Pecado con sabor a chocolate...

By DeBeLassal

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Minerva es una joven llegada hace poco tiempo a la ciudad de Nueva York, con la ilusión de trabajar para uno... More

SINOPSIS
PRÓLOGO
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISEIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO VEINTE
CAPÍTULO VEINTIUNO (PARTE UNO)
CAPÍTULO VEINIUNO (PARTE DOS)
CAPÍTULO VEINTIDÓS
CAPÍTULO VEINTITRÉS
CAPÍTULO VEINTICUATRO
CAPÍTULO VEINTICINCO
CAPÍTULO VEINTISÉIS
EXTRA ISABELLA
CAPÍTULO VEINTISIETE
CAPÍTULO VEINTIOCHO
CAPÍTULO VEINTINUEVE
CAPÍTULO TREINTA
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE
CAPÍTULO CUARENTA
CAPÍTULO CUARENTA Y UNO
CAPÍTULO CUARENTA Y DOS
CAPÍTULO CUARENTA Y TRES
CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO
CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO
CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS
CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE
CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO
CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE
CAPÍTULO CINCUENTA
EPÍLOGO
AGRADECIMIENTOS Y AVISO IMPORTANTE

CAPÍTULO DIECINUEVE

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By DeBeLassal

LA DETERMINACIÓN POR EL CIELO Y EL ORGULLO POR EL SUELO





—Pero, ¿por qué? —Vuelve a preguntar Isabella.

—Porque te lo estoy pidiendo —es todo lo que respondo, sin mirarla a la cara.

—Sabes que tienes que darme algo más que eso, ¿verdad? —Insiste ella, mirándome de arriba a abajo. —¿Qué demonios fue lo que te pasó?

—Me manche con chocolate —es todo lo que respondo, evasiva.

—¿Y porque Pierce salió lleno de chocolate de la cocina hace un rato?

Perra, no se le escapaba nada.

—No lo sé —miento, por lo bajo.

—Minerva... —advierte ella.

—Está bien, te lo diré —digo, haciendo que ella me mire con los ojos llenos de un brillo curioso—, pero no ahora.

—Pero... —se queja ella.

—Isa, si no voy en nada a cambiarme para comenzar a preparar las mesas, Tronchatoro va a matarme —digo, a modo de excusa. —¿Me harás ese favor o no?

—Por supuesto que lo haré —dice ella, rodando los ojos—, pero me debes un montón de explicaciones.

—Siiii —respondo, rodando los ojos.

De todas maneras, mi amiga clava su mirada en algo detrás de mí, antes de farfullar por lo bajo que me verá luego y desaparece por la dirección contraria.

Xander se para al lado mio, y supongo que no se dá cuenta de que estoy alli, por que se queda con la mirada fija allí donde despareció Isa, negando con la cabeza y dando un suspiro cansado, antes de entrar a los vestuarios con los hombros hundidos.

No entiendo porque demonios no solucionan las cosas y están juntos y felices de una vez por todas.

Luego de eso, me armo de valor, porque sé que Voldemort está esperando que vaya a su oficina, y sé que lo de ponerme a trabajar en la noche no fue adrede, el maldito está planeando algo y algo me dice que no es para nada bueno para mi.

«Depende de si los orgasmos no son buenos para la salud» murmura mi inconsciente.

Automáticamente apartó cualquier pensamientos que mezclen a Pierce y los orgasmos en una misma oración.

Doy una respiración profunda mientras observo las escaleras que me llevan a la oficina de mi jefe, y si todo sale como lo planeado, no es mucho lo que voy a tener que compartir con él.

Espero a que me de la señal de pase cuando toco a su puerta, sin embargo una vez que entro me sorprendo, debido a que lo veo concentrado en su computador sin siquiera dedicarme una mirada.

Carraspeo para llamar su atención.

—¿Si? —Dice, cuando levanta la mirada, como si no recordara que hacía yo allí.

Tiene el cabello mojado así como también la ropa nuevamente limpia, es decir que seguramente ya se duchó y cambió su muda de ropa por una nueva.

—Ibas a prestarme tu baño —murmuro, luego de carraspear nuevamente, porque siento algo atorado en mi garganta.

Minerva, por todos los cielos, no pienses en ti atragantada con su miembro. 

Demasiado tarde, maldita sea. 

Voldemort frunce el ceño unos segundos, como si estuviera confundido, hasta que supongo recuerda lo que hacía yo allí y sonríe.

Maldito y sensual Voldemort.

—Claro —dice, mientras se pone de pie y avanza hacia donde me encuentro. —Es por aquí —murmura, poniendo una mano en mi espalda baja.

Aquel mínimo contacto me revoluciona, en serio, es algo que malditamente no puedo controlar, por lo que comienzo a repetirme a mí misma: "No dejes que te afecte, se comportó como un idiota, no dejes que te afecte, no dejes que vea que todavía produce cosas en ti, no dejes..."

—¿Estas bien? —Susurra él de repente en mi oído, haciéndome saltar de la impresión.

—Si —es todo lo que respondo, alejándome de su toque.

Voldemort entrecierra los ojos en mi dirección, como si el muy idiota no entendiera el porqué de mi actitud, pero, ¿qué demonios estaba esperando? ¿Que cayera nuevamente a sus pies? No señor, mi dignidad va primero, porque él me hizo sentir...

Mientras estoy pensando en eso, un tanto distraída, Voldemort aprovecha para pegar mi cuerpo a la pared y besarme.

Jo-der.

Cualquier pensamiento que pudiera estar teniendo, diciéndome a mi misma que no volvería a caer, se licua, literalmente, no queda nada de aquella dignidad y orgullo que debía mantener.

Estupida y calenturienta Minerva.

El sabor de su lengua en la mía hace que prácticamente gima en su boca, mientras mis manos están fuertemente cerradas sobre su camiseta negra y no sé si quiero alejarlo o acercarlo todavía más. De repente la idea de follar se me viene a la cabeza, y tan pronto como pienso aquello, el recuerdo de días atrás, donde me ignoró como si fuera nada, vuelve como un balde de agua fría.

—Para..., para... —murmuro, intentando romper el beso.

Sin embargo Pierce no escucha y por supuesto no se detiene, porque cuando quiero darme cuenta, todos los botones de mi camisa caen al piso cuando él la arranca.

—¿Que demonios...? —Jadeo, entre sorprendida y cabreada por lo que acaba de hacer.

—Joder, como las extrañé —murmura, cuando sus dos manos se cierran sobre mis pechos, desapareciendo bajo su enorme palma. —Como te deseo, joder —farfulla, antes de volver a besarme.

—No, Pierce —intento decir entre beso y beso.

Sin embargo me doy cuenta de que no hay nada que pueda hacer, porque sus besos me saben a gloria, sus manos recorriendo mi cuerpo entero hacen que vuelva a sentirme tan viva como me sentí aquella noche que follamos.

Y quiero eso, demonios, lo necesito, por más que sé que esto está mal, por más que sé que va a volver a lastimarme y al final terminaré arrepintiéndome, no puedo evitar sentirme tan desesperada como él por el contacto de nuestros cuerpos juntos nuevamente, es por eso que mis manos se enredan en su cabello, jalandolo para acercarlo más a mí, para hacerle saber lo mucho que lo necesito. Sus manos van a mis piernas, invitando a rodearle la cintura con ellas y en el momento en el que me aprieta contra la pared, en el momento en el que choca su cadera con mi centro, haciéndome saber cuan excitado se encuentra, la puerta de la oficina es aporreada con fuerza, no, no con fuerza, como con desespero, haciendo que él automáticamente me deje nuevamente en el suelo, se reacomode la polla para disimular la erección y de un suspiro antes de ir hacia la entrada a abrir, mientras yo entorno la puerta para esconderme de sea quien sea que toque la puerta de aquella manera.

—¿Que, en el infierno, sucede, para que toques la puerta de esa manera, Isabella? —Dice mi jefe detenidamente, en un tono tan bajo que hace que los vellos de mis brazos se ericen.

—No sabes lo que acaba de pasar —dice ella, con evidente entusiasmo, pero creo que sé el porqué está aquí.

—¿Que? —Responde Pierce, impaciente.

—Es que es largo, ¿tienes tiempo?

—No —responde él, escueto.

—Pues tendrás que hacer tiempo para mi —es todo lo que dice mi amiga, intentando abrir la puerta para ingresar a la oficina, sin embargo Pierce no se lo permite.

—Isabella, ¿qué demonios estás haciendo aquí?

—Ya te lo dije, algo pasó. —Responde ella, mientras cabecea para mirar por detrás de su cuerpo.

—¿Tiene que ver con el restaurante? —Pregunta.

—No del todo —dice ella.

—Entonces podemos hablarlo después —dice él, intentando cerrar la puerta, sin embargo mi amiga no se lo permite.

—Oye, ¿porque no puedes ahora? —Insiste. —¿Acaso no estaba aquí Minerva? —Y cuando supongo que mi jefe va a negar, ella agrega. —Porque juro que hace un rato la vi subir las escaleras.

Pierce la mira fijamente, como sopesando si mandarla al demonio y volver donde yo me encuentro, o seguirla.

Da un suspiro cansado, mientras se frota las cejas en un gesto que me sabe exasperado.

—Si, ya está en la ducha, iba de salida. —Maldito y mentiroso Pierce. —Vamos —incita a mi amiga a salir.

Escucho la puerta cerrarse, mientras dejo caer mi peso en la puerta, dejándome caer con pesadez hasta que mi trasero toca el suelo, mientras me repito una y otra vez:

«¿Qué mierda estuve a punto de hacer?»

«Tirar toda tu determinación y orgullo a la mierda, Minerva, eso estuviste a punto de hacer»

Estúpida y sabionda conciencia. 





Me bañe, literalmente, a la velocidad de la luz y si bien el baño que se encontraba en la oficina de mi jefe no era enorme, contaba con lo justo y necesario para asearse.

Me puse una pequeña capa de maquillaje, me cambié con el vestuario de moza de la noche y cuando estaba por abrir la puerta, esta se abrió de repente, con Voldemort y una expresión enfurecida en el rostro. Me quedé allí, quietecita, con la mano estirada en dirección a la puerta mientras él me observaba con los ojos entrecerrados.

Abrí la boca para decir algo, ¿que? No tengo idea, de todas maneras no pude, ya que mi amiga se asomó por detrás de mi jefe, haciendo que este cierre los ojos con fuerza, como si estuviera tomando todo de él no mandarla al demonio.

—¿Minerva? —Dice ella, fingiendo que no sabía que todavía me encontraba allí. —¿Ya estás lista?

—Si —murmuro, apartando la mirada de Voldemort.

—Perfecto, porque Troncha... Katherine —se corrige cuando mi jefe le larga una mirada asesina—, estaba buscándote.

—Está bien —respondo, con una sonrisa incómoda.

Puedo sentir la mirada de Voldemort en mi perfil, de todas maneras lo ignoro y paso por su lado sin siquiera rozarlo, debido a que no movió un músculo para darme lugar para salir de la oficina.

—Tu, Minerva, tienes muchísimas explicaciones que darme —murmura Isabella, mientras bajamos las escaleras que dan al salón.

—¿Yo? ¿Por qué? —Pregunto, haciéndome la loca.

—Oh, no lo sé... —responde ella con ironía—, tal vez podrías explicarme el hecho del porque estabas tan desesperada porque te ayudara a distraer a nuestro jefe —dice, casi de manera desinteresada. —Oh tal vez quieras explicarme porque tenía una erección cuando logré sacarlo de su oficina.

Detengo mi andar en seco, abriendo los ojos como platos mientras supongo que mis mejillas se tornan de un rosado violento.

—Y-yo... —Medio susurro.

—¿Tu qué, Minerva? —dice ella con detenimiento, sin embargo cuando vuelve a abrir la boca para agregar algo más, Tronchatoro aparece, haciendo que por primera vez en mi vida, me ponga feliz de verla.

—Wilson, deberías estar armando las mesas —me reprende.

—Hablamos luego —murmuro, pasando por su lado sin siquiera mirarla a los ojos por el bochorno que estoy sintiendo en estos momentos y pensando en que puta excusa voy a darle.

Porque Isabella no se dará por vencida, hasta saber qué demonios es lo que está pasando entre Pierce y yo.

Estoy jodida y no de la manera que me gustaría.

—¿Me tocara atenderlas a mi sola? —Le pregunto a Tatiana.

—Si —responde suspirando de manera dramática, como si le molestara mi simple presencia y el solo hecho de que respire su mismo aire.

—¿Osea que esta noche no voy a asistirte? —Pregunto, solo para confirmar.

—No —responde ella, largandome una mirada asesina que hace que me arrepienta de haber nacido. —De todas maneras no te ilusiones —agrega, mientras me repasa con la mirada de manera despectiva—, es la peor plaza que podría tocarte.

Ruedo los ojos a su respuesta, que no es la mejor plaza para trabajar, lo sé y no es que me moleste, sino todo lo contrario, ya que son mesas pequeñas y son las que menos trabajo dan.

Isabella no para de largarme miradas desde donde se encuentra, pero como buena fingidora de realidades que soy, me concentro en preparar las mesas para cuando vengan los comensales y así es como la última hora pasa, mientras agradezco no cruzarme con Voldemort en ningún momento.

Observo como mi amiga se acerca hacia mi plaza, guiando el camino de Dean y de una muchacha muy joven y me cuesta unos segundos darme cuenta de que es Mia, su pequeña hermana.

—Hola —saludo con una sonrisa y no se porque tengo las mejillas ardiendo.

—Hola Mine —saluda él, devolviendome la sonrisa. —Creo que no te había presentado a mi pequeña hermana —murmura, poniendo una mano en la espalda baja de ella. —Mia, ella es Minerva, Minerva ella es Mia.

—No soy tu pequeña hermana —farfulla ella un tanto enojada, antes de extender su mano y darme un ligero apretón.

—Ya veo que no —respondo—, mucho gusto, Mía.

—Mucho gusto —responde ella, aunque sin mirarme.

Dean me larga una mirada que me sabe a disculpa a lo cual niego con la cabeza, restándole importancia, mientras los acompaño a la mesa en la que van a cenar.

Les dejo las cartas y me retiro a buscar las bebidas que pidieron, de todas maneras una vez que vuelvo a su mesa, me encuentro con una acalorada discusión.

Esto se me hace repetitivo.

—No quiero comer nada, no insistas —murmura Mia, enojada.

—Mia, tienes que comer, no lo has hecho en todo el día —responde Dean.

—¿Y tú cómo lo sabes? —Pregunta ella.

—¿Porque estuvimos juntos todo el día? —Responde él con ironía.

—¿Qué demonios tiene que ver eso? —Pregunta ella.

—Es una pena... —murmuro de repente, negando con la cabeza e interrumpiendo su pelea.

Ambos se quedan callados, observandome sin entender muy bien qué es lo que quise decir.

—¿Que es una pena? —Pregunta Dean.

—Oh, ya sabes —respondo, haciendo un ademán con la mano—, esta noche estaba cocinando Pierce.

—¿Y? —Pregunta Mia, sin embargo logro ver un brillo curioso en sus ojos.

—Está haciendo esas pastas rellenas con muzzarella, ¿si sabes cuales son? —Pregunto, a lo que ella asiente lentamente—. Pues, ese es el plato principal, junto con esa salsa roja que le queda..., uff, ¿si sabes cual es? —Vuelvo a preguntar.

—¿La que tiene ese deje de gusto ahumado...? —Insinúa ella.

—Si, esa —respondo, sonriendo. —De hecho él me dijo que vendrían esta noche y que sabía que ese era tu plato favorito Mía, es por eso que lo cocino, es una pena que vaya a decirle que no quieres comer —agrego, negando con la cabeza.

—Pero... —intenta decir ella.

—No te preocupes, estoy segura que lo entiende —agrego.

—Tal vez podría comer aunque sea un poco —susurra, toqueteandose sus dedos con nerviosismo.

—¿Seguro? —Pregunto, fingiendo que no quiero comprometerla a semejante cosa. —Porque tu sabes como es Pierce —agrego, como si lo conociera cuando en realidad no tengo ni idea de como es—, si no terminas el plato, te obligara a hacerlo.

Mia sonríe, y es la primera sonrisa genuina que le veo en toda la noche, sin embargo tan rápido como llega, se va.

—Solo comeré un poco —murmura, apartando la mirada.

Dean me hace una señal de gratitud con la cabeza, agradeciendome haber podido convencerla de comer.

—Yo pediré las brochetas de cordero con una copa de vino, Xander sabe cual, gracias Minerva —murmura él.

Asiento a medida que me alejo, repitiendo en mi cabeza lo que tengo que pedir y rezando a todos los santos que existen para que Pierce haga el plato que le comando, ya que no está en la carta y ni hablar de ser el plato del día, de todas maneras me arriesgo, anotando en la comanda que irá a la cocina, que el plato es para Dean.

Tal vez así no se cabree tanto.

El restaurante poco a poco comienza a llenarse de gente, debido a que es fin de semana y son estas las noches que más se trabajan. La música clásica suena por lo bajo, mientras tanto los camareros como los ayudantes van de un lado al otro, cargando platos de comida o acarreando los carritos llenos de bebidas, las conversaciones se pierden entre cada mesa mientras que una u otra vez se escucha una fuerte carcajada, señal de lo mucho que disfruta la gente tanto la comida como el ambiente.

Por suerte para mi, Isabella está lo suficientemente atareada como para acorralarme en un rincón a hacer preguntas para las cuales no tengo respuesta en este momento, su sonrisa encantadora luce un tanto agotada, sin embargo no deja de sonreír a los clientes y acompañarlos a sus respectivos lugares.

Suspiro con alivio cuando los platos de la mesa de Dean salen sin ningún inconveniente.

—No sonrias tanto —escucho decir a Philipe, que es quien se encarga de que los platos sean los correctos—, al chef no le gusto lo que hiciste, dijo que después tiene que hablar contigo.

Mi sonrisa se borra, claro, porque algo me dice que no es por eso por lo que mi jefe está enojado conmigo esta noche.

Asiento a modo de respuesta, mientras acomodo los platos en mis manos para llevarlos a la mesa correspondiente, mientras siento un escalofrío recorrerme el cuerpo entero.

—Esto se ve delicioso —dice Dean, nada más dejarle el plato en frente.

Mía observa el plato por unos cuantos segundos, mientras su hermano y yo la miramos expectantes, como si estuviéramos diciendo: «anda, pruebalo, verás que está riquísimo»

Sin embargo, Mia no lo prueba, sino medio que hace una mueca y comienza a alejarlo, es por eso que en ese momento, medio suelto sin pensar:

—Pierce dijo que le puso ese ingrediente secreto —murmuro.

—¿Ingrediente secreto? —Pregunta ella, confundida.

Los dos tienen clavados los ojos en mí, esperando por una explicación que no se dar, sin embargo las palabras siguen saliendo solas y sin mi permiso.

Ese ingrediente, tu sabes —digo, haciendo una señal con mis manos para dar a entender mi punto.

—¿Cual? —Pregunta nuevamente.

—Ese ingrediente que solo él sabe hacer —digo, como si fuera lo más lógico del mundo. —Ese que hace sus platos únicos —intento convencerla—, pero, si no lo pruebas, no vas a recordar cuál es.

—Se me fue el hambre —es todo lo que me responde.

—¿Seguro? —Insisto, solo por que sé que se muere por comer. —Porque si sabes que Pierce no usa ese ingrediente, a no ser que sea para alguien muy especial.

—¿En serio? —Pregunta ella, mientras vuelvo a ver ese brillo entusiasmado en sus ojos.

—Claro, pero si no lo quieres... —agrego, intentando tomar el plato.

—No, no te lo lleves —dice ella de repente, con sus ojitos abiertos de par en par. Carraspea cuando se da cuenta de que medio gritó aquello, por lo que recuperando la compostura, agrega: —Solo comeré un poco, para probar, solo sera un poco y nada màs —dice convenciendose a sí misma, sin dejar de observar la deliciosa comida, que está largando un exquisito olor.

—Está bien —susurro, como si estuviera resignada, como si realmente fuera un sacrificio para ella comer aquello.

Mientras dejó el plato y la observo dar su primer bocado, algo dentro mío se retuerce, debido a que no quiero siquiera imaginar por lo que debe estar pasando ella, ese temor a no poder comer nada, solo por cuántos gramos de más puede ganar, contando las putas calorías que ganará con esta comida.

Me pregunto quién demonios le hizo aquello, quien hizo que una adolescente sufriera este tipo de trastorno y como claramente no está teniendo el apoyo necesario, solo llenándose cada vez de más inseguridades.

Salgo de mi trance cuando me percato de que Dean está mirándome fijamente, como si supiera todo aquello que está pasando por mi cabeza en este momento.

—Espero que lo disfruten —digo a modo de despedida, mientras me alejo.

Llego nuevamente a la barra desde donde salen los platos, mientras froto mi pecho en un vago intento de alejar aquella presión que comienzo a sentir en este momento.

No sería una buena idea tener un ataque de pánico justo ahora.

—Tienes gente —murmura con fastidio Tatiana.

Joder, como la odio.

De todas maneras cualquier pensamiento coherente se licua de mi cabeza cuando veo a quien Isabella está acompañando a la mesa y conversando amablemente, mientras yo me quedo allí parada, sintiendo los desbocados latidos de mi corazón azotar mi pecho y me pregunto cómo demonios me encontró y que mierda voy a hacer ahora para liberarme de ello. 




***

HOLA HOLA HOLA BELLEZAS

¿COMO ESTÁN?

ESPERO QUE SUPER BIEN, YO RECIEN LLEGADITA DE UN DIA DE PLAYA Y CON GANAS DE REGALARLES UNA ACTUALIZACIÓN, SOLO POR QUE AMO CUANDO HAY ESTE TIPO DE FINALES. 

JE

ASI DE MALVADA SOY YO. 

NO SE OLVIDEN POR FAVOR DE VOTAR EL CAPITULO. 

VOTA VOTA VOTA VOTA VOTA

Y DE CONTARME QUE LES PARECIO. 

A VER, TEORIAS: ¿QUIEN PIENSAN QUE APARECIÓ EN EL RESTAURANTE? ¿QUE CREEN QUE OCULTA MINERVA?

LXS LEO

Y TAMBIEN LXS AMO

DEBIE 

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