme tan profundamente. 

Me levanto de un salto, Pimienta gimiendo en protesta por mi abrupto, de todas maneras no tengo tiempo para hacerle caricias justo ahora.

Me cambio rápidamente, farfullando insultos debido a que tengo mi departamento hecho un desastre y acabo de tropezar con par de zapatillas, doblando mi tobillo en el proceso.

Acaricio la cabeza de mi gato a modo de despedida, antes de salir prácticamente corriendo de mi departamento.

En cuestión de minutos llego a la parada del metro, sintiendo la respiración acelerada y a punto de vomitar el corazón.

Suspiro cuando logro tener un asiento vacío y me dejo caer con pesadez en él, suspirando con alivio luego de tremenda carrera que me pegue para llegar a tiempo a la estación.

Conecto mis auriculares a la musica de mi telefono, que no tarda en desprender alegres melodías, sin embargo es inevitable que los recuerdos de aquella noche no vuelvan a mi...



Annalise estaba profundamente dormida, acurrucada bajo todas las mantas posibles, debido a que en su habitación siempre hacía frio, es por eso que su corazón se saltó un par de latidos cuando alguien la destapó de repente y comenzó a farfullar cosas que en un principio —debido a la bruma de sueño— no entendió.

—¿Dónde demonios está? —Farfulló Harold, a quien logró distinguir entre la oscuridad. —¿Dónde. Putas. Esta? —Preguntó lentamente, mirando hacia todos lados en su habitación.

—¿Hardy? —Preguntó Annalise confundida. —¿Dónde está quién?

—Ya sabes quien —respondió él con los dientes apretados. —¿Dónde lo escondiste?

—¿Dónde escondí a quien? —Insistió ella, no tenía idea de que estaba hablando, mientras se sentaba en su cama. —¿De qué estás hablando?

—No te hagas la estúpida —dijo él con furia mientras se acercaba a ella, tomándola con fuerza por los brazos. —¿Dónde lo escondiste?

En ese momento —mientras lo observaba en detalle—, Annalise se dio cuenta de dos cosas:

La primera era que Harold tenía olor a alcohol y aquello le recordaba a su padre y eso no era algo que la pusiera feliz.

Y segundo, su rostro estaba todo magullado.

—¿Qué te pasó en el rostro? —Preguntó ella, ignorando el dolor que sentía en sus brazos.

Harold la miró por unos instantes fijamente, como si estuviera por fin volviendo en sí, mientras aflojaba lentamente el agarre de sus brazos.

—¿Por qué estuviste llorando? —Preguntó de repente, esta vez hablando con más calma.

Es que cada vez que ella lloraba, la cara se le hinchaba mucho, su nariz quedaba roja y los ojos prácticamente no podía abrirlos.

—¿Por qué crees? —Susurro ella, sus ojos llenándose de lágrimas otra vez antes de apartar la mirada, no queria que la viera llorar, que la viera asi de debil, mientras volvian a su cabeza todas las cosas horribles que él le había dicho. 

—No, Ann —dijo él de repente, poniendo sus manos en sus mejillas. —No llores, nena.

—¿Qué te pasó? —Insistió ella, al ver su pómulo hinchado y su labio partido.

—Nada que deba preocuparte —murmuró él. —Estabas llorando por mi culpa, ¿verdad?

—No —mintió ella, solándose de su agarre y apartándose, debido a que recordó lo dolida que se había con todo lo que él le había dicho unas horas atrás.

—Ann...

—No —lo cortó ella  nuevamente y suspirando, agregó: —Vamos a limpiar esas heridas...

Y sin esperar respuesta, se dirigió a su cuarto de baño privado, donde siempre guardaba un botiquín.

Harold entró luego de unos instantes detrás de ella y Annalise le ordenó que se sentara en el retrete, teniendo en cuenta que era bastante más alto que ella y de aquella manera sería más fácil curar sus heridas.

Tragó saliva con dificultad cuando su hermoso rostro estuvo frente a ella. Harold la miraba de una forma a la que no podía acostumbrarse, como si fuera lo más hermoso que había visto nunca.

La miraba como si Annalise fuera de cristal.

Humedeció el algodón con un poco de yodo antes de comenzar a pasarlo lentamente por sus heridas, teniendo cuidado de no hacerle daño y apretando los dientes con fuerza cada vez que hacía una mueca de dolor.

Aquello era algo que había hecho cuando su padre se la había llevado hacía algún tiempo, cuando fue obligada a vivir con él en ese lujoso departamento y si bien no era mucho lo que pasaban juntos, había veces que él le pedía a Annalise a mitad de la noche que lo ayudara, debido a que con su estado de ebriedad no podía encontrar nada.

Annalise empezó a llorar en silencio sin darse cuenta, cuando todos aquellos recuerdos llegaron, cuando fue separada de su abuela y de él, Harold debería haber sabido que llegar de aquella manera iba a lastimarla.

Iba a hacerla recordar. 

—Lo siento —murmuró él cuando la primer lágrima de ella cayó en su mejilla. —Lo siento, nena, lo siento tanto —dijo, rodeando su cintura con sus enormes brazos y apoyando su rostro en su vientre.

Annalise no le devolvió el abrazo por que aún seguía enojada, porque no siempre un perdón podía solucionar todo.

—Debes irte —dijo ella en su lugar. —Genevieve no puede verte aquí.

—Perdóname, Ann.

—¿Por qué, exactamente? —Dijo ella, haciendo sus manos en puño, luchando con el impulso de enredar sus manos en su cabello e ignorando las mariposas en su estómago por el contacto de él en su cuerpo.

—Por todo... —susurró él, clavando sus ojos en los de ella, la angustia reflejada en su mirada.

—Entraste aquí buscando a alguien, ¿con quien creíste que estaba?

Harold agachó la mirada, avergonzado.

—Harold...

—Lo siento.

—Debes irte... —respondió ella al ver su evasiva a responder.

—No —dijo él, levantando la mirada. —Por favor, Ann, por favor, perdóname.

—¿A quién estabas buscando? —Volvió a preguntar.

—Creí que estabas con alguien...

—¿Por qué creíste eso? —Dijo ella, alejándose de sus brazos y cruzándolos en su pecho.

—Por que...

—¿Por qué...? —Lo incitó a seguir hablando.

—Por que tal vez Lisa sugirió que no habías ido a la fiesta porque estabas con alguien más.

Annalise se hizo otro paso hacia atrás, sintiendo como si le hubieran dado un golpe en el pecho.

—¿Y tú le creíste? —Susurro ella, dolida. —Tu le creíste —termino confirmando al ver la culpa reflejada en su rostro, seguido de su silencio. —Hemos terminado.

—¿Qué? —Dijo él, poniéndose de pie.

—Lo que escuchaste —rebatió ella, firme con la decisión que acababa de tomar, a pesar de que aquello le rompiera el corazón. —Hemos terminado.

—No puedes terminarme... —dijo él, con una sonrisa sobradora.

—¿Qué es lo que estás haciendo conmigo, Harold? —Dijo ella, su voz quebrándose al final. —¿Por qué estás conmigo?

—¿Qué quieres decir...? —Preguntó él confundido.

—Hoy me dijiste que parecía una puta —escupió en su rostro, ignorando la mueca de dolor que se reflejó en sus facciones. —Luego insinuaste que quería estar con alguien más, cuando tu eres lo único que tengo, lo único que importa —agrego —y ahora vienes aquí, gritando y poniéndote de esa manera, insinuando que estoy con alguien más, cuando esta noche me dormí llorando por nuestra pelea —para cuando termino de decir eso, Annalise estaba llorando demasiado, tanto que casi le costaba respirar. —Sabias que si venias en este estado me recordarías aquella época que estuve lejos... —susurró con la voz rota, mirándolo de manera acusadora.

—Oh mierda —dijo él, tomándose los cabellos de la cabeza con nerviosismo. —Por favor, Ann, lo siento, joder, lo siento mucho... —comenzó a decir con desesperación al percatarse de lo que había hecho. 

Los recuerdos que había despertado en ella.

Annalise por su parte aparto la mirada, en un vago intento de esconder sus lágrimas, antes de salir del baño nuevamente a su habitación.

—¡Ann, joder! —lo escuchó gritar, seguido por algo siendo arrojado al piso con furia.

Saltó en su lugar y cuando se giró, Harold se había arrodillado en el piso y tomado de la cintura nuevamente, envolviéndola en un apretado abrazo.

—Perdóname, nena, que sin ti no existo, por favor, perdóname... —repetía sin parar una y otra vez.

Las lágrimas caían de sus ojos sin parar, a medida que el dolor de cabeza volvía a formarse.

Cómo dolía, demonios, como dolía discutir con él, como dolía sentirse de esta manera.

—Ann, por favor, nena... —susurró él otra vez.

Su aliento humedeció su enorme remera de pijama —en realidad era una vieja remera de Harold que ella le había robado hacía algún tiempo—. Un escalofrío le recorrió el cuerpo entero cuando él hizo aquello, cuando las palabras seguían saliendo de su boca sin parar.

Harold pareció percatarse de lo que aquello le produjo a Annalise, por que luego de unos segundos, comenzó a dejar besos allí en su vientre.

En un principio fueron pequeños toques de sus labios, casi inocentes, pero cuando vino el primer mordisco, Annalise salto en su lugar y colocó sus manos en sus hombros.

En ese momento los ojos de Harold se encontraron con los de ella y de repente tenían un brillo que ella no le había visto nunca.

Las manos de él bajaron lentamente a su trasero, sus yemas apenas si rozaban la remera y fue en ese momento que se percató de que si bien la remera le llegaba casi a las rodillas, debajo solo traía unas simples bragas.

Quiso detenerlo, en verdad quiso, sin embargo había cierta curiosidad en lo que estaban haciendo que llamaban muchísimo su atención y que a decir verdad, nunca se había animado a experimentar.

Lo vio tragar saliva con dificultad en el momento exacto que sus manos tocaron la piel de Annalise, erizándola por completo.

Sus ojos color verde claro seguían clavados en los de ella, a medida que sus manos acariciaban en forma ascendente su piel, piel que nunca antes nadie había tocado.

De repente, cuando las manos de Hardy tocaron el principio de sus bragas, se detuvo y ella se sintió expectante.

Confundida.

Con un cosquilleo en su vientre intenso, uno que no se comparaba en nada a las mariposas que solía sentir siempre.

Quería decirle a Harold que continuara, que siguiera con su exploración, pero no se animaba, mierda, que era demasiado inexperta en este tema.

Sin embargo él pareció entenderlo sin necesidad de que ella dijera nada, por que muy lentamente comenzó a levantar la remera hasta que el principio de sus bragas se asomaron.

La respiración de Annalise era un maldito desastre, y la de Harold también, que todavía no había bajado los ojos, sino que los tenia fijos en los de ella.

Quiso decir algo, aunque no supiera muy bien qué, de todas maneras se aguanto, porque no quería arruinar el momento, no quería decir algo que quitara el brillo de deseo en la mirada de él.

La mano de él que se encontraba en su trasero, las manos simplemente apoyadas sin ejercer presión. Comenzó a descender solo un poco, hasta que las puntas de sus dedos rozaron en su centro.

Annalise saltó en su lugar, supuso que por la impresión de que la tocara allí donde ni ella se había atrevido a tocarse, de todas maneras no le pidió que parara, no le pidió tampoco que siguiera.

Sus dedos se movían casi de manera imperceptible, una mano allí entre sus piernas y la otra sosteniendo la remera en alto, casi dejando a la vista su estómago plano.

Su rostro comenzó a acercarse lentamente a su vientre y una vez allí, cerrando los ojos, Harold dejo un beso.

Un beso que la hizo suspirar.

Un beso que hizo que sus propios ojos se cerraran.

Las ágiles  manos de Harold de repente se cerraron en su remera y la subieron, la subieron hasta que Annalise se dio cuenta de estaría casi desnuda, teniendo en cuenta que ella no dormía con sujetador.

—No —dijo, asustada.

—Déjame mostrarte lo mucho que me gustas —susurro él, poniéndose lentamente de pie. —Déjame que te demuestre lo hermosa que me resultas, lo única que eres, Ann...

—Pero...

—Shhh —dijo él, dejando un casto beso en sus labios. —Nada malo va a pasarte —prometió—, nunca te lastimare, Ann, sabes eso.

—Lo sé —dijo ella, asintiendo.

Sin dejar de mirarla a los ojos, Harold terminó de quitarle la remera y ella de inmediato cruzó su brazo en su pecho para taparse.

Él le sonrió de manera dulce, como si le enterneciera su reacción.

—Vamos a la cama —murmuro, volviendo a besarla, sin embargo esta vez prolongó el beso.

Si había algo que siempre había obsesionado a Annalise, era la manera en la que Harold besaba...

Sus besos le resultaban adictivos.

Todavía con una mano cubriendo sus pechos, Annalise pasó su mano libre por sobre el cuello de él, atrayéndolo a ella para profundizar el beso y el contacto de sus lenguas, las manos de Harold tocando la piel de su espalda desnuda.

Volvió a sentir un tirón en el vientre, y algo incómodo en su centro, algo a lo que no supo ponerle nombre.

Harold acostó a Annalise con delicadeza en la cama desarmada detrás de ella y fue en ese momento que lo sintió, algo duro entre las piernas de él y aquello la paralizó por completo.

—No... —murmuro, intentando apartarlo.

—Annalise —dijo él con voz ronca. —No vamos a hacer nada que no quieras —la tranquilizo. —Solo quiero sentirte, ¿tú no quieres sentirme a mi?

Ella tragó saliva con dificultad, antes de asentir.

—Voy a sacar mi camiseta, ¿esta bien? —susurro.

—Si —respondió ella, también en un susurro.

El cuerpo de Harold era hermoso, no había otra manera de describirlo y aquello era debido a la cantidad de ejercicio que hacía, siempre manteniéndose ocupado con algo nuevo.

Su piel era de un color dorado, sus músculos estaban bastante marcados a pesar de la edad que tenían y debajo de su ombligo había un hilo de vello color rubio.

Annalise se ruborizó cuando siguió el camino de aquel vello.

Harold se dejó caer encima de ella nuevamente, y por Dios, el primer contacto de sus pieles desnudas hizo estragos con su organismo.

De todas maneras ella seguia sintiéndose incómoda, torpe, inútil...

—Nunca nada se sintió tan bien —dijo él de repente, sacándola de sus pensamientos. —Nunca nada se sintió como tú.

Y tal vez fue la manera en la que Harold estaba mirandola, sus ojos tenían un brillo que ella nunca le había visto y en ese momento lo entendió, entendió que ella podía ser torpe en cuanto a estos temas, pero eso a él no le importaba, porque él la miraba como la cosa más preciada que tenía.

Annalise sonrió, sonrió cuando se sintió de aquella manera, cuando se sintió tan importante para alguien y a Harold —como si fuera posible—, se le iluminaron aún más sus ojos verdes, y ella muy lentamente quitó el brazo que los separaba y cuando sus pechos desnudos entraron en contacto...

Esta clase de sensaciones no podían ser buenas para su salud, pensó en un momento de lucidez.

Levantó un poco la cabeza para besarlo profundamente, sus lenguas desesperadas por entrar en contacto, el suspiro cargado de necesidad que se mezcló en sus bocas y de repente Annalise necesitando algo, algo que no tenia idea que era...

Las caderas de Harold se mecieron para chocar con las de ella y aquello le supo a gloria, y de repente los besos se hicieron desesperados, las manos buscaban tocar más y sus pieles sentir más piel.

Las manos de él viajaron hacia abajo, tirando de sus bragas y Annalise estaba tan perdida en la bruma de aquellas nuevas sensaciones que no se percató de lo rápido que estaba yendo todo...

El cuerpo de él en un momento se ladeo hacia atrás y cuando ella quiso darse cuenta, él estaba tambien desnudo sobre su cuerpo...

—Y-yo... —susurró ella, cuando sintió algo en su centro, haciendo una presión insistente.

—Déjame hacerte mía, Ann... —murmuró él con desesperación—, déjame, por favor.

Mientras decía aquellas palabras, Annalise sintió un tirón que la hizo gritar, cuando él se hundió profundamente en ella, fue tal el dolor que las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas, mientras las uñas de sus dedos se clavaban en la piel de los hombros de Harold, abriendola.

—D-duele mucho —se obligó a decir, sin dejar de llorar. —Por favor..., por favor...

—Shhhh —murmuró él sin moverse, sin dejar de lastimarla.

—Hardy —sollozo.

—Ya va a pasar, cariño —dijo él con esfuerzo—, ya va a pasar...

—No, sal —insistió.

—No —murmuró, intentando besarla pero ella apartó el rostro. —Ann...

—No —repitió ella, intentando cerrar sus piernas, pero él estaba en medio y no lo permitía, y lo sentía tan adentro, tanto ardor en su centro que sentía que nunca dejaria de doler.

—Lo siento, preciosa —susurró con voz ahogada. —Joder, Ann, lo siento mucho...

Cuando aquellas palabras salieron de su boca, medio se hizo hacía atrás y ella sintió unos segundos de alivio, creyendo que él iba a salir por completo de ella, sin embargo volvió a adentrarse en ella nuevamente, y ambos jadearon al mismo tiempo.

—Harold, basta... —lloro ella.

Y cuando él la miró a los ojos, limpio sus lágrimas con sus manos, para luego besarla profundamente, sin moverse, solo permaneciendo allí dentro de ella, con su interior palpitando de dolor, de dolor y algo más...

Las lágrimas de ella caían en pesadas gotas en sus sábanas, de todas maneras devolvió el beso, devolvió el beso porque quería concentrarse en otra cosa que no fuera aquel dolor y ese palpitar, muy lentamente, comenzó a menguar, a ser reemplazado por otra cosa y cuando Harold profundizó el beso, cuando él apenas se movió, ella gimió en su boca.

Aquello fue lo que ambos necesitaron para relajarse y disfrutar, esa fue la señal de Annalise para empezar a moverse nuevamente y él así lo hizo, teniendo cuidado, él estaba siendo cuidadoso, se dio cuenta Annalise.

Estaba yendo despacio para no lastimarla.

Para no lastimarla aún más...

La frente de él estaba perlada de sudor, sin embargo se había echado un poco hacia atrás para poder mirarla a los ojos.

Annalise no iba a llegar al clímax, sabía eso, si bien ya no le dolía de aquella manera insoportable, si bien sentía un cosquilleo allí en su vientre, algo que le hacía saber que en algún momento seguramente disfrutaría del sexo.

Si es que había próxima vez.

De repente Harold comenzó a moverse con más velocidad, a gemir un poco más fuerte y cuando ella supo que llegaría al clímax, él salió de adentro suyo y se vino sobre su vientre.

Lo único que se escuchaban eran las pesadas respiraciones de ambos, los jadeos incontrolables. 

Annalise ya no estaba llorando, sin embargo no se sentía cómoda, no se sentía bien con lo que acababa de pasar, con lo que habían hecho.

Harold dejó un beso en su frente antes de ponerse de pie, lo escuchó remover allí su ropa y comenzar a vestirse.

¿Acaso iba a irse? ¿Tan malo había sido?

Annalise comenzó a llorar de nuevo.

De todas maneras salto en su lugar cuando sintió algo húmedo en su vientre y cuando levantó su rostro, vio que era Harold con una toalla que había tomado de su baño, limpiando su vientre y luego su centro y fue en ese momento que ella lo vio...

—Mierda... —farfulló, sentandose.

—Tranquila, es normal —dijo él, aunque no la miraba.

Annalise, nunca, jamas en su vida, se había sentido tan mal, tan incómoda.

Cerró sus piernas de repente, ignorando el dolor punzante que sintió.

Logró sacar las piernas de la cama y se bajó de ella, tapando su cuerpo hasta que encontró su remera y logró ponersela.

—Ann...

Se encerró en el baño antes de que él pudiera alcanzarla, poniendo pestillo y luego se dirigió al lavado, donde abrió la bañera y se limpio.

Por suerte siempre guardaba ropa interior en su baño, por lo que logro ponerselas con cuidado.

Demonios, cómo ardía, pensó con un siseo cuando la braga toco con la piel sensible, todavía sangrando un poco. 

—¿Ann...? —Se escuchó la voz de Harold, acojonada del otro lado de la puerta.

¿Todavia seguia aqui?

—¿Estás bien? —Preguntó cuando ella no respondió.

—Si —se obligó a responder. —Debes irte...

—¿Que? ¿Por qué? —Preguntó.

—Genevieve no tarda en llegar, no puede encontrarte aqui, debes irte —repitió desde el otro lado de la puerta.

—Ann... por favor, sal para que pueda ver que estás bien.

—Estoy bien.

—Annalise, sal —insistió.

Ella abrió la puerta, aunque no lo miró a la cara, se sentía completamente abochornada aunque no supiera muy bien porque.

—Ann...

—Está bien —dijo, clavando sus ojos en las sabanas manchadas que se apresuró a quitar.

Sus mejillas ardían.

—Ann, yo...

—Harold, necesito que te marches —dijo ella y para dar a entender su punto lo miró a los ojos.

Casi llora cuando vio el brillo que había en ellos, la culpa que albergaba su mirada.

—¿Me escribirás?

—Seguro...

—Ann.

—Adiós, Harold —lo corto a modo de despedida.

Él se acercó, en un principio dudoso, aunque termino por dejar un beso en su frente, que terminó prolongandose más de lo habitual.

Las lágrimas no tardaron en llegar cuando sintió el click que hizo la puerta al cerrar.

Las lágrimas de dolor.

Por lo que había entregado, no es como si se arrepintiera, pero había sido torpe y bruta y habia llorado.

Harold no iba a volver a acercarse a ella después de esto.

Annalise siquiera se acostó en su cama esa noche, no quiso acostarse en ella porque olía demasiado a él.

Annalise lloró, sin embargo esta vez no durmió...




***

HOLA HOLA HOLA 

SOY UNA PERRA POR DESAPARECER ASÍ, LO SÉ, PERDÓN...

ES QUE ESTUVE DE MUDANZA Y NO TENÍA SIQUIERA CINCO MINUTOS PARA SENTARME A ESCRIBIR O EDITAR. 

PROMETO PRONTO PREPARAR UNA MARATÓN PARA USTEDES, QUE SE LO MERECEN. 

POR CIERTO, ¿VIERON QUE YA LLEGAMOS A 20K? EN CUESTIÓN DE UNA SEMANA, TODAVÍA NO LO CREO.

OTRA COSILLA, SI VEN ALGUNA BUENA FRASE PARA SUBIR, O PUBLICAR, O LO QUE SEA, HAGANMELO SABER, PUEDEN SI QUIEREN MANDARME UNA CAPTURA A MI INSTAGRA: DBLASSAL

O TWITTER: DEBELASSAL 

POR CIERTO ¿PORQUE TODAVÍA NO ME SIGUEN?

AHORA, VAYAN A HACERLO, CORRAN. 

NO SE OLVIDEN TAMPOCO DE VOTAR EL CAPITULO LINDAS PERSONITAS, EN SERIO, QUE HAY MUCHA LECTURA Y POCO VOTO Xd

SIN MUCHO MÁS QUE DECIR, MUCHAS GRACIAS POR ESTAR AQUI, MUCHAS GRACIAS POR LEERME, MUCHAS GRACIAS A TODXS ESOS QUE COMENTAN, HACIENDOME SABER CUANTO LES GUSTA LA HISTORIA.

AH, TENGO LISTO UN EXTRA DE XANDER Y ISABELLA, ¿QUIEN QUIERE LEERLO?

NOS VEMOS PRONTO

CON AMOR

DEBIE 




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