Pecado con sabor a chocolate...

By DeBeLassal

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Minerva es una joven llegada hace poco tiempo a la ciudad de Nueva York, con la ilusión de trabajar para uno... More

SINOPSIS
PRÓLOGO
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISEIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE
CAPÍTULO VEINTE
CAPÍTULO VEINTIUNO (PARTE UNO)
CAPÍTULO VEINIUNO (PARTE DOS)
CAPÍTULO VEINTIDÓS
CAPÍTULO VEINTICUATRO
CAPÍTULO VEINTICINCO
CAPÍTULO VEINTISÉIS
EXTRA ISABELLA
CAPÍTULO VEINTISIETE
CAPÍTULO VEINTIOCHO
CAPÍTULO VEINTINUEVE
CAPÍTULO TREINTA
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE
CAPÍTULO CUARENTA
CAPÍTULO CUARENTA Y UNO
CAPÍTULO CUARENTA Y DOS
CAPÍTULO CUARENTA Y TRES
CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO
CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO
CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS
CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE
CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO
CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE
CAPÍTULO CINCUENTA
EPÍLOGO
AGRADECIMIENTOS Y AVISO IMPORTANTE

CAPÍTULO VEINTITRÉS

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By DeBeLassal

SI TRES SON MULTITUD...





Los tacos están matándome.

En serio, por muy bonitos que sean, cada paso que doy es una tortura, es por eso que cuando Pierce me guía hacia unos altos taburetes, medio gimo cuando me siento, ganándome una mirada de reojo de mi jefe/posible amante.

—Dos copas de champagne, por favor —murmura Pierce en dirección al bar tender.

Mientras esperamos los tragos en silencio —uno un tanto incómodo, cabe destacar—, miró nuevamente a mi alrededor, sorprendiéndome de cómo todos bailan de manera medio alocada, todos con diferentes tipos de máscaras cubriendo sus rostros, de todas maneras no es como si pudiera distinguirlos bien, debido a que las luces de un rojo fuego dificultan mi visión, al igual que las máquinas de humo, de todas maneras no puedo negar que el ambiente me resulta divertido y exótico, más para alguien como Pierce, es por eso que me costaron un par de segundos en avanzar.

Estamos en una especie de terraza en este hotel, aunque pareciera más un departamento exclusivo fuera de dicho hotel, ya que a lo lejos pueden divisarse unas escaleras que supongo van a distintos cuartos o habitaciones.

No es mucha gente la que hay a nuestro alrededor, no serán más de cincuenta, es por eso que estamos todos medio apretujados, sin embargo eso no evita que todo luzca elegante, con luces led de color azul que combinan con la decoración acristalada que hay en toda la estancia.

—Ven —murmura Pierce en mi oído, haciéndome saltar en el lugar—, quiero mostrarte algo —agrega, tomando mi mano.

Cuando me bajo del taburete, mi brazo vuela a la chaqueta de su smoking para sostenerme, debido a que creo que he bebido mucho champagne y ha comenzado a hacer efecto.

Pierce sonríe, contagiándome la sonrisa a mi también y no se por que me entra la risita boba, mientras él me da un pequeño jaloncito para que avance.

Los cuerpos de la gente que bailan chocan con nosotros, de todas maneras su brazo me rodea, su mano casi tocando mis pechos y aquello no hace otra cosa más que excitarme.

Demonios.

—¿Todo bien? —Susurra en mi oído.

Asiento a modo de respuesta, mientras giro mi rostro para mirarlo a la cara, la máscara sencilla negra que lleva puesta no puede ocultar sus ojos azules, que me miran con un deseo carnal con el que suele mirarme a veces y yo, presa de un impulso borracho, junto mis labios con los suyos en un casto beso, que hace que detengamos nuestros pasos por un instante.

Pierce presiona mi costado con fuerza, sin embargo no profundiza el beso, sino que se ladea hacia atrás para mirarme primero a los ojos y luego los labios y después de nuevo a los ojos.

La gente bailando a nuestro alrededor, los destellos de las luces y la música alta mezclado con risas, pasan a segundo plano, por que en este momento, en este preciso instante, parece que solo somos Pierce y yo y nadie más.

—Andando —repite y vuelve a avanzar.

Medio refunfuño, mientras que yo me ponía toda ñoña y él arruinando el momento, de todas maneras la respiración se me corta cuando salimos a la terraza que se encuentra sorprendentemente vacía —o eso es lo que creo—, Pierce cerrando las puertas de nosotros para darnos privacidad.

—Es hermoso —susurro, cuando me acerco a la baranda de la terraza.

Joder, puedo ver todo Nueva York desde aquí, debido a que estamos en el último piso del hotel.

Los autos, las interminables luces que decoran la ciudad, el bullicio lejano que llega y la brisa del otoño golpeando mis mejillas.

—Sabía que iba a gustarte —susurra Pierce, pasando sus brazos por cada uno de mis lados, acorralándome con su cuerpo.

Su calor me llega casi de inmediato, debido a que las temperaturas a esta hora y altura son bajas. El olor de su perfume me invade a medida que el pasea sus labios por mi mejilla y yo en un acto casi involuntario, ladeo mi cabeza para darle acceso a mi cuello, donde él no tarda más de dos segundos en comenzar a besar.

Puedo sentir sus dientes raspar mi piel y luego su lengua alivianando el ardor, mis manos se encuentran cerradas sobre el borde de la baranda fuertemente, y las de él encima de las mías, también presionando.

Puedo sentir como su miembro se tensa por encima de mi trasero y también como yo comienzo a excitarme presa de sus caricias.

—Pierce... —digo, cuando una de sus manos me toma por la cintura y me pega a él.

—Si, nena —susurra, pasando su lengua por mi clavícula. —También te necesito...

Siento que las piernas se me ablandan, por lo que termino apoyando mi peso en él y Pierce aprovecha aquello para pasar sus manos por mi cuerpo entero, deleitándose con las reacciones que produce en mi.

Sus enormes manos se pasean por mi vientre, luego se cierran en torno de mis pechos, donde presiona con cuidado, sabiendo que soy sensible ahí, todo mientras su lengua mordisquea mi cuello.

Joder, esta clase de placer no puede ser buena para mi salud.

Los latidos de mi corazón están desbocados y mis bragas empapadas, y eso que todavía no me ha tocado.

Una de sus manos baja, queriendo colarse entre mis piernas.

—No... —jadeo, queriendo mirar a mi alrededor. —Pueden vernos —murmuro, en un acto de cordura.

—Shhh —dice él, levantando lentamente mi vestido.

—Mierda —murmuro, viendo lo que su mano hace.

—¿Estás mojada, Minerva? —Pregunta él, mis ojos clavados allí en cómo su mano termina de levantar el vestido hasta que mis bragas de color negro quedan a la vista. —¿Hum? ¿Lo estás? ¿Sigues reaccionando a mi como la última vez?

—Si —jadeo, cuando roza mi clítoris con la yema de sus dedos.

—¿Qué voy a encontrar si meto mis dedos por debajo de tus bragas, Minerva? Estarás empapada, ¿verdad? —Y yo no puedo responder, sepan entender, que estoy más allí que aquí. —Solo yo puedo hacer que te mojes así Minerva —dice, y no es como si estuviera preguntando. —Nadie nunca va a lograr esto más que yo.

—Nadie Pierce —digo, porque es la verdad. —Solo tú, solo tú...

Cuando aquellas palabras abandonan mis labios, Pierce hace mi braga a un costado y uno de sus dedos comienza a pasearse por mis pliegues mojados.

—Siempre tan perceptible —murmura en mi oído, esparciendo toda mi humedad por mi entrepierna.

Mi cabeza se deja caer en su hombro, sin embargo abro mis ojos cuando escucho un gemido.

Un gemido femenino.

Que no salió de mi boca.

Intento separarme de Pierce para avisarle, sin embargo cuando giro mi rostro para hablar, su boca choca fuertemente con la mía, su lengua invadiendo todos mis sentidos y cordura.

Pierce me gira y me presiona contra la baranda, sus ágiles dedos levantando mi vestido y sus enormes manos cerrándose en mi trasero, apretujando mis músculos con ahínco y es en ese momento que pierdo el norte, pero sepan entender, que una es humana y que me había bebido más copas de champagne que parecían no tener alcohol y si tenían, sin contar el trago que me tomé en el hotel, pues porque estaba nerviosa y necesitaba relajarme.

Asique lejos de importarme que había escuchado un gemido por ahí a lo lejos, me concentré en Pierce, en él y en sus besos que me estaban robando la vida, en cómo sus manos parecían desesperadas por tocarme y en como yo estaba necesitando más.

Más de él.

Más de mi.

Más de los dos juntos.

Mis manos se enredaron en su cabello, jalando para acercarlo más a mí y descubrí en ese momento lo mucho que aquello le gustaba, que mi lado más primario saliera cuando lo tenia cerca, por que solo él lograba ponerme de esta manera, solo él lograba que quisiera darle todo de mi sin siquiera pedir nada a cambio.

Sus manos siguen pellizcando mi carne, pegándose a mi de tal manera que me hace sentir lo excitado que se siente y es en ese momento exacto que otro gemido —más ruidoso que el anterior— vuelve a escucharse y no sé por qué —y sepan disculpar— aquello me excita, por lo que tambien gimo, sin embargo en ese momento me percato de que probablemente hay alguien más en esa terraza con nosotros.

—Pierce —murmuro—, creo que hay alguien aquí.

—Necesito hundirme en ti —es todo lo que él responde.

—No aquí —agrego—, creo que hay alguien —repito.

Pierce farfulla su desacuerdo entre gruñidos roncos que logran casi hacerme flaquear, sin embargo no quiero que ninguna pareja calenturienta me vea el chocho, por lo que tomó la mano de Voldemort —no sin antes bajar mi vestido y cerciorarme de que mis bubis estén en su lugar— y vuelvo dentro de la fiesta.

Y si, miré a mi alrededor buscando a la dueña de aquellos gemidos, tu también lo habrías hecho, sin embargo cuando me di cuenta de que habían pasado un poco más de las preliminares, aparte la mirada un tanto avergonzada y cuando mis ojos se encontraron con los de Pierce, este me sonreía de lado, como si le divirtiera mi reacción.

Cuando ingresamos nuevamente a la fiesta dentro, los colores se me suben a las mejillas aún más, debido a que estuve prácticamente sobándome con Pierce allí fuera, cuando cualquiera podría habernos visto, cuando cualquiera podría haber salido y vernos en aquella situación, demonios, esa pareja que prácticamente follaba en uno de los futones fuera podría habernos visto, aunque teniendo en cuenta la posición en la que estaban, dudo que siquiera se hayan percatado de nuestra presencia.

La música es prácticamente ensordecedora, todos dentro bailan y beben mientras Pierce prácticamente me arrastra hasta quien sabe donde, sin embargo la música que suena, las luces que hacen brillar las máscaras de la gente que tengo alrededor, la bruma que se mezcla con el olor a perfume caro y aquel leve mareo que siento debido al alcohol, hacen que tironee de su mano para detener su andar.

La canción que suena es un tanto lenta, pero por lo que puedo entender de la letra, es sexy como la mierda.

Un chico habla de que solo tiene una cosa en mente, y es que quiere tocarla donde más le gusta, quiere reemplazar las manos de ella por las de él.

Mis caderas comienzan a balancearse casi por voluntad propia, mis manos se levantan por sobre mi cabeza y es en ese momento —en el que suelto nuestras manos unidas en medio de la pista— que Pierce se gira para ver qué demonios está mal conmigo.

Pero yo en este momento quiero bailar, no follar.

«Déjame mostrarte cuanto te deseo» dice la canción.

«Goteando por tu cuerpo como si fueras oro»

«Mi piel contra tu piel, una y otra vez»

Mi vestido medio se sube con el vaivén de mis caderas, mientras Pierce me observa fijamente sin mover un solo músculo, solo observando las curvas de mi cuerpo con un deseo animal, como si quisiera follarme allí frente a todo el mundo.

Y aquello no hace otra cosa más que hacerme sentir la mujer más hermosa del mundo, como si fuera algo que desea con todo su ser y que no puede tener, me hace sentir poderosa, inalcanzable.

Me hace sentir como hace años no me siento.

Mis caderas siguen moviéndose, mi identidad cubierta bajo una máscara de encaje negra igual a la de él, la gente alrededor bailando ajena a mi juego de seducción a Pierce, por que si, estoy ahí bailando para él.

De repente siento unas manos en mi cintura y de inmediato me tensiono, sin embargo cuando me giro una sonrisa de dientes blancos y labios finos pintados de color carmesí me devuelve la mirada.

Me quedo unos cuantos segundos con mis ojos clavados en los celestes de ella, sus enormes pestañas postizas y su rostro perfilado cubierto por una máscara roja, mientras que su cabello de color rojo fuego es liso y atado en una coleta alta, con un ceñido vestido de color blanco cubriendo su cuerpo.

Entiendo en ese momento lo que está haciendo, queriendo jugar conmigo a aquel juego de seducción y será por mi estado de ebriedad o quien sabe que, por que en ese momento me parece una idea genial, asique vuelvo nuevamente a mover mis caderas, con ella paseando sus delicadas manos por mi cintura, mi vientre, pegando su cuerpo al mío, su cadera moviéndose al compás de la mía.

Ladeo mi cuello y ella asoma el suyo por mi costado y si bien no hace nada, el simple contacto de su piel chocando con la mía, hace que un escalofrío me recorra el cuerpo entero.

Medio suspiro y cierro mis ojos cuando aquello pasa, deleitándome en aquel contacto, perdiéndome entre la bruma de placer que siento debido a lo que estuve haciendo con Pierce antes.

Siento el sudor cubrirme la frente y el cuerpo, mientras sigo bailando, los enormes tacos ya no me duelen, solo puedo sentir a la pelirroja detrás mío, moviéndose cuando yo me muevo, su cadera pegada a las mía.

Mis ojos nunca dejaron los de Pierce, que me observa como hace segundos atrás, solo que ahora puede apreciarse un brillo salvaje en su mirada y es en ese momento que se cansa de mirarme desde lejos, por lo que termina acercándose y tomando mis mejillas con delicadeza me besa, adentra su lengua tan profundo que gimo fuerte en su boca.

Siento todavía las manos de la pelirroja en mi cintura y en ese mismo instante siento que su suave boca se cierra en torno a mi cuello y demonios.

Demonios.

Demonios.

Demonios.

Aquel simple contacto me excito demasiado, sin embargo en ese momento las manos de Pierce se ciernen a mi alrededor, supongo que aquello aparta un poco a la muchacha —porque dejo de sentirla pegada a mi— y profundiza el beso, medio ladeando mi cuerpo hacia atrás, sus manos apretando mi trasero sin importarle que estemos rodeados de gente.

«Suda por mi»

«Suda por mi»

«Te amare y sacaré lentamente tus prendas»

«Mi piel en la tuya, una y otra vez»

De repente Pierce se separa de mi, vuelve a tomarme de la mano, obligándome a avanzar sin importarle empujar a nadie en su camino.

—Joder, que voy a dejar los dientes en el suelo, Pierce —me quejo cuando comienza casi a correr.

Y él, fiel a ese carácter de mierda que tiene, se gira y tomándome por entre las piernas me carga.

—¡Demonios, Pierce! —Mi grito perdiéndose entre el bullicio de la música. —¿Qué putas estás haciendo? —Agrego, cerrando mis manos en puños en su chaqueta para elevarme.

—Evitando que dejes tus bonitos dientes en el suelo —es todo lo que responde él, mientras que con su mano libre acaricia mi trasero que ha quedado al aire libre.

—Pierce, demonios, que alguien va a verme el trasero —me quejo, aunque no puedo evitar que una sonrisa se me forme en el rostro por lo absurdo de la situación.

—¿Y? —Dice él y también puedo notar una sonrisa en su cara.

—¿Y...? —Pregunto, indignada. —Que van a verme hasta el apellido —termino largando con una carcajada.

—Este bonito coño —dice, pasando su pulgar por encima de mi braga—, y este perfecto trasero, son míos —agrega, pellizcando este último. —Yo decido quien lo ve y quien no —dice al final, mientras mi cuerpo rebota por el impulso de su cuerpo al subir los escalones.

Antes de que pueda responder nada, Pierce abre una puerta y la cierra una vez que estamos dentro.

La oscuridad en la habitación es interrumpida por unos cables que van por los extremos de la habitación con luces led azules y tengo que pestañear varias veces para adaptarme a la nueva iluminación a mi alrededor, sin embargo Pierce me baja lentamente, mi vestido levantándose a medida que mi cuerpo se arrastra por el de él hasta que mis pies tocan el piso.

Sus manos están cerradas fuertemente en mi cintura, bajando lentamente hasta amasar mi trasero.

Mi respiración con aquel mínimo toque se acelera, mientras lo único que puedo hacer es mirar sus labios, que prácticamente cepillan los míos mientras casi compartimos el mismo aire.

—Pierce... —susurro en la oscuridad, el sonido de la fiesta siendo ahora lejano.

—Lo se, bonita —murmura él, sus pulgares enganchándose en mis bragas para dejarlas caer. —Voy a darte lo que necesitas, pero tendremos que hacerlo rápido, ¿vale? Alguien podría entrar —dice, al tiempo que se mete mi ropa interior en el bolsillo.

—Puedes ponerle seguro —murmuro.

—No tiene —es todo lo que responde él, antes de besarme.

Su lengua batalla con la mía por tener el control, sus manos amasan mis pechos, para instantes después pellizcar mi trasero y después volver a mis pechos.

Cuando la parte trasera de mis rodillas toca la cama, él pone una mano en mi cintura y la otra en el colchón para amortiguar la caída y yo con mis codos termino acomodándome hacia atrás para darle lugar, mientras lo espero deseosa.

Pierce se desprende rápidamente los botones de su pantalón, todo bajo mi atenta mirada, mientras observo primero su rostro, su lado derecho iluminado en color azul y el lado opuesto cubierto de sombras, la chaqueta de su traje desapareció en algún momento y tiene varios botones de su camisa desabrochados.

Desprende el último botón de su pantalón, para luego sacar su enorme miembro de adentro de su bóxer que creo que es de color blanco.

Se toca un par de veces, su mano subiendo y bajando para terminar de endurecerla.

—Ven aquí —murmura, sin dejar de mirarme a mí, que no quite la mirada de su polla. —Dale un beso, que mi polla extraña esa boquita tuya...

Automáticamente me siento, porque la idea de tener su polla en mi boca nuevamente, sabiendo lo mucho que le gusto la ultima vez, me vuelve loca.

Los tirantes de mi vestido se bajan por mis hombros y en el momento que voy a acomodarlos, sus manos se cierran en torno a mis muñecas.

—Quédate así —murmura. —Te ves preciosa así como estas —dice, robándome una sonrisa.

Me acomodo en la punta de la cama y cuando voy a comenzar a chuparla, Pierce me detiene.

Lo miro con el ceño fruncido antes de que con sus dos manos acomode mi cabello y termine sosteniéndolo con una sola en una coleta alta, acto seguido se toma a sí mismo con su otra mano y comienza a pasear su miembro por mi rostro, mis mejillas y por último con la punta repasa mis labios, el piercing de la punta rozándome.

—Abre —murmura con voz ronca.

Y eso hago, abriendo mi boca mientras Pierce mete apenas la cabeza y mi lengua sale de inmediato a su encuentro, enganchándola con el aro como hice la última vez, girándola alrededor de la cabeza y chupando un poco, sin embargo su agarre férreo en mi cabello no me deja avanzar mucho.

—¿Vas a llevarlo profundo, Minerva? —Pregunta él, metiéndose un poco más adentro. —¿Quieres?

Ruedo los ojos y farfullo una respuesta con su polla aún dentro de mi boca, haciéndolo sonreír.

—Tomare eso como un si —murmura, divertido.

Las palmas de mis manos se encuentran en su cintura, mientras él bombea en mi boca su miembro, endureciéndose cada vez más y largando un poco de liquido pre seminal por la punta.

Aquello me da asco, en serio y, ¿quieren que les cuente un secretito? El semen no es delicioso como lo describen generalmente, que a ver, que si hay que tragar, tragamos, pero eso no quiere decir que sea un manjar riquísimo y tampoco está mal si no te gusta hacerlo, o no te gusta el sabor, o no te sientes cómodo o cómoda.

Si quieres escupir, escupe.

Y si quieres tragar, traga.

Quienes somos nosotros para juzgar.

De todas maneras verlo a Pierce tan perdido en el placer que mi boca y lengua le brindan, me hacen ponerme impaciente, por lo que ladeándome hacia atrás y sacando su polla de mi boca, murmuro:

—Te necesito, ahora...

—Quiero que me la chupes un poco más —rebate él, paseando su polla nuevamente por mis labios.

—Y yo quiero follar —es todo lo que respondo.

—¿Eso quieres? —Pregunta él, metiendo su pulgar adentro de mi boca. —¿Quieres mi polla adentro tuyo? ¿Abriéndote? ¿Hum...?

Joder, ¿como esas sucias palabras pueden calentarme tanto?

—¿Estás lista para mi? —Farfulla. —¿Estás lo suficientemente mojada? Porque no quiero lastimar ese pequeño coño tuyo, ¿sabes?

—Estoy lista, pero por favor, Pierce...

—Por favor, ¿qué?

—No voy a rogarte —respondo.

—No quiero que me ruegues —dice él, tomando mi rostro con su enorme mano—, solo me gusta ver lo desesperada que estás por mi polla. Ahora, Minerva, ¿estás desesperada por mi polla? ¿Está ese pequeño coño listo para mi?

—S-si... —largo, hipnotizada por su mirada y la manera en la que me habla.

—Buena chica —murmura, haciéndome rodar los ojos con fastidio.

Odio esa frase.

Y él lo sabe, por eso la usa cada vez que puede.

Pierce saca de su billetera un preservativo, poniéndoselo casi de manera automática y dejando los restos en su bolsillo.

—Esto será rápido, Minerva —susurra él, poniendo sus enormes manos a cada lado de mi cabeza. —Y no puedes ser muy ruidosa, ¿estamos?

—Yo no soy..., mierda —jadeo, cuando hunde la punta dentro mío. —Yo no soy ruidosa —me obligo a decir.

—¿No? —dice él, sonriéndome.

—No —digo, sin apartar la mirada.

—Veamos —murmura él.

Pierce mantiene su peso con una sola mano, mientras con la otra baja aún más el vestido a la altura de mi pecho, exponiendo mis tetas.

—¿Qué pasaría si hiciera esto? —susurra él, metiendo una de mis tetas en su boca.

—Joder —farfullo en voz baja.

—Shhhh —dice él, soplando el pecho mojado por su saliva, endureciéndolo por el cambio de temperatura.

—E-eso es trampa —jadeo, cuando repite la acción con el otro.

—¿Trampa? —Se burla él. —¿Por qué? —Murmura, haciéndose el idiota, maldito y pecaminoso Pierce.

Su mano baja allí a donde nuestros cuerpos se unen. Todavía no ha metido la mitad de su miembro, pero sé que quiere ir lento, para, literalmente, no romperme.

Su mano mueve su polla de arriba abajo, concentrando las caricias en mi punto de nervios.

—Pierce... —me quejo con un gemido.

—Debes estar bien mojada para recibirme, Minerva —es todo lo que responde él, sus ojos clavados allí donde me tortura. —Es por eso que hacemos esto, para que estés mojada..., para que no duela.

—Oh, mírame eso —respondo con ironía—, por un instante creí que estabas torturándome.

Pierce larga una carcajada ronca cuando digo aquello, y aunque quiero reírme, me aguanto, porque se supone que me molesta lo que está haciendo.

—¿Quieres que te folle?

—¿Tengo que responder? —Pregunto— ¿Otra vez? Si Pierce, quiero que me folles, quiero que..., ¡MIERDA! —medio grito cuando se mete de un empollón.

—¿Decías? —Murmura con ironía, aunque puedo ver su ceño fruncido, como si le estuviera costando meterse dentro mío. —Joder, sigues pareciendo una virgen... —murmura.

—Lo siento —respondo, por que no se que otra cosa decir.

—No —dice él, saliendo un poco de mi, para volver a meterse, aunque no se ha internado del todo. —No lo sientas, es genial, tu coño me tiene obsesionado, Minerva.

—Bueno, ¿gracias?

Sonríe cuando digo aquello, antes de besarme a la vez que se mete un poco más.

—Mierda —jadeo, fuerte, cabe destacar. —¿Por qué demonios la tienes tan grande?

—Te encanta que la tenga grande —dice él, pasando su lengua por mis labios. —Te encanta cuando te la meto y tardas unos segundos en dilatarte y adaptarte a mi, Minerva —farfulla, esta vez haciéndome gritar cuando se mete del todo. —Te encanta que te folle tan duro que tengas que gritar —agrega.

—Pierce... —gimo su nombre, mientras comienza a moverse.

—¿Sabes que, Minerva? —Pregunta, haciendo que clavE mis ojos en los suyos. —Grita mi nombre, no te guardes nada.

Y antes de que pueda responder nada, comienza a follarme como un poseso, entrando y saliendo de adentro mío con rapidez y yo, que soy una humana común y corriente, empiezo a gritar, gemir, insultar, todo sin poder contenerme.

—Oh, joder Minerva —dice él, ladeando su cuerpo hacia atrás sin dejar de follarme, tomándome de la cintura para poder impulsar mi cuerpo hacia el suyo.

Y si, estoy gritando como una actriz porno, ¿pero te cuento otro secretito? A veces, cuando estamos un tanto ebrios, las inhibiciones dejan de existir y en ocasiones nos creemos invencibles, o creemos que esos gemidos son sexys, cuando seguramente parece que estuvieran matándome.

Aunque, la Pierceconda esta ametrallando mi vagina.

Solo digo...

—Así..., así Minerva —jadea él, su frente llena de sudor—, adáptate a mi, grita mi nombre, hazme saber cuanto te gusta...

—Pierce... —grito, cuando hace un movimiento circular con su cadera.

—Lo sé, preciosa, lo sé —murmura él, repitiendo el movimiento. —Sé lo mucho que te gusta.

—¿Y a ti? —Pregunto. —¿A ti te gusta?

—Como pocas cosas me gustaron nunca —es todo lo que responde.

Por unos cuanto segundos la mirada de Pierce se pierde en algo detrás mío, sin embargo cuando quiero mirar qué llamó su atención, su cuerpo se cierne sobre el mío y me besa, y todo me resulta tan intenso, joder, tan intenso, que estoy a nada de venirme, gritando su nombre, pidiendo por más al mismo tiempo que siento que quiero que se detenga, que vaya lento, solo por que quiero que este momento sea eterno.

Quiero que él y yo seamos eternos.

—Aguanta, Minerva —murmura él, sus labios cepillando los míos cuando habla—, no te vengas todavía.

—Pero... —me quejo.

—Solo un poco más —agrega.

Y yo asiento, por que no puedo hablar, porque gimo con fuerza cada vez que se adentra en mi, para salir y entrar y salir.

—Llevémoslo más profundo, ¿si? —Dice de repente, sin embargo no es como si me preguntara, sino que simplemente lo hace.

Pasa uno de sus brazos por mi rodilla para luego repetir la acción con la otra, dejando mis piernas en sus hombros y llegando tan malditamente dentro de mi, que siento que su polla choca con mi vientre.

La fricción que hacen nuestros cuerpos, el cosquilleo en toda mi piel, la profundidad a la que llega ahora hace que este a nada de venirme.

No voy a aguantar mucho.

—¡Pierce! —grito con el primero empollón y cuando quiero acercarlo a mi para que me bese, una de sus manos me toma por las muñecas, dejándolas por encima de mi cabeza y es en ese momento que lo siento.

El roce de piel con piel.

Mis dedos tocando otros dedos.

¿Qué carajos?

Me arqueo para observar qué demonios es lo que hay detrás de mi y termino encontrándome con algo que me sorprende por completo.

Algo que malditamente no esperaba.

Hay una muchacha sobre sus codos y rodillas, mientras detrás de ella —por lo que puedo divisar en la oscuridad—, hay un hombre completamente desnudo, follándola con bastante ahínco, cabe destacar.

En la maldita misma cama que nosotros.

Pierce sigue follandome como si no le importara que otra pareja esté haciendo lo mismo que nosotros.

—Pierce... —trato de decir, pero estoy abrumada.

Joder, que estoy a punto de venirme, ¿no podía, acaso, darme cuenta luego?

Las manos de Pierce siguen sobre mis muñecas, manteniéndome en mi lugar, mis dedos rozando los de ella.

Es en ese momento que me percato de los gemidos de ella, y los gruñidos roncos de él.

Demonios, que esto no debería excitarme, pero el morbo que estoy sintiendo en este momento no se compara con nada de lo que podría haber vivido antes.

Los dedos de la muchacha vuelven a rozarme.

Pierce comienza a follarme más fuerte, haciendo que grite por la rudeza con la que se hunde en mi.

—Ahora, Minerva —gruñe él, sus labios sobre los míos. —Ahora, vente conmigo, preciosa.

Es en ese momento exacto que la muchacha que folla prácticamente a mi lado grita, grita y cierra su mano sobre la mía, presionándomela y yo le devuelvo el apretón, por qué necesito canalizar el placer que estoy sintiendo ahora, porque me estoy viniendo bestialmente y siento a Pierce tan metido dentro mío, que puedo sentir como palpita en mi interior, a la vez que las contracciones de mi orgasmo lo presionan extendiendo nuestro placer.

Grito su nombre cuando me vengo.

Pierce gime el mío mientras se viene conmigo.

Y mientras la cúspide de placer va pasando, yo me pregunto para mis adentros, ¿qué demonios acaba de pasar?




***

HOLA HOLA HOLA 

WELL, ¿QUE LES PARECIÓ EL CAPÍTULO?

JODER, QUE ARDIENTE ESTUVO, A VER, ¿QUIEN PRENDE EL AIRE? ¿DONDE ESTÁ MAJO?

NATALIA, EL VENTILADOR, QUE LA KELSEY SE ANDA METIENDO MANO.

JE 

BUENO, AHORA SI... LES TRAJE ESTE CAPÍTULO

YA QUE LLEGAMOS A LOS 8K, Y SINCERAMENTE ME SORPRENDE LO MUCHO Y LO RÁPIDO QUE ESTÁ CRECIENDO LA HISTORIA. 

DESDE YA MUCHAS GRACIAS A TODXS LOS QUE ESTÁN LEYENDO, A ESOS QUE RECOMIENDAN LA HISTORIA, A ESOS QUE TRAEN A SUS AMIGXS PARA QUE TAMBIEN LEAN.

ES MUY IMPORTANTE PARA MI Y SINCERAMENTE POR MOMENTOS NO ENCUENTRO PALABRAS PARA AGRADECERLES. 

AHORA SI, NO SE OLVIDEN DE VOTAR Y DECIRME LO GENIAL QUE SOY. 

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BESITOS, PECADORXS. 

LXS AMO

DEBIE 

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