Pecado con sabor a chocolate...

By DeBeLassal

5.4M 421K 234K

Minerva es una joven llegada hace poco tiempo a la ciudad de Nueva York, con la ilusión de trabajar para uno... More

SINOPSIS
PRÓLOGO
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISEIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE
CAPÍTULO VEINTE
CAPÍTULO VEINTIUNO (PARTE UNO)
CAPÍTULO VEINTIDÓS
CAPÍTULO VEINTITRÉS
CAPÍTULO VEINTICUATRO
CAPÍTULO VEINTICINCO
CAPÍTULO VEINTISÉIS
EXTRA ISABELLA
CAPÍTULO VEINTISIETE
CAPÍTULO VEINTIOCHO
CAPÍTULO VEINTINUEVE
CAPÍTULO TREINTA
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE
CAPÍTULO CUARENTA
CAPÍTULO CUARENTA Y UNO
CAPÍTULO CUARENTA Y DOS
CAPÍTULO CUARENTA Y TRES
CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO
CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO
CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS
CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE
CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO
CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE
CAPÍTULO CINCUENTA
EPÍLOGO
AGRADECIMIENTOS Y AVISO IMPORTANTE

CAPÍTULO VEINIUNO (PARTE DOS)

97.6K 7.7K 2.6K
By DeBeLassal


ANNALISE BONHEUR



—¿Vas a venir esta noche? —Preguntó Harold por décima vez.

—Que no —respondió ella, exasperada, mientras ordenaba sus libros.

—¿Por qué? —Preguntó, también por décima vez.

—Por que no se me da la gana, Harold —respondió, intentando pasar por su lado, sin embargo el cerro su enorme mano en su antebrazo, deteniendo su andar.

—¿Por qué me llamas así?

—¿Así, como? —Preguntó Annalise, haciéndose la desentendida.

—Por mi nombre.

—Por que es tu nombre, duh —respondió ella, intentando volver a caminar, sin embargo él seguía sin soltarla.

—¿Por qué estas enojada ahora? —Preguntó él.

—No estoy enojada —dijo ella, exasperada y perdiendo la poca paciencia que tenía. —Ahora, déjame ir.

—No, no hasta que me digas que está pasando.

Annalise lo observó por un largo rato, a decir verdad si estaba enojada, pero no con él, nunca con él. Habían sido amigos por más de un año, esa clase de amigos inseparables que hacían todo juntos. Hardy había estado con ella cuando más lo había necesitado, se había convertido en su amigo incondicional y siempre contaban el uno con el otro, sin embargo en este último tiempo, Annalise se había sentido rara...

Rara en el sentido de que cada vez que él la abrazaba, o cada vez que él le decía que se veía linda, se le coloreaban las mejillas, y las mariposas —esos malditos insectos—, comenzaban a hacer cosas extrañas en su vientre.

De todas maneras la mayoría de las veces podía controlarlo, pero lo que no podía controlar era a la bicha que tenía Harold por novia, aquella que esa misma mañana la había amenazado con que si iba a aquel partido tan importante para su mejor amigo, se encargaría de hacer de su vida un infierno.

Annalise sabía que lo mejor era no meterse con Lisa, más de una vez había peleado con Harold por ello y no por que a ella le molestara la novia de su amiga —que si lo hacia—, sino por que él no soportaba que Annalise sufriera, ni que nadie la molestara, ni mucho menos que la hicieran sentir mal y Lisa se encargaba de ello casi a diario.

Es por eso que siempre discutían, porque a Harold no le gustaba que Lisa maltrate a Annalise y a Annalise, no le gustaba cuando su amigo discutía con su novia, por que a pesar de que desde hacía un tiempo que creía sentir cosas por él, lo único que quería era que fuera feliz, así no fuera con ella.

—Nada está pasando —dijo ella, soltándose con fuerza de su agarre.

—Mientes —dijo él y ella supo, por el brillo en sus ojos, que se había enojado. —Nunca vienes a mis juegos, ¿por qué? —Insistió—. Si no vienes a mi juego esta noche, olvídate de seguir siendo amigos —amenazó al final.

—¿Qué? —Jadeó ella, sorprendida.

—Lo que escuchaste, sabes lo importante que es para mi que estés allí.

—¿Por qué? No es como si fuera tu novia —soltó ella sin pensar.

Harold se hizo un paso hacia atrás, como si ella lo hubiera golpeado, antes de negar con la cabeza, darse media vuelta y salir de la biblioteca.

Annalise se quedó allí, inmóvil, porque ellos nunca, jamás se habían peleado, él nunca se había molestado tanto cuando ella no quería ir a sus estúpidos partidos.

Por el resto del día estuvo taciturna, esperando que Harold volviera a aparecer, que le dijera que todo había sido una broma y que si no quería ir a su partido esta noche, por él estaba bien.

Sin embargo aquello no pasó, porque ni en la hora del almuerzo él se acercó a ella y aquello fue algo con lo que Lisa se regodeo, porque se encargó de darle besos por todo su rostro cada vez que ella miraba.

Estúpida Lisa.

Así fue como cuando Annalise llegó a su casa —ya que este fin de semana lo pasaría con Genevieve—, se encerró en su cuarto a pensar.

Pensó en Harold.

Pensó en Harold con Lisa.

Pensó en Harold y ella y todos los momentos juntos.

Pensó en Genevieve.

Pensó en que hacía muchísimo tiempo que no veía a su padre.

Pensó en que la última vez que lo vio, solo acaricio su cabello de manera descuidada y entró en la oficina de Genevieve a exigirle dinero, y que si no era depositado en su cuenta de inmediato, él haría que un juez le diera la custodia de Annalise.

Pensó en que ya no recordaba el rostro de su madre.

Sin embargo, como siempre le pasaba, volvió a pensar en Harold, en lo mucho que había cuidado de ella, en cómo la había abrazado cuando su padre olvidó su último cumpleaños y él organizó una fiesta para ella ese mismo día y cuando Annalise pidió los deseos al momento de soplar la vela, lo único que pidió, fue tenerlo siempre en su vida.

En ese momento, cuando aquel pensamiento la atacó, se levantó de la cama de un salto, mientras la resolución entró en su cuerpo.

Annalise no podía perder a Harold, porque tal y como había prometido su amigo en aquel cumpleaños, ellos siempre estarían juntos.

Harold y Annalise siempre serian uno.

Cuando quiso darse cuenta, había dejado un beso en la mejilla de Genevieve y avisado que tal vez volvería para comer, había tomando su bicicleta y pedaleado hasta el estadio donde jugaría su mejor amigo.

Le había tomado veinte minutos llegar, pero lo había logrado, había llegado a ver desde las gradas como Harold anotaba el gol ganador, como todos lo felicitaban, sin embargo su corazón se rompió cuando vio que él no reía, sino que tenia el rostro en blanco.

Lisa corrió a colgarse sobre él, sin embargo este corrió la cara cuando ella quiso besarlo y fue en ese momento en que la vio, allí, mezclada entre la gente que empujaba su delgado cuerpo vitoreando al equipo ganador.

Annalise sonrió, mostrando todos sus dientes y lo saludo con la mano y en ese momento, Harold le regaló la sonrisa más hermosa de todas, una que pocas veces le veía.

De toda maneras el momento se cortó cuando Lisa siguió la mirada de su novio y descubrió que ella había ido y la promesa de unos terribles días la esperaban, sin embargo no le importó, por que la sonrisa que le había regalado su amigo había valido muchísimo la pena.

La gente comenzó a empujarla entre festejos y vitoreos, por lo que Annalise decidió que había cumplido, por más que Harold no se hubiera podido acercar a ella, sabía que lo había hecho feliz, esa sonrisa que le había regalado, había valido completamente la pena.

Se alejó del predio, mientras rezaba para sus adentros que no hubieran robado su bicicleta, caminando de manera distraída aunque sentía una especie de alegría en su interior que no sabía descifrar.

Estaba a punto de comenzar a pedalear cuando escucho a alguien acercarse corriendo, y cuando se giró, lo vio.

Harold.

—¿Hardy? ¿Qué estás haciendo? —Pregunto, confundida.

—Viniste —dijo él, manteniéndose a unos diez pies de distancia.

—Si —dijo ella, desmontándose de su bicicleta y apoyándola en el sostenedor. —¿Por qué no te acercas?

—Por qué no puedo —respondió él.

—¿No puedes? —Dijo, acercándose un paso. —¿Por qué no puedes?

—Por que si te acercas, Annalise, si te acercas no voy a dejarte ir.

—¿Cómo? —Jadeó ella, sorprendida.

—Lo que escuchaste —dijo él, decidido, con el cabello pegado a la frente por el sudor del partido y el rostro lleno de tierra y mugre—, si te acercas, no voy a dejarte ir jamás.

—¿Qué con Lisa? —Se atrevió ella a preguntar.

—Nada, no hay nada con Lisa.

—Hardy... —dijo ella, dando otro paso.

—Si te acercas, Annalise —advirtió él—, si te acercas nunca voy a dejarte ir. —Volvió a decir, como si estuviera advirtiendola. 

—No quiero que me dejes ir —susurró ella, no teniendo idea de lo que aquella promesa implicaría en el futuro.

Y fue en ese momento que los dos al mismo tiempo comenzaron a avanzar, hasta encontrarse a mitad de camino y fundirse en un abrazo que parecía que los uniría para siempre, con el rostro de Harold —su Harold— buscando el de ella para darle un beso.

Su primer beso.

Los labios de Hardy sabían bien —más que bien— y las mariposas de Annalise nunca se habían sentido tan enloquecidas como ahora, cuando él la tenía fuertemente presionada de su cintura, manteniéndola cerca de su fornido cuerpo, cuando sus labios presionaban, invitándola a abrir su boca, el primer contacto de sus lenguas y ella entrando en completo pánico, debido a que no sabía qué demonios era lo que tenía que hacer, sin embargo Harold se encargó de todo, llevo el beso a su manera y eso para Annalise estuvo bien.

Por que desde entonces, siempre se encargó de todo Harold y eso fue lo que casi termina destruyéndola...






Tengo los ojos tan hinchados por el llanto que casi no puedo mantenerlos abiertos, Pierce tiene su cuerpo ladeado hacia delante en su asiento, como si quisiera acercarse a mi pero algo lo detuviera.

Jugueteo con mis dedos con nerviosismo, hacía mucho tiempo que no hablaba de esto con nadie más que no sea mi psicóloga, y de eso ha pasado un tiempo, es por eso que contárselo a alguien externo, hace que sea real.

Y lo real a veces duele...

—Minerva, ¿en qué terminó todo eso? —Pregunta Pierce en un momento, como si sospechara lo que estoy por confesar, como si ya hubiera sacado sus propias conclusiones. —¿Qué fue lo que pasó esa semana que estuviste desaparecida?

Lo observo fijamente, armándome de valor para decir lo que tengo que decir.

—Yo..., yo no puedo hablar de eso, Pierce —digo, negando con la cabeza. —No puedo hablar de lo que pasó esa semana.

—Está bien —susurra él, deteniendo mi balbuceo. —Solo cuéntame porque todos te creen muerta.

—Sabes quién es Harold, ¿verdad?

—Si —dice él, apretando su mandíbula.

—Entonces sabes quien es su padre.

Él en respuesta simplemente asiente.

—Él no podía permitir que un escándalo como aquel saliera a la luz, no podía permitir que su imagen sea manchada, estábamos en plena campaña política, si eso salía a la luz, él iba a perder, entonces me dio un ultimátum.

—¿Qué mierda fue lo que hizo?

—Me dijo que él se encargaría de que Harold nunca volviera a acercarse a mi, que de eso podía estar segura, ni a mi ni a Genevieve, pero...

—¿Pero...? —Insiste.

—Pero tenia que desaparecer, tenia que desaparecer para siempre de sus vidas, sino él se encargaría de hacerme desaparecer a mi.

—Él no hizo esa mierda.

—Si lo hizo —murmuro, apenada. —No con esas palabras, pero lo dio a entender y yo... —digo, negando con la cabeza. —Tuve que dejar toda mi vida, a las pocas personas que me amaban, lo dejé todo atrás y empecé de cero.

—¿Hace cuánto tiempo? —Pregunta él. —Si mal no recuerdo, esto fue como hace casi dos años atrás.

—Llegue a Nueva York hace unos seis meses —murmuro.

—¿Y donde estuviste antes?

Agacho la mirada, porque confesarlo me da un poco de vergüenza, de todas maneras me digo que soy una superviviente y que no tengo que avergonzarme de todo lo que pasó en el pasado, por que eso me hizo quien soy hoy.

—La recuperación llevó su tiempo, Pierce —confieso. —En un principio yo no podía siquiera salir fuera, lo que había pasado, lo que había vivido, lo que tuve que hacer...

—Shhhh —dice él, dejándose caer de rodillas delante de mí—, no tienes que decirlo cariño, ya pasó9 —agrega, pasando sus brazos por mis hombros para abrazarme, debido a que comencé a temblar.

Me quedo allí, disfrutando de aquel contacto, de la seguridad que me brinda con este simple acercamiento.

—Pierce... —digo, haciéndome hacia atrás para poder mirarlo a los ojos. —Yo voy a irme... —digo de repente, haciendo que frunza el ceño con confusión—, pero por favor, nadie puede saber quien soy, nadie puede saber mi historia.

—¿Dónde vas a irte?

—¿No quieres que me vaya? —Pregunto en su lugar.

—¿Por qué Nueva York? —Pregunta él, sorprendiéndome.

—Por que él no puede pisar esta ciudad, es donde su madre murió, le tiene fobia, nunca pisaría aquí... —murmuro.

—No vas a irte a ningún lado —dice él.

—Pero...

—No está en discusión, vas a quedarte aquí.

—Pierce... —murmuro, pellizcando mis ojos para alejar la bruma de dolor que siento en mi cabeza. —No puedo quedarme aquí.

—¿Y donde mierda vas a ir, Minerva? —Dice él, exasperado.

—No lo sé, pero no puedo quedarme aquí.

—¿Por qué? —Pregunta él, poniéndose de pie y colocando sus manos en su cintura.

—Por qué no puedo ser descubierta.

—¿Acaso crees que contaré a la prensa lo que sé? —Pregunta, entre incrédulo e indignado.

Me quedo en silencio, porque si, lo creo, o por lo menos lo creí por unos instantes, debido a que la experiencia me ha llevado a no confiar en nadie.

—¿Lo crees? —Vuelve a preguntar.

—No puedo arriesgarme —es todo lo que respondo.

—No vas a irte —sentencia.

—No eres quien decide eso.

—No vas a irte —murmura. —No vas a irte porque aquí él no va a encontrarte, no vas a irte por que...

—¿Por qué, qué? —Insisto, al ver que no continuo.

—Mañana te haré llegar una invitación para ti y Genevieve, nos vemos en la noche.

—Pierce, no voy a ir a ningún lado —digo indignada mientras me pongo de pie. —¿De qué demonios estás hablando?

—En la noche, Minerva —sentencia.

—No voy a ir ni mierda —suelto en su cara, las mejillas rojas por el enojo.

—Si vas a ir —dice, sonriéndome ladino. —Como la mierda que vas a ir.

—No —digo.

—No puedes decirme que no, douce —suelta, acercándose hasta que nuestros rostros prácticamente se tocan. —No puedes.

—Si puedo —digo, intentando mantener la compostura.

—No, no puedes, porque no quieres saber lo que te haré si no vas.

—No me amenaces.

—Solo te estoy advirtiendo —dice, tomando mi rostro con delicadeza, pasando su pulgar por mis labios. —Te veo mañana en la noche —agrega y para mi total y completa sorpresa, deja un casto beso en mis labios antes de alejarse y salir de mi departamento sin mirar atrás.

Y desde ahorita les aviso, que de aquí en adelante muchas veces se encontrarán con esta pregunta, pero sepan entender, que a veces Pierce me saca de mis cabales, pero bueno, pues, la pregunta que suelo hacer muy a menudo es:

¿Qué, en el infierno, es lo que acaba de pasar?






—¿Por qué no lo abres? —Pregunta Genevieve por tercera vez.

—Porque no voy a ir —respondo, ignorando la caja que hay sobre mi cama.

—Pero, ¿por qué? —Insiste.

—Porque no quiero —respondo con exasperación.

—Pero si siempre te han gustado esta clase de eventos —dice ella, acariciando a Pimienta que se encuentra recostado en su regazo.

—Pues ya no me gustan más —miento, queriendo zanjar el tema.

—Podría ser divertido, ¿sabes? —murmura ella, distraída.

—Genevieve, no empieces —digo, por que se que usará el dar lastima para convencerme.

—Solo ábrelo —insiste ella.

Ruedo los ojos con exasperación, pero a decir verdad también tengo un poco de curiosidad.

Prácticamente después de que Voldemort se marchó anoche, me acosté en la cama y caí rendida, como si el peso de todas las emociones que había atravesado en las últimas horas me hubieran dado un golpe de cansancio que me ayudó a dormir sin soñar toda la noche.

Cuando me desperté, tomé un taxi y me dirigí al hotel donde se hospedaba Genevieve, que estaba esperándome con un lujoso desayuno ya servido en su mesa.

Hablamos como no hablábamos hacía años, porque si, hacía casi dos años que no veía a mi abuela, mi única familia, la única persona que me importaba.

De todas maneras nunca perdimos contacto, sino que siempre nos comunicamos por llamadas, mensajes o videollamadas, igualmente nada es como tenerla en vivo y en directo, y le demostré aquello cuando la abrace por varios minutos seguidos, sin despegar un segundo nuestros cuerpos, haciéndole saber lo mucho que la había extrañado, ya que la noche anterior no había podido.

Mi corazón se rompió un poco cuando ella tuvo que secarse las lágrimas que salieron de sus ojos y cayeron por sus mejillas, pero solo hasta ahí llegó su angustia, porque después de eso nos dedicamos a ponernos al día.

Luego de pasar toda la mañana en el hotel, abrir todos los artículos de cocina que me trajo de regalo, me dijo que quería conocer mi departamento, así como también a Pimienta, que solo lo había visto a través de una cámara. De todas maneras nos llevamos una sorpresa cuando llegamos y vimos a un muchacho sentado fuera del edificio, y nos sorprendimos aún más con la enorme caja que me tenia a mi como destinataria.

El muchacho solo dijo que lo habían contratado para traer eso y solo podia irse una vez que lo dejara en mis manos, que ya estaba todo pago.

En un momento me sentí confundida, hasta que recordé la conversación que había tenido con Pierce anoche y que me había dicho que nos volveríamos a ver hoy.

Deje la caja sobre mi cama y me dedique a cocinar algo para Genevieve y para mi, pero mi abuela se dedicó en todo momento a decirme que lo abra, que quería saber quien la había mandado.

—Que lo abras te digo —insiste ella. 

—Que no —respondo otra vez, terminando de secar los platos. 

—Si no lo abres, voy a hacerlo yo...

—Pero, es mio. 

—Tu no lo quieres —es todo lo que responde ella. 

Mis ojos se dirigen nuevamente a la caja, que parece llamarme, porque sepan entender, que la curiosidad me puede más que ninguna otra cosa y tener a alguien que me taladra todo el tiempo en el oído que lo abra, no está ayudando.

—Esta bien —termino diciendo, exasperada. —Voy a abrirlo, pero solo por que no quiero escucharte más —miento, la realidad es que me muero por abrirlo.

Ambas medio nos empujamos para llegar primero a la caja, de todas maneras nos detenemos frente a él y quito el lazo que la cierra con delicadeza, para luego remover la tapa.

Dentro hay un vestido de color negro de seda que parece brillar con los rayos de sol que chocan con él. Lo retiro de manera delicada, sin poder creer el vestido Dior que envio el idiota de Voldemort. Tiene un escote en v pronunciado, y es sin mangas, y llega por encima de las rodillas con la espalda descubierta.

—Es hermoso, cariño —murmura mi abuela.

—Lo es —respondo, sacándolo de la caja, para chocar con unos zapatos que parecen caros y una cajita de color azul marino de gamuza. —¿Y esto? —Murmuro, abriéndolo para encontrarme con un hermoso y delicado collar de oro blanco, con un pequeño dije en forma de lágrima de color azul marino.

—¿Esto lo envió tu jefe? —Pregunta Genevieve, asomándose por mi costado. —¿Estas segura que no estás acostándote con él?

—No, Genevieve —murmuro, exasperada.

—Pero si te lo follaste alguna vez —dice ella.

—No voy a hablar de eso contigo —es todo lo que respondo.

Por que vamos, que es mi abuela, siquiera tendría que usar la palabra follar.

Me encuentro también con un estuche de tela y cuando saco su contenido, me percato de que es una máscara de encaje.

—¿Qué demonios, Pierce? —Susurro para mis adentros.

—¿Me habrá enviado un vestido a mi también al hotel? —Murmura Genevieve por lo bajo.

—No lo creo —digo.

—¿Crees que debería acostarme con él para que lo hiciera?

—¡Genevieve! —digo, entre escandalizada y exasperada.

—Mira, hay una nota —agrega ella, tomándola y abriéndola sin mi permiso.

—¿Qué dice? —Pregunto, cuando no me permite quitársela de sus manos.

«Hola Dios, soy yo de nuevo, por favor que Voldy no haya escrito ninguna barbaridad en esa tarjeta»

Las espero esta noche en el hotel Conrad New York, Downtown

102 North End Avenue, Battery Park

a las 21:00 hs

Un auto las pasara a recoger por su departamento.

Atentamente: Pierce Grecco

—Vamos a ir, ¿verdad? —Pregunta Genevieve. —Minerva, ese es un evento gastronómico exclusivo.

—¿Y tu como sabes? —Pregunto, quitándole la nota de las manos.

—Por que fui invitada —responde ella.

—¿Y no ibas a ir? —Pregunto, clavando mis ojos en los suyos.

—Por supuesto que no —dice ella, como si fuera una obviedad. —Pero use de excusa ese evento para poder venir a Nueva York —aclara.

Sonrió sin poder evitarlo, primero porque esta mujer cuando quiere algo lo consigue a como de lugar, y segundo por que me ha cruzado por la cabeza muchas veces la palabra: «No la merezco»

—¿Quieres que vayamos? —Pregunto.

—Si tu quieres —dice, con un encogimiento de hombros, aunque puedo ver el brillo en su mirada.

—¿Cómo en los viejos tiempos? —Pregunto, complice.

—¿Peluquería y spa? —Pregunta ella.

—Peluquería y spa —murmuro con una sonrisa.

Genevieve en ese instante toma su teléfono celular y comienza a pedir turno en el salón de belleza más exclusivo de Nueva York, mientras yo me pregunto que demonios me deparara esta noche y que se trae mi jefe entre manos.




****

HOLA HOLA HOLA 

LO PROMETIDO ES DEUDA, SOO

AQUI UN NUEVO CAPÍTULO. 

¿QUE LES PARECIO? ¿RESPONDI MÁS O MENOS SUS DUDAS?

PROMETO QUE MÁS ADELANTE SABRAN MÁS DE LA HISTORIA DE MINERVA, MIENTRAS TANTO NO NOS OLVIDEMOS QUE ESTO ES UNA HISTORIA MEDIO ERÓTICA, POR LO QUE SÉ QUE USTEDES QUIEREN LEER ES EL DELICIOSO. 

Y UFF, HOY TERMINE DE ESCRIBIR UNO QUE QUEDE ...

MEJOR NI LES CUENTO. 

PUES, ¿PEQUEÑO SPOILER? EL CAPÍTULO QUE VIENE ES NARRADO POR PIERCE, ASI QUE PREPARENSE 

SIN MUCHO MÁS QUE DECIR, NO SE OLVIDEN DE VOTAR EL CAPITULO POR FAVOR. 

SUBIRE SPOILERS A MIS REDES, A ESTAR ATENTOS

INSTAGRAM: DBLASSAL

TWITTER: DEBELASSAL

TENGO UN GRUPO DE FACE ¿LES INTERESARIA ESTAR EN ÉL PARA QUE HABLEMOS? 

LXS LEO

GRACIAS POR ESTAR AQUI

DEBIE 

Continue Reading

You'll Also Like

334K 21.1K 29
Chiara y Violeta son compañeras de piso, y no se llevan bien. Discuten a menudo, y cuando no lo hacen, se ignoran. Cuando se adelanta la boda de su h...
13.1K 815 18
Un asesinato que puede unir a dos personas es un asesinato que también puede separarlos. --------------------- Ningún fragmento de esta historia pued...
1.5M 114K 70
Summer, una exitosa diseñadora que no cree en el amor, desea una noche con el pasante nuevo, pero Thomas quiere más que solo sexo. La Gran Manzana es...
389 26 8
Él era el sol por su alegría que contagiaba hasta a la flor más marchita, mientras ella era la noche que solo salía igual que la luna. Aun sabiendo q...