Pecado con sabor a chocolate...

Da DeBeLassal

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Minerva es una joven llegada hace poco tiempo a la ciudad de Nueva York, con la ilusión de trabajar para uno... Altro

SINOPSIS
PRÓLOGO
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISEIS
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE
CAPÍTULO VEINTE
CAPÍTULO VEINTIUNO (PARTE UNO)
CAPÍTULO VEINIUNO (PARTE DOS)
CAPÍTULO VEINTIDÓS
CAPÍTULO VEINTITRÉS
CAPÍTULO VEINTICUATRO
CAPÍTULO VEINTICINCO
CAPÍTULO VEINTISÉIS
EXTRA ISABELLA
CAPÍTULO VEINTISIETE
CAPÍTULO VEINTIOCHO
CAPÍTULO VEINTINUEVE
CAPÍTULO TREINTA
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE
CAPÍTULO CUARENTA
CAPÍTULO CUARENTA Y UNO
CAPÍTULO CUARENTA Y DOS
CAPÍTULO CUARENTA Y TRES
CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO
CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO
CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS
CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE
CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO
CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE
CAPÍTULO CINCUENTA
EPÍLOGO
AGRADECIMIENTOS Y AVISO IMPORTANTE

CAPÍTULO DIECISIETE

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Da DeBeLassal

EL DÍA DESPUÉS DE LA FOLLADA 





Me di cuenta de que Pierce estaba ignorándome, cuando pasaron cinco días después de haber follado como posesos y no volví a verlo, aunque si tengo que ser sincera, la realidad es que si nos vimos, o por lo menos yo lo vi a él, ya que el muy idiota no era capaz de siquiera darme una mirada de reojo.

Me dije a mi misma que aquello era normal, había sido solo un polvo y si bien mi parte infantil y soñadora había deseado que él se enamore completa y perdidamente de mi como suele suceder en las historias de amor, había otra que me decía que Pierce me había dado las oportunidades que me había dado en relación al trabajo, por el simple hecho de que quería follarme, y ahora que lo había obtenido, me ignoraba.

«Maldito hijo de puta»

Pero, como siempre, recapitulemos a lo último que supieron sobre mi:


Pierce me sienta sobre el retrete, envolviendo un mullido albornoz a mi alrededor cuando me vé tiritar por el frío. Yo me siento un tanto adormilada, y a decir verdad, nunca me había sentido tan agotada en mi vida, pero luche contra la somnolencia, primero porque no quería irme de cara al piso y segundo porque me daba un bochorno terrible dormirme cada vez después del sexo.

El baño era enorme —como todo en esta maldita habitación de hotel—, la bañera de un impoluto mármol blanco, con hidromasaje y una ducha en un rincón. Las terminaciones en él eran todas de una madera brillante, los cajones llenos de más toallas de las que podríamos usar, sin embargo lo más espectacular, eran las vistas que había frente a dicha bañera: podía ver absolutamente todo Nueva York desde aquí, las cientos de luces encendidas que brillan en los distintos edificios a lo lejos, así como también los destellos de las luces de los autos que se frenan cada tanto y vuelven a arrancar.

—Es hermoso... —susurro.

—¿Que? —Pregunta Pierce, de todas maneras sigue mi mirada y se percata de lo que dije. —Está bien —responde, con un vago encogimiento de hombros.

Lo veo tocar el agua de la bañera, tanteando si se encuentra a una buena temperatura, y yo me pierdo observandolo, porque vamos, que casi no he podido hacerlo y tú quieres que te lo detalle.

Pierce tiene el cuerpo musculoso, sin embargo no por demás, sus piernas son fibrosas y largas y su trasero, «ohporDios», estoy segura de que él se sacó la lotería en la repartición de traseros. Voldemort sonríe cuando me engancha mirándole, sin embargo lejos de molestarme con ello y hacer que me sonroje más, me tiende una mano, invitándome a meterme dentro de la bañera.

—Mierda —me quejo, aunque no se si de placer o porque en realidad me queme.

—¿Está caliente? —Pregunta él, observando cómo me siento dentro.

—No, esta bien —respondo, dando un suspiro cuando logro meterme dentro, con el agua llegando por encima del ombligo, el vapor formándose poco a poco a medida que el agua sigue cayendo del grifo.

Pierce apoya su mano en mi espalda, indicandome que me haga hacia delante para poder entrar él, que termina acomodándose detrás de mí, con mi espalda apoyada en su pecho.

Suspiro por lo natural que se siente todo esto, porque si, más de una vez antes de decidir que follaria con él, había tenido muchísimas inseguridades, porque no siempre se siente aquella conexión que sentí con Pierce al estar juntos, como si lo hubiéramos hecho cientos de veces antes.

—Me duele hasta respirar —dejo caer, luego de unos instantes de estar en silencio.

Y si, no quería decir aquello en voz alta, pero lo que tengo de despistada, lo tengo de pendeja.

Siento la vibración que hace el pecho de Pierce al reírse, mientras de manera desmesurada pasea la punta de sus dedos por mi vientre, allí donde tengo la cicatriz, para lentamente subir, apenas rozando mis pezones erectos, que parecen ponerse contentos por la mínima atención que están recibiendo.

«No te excites, maldita sea»

¿Se preguntarán por qué demonios no quiero follar más? Pues porque la cueva estuvo cerrada por dos años y medio, y ahora me escuece, pero me da verguenza decirlo, ya que no creo que pueda volver a tener la Pierceconda dentro mío por lo menos por un par de horas.

—¿Por qué estuviste tanto tiempo sin follar? —Pregunta, haciendo que automáticamente me tensione.

—Porque no quería —es todo lo que respondo, escueta.

—¿Seguro? —Pregunta él en un tono socarrón. —Mientras follabamos parecía que querías.

—Por qué lo quería —respondo, tragándome el "duh" por la obviedad. —Solo que no había querido hacerlo antes.

—¿Acaso rompieron tu corazón, Minerva? —Pregunta él de manera distraída, siendo completamente ignorante a lo aquellas palabras producen en mi.

—¿Traes a todos tus ligues a esta habitación, Pierce? —Pregunto en su lugar.

—No a todos —dice, y cuando ladeo mi rostro para mirarlo, dice: —Solo a los que quiero impresionar —agrega, guiñandome un ojo.

Ruedo los ojos a modo de respuesta por lo estúpido que sonó aquello y porque me dí cuenta de la enorme mentira que largo.

—Apuesto a que todas se lo creen —farfullo.

—Lo hacen —responde él, haciéndome sentir una punzada incómoda en mi pecho que me encargo de ignorar. —No sé por qué no funcionó contigo.

—Porque no soy de las que quieren ser impresionadas —respondo.

—¿No lo eres? —Murmura él en mi oído, haciéndome estremecer. —¿Acaso no quedaste impresionada por la manera en la que te folle?

—Dije que no quiero ser impresionada, no que no puedo ser impresionada —respondo, ignorando la manera pecaminosa en la que está frotando mis pechos, haciendo que estos se pongan tiesos por sus caricias.

—Eres tan receptiva —murmura él, más para sí mismo que para mí. —¿Entonces si te impresione? —Agrega, volviendo a nuestra conversación anterior.

—¿Acaso quieres escuchar que follas bien? —Pregunto con sarcasmo. —Pues lo haces, Pierce, follas bien, ¿contento?

—Mucho —responde él, con una sonrisa de oreja a oreja, antes de dejar un beso en mi hombro.

—Eres imposible...

—Pero follo bien —agrega él.

—No es como si necesitaras que te lo dijera —digo, indignada—, estoy muy segura de que lo sabes.

—Siempre es bueno escucharlo de una linda chica —responde él riendo, antes de apagar el grifo, haciendo que el silencio se vuelva un tanto pesado.

Me quedo unos instantes medio tensa, porque vamos, no es como si tuvieramos toda la confianza del mundo como para hacer unos arrumacos, de todas maneras —luego de tener una conversación conmigo misma—, termino diciendome que voy a disfrutar de esta noche al máximo y que voy a hacer todo lo que tenga ganas de hacer, ya que si tengo que ser sincera, no estoy muy segura de que vaya a repetirse.

Dejo caer mi cuerpo al completo en el pecho de Pierce y me maldigo para mis adentros por lo cómodo y natural que aquello se siente.

«No está bien que se sienta de esta manera, Minerva» me reprende mi conciencia «nunca se siente así de bien sin tener consecuencias»

Ignoró aquella voz, la descarto y la mando a volar lejos de mi, porque sinceramente, no tengo ganas de preocuparme por esas cosas justo ahora.

Acomodo mi cabeza en el arco entre su cuello y hombro y cierro los ojos, mientras Pierce deja caricias con la punta de sus dedos en mis brazos apoyados a cada lado de la bañera.

Medio ronroneo a aquellas atenciones, y el pecaminoso de Pierce lo nota, ya que sus manos comienzan a pasearse por mi vientre, apenas si rozándome por debajo del agua. De todas maneras cualquier rastro de excitación desaparece cuando comienza a delinear la cicatriz de mi vientre, haciendo que automáticamente mis manos detengan sus movimientos.

—¿Qué te pasó ahí? —Pregunta en un susurro.

—Nada que deba importarte —respondo, mordaz.

Y si, me cargue el momento, porque después de ahí, Pierce aleja sus manos para ponerlas a cada lado de mi cuerpo, pero no pude evitar aquella reacción que produce esa puta marca en mi cuerpo, es casi involuntario.

—Lo siento —digo unos segundos después, ladeando mi cuerpo para poder mirarlo a los ojos. —Es solo que no me gusta hablar de ello, no son buenos recuerdos.

—Está bien, no tiene que importarme, en verdad —murmura él, pero sé que se ha enojado por mi respuesta evasiva.

Como no quiero que las cosas esten asi raras entre nosotros, termino girandome y apoyando mis tetas en su pecho, Pierce me observa con los ojos entrecerrados, supongo que intentando adivinar qué demonios me traigo entre manos y a decir verdad, no lo sé, pero solo quiero que vuelva a tener ese aire juguetón de recién.

Acerco mi rostro a su cuello y él casi de inmediato lo ladea levemente, y yo, como si del más refrescante elixir se tratara, acerco mi lengua y la paseó por allí, bajando un poco mi rostro hasta su cuello y aspirando su fragancia que logra volverme loca.

Paso también mi lengua por allí y es hasta donde Pierce aguanta, tomando con una de sus manos mi cintura y la otra mi rostro.

—No me gusta cuando me torturas así —murmura, con la mirada cargada de deseo.

—Mentiroso —susurro, alternando mis ojos entre sus ojos y su boca. —Te encanta...

Y luego de eso, succiono su labio inferior, pasando mi lengua por él y sintiendo el inicio de una erección. Repito la acción con el labio superior, hasta que terminó abriendo su boca con la presión de mis labios y besándolo, Pierce adentrando su lengua por completo en mi boca, robandome un suspiro cargado de necesidad.

Su mano se enreda en mi cabello mientras que la otra aprieta una de mis nalgas, presionandome más cerca, mis manos enredándose en su cuello.

Termino acomodandome a horcajadas de él, acomodando su erección entre mis pliegues húmedos.

—Para... —farfulla él por lo bajo.

—¿Por qué? —Me quejo, con un gruñido.

—Porque va a dolerte si lo hacemos ahora —es todo lo que responde él.

—No es cierto —digo de inmediato.

En realidad un poco cierto es, pero cuando una se calienta, es difícil de parar.

—¿No? —Pregunta y sin que me dé cuenta, mete uno de sus largos dedos dentro mío, haciéndome sisear con dolor por el ardor que siento. —Cuando te la metí la primera vez, fue como hacerlo con una virgen, Minerva —comienza diciendo a modo de explicación—, y si bien me encantaría volver a follarte, no quiero lastimarte.

Ya, me enamoró y a ti también, no lo niegues.

—Pero... —me quejo, porque como saben, yo primero terca que persona.

—Dije que no —sentencia, y sonríe cuando medio hago un mohín con los labios—, más tarde tal vez —susurra, cepillando mis labios con los suyos.

Suspiro refunfuñada a modo de respuesta, pero tiene razón, si volvía a follarme no iba a disfrutarlo.

—Vamos a la cama, el agua está fría —murmura, y me levanto como un autómata.

Dejo que me envuelva en el albornoz mientras la pesadez comienza a caer sobre mi cuerpo, el aire acondicionado de la habitación me hace tiritar, por lo que prácticamente termino corriendo a la cama, acostándome en forma de bolita y tapando mi cuerpo entero, dejando solo mi rostro fuera.

—¿No vienes? —Pregunto, mientras veo como Pierce seca su cuerpo sin dejar de mirarme.

—Si —responde y yo no dejo de observar todos sus movimientos.

Como seca las gotas de agua de su musculado torso, su piernas, su polla —que está medio erecta—. Me pierdo en aquellos movimientos, en la perfección de todas sus acciones mientras los ojos comienzan a cerrarse lentamente y cuando quiero darme cuenta, ya estoy dormida.

Y tal vez lo soñé, pero en un momento dado, siento un beso en mi frente y un "descansa, douce"




A decir verdad tuve varias etapas desde que folle con Pierce: la primera —claramente cuando me desperté sola en la habitación del hotel— fue decepción, porque vamos, a nadie le gusta tener la mejor noche de su vida y aparecer sólo en un hotel de lujo, en serio, por muy bonito que sea todo.

La segunda fue la angustia, el sentirme utilizada fue como una patada en la vagina, decirme a mí misma que tal vez no había sido lo suficientemente buena como para que él quiera repetir conmigo, se sintió como cuando tiene que llegarte la regla y pasan los días y no llega.

La tercera fue admitir que sea lo que sea que haya pasado con Pierce —si le había gustado o no— no era mi culpa, yo había disfrutado, yo había tenido unos orgasmos maravillosos y por sobre todas las cosas, nadie puede juzgarme por mi inexperiencia, que vamos, bastante bien estuve para haber estado dos años y medio sin follar.

La cuarta y última —como era de esperarse— fue el enojo, la furia hirviendo en mi sangre y las ganas de ir y meterle una buena patada en la polla para hacerle saber que éramos lo suficientemente maduros como para estar comportándonos como niños de instituto.

Que a ver, que si, que teníamos cierta diferencia de edad, pero si el idiota de Pierce pensaría que iba a estar detrás de él o pidiéndole explicaciones, estaba equivocado.

No señor.

Así que me había dicho a mi misma que si Pierce quería jugar a ignorarme, pues yo jugaría mejor a su juego, que en orgullo no había quien me ganara.

Así fue como después de varios días en los que estuve bastante cabizbaja, volví a sonreír y aquello pareció aliviar a todo el mundo, bueno a todo el mundo menos a mi jefe, que parecía darle lo mismo. Sin embargo me dije a mi misma que no dejaría que aquello me afectara, había pasado por muchísimas cosas peores que no se comparaban con esta nimiedad, y si había algo en lo que era buena, era fingir, ya podría lamer mis heridas en privado.

Asique volvi a sonreir mientras cocinaba, volví a tararear mis raras canciones que hacían refunfuñar a Tony —quien se encargaba de que todo saliera bien—, sin embargo notaba un atisbo de sonrisa en su mirada, como si le complaciera que volviera un poco en mí misma. Dante pellizco mis costillas diciendome lo aliviado que se sentía de que volviera un poco a ser la de siempre, ya que parecía que un camión me hubiera pasado por encima, viéndome deplorable.

Dante podía ser un poco hiriente cuando quería, pero no dejaba de ser una buena persona..., o eso creo.

Volví también a dejar de lanzarle miradas de odio a mi jefe, porque si, me había herido, y no me malinterpreten, no fue por ningún estúpido enamoramiento que pude haber tenido, sino porque me había hecho sentir usada, o como si no fuera digna de un saludo por lo bajo después de haberme follado. Pero a lo largo de la vida, había aprendido que guardar rencor no estaba bien, no por los demás, sino por mí misma, no me gustaba sentirme de aquella manera, asique me dije a mi misma que dejaría en el pasado aquello que pasó y no, no iba a olvidarlo, primero porque a pesar de que habían pasado algunos días, todavía sentía aquel placentero escozor en mis partes íntimas debido a lo fuerte que me había follado la Pierceconda en mi casi reconstruida virginidad, y segundo —y supongo que a diferencia de él—, yo sí lo había disfrutado y mucho, cabe destacar.

Así que a pesar de su cara de culo que llevaba casi a diario, yo lo saludaba con un fuerte y jovial "buen día chef" a pesar de no recibir respuesta, pero no importaba, porque si él quería comportarse de aquella manera infantil, era un tema de él.

Minerva estaba para cosas mejores.

De todas maneras, en el pasar de los días, Voldemort comenzó a comportarse de una odiosa manera, y digo odiosa por no decir insoportable. Me enviaba a hacer las tareas que a un cocinero más le molestan, ¿el porqué? No tengo idea, pero Minerva había tenido que volver a pelar patatas y exprimir naranjas y no había tocado una fuente de comida en días.

Supongo que mi actitud le había molestado, o herido su hombría, vaya uno a saber.

¿Pero quieren saber qué fue lo mejor? Que no me queje, nunca, porque le iba a demostrar que hiciera lo que hiciera no iba a doblegarme, o por lo menos no iba a demostrarselo a él, porque cuando llegaba nuevamente a mi departamento, gritaba como una desquiciada, y pataleaba y en ocasiones lloraba de rabia, todo bajo la atenta mirada de Pimienta, que me observaba de una manera que parecía decirme: «te lo dije, estúpida esclava»

De todas maneras y como era de esperarse, un día tuve que explotar y cantarle todas sus verdades en su maldita cara de niño bonito y sexy, con la polla grande.

Ignoren lo último.

—¿Me esperas? —Murmura Isa con la mirada de cordero.

—Isa, estoy literalmente muerta, en serio —respondo con cansancio. —Lo único que quiero es ir a dormir.

—Pero... —se queja mi amiga, sin embargo una voz nos interrumpe.

—Wilson, te toca hacer horas extras —se escucha decir a quien no debe ser nombrado, porque si, había dejado hasta de llamarme por mi nombre.

—No es mi turno hoy, no voy a quedarme —digo, encarandolo. —Estuve quedándome por tres días seguidos.

—¿Acaso te quejas de tu trabajo, Wilson? —Responde él con una ceja enarcada.

—No me quejo, solo que no es justo que siempre deba quedarme yo.

—A mi oficina —responde Voldemort.

Suspiro fuerte y de manera dramática, solo porque quiero fastidiarlo, mientras todos a nuestro alrededor nos observan con miradas curiosas.

—Te veo luego —le digo a Isa, tomándola de los hombros para darle un beso en su mejilla.

Ella no responde, supongo que porque nunca me había escuchado hablarle de aquella manera a nuestro jefe, bueno a nuestro jefe ni a nadie, porque no suelo perder los papeles de esta manera, pero como dice el dicho, para todo hay una primera vez.

Subo pisoteando los escalones que llevan a la oficina de mi jefe, solo porque él va detrás de mí y quiero que sienta mi enojo, o por lo menos lo perciba.

Una vez que entro en la oficina, me cruzo de brazos mientras pico mi pie sin parar, primero porque estoy nerviosa y segundo porque estoy a un pelo de estallar de furia.

—Mira, Wilson... —comienza diciendo mi jefe, nada más cerrar la puerta de su oficina.

—¡Mira Wilson, nada Pierce! —Lo corto, prácticamente gritandole aquello en la cara. —Mi puto nombre es Minerva, aquel que gemiste sin parar hace menos de una semana.

—No mezcles el trabajo con tus asuntos personales —dice él, con la mandíbula presionada con fuerza.

—¿Mis asuntos personales? —Pregunto con ironía. —Nuestros, querrás decir, porque si mal no recuerdo, la polla que tenía enterrada era la tuya.

—Eso no va al caso... —intenta decir él, sin embargo no lo dejo terminar, pues, porque ya explote.

—Si va al caso, porque te has estado comportando como un imbécil —digo, con los brazos abiertos por la frustración que me causa todo esto. —¿Por qué? —Pregunto con verdadera curiosidad. —¿Por qué estás actuando de esta manera?

De todas maneras Pierce no me responde, sino que me mira fijamente, como si estuviera analizandome, como si esperara encontrar en mí las respuestas que necesita él.

—¿Sabes qué? —Digo, exasperada al ver su falta de reacción. —Hagamos de cuenta que nada pasó nunca, olvídate de cualquier cosa que haya pasado entre tú y yo, que por mi parte ya está olvidado, siquiera valió tanto la pena —miento al final.

Y antes de que él pueda replicar algo, paso por su lado, teniendo especial cuidado de no rozarlo y aguanto la respiración para evitar oler su perfume, termino cerrando la puerta con delicadeza —por más que tuviera ganas de hacerla vaivén— y salgo del restaurante como alma que lleva el diablo.

Sin embargo no puedo evitar sentir el picor en la garganta, ese que me avisa que estar con él significo mucho por más motivos de los que estoy dispuesta a admitir; que como una idiota espere que para él tambien hubiera significado algo.

«Estas cosas siempre terminan mal, Minerva» me reprende mi conciencia. «Volverás a caer y esta vez no creo que vayas a poder levantarte de nuevo»

Aparto esos pensamientos autodestructivos, no porque no quiera hundirme en ellos, sino porque sé que mi conciencia, esta vez, tiene toda la razón. 




***

HOLA MIS AMORES 

AQUI LES TRAIGO UNA NUEVA ACTUALIZACIÓN 

ESPERO QUE LA DISFRUTEN. 

¿QUE PEDO CON PIERCE?

PINCHE PENDEJO, ME DAN GANAS DE MATARLO

NO SE OLVIDEN DE VOTAR OK? HAGAN CLIK EN LA ESTRELLITA QUE ESTÁ AHI DEBAJO, ANDA, QUE NO CUESTA NADA Y SI PUEDEN CUENTENME QUÉ LES PARECIÓ EL CAPÍTULO

¿ALGUIEN MÁS ESTÁ ANSIOSO POR SABER QUE OCULTA MINERVA?

LXS LEO

INSTAGRAM: DBLASSAL

TWITTER: DEBELASSAL

BESITOS CHOCOLATOSOS

DEBIE 

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