AMO© |TRILOGÍA AMOS 1|

By GenevaMorte

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[PRIMER LIBRO TRILOGÍA AMOS] Érase una vez un ángel y un demonio. El ángel conquistó al demonio con su perve... More

Introducción
1⛥The Beggining
2⛥Magic
3⛥Signs
4⛥Initiation
5⛥ Dream
6⛥Medallion
7⛥Heart
8⛥Help
10⛥HeartBeats
11⛥Sweet Kimberly
12⛥ Angel
13⛥Possession
14⛥Soul
15⛥Problem
16⛥Fucked
17⛥Hunt
18⛥Bloody Night
19⛥Funeral
20⛥Cookies
21⛥Dreams
22⛥Efona
23⛥Rare
24⛥The Process
25⛥Spiritual
26⛥Aradia
27⛥Power
28⛥Cookies
29⛥Change
30⛥Reality
31⛥Experience
32⛥Protection
33⛥Caos
34⛥Strange Shaking
35⛥Mom
36⛥Feelings
37⛥Fear
38⛥Greenland
39⛥Distance
40⛥Questions
41⛥The Masters
42⛥The Whip
43⛥Hells
44⛥Gold Teeth
45⛥Answers
46⛥Liers
47⛥Favour
48⛥War
49⛥The Time
50⛥The Tramp
51⛥Intruder
52⛥The Truth
53⛥The Invitation
54⛥Plans
55⛥Traitor
56⛥ The Mansion
57⛥The Dinner
58⛥ Blood
59⛥The Perdition
60⛥The Union
61⛥Brothers
62⛥The Revenge
63⛥The Return
64⛥The Reunion
65⛥Exorcism
66⛥The Investigation
67⛥The Fog
68⛥The Invocation
69⛥Dissapointment
70⛥The Feathers
71⛥The Cure
72⛥The Control
73⛥The Explanations
74⛥Freedom
75⛥The Feel
76⛥Sister
77⛥Craziness
78⛥The Warning
79⛥The Revelation
80⛥The Mountain
81⛥The Pet
82⛥The Destiny
83⛥Lilith
84⛥Celestial Light
85⛥The Speech
86⛥The Sparks
87⛥Tragedy
88⛥Stones
89⛥Reality
90⛥Enemy
91⛥The Decision
92⛥Daggers
93⛥The Creatures
94⛥Power
95⛥Bad Sensations
96⛥The Enemy
97⛥Help
98⛥The Plan
99⛥The Battle
100⛥The End
⛥Epílogo⛥
⛥Agradecimientos⛥
⛥AMA⛥

9⛥Inusual

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By GenevaMorte


Al volver a casa, Alexander aparcó a una calle de distancia de mi casa, para no despertar a mi abuela.

Antes de bajarme, me introdujo en el chat de grupo donde estábamos todos los miembros. Y tras despedirme de él, quedamos en que vendría a recogerme mañana por la mañana para ir a clase.

Caminando hacia casa, tras irse Alexander, sonreí a solas, en la oscuridad de la calle. La débil luz de las farolas, apenas hacía notoria mi silueta en la noche. Las palabras y escenas vividas con Eddy Douglas hace unos momentos volvieron a mi mente. Al parecer, a solas no era tan imponente y serio como era en grupo.

Seguía sin poder sentirme a gusto con él cerca de mí, pero sin duda tendría que erradicar ese sentimiento si quería recibir su ayuda. Y sin duda también, era claro que él sabía en este terreno mucho más que yo. 

Y debía de aprovechar eso.

Al llegar a mi casa, iba a dirigirme a la hiedra de debajo de mi ventana, para volver a subir. Pero un silbido me hizo quedarme estática en mi sitio.

Giré mi cabeza con el corazón en la boca, creyendo que era mi abuela. Pero solté un suspiro de alivio seguido de una sonrisa nerviosa al ver a Melanka hacerme señas desde su casa para que me acercara.

Puse una mano en mi pecho, echando a caminar hacia ella.

Miré por encima de mi hombro, relajándome al ver que las luces de casa seguían apagadas.

-Dime que estabas con un chico, para no preocuparme- dijo cuando, sonriendo, le di un largo abrazo.

Negué, entrando con ella a su casa.

-Es algo mejor que eso- murmuré, cuando me hizo sentar junto a ella.

Cruzó las piernas, alisando otro de sus típicos vestidos. 

Elevó una ceja, con su penetrante mirada sobre mí. Melanka era sin duda una mujer especial. Apenas podías sostenerle  la mirada más de 3 segundos debido a lo profunda que era. Parecía ver a través de ti. 

Apreté los labios, sabiendo en el fondo que no podía desvelar nada acerca del grupo en donde estaba. Así que lo simplifiqué en unas simples palabras.

-Estoy por fin empezando a avanzar en encontrarme- murmuré, obteniendo un fruncimiento de ceño por su parte.

-¿A sí? Cuéntale a la tía Melanka como es eso- susurró, con una sonrisa de oreja a oreja.

Solté una pequeña risa para después mirar mis manos juntas en mi regazo. 

Observé los inciensos prendidos alrededor y las bonitas velas hechas a mano por ella encendidas. 

-Pues... Alexander me está ayudando- murmuré, empezando a ponerme dudosa sobre si podía decirle el nombre de quién me iba a ayudar o no.

Pero Melanka era demasiado lista.

Simplemente elevó una ceja, en silencio.

-Alexander y...

Tragué saliva en silencio y volví a mirar mis manos. Apreté los labios e inspiré hondo.

-Y Eddy Douglas.

No levanté la mirada de mis manos. Hasta que Melanka se levantó, y caminó a la cocina, dándome la espalda.

Empecé a escuchar sonido de tazas, con lo que supe que estaba preparando dos tazas de té para profundizar en la charla.

-Con que Eddy Douglas... ¿mhm?- preguntó desde la cocina.

Asentí a solas, para mí misma. 

-¿Tienes bastante contacto con él?- volvió a preguntar y yo me fijé en que la luz de las velas disminuyó.- ¿Os habéis acostado?

Observé su figura moverse por la cocina.

Mis mejillas se pusieron rojas ante la idea de imaginarme alguna otra escena con Eddy Douglas que no fuese el ser el jefe del grupo y acatar sus órdenes.

-N-no. Simplemente hablamos de cosas- mentí, escuchando cómo volvía a entrar al salón.

Levanté la mirada para observar que sólo llevaba una taza en la mano. Me la tendió y yo la miré a ella con el ceño fruncido, mientras la agarraba.

-Yo ya e tomado suficiente té por hoy. Si tomo otra taza, no pegaré ojo en toda la noche- sonrió de lado, cruzándose de brazos.

Carraspeó, mientras yo llevaba la taza a mis labios. 

Hice una mueca ante lo agrio que estaba y ella volvió a sonreír.

-Supongo que a ti tampoco te agrada la nueva planta que e traído del viaje- susurró, agarrándose el puente de la nariz, con una mueca de dolor.

-¿Te pasa algo?- pregunté, bebiendo a duras penas un segundo sorbo para no hacerle el feo.

Negó, levantándose.

-Creo que es mejor que me vaya a dormir- susurró, y yo asentí, dejando la taza sobre la mesa.

-Claro.

Caminé hacia la puerta y antes de irme, observé cómo su mirada había cambiado. No pude distinguir esa calidez y fue algo con lo que me fui a casa.

En la cama, pensé en cómo había reaccionado al escuchar el nombre de Eddy. ¿Acaso sabía algo que yo no? 

Y malhumorada, decidí dormir.

-¿Kimberly?

Cerré el ordenador rápidamente, antes de que mi abuela abriera la puerta de mi habitación.

Fingí una sonrisa tensa, la cual borré al ver la expresión en la cara de mi abuela. Fruncí el ceño cuando se recargó contra el marco de la puerta de mi habitación.

-¿Qué pasa, abuela?- murmuré levantándome.

Meneó la mano para decirme que no hacía falta que me levantara. Pero de igual manera lo hice. Cuando le agarré la mano, noté que su piel estaba bastante caliente.

-¿Te encuentras bien?- pregunté, escuchando el pitido del coche de Alexander, esperándome para ir a la escuela.

-He dormido fatal ésta noche. He tenido unas pesadillas que me han dejado bastante exhausta al levantarme- murmuró cuando la hice sentar en mi cama.

Notó la preocupación en mis ojos, y al decirle que pasaba de ir hoy a clase, ella volvió a negar con la cabeza. 

-No te preocupes. Me acabo de tomar una infusión, y se me pasará rápido- medio sonrió, acariciándome la mejilla.- ¿Tú estás bien? 

Asentí, bajando la mirada.

No podía sostener la suya. No podía con la culpa que día a día, me estaba inundando más el pecho. Inspiré hondo y tras dejarla reposar en mi cama, la tapé con mis mantas y escuché su respiración ir relajándose a medida que el sueño se apoderaba de ella. Debía de estar bastante cansada para dormir así de rápido.

Apreté mis labios, agarrando mi mochila y mis botas, para no hacer ruido al caminar.

Cerré la puerta con cuidado y bajé las escaleras con prisa. Me puse las botas rápidamente y tras abrigarme con mi chaqueta, me colgué la mochila de lado. Abrí la puerta, para ver la cara de fastidio de Alexander, quien estaba a punto de bajarse del coche. Cerré la puerta de casa y abrí la puerta de los asientos traseros para meter la mochila.

-La próxima vez, no estaré pitando 7 veces.- me dijo hablando por encima del hombro- Sino que aparcaré en tu habitación.

Solté una pequeña risa para después cerrar la puerta.

Y cuando fui a abrir la puerta de copiloto, mi mirada se fijó en la casa de Melanka. Fruncí el ceño, y no por la casa o el jardín, ya que todo estaba igual de bonito y limpio, sino por la cortina del salón moverse. Entrecerré los ojos, forzando a mi vista a distinguir lo que había junto a la cortina, la cual  se había apartado un poco. 

Y un escalofrío recorrió mi cuerpo, al distinguir la figura de Melanka medio asomada a través de la cortina. No pude distinguir su cara ni su expresión, pero mi piel se puso de gallina. 

Levanté la mano para agitarlo en su dirección en forma de saludo. Pero no obtuve respuesta por su parte. Alexander volvió a pitar y yo di un salto en mi sitio del susto. Aparté la vista para subir al coche, y escuchando el suspiro de frustración de Alexander, volví a dirigir mi mirada hacia la ventana del salón de Melanka. 

-¿Qué demonios te pasa hoy?- preguntó, mirando en la misma dirección en la que yo estaba mirando.

Pero ya no había nadie junto a la cortina.

-Nada... me pareció ver algo. Simplemente eso- carraspeé, sentándome bien y metiendo mis manos heladas en mis bolsillos.

Alexander arrancó y nos pusimos en camino a la escuela.

-Menos mal que hoy es viernes. Hubiese venido llorando si no- suspiró, recargando su cabeza contra la silla del coche.

Asentí, en silencio.

Me había producido una vibración demasiado extraña el ver a Melanka mirando de esa manera a través de la ventana. Y no era porque no era normal en ella cotillear, sino que no solía hacerlo de esa manera. Ella solía salir, saludar y molestar. 

-¿Me estás escuchando?

Giré la cabeza para observar a Alexander, quien me miraba con el ceño fruncido.

-Lo siento, hoy tengo la cabeza en bastantes sitios- susurré, devolviendo la mirada al frente.

-Lo e notado. ¿Qué a pasado?- preguntó, dando la vuelta a una calle.

-Mi abuela está enferma. Dice que a estado soñando con bastantes pesadillas... Y no se porqué siento que es por mi culpa- susurré, encogiéndome de hombros.

Alexander suspiró.

-Tarde o temprano se enterará. Y recemos para que sea tarde- dijo tras echarme un vistazo.- Hoy por la noche hay reunión- me informó y asentí.

-He leído el chat de grupo.

Él me miró de lado y yo seguí mirando al frente.

-Esta noche te tatuarán.

Eso atrajo mi completa atención. Le miré con los ojos como platos y antes de que pudiese abrir la boca para empezar a gritarle de todo, estiró su brazo para taparme la boca.

-Ni se te ocurra blasfemar aún- me advirtió- No va a ser un tatuaje grande. Es algo pequeño y es la marca de la secta. Es un pequeño búho y tú puedes elegir un lugar en el que nadie pueda verlo- me intentó tranquilizar, consiguiéndolo solo en una parte- En cuanto al dolor, apenas notarás nada. Se tarda menos de un minuto en dibujarlo.

Inspiré hondo, retirando su mano de mi boca y suspiré exageradamente.

-¿Tus padres no te preguntaron nada por el tuyo en el hombro?

Sonrió y suspiró.

-Aún estoy intentando dejar ese infierno de tarde atrás.

No puse evitar reír.

-¿Hay algún otro evento que deba conocer después de este?- gruñí, mordiéndome nerviosa la uña de mi pulgar.

-No, te lo prometo.

Asentí, fiándome de su palabra.

Unos minutos después, empecé a encontrarme mal. Mal y extrañamente incómoda. Mis manos me picaban y a la vez me escocían y mi estómago estaba bastante revuelto.  Y no era efecto de la regla, ya que me faltaban unas dos semanas para su llegada.

Adelantamos al autobús que transportaba a los alumnos sin coche. Y cuando aparcó en su plaza y apagó el motor, yo suspiré, cerrando los ojos y apoyando la frente contra el capó del coche. Sentí su mano en mi nuca, acariciándome lentamente, en un intento de relajarme.

Cosa que no funcionó para nada. 

-Hoy es 25 de octubre- murmuré en voz baja- Creo que este Halloween no saldré de casa.

Escuché la carcajada de Alexander, entendiendo perfectamente a lo que me refería. 

-Pero admite que fue una de las mejores cosas que has presenciado- siguió riendo, contagiándome a mi también.

El año pasado, salimos junto a los niños a pedir caramelos. En el trayecto, Alexander me tendió un pequeño caramelo envuelto en papel rojo. Era Halloween, ¿qué clase de ser humano pararía a preguntarse si lo que estaba a punto de digerir, era caramelo o una píldora de laxante?

Exactamente, nadie.

Y digamos que luché por conservar mi vida, o mi dignidad, en mitad de la calle y a 20 minutos de mi casa. 

Me volví a sentar bien, para apoyar mis manos en mis muslos y apretar ligeramente, ya que sentía que todo el cuerpo empezaba a hormiguearme. 

Entonces volví a sentir unas punzadas similares a las que sentí ayer cuando el corazón de la cabra estuvo en mis manos... Unas punzadas en mis muñecas. 

Y tragando saliva, decidí salir del auto antes de que Alexander se diese cuenta de que algo no andaba bien.

-¿Te encuentras bien?- murmuró- Estás pálida.

-No e desayunado. Será la falta de vitaminas.- suspiré, estirándome para coger mi mochila de los asientos traseros- No nos toca juntos en la clase de ahora así que será mejor que salga a coger mi sitio junto a la ventana antes de que me lo quiten.

Me giré para darle un beso rápido en la mejilla. 

Abrí la puerta para salir y me apoyé contra ésta cuando me llamó.

-¿Nos vemos a la hora de comer aquí?- preguntó, observando cómo me cubría las muñecas con las mangas de mi chaqueta.

Asentí y cerré la puerta sin dejarle decir nada más.

Me crucé de brazos, caminando rápidamente hacia la entrada. Deseando sentarme a solas y poder intentar poner mis sentimientos en orden.

 ⛥

Me quedaba una sola clase para poder ver a Alexander y poder contarle las extrañas cosas que me estaban comenzando a pasar.

En las dos primeras horas que estuve a solas, el cuerpo me dejó de temblar y las venas de mis muñecas, habían dejado de ser tan notorias. Solamente permanecía un ligero ardor en mi estómago.

Salí de clase para dirigirme a la última que me quedaba.

Subiendo las escaleras, escuché a alguien gritar mi nombre, pero no me detuve. Estaba tan incómoda durante el día de hoy, que solamente quería sentarme en una silla y dormirme sobre la mesa.

Sentí un tirón en mi brazo y abrí los ojos de sorpresa cuando la cara de Candice Hills estuvo delante de mí. A su lado estaba Hazel Sirusen, si mal no recordaba. Ambas me miraban con una sonrisa.

Bastante falsa, cabe destacar.

-Te estábamos llamando.- recalcó Candice, haciendo una mueca de tristeza.

-Lo siento chicas, tengo prisa ya que no e hecho los deberes- susurré, quitando mi brazo de su agarre.

Asintieron, mirándome en silencio.

-Ésta noche nos volvemos a ver- ronroneó Hazel, guiñándome el ojo y yo miré a mi alrededor.

-No se puede mencionar cosas así aquí- murmuré, tensando mi voz.

Rodaron los ojos a la vez, como si de dos caricaturas sincronizadas se tratara.

-Oh vamos... esperamos que no se te suba el ego y que no te creas demasiado para... para estar con nosotras- murmuró Candice en un tono inocente pero con fines maléficos. 

Apartó su pelo rojo de su cara cuando yo elevé una ceja.

-¿Qué estás diciendo?- pregunté, confundida.

-Ya sabes...- susurró Hazel, apretando los labios- Se supone que eres la especial... ¿no? El corazón de la cabra...- susurró, dejando la frase al aire con tono de burla.

Volví a mirar a mi alrededor, pero afortunadamente nadie nos estaba prestando atención.

Desde lo lejos, observé a Tracy aparecer por una esquina del pasillo, y aparté la mirada antes de que la suya coincidiera con la mía.

-No pretendo creerme mejor que nadie, ya que no lo soy- siseé, mirándolas con una mirada fría. Apreté mis puños bajo las mangas de la chaqueta.

Candice asintió, mirándome de arriba a abajo.

-Esperamos que sea verdad ya que... ya sabes- rió, mirándose las uñas.

Fruncí el ceño, realmente frustrada por la escena incómoda y sin sentido en el que me habían metido.

Hazel dió un paso adelante, dirigiendo sus labios a mi oreja.

-Ya sabes... un burro puede fingir ser un caballo... pero tarde o temprano, rebuzna- susurró.

Apreté la mandíbula, cuando volvió a poner su cara a la altura de la mía, y guiñándome un ojo, se fue caminando. 

Candice me dió unas palmadas en el hombro, para después seguir los pasos de su amiga. Y ahí me quedé yo. En mitad del pasillo, con el pecho quemándome de la frustración y con mis uñas abriendo heridas en las palmas de mis manos, de lo fuerte que apretaba.

Mis fosas nasales se abrían y se cerraban. Con ira.

Normalmente podía controlar mi ira ya que rara vez permitía que algo me afectara, pero mi cuerpo... mi cuerpo no me estaba obedeciendo. Me dirigí hacia los baños, chocando mi hombro contra el de varias personas al pasar.

Ignorando sus quejidos y el sonido del timbre que indicaba que todos tenían que estar en sus clases, entré en un cubículo del baño y cerré la puerta. Dejé la mochila en el suelo cuando empecé a tener náuseas y levanté la tapa del inodoro.

Dejé salir el líquido ácido a la vez que me apartaba el pelo como podía. Me apoyé contra la pared, con la respiración agitada una vez que acabé. ¿Qué demonios estaba expulsando si no había tomado nada en toda la mañana?

Esto era algo inusual y para nada normal.

La vista se me empezó a nublar y me quité la chaqueta cuando me empezó a entrar más calor del normal. Empecé a soltar quejidos cuando la piel de mi cuerpo empezó a escocer.

Sí, a escocer. ¿Qué demonios me estaba ocurriendo?

Abrí la puerta del cubículo para dejarme caer en el suelo del baño. Gracias al universo que no había nadie alrededor, ya que no soportaría que alguien me viera de ésta manera. Mis ojos empezaron a derramar lágrimas sin sollozo alguno. Mis ojos lloraban sin que mi cerebro diese la acción de hacer eso.

Me llevé las manos a la cabeza cuando empecé a escuchar pitidos y empecé a golpear mi cabeza con mis manos, ante la molesta y casi inaguantable sensación.

Las palmas de mis manos chocaron contra el suelo, y me quedé apoyada un buen rato en esa posición. Hasta que abrí mis ojos. Las venas verdes que vi esta mañana en mis muñecas, ahora estaban en mis manos y estaban avanzando casi hasta mis codos. 

Empecé a sollozar, observando cómo las venas se movían, como si fuesen gusanos verdes gigantes debajo de mi piel. Levanté las manos, poniéndolas delante de mi, con la respiración agitada. Y entonces, ocurrió lo que desató la tragedia. 

Un grito de dolor salió de mi boca, un grito ensordecedor que hizo temblar el suelo bajo mis pies. 

No podía levantarme.

Mi cuerpo yacía en el suelo.

Sirenas de alarma sonaban en todo el baño y posiblemente en toda la universidad, ya que las luces rojas de alarma parpadeaban en el techo.

Mis ojos observaban los lavabos rotos, con los grifos echando agua por doquier. Algunas puertas de algunos cubículos estaban en el suelo también, pero yo no había sufrido ni un rasguño.

Observé mi mano derecha tendida en frente de mi. Las venas verdes eran notorias, pero no como antes. Habían disminuido su tono.

Escuché la puerta del baño abrirse y el jaleo del pasillo de personas corriendo, me hizo entrar en razón. Me apoyé sobre mi codo de golpe, inhalando sonoradamente aire, como si no estuviera respirando. 

-Dios mío, Kimberly.

Empujé mi cuerpo hacia atrás, al escuchar una voz en el baño. Levanté la mirada para observar a Tracy.

Tracy Douglas miraba alrededor con ojos preocupados. Levantó ambas manos, dirigiéndose hacia mí, en señal de paz. Mis pantalones y mi camiseta se mojaron al cabo de segundos por el suelo inundado del agua que los grifos expulsaban. Se arrodilló a mi lado y con cuidado puso sus manos en mis hombros.

-No se qu-qué a pasado- tartamudeé, poniendo mi mano sobre su muñeca, y noté cómo observaba con sorpresa las venas de mis manos- Tracy, t-te prometo qu-que no-

-No pasa nada. Pero ahora tienes que levantarte. La universidad se está derrumbando y hay que salir antes de que sea tarde- murmuró poniendo su brazo debajo de mi espalda para ayudarme a levantarme.

-¿Qué?- susurré.

Tracy agarró al tiempo que caminábamos mi mochila. Me tendió mi chaqueta, la cual me puse para tapar las venas que poco a poco iban desapareciendo. 

Salimos al pasillo. La mayoría de las taquillas estaban derrumbadas en el suelo y como pudimos, con Tracy agarrándome de la cintura y sosteniendo mi mochila y la suya, caminamos a paso rápido entre los chicos y chicas alterados, que iban corriendo hacia la salida.

Soportamos empujones al bajar las escaleras y mi mirada chocó a lo lejos con la de Alexander, quien me señaló la puerta de entrada de la universidad.

Cuando logramos salir, el aire puro chocó contra mi rostro, haciendo que mis ojos se cerraran durante unos segundos. 

-¿Qué demonios a pasado? ¿Estás bien?- bramó Alexander, cogiéndome en brazos al ver que Tracy a penas podía conmigo.

Bajó conmigo a cuestas las escaleras de la universidad y yo miré las cientas de personas que había aglomeradas en la entrada. Tracy seguía a nuestro lado cuando Alexander me puso en el suelo, con cuidado.

Entonces giré mi rostro para mirar a la universidad. Y el aire huyó de mi cuerpo.

-Dios mío...- susurré con la voz rota.

El lado derecho de la universidad estaba derrumbado. Y aún se estaba derrumbando a medida que las personas salían alteradas y gritando por la puerta.

Observé a lo lejos cómo algunas personas estaban sangrando y mis ojos se cristalizaron. Miré a Alexander, quien cambió la expresión de su rostro al mirarme.

No hubo falta expresarme. Él había entendido lo que mis ojos transmitían. Y pude respirar tranquila un poco cuando me atrajo hacia su pecho, abrazándome.

Y con las primeras sirenas de policía sonar a lo lejos, dejé rodar mis lágrimas.

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