Transalterna

By Hitto_

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Maya y Sophie son la misma persona viviendo dos vidas diferentes. ¿Ambas vidas son reales?¿una es un sueño? E... More

Intro
Almarzanera
El chico nuevo
Un tatuaje gratis
Respuestas por parte de un odioso
Mirar alrededor
El fantasma del depósito
Tarde de playa
El ritual de cumpleaños
La fiesta de Maya
Gente indeseable
Guerra en la familia
Secretos íntimos
No salgas del círculo
Estar como en un sueño
En la fila del desempleo
El proyecto Transalterna
Un día espectacular
La peor espía
El chico más peligroso del pueblo
La primera misión
Lazos fraternos
Revelaciones en la montaña
Descubriendo una verdad
El misterio del culto
La cacería
Acechando en la oscuridad
Marcus
La primera cita de Ian
La verdad sobre Marcus
Confesiones entre hermanas
El misterio de Anelise
El espacio interdimensiones
Noche en el Spice club
El nuevo Ian
Consiguiendo justicia
La mansión del círculo
El certificado de pureza
Niña buena
La verdad sobre Dylan
Rescatando a Ian
Saltar de un risco
El secreto de Grecia
El nuevo Aaron
Un giro del destino
Las jóvenes del Círculo
Mis dos padres
Familia
Cómo ocultar un crimen
Thaly
La dimensión T50
Dos años de cambios
La estrella Polar
La partida inconclusa
Alguien en quién confiar
La luna roja
Shifting
Epílogo
Transalterna 2
Guía de entes
Guía de personajes

Scielo1

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By Hitto_

Por favor no se olviden de comentar, eso me ayuda a llegar a más lectores :)

La vida en Scielo 1 iba rápida. Al ser una ciudad moderna dedicada a la industria tecnológica, todos sus habitantes no tenían más opción que trabajar en sus fábricas. Aquí estudiábamos hasta los dieciséis años, aprendíamos lo básico y necesario para incorporarnos a la vida laboral lo antes posible.

En mi vida como Sophie, mis oportunidades no eran muchas. Mi madre murió al dar a luz, mi padre hizo todo lo posible por sobrevivir e intentar que fuera feliz. Lo intentó demasiado, tanto, que trabajó horas extra en una maldita fábrica, donde el ambiente no era el adecuado para nadie y causó la enfermedad en casi todos los obreros que estuvieron expuestos al aire químico y tóxico.

Así que al acabar el colegio, fui yo quien buscó la manera de sobrevivir. Mantener la casa, pagar el alquiler, comprar las medicinas de mi padre. Con todo eso, no había tiempo para estudiar, al menos no en esa vida.

El mejor momento que tenía en el día, era cuando viajaba al trabajo. Eran cerca de cuarenta y cinco minutos de ida y cuarenta y cinco minutos de regreso, los cuales aprovechaba al máximo.

Me conectaba los audífonos y escuchaba música, leía alguna novela que conseguía de segunda mano en el mercado de contrabando, chateaba con mi mejor amiga Claudia, o solo miraba por la ventana. Era relajante ver los edificios pasar como ráfagas, eso hasta llegar a la playa.

Scielo 1 estaba a la orilla del mar, pero la playa no era accesible para nadie, o al menos ningún ciudadano común, ya que un inmenso muro rodeaba la ciudad y la protegía de tsunamis, o eso era lo que nos habían enseñado. Por supuesto, como en todo lado, había rumores que involucraban a ricos y poderosos, y lo que se solía decir era que la gente más adinerada del país, era la única que podía acceder a las costas, y sus empresas las únicas con permiso para pescar, de esa manera se aseguraban de mantener el monopolio de la industria alimenticia.

Mientras que muchos en esa ciudad soñaban con el mar y algún día saltar el muro para bañarse en sus aguas, para mí era indiferente, pues podía recostarme en la arena de la playa y bañarme en el mar cuando quisiera... o cuando quisiera en mi otra vida.

Todos los días era la misma rutina en el tren, excepto una mañana, justo una semana antes de mi cumpleaños número dieciocho, cuando él apareció y lo cambio todo.

Iba sentada, eran pocas las ocasiones cuando conseguía un asiento libre en el tren, así que era difícil perturbarme y sacarme de esa burbuja de hermoso aislamiento en el que me encontraba, pero él lo logró.

Se subió en la estación cincuenta y ocho. No se agarró de la barra de metal o del tubo como el resto de pasajeros que estaban de pie. Solo se apoyó contra la puerta y puso su mochila entre sus piernas. Era un chico muy alto y tal vez fue eso lo que me llamó la atención, debía medir como un metro noventa, tenía el cabello castaño un poco largo y sus brazos de muñecas anchas sostenían un cuaderno de pasta dura. En ese momento no le presté más atención de la que le prestaría a cualquiera que se subiera justo al frente de mi asiento, pero al pasar los minutos, pude sentir su mirada puesta en mí. De manera disimulada levantaba la vista y cada que lo hacía él me observaba fijamente con sus ojos verde claros.

Me empecé a sentir muy incómoda. El acoso era algo común en Scielo1. Ya me había pasado que algún sujeto se subía y buscaba la forma de rozarme las piernas, el trasero o hasta en alguna ocasión pude darme cuenta cuando acariciaban su miembro por el bolsillo de su pantalón mientras me miraban.

Por supuesto ya me había enfrentado a esos cerdos muchas veces, pero solo lograba arruinarme el día. Cuando esas situaciones pasaban, todos se hacían a los locos. Nadie veía nada, podían matarte en medio del tren y ningún pasajero se inmutaría. La vida era demasiado complicada en Scielo 1 como para que alguien buscase meterse en más problemas.

No iba a enfrentarme a ese chico, por el tamaño que tenía y lo musculoso que parecía ser debajo de su camiseta y la chaqueta gris que llevaba, sabía que si se ponía violento, terminaría ensangrentada en el suelo del tren, así que decidí tomar una postura pasivo agresiva y devolverle la mirada, con suerte, sería de esos cobardes que al sentirse expuestos te esquivan o se cambian de lugar.

Cerré mi libro, lo acomodé en mi regazo y con cinismo lo miré directo a los ojos. Nos correspondimos por menos de tres segundos antes que él bajara la vista a su cuaderno y comenzara a garabatear algo. Juro que por un microsegundo noté una sonrisa sarcástica en su rostro y por otro pequeño momento consideré que tal vez no era un acosador, solo un joven de mi edad intentando ligar conmigo, y tal vez, en otras circunstancias me habría animado a hablarle, porque, debía admitirlo, era muy atractivo. Sin embargo, algo para lo que no tenía tiempo en mi vida como Sophie, era para la socialización. A duras penas mantenían un par de amigos del colegio, conocer gente nueva suponía gastar tiempo que podía invertir en horas extra de trabajo para conseguir más dinero.

Antes de verme tentada, me levanté del asiento, ni bien lo hice un hombre aprovechó de tomarlo, avancé hasta el final del vagón e intenté continuar con mi lectura. En ese momento, jamás imaginé que a ese chico lo vería todos los días a partir de ese momento.

***

El centro de la ciudad era frío y con el aire muy contaminado. Eso es lo que más odiaba de esa ciudad. En la noche llegaba a darme un baño y sacaba ceniza de mi cabello. Abracé mi mochila para que no me la arrebataran al caminar de la estación hacia mi trabajo y me bajé el gorro hasta las orejas.

Por suerte el lugar donde trabajaba quedaba justo al frente. Crucé la avenida y mi amiga Claudia ya estaba esperando en la puerta. La saludé con un abrazo y permanecimos muy juntas dándonos calor mutuo mientras esperábamos que la gran puerta de metal del centro comercial se abriera.

En fila fuimos poniendo nuestra huella digital en el biométrico para marcar nuestra entrada y dejé mi abrigo, mi gorro y mi mochila en el área de descanso. Me puse mi delantal naranja que indicaba que trabajaba ahí y fui a mi puesto de trabajo.

En ese lugar vendíamos y reparábamos teléfonos celulares. No era un trabajo complicado, lo único que odiaba era atender en el mostrador. La gente de esa ciudad era muy desagradable e incapaces de tratar a alguien con amabilidad.

Me encontraba sentada en mi mesa cambiándole una pantalla a un teléfono cuando el primer engendro desagradable apareció, justo cuando a Claudia le tocaba atender. Ella era el imán perfecto para esos trogloditas.

—Mira bien lo que se te da, niña. —Un tipo como de cuarenta años con el uniforme de "3IE", se le acercaba por encima del mostrador, sus asquerosas partículas de saliva volaban hacia ella mientras hablaba. Claudia miraba con desesperación la caja registradora y el tipo ese no le daba tiempo de responder.

—¿Pasa algo? —me acerqué a preguntar, con mi brazo incentivé a Claudia a retroceder y me puse entre ella y ese sujeto.

—¿Tú eres su superior? ¿Otra niña?

—Sí, ¿tiene algún problema? —dije tras un tomar aire para responder con la calma que no se merecía.

—Pagué con un billete de cien por un cargador, y esta mocosa me está dando solo diez de cambio.

—No...—Claudia habló en un hilo de voz—. Me dio un billete de cincuenta. Puedes ver la caja, acabamos de abrir y no hay billetes de cien —me explicó nerviosa.

—Es cierto, no hay billetes de cien, solo este de cincuenta —dije tras revisar la caja, que a esas horas solo tenía un par de billetes de corte pequeño para los cambios ya que en Scielo1 era poco frecuente usar dinero en efectivo, a menos que fuese solo para estafar.

—¿Me llamas mentiroso? Esa niña debió guardar el billete en su bolsillo. Quiero hablar con tu supervisor, que espero sea un adulto. —El tipo intentó amedrentarme.

—Pues supuesto, puedo llamarlo para que revise las cámaras. —Le señalé el pequeño aparato que teníamos cerca—. Está ahí para registrar los movimientos de dinero que hacemos, seguro ahí comprobaremos que mi compañera de trabajo no solo le roba a usted, sino a toda esta empresa— miré a Claudia fingiendo reprobación.

De inmediato el gesto del tipo cambió, miró hacia la cámara y bajó la vista a su billetera.

—¡Vaya!—exclamó sacando un billete—. Este era mi billete de cien, creí que te había dado ese, pero mira, te di el de cincuenta. Tal vez si no tardaras tanto en atender, no me habría distraído.

Tomé el billete de diez que seguía sobre la mesa, la bolsa con el cargador y se lo estiré. El tipo me arrebató las cosas de las manos.

—Gracias, vuelva pronto —le dije mientras se iba golpeando a propósito un estante de tarjetas de memoria y haciéndolas caer al suelo.

—Gracias Sophie, no sé cómo no tienes miedo cuando te hablan así—dijo Claudia.

—Solo ten en mente que no son superiores a ti, por más que se lo crean.

Regresaba a continuar con mi trabajo y Claudia salía a reacomodar lo que el tipo había hecho caer, cuando vi quién entró a la tienda.

Resoplé y le volqué los ojos. Evan casi tropieza con mi amiga al caminar hacia mí.

—Perdón pelirroja —le dijo sin mirarla.

Se sacó los guantes de cuero de motociclista sobre el mostrador e hizo una pausa, esperando que yo lo saludara o algo.

—Estoy trabajando, qué quieres.

—Te necesito el domingo —dijo en voz baja, me estiró su celular y yo fingí que lo revisaba, mi supervisor seguro estaba vigilándome por ahí.

—No puedo, trabajaré doble turno.

—No mientas, es tu cumpleaños y estoy seguro que tu padre no te dejaría trabajar doble turno ese día. Además voy a pagarte bien.

—¿Y por qué preferiría trabar contigo en mi cumpleaños en lugar de pasarla con él?

—Porque harás algo que te gusta. Vamos, ya firmé el contrato, es en el Spice club. Habrá más de mil personas —intentó convencerme poniendo su cara que era a la vez tierna y seductora, creía que yo seguía cayendo en eso, como cuando teníamos quince años y estaba enamorada de él—. Tres canciones, dos mil quinientos créditos y nos quedamos a celebrar tus dieciocho.

—Tres mil —negocié—. Es lo que gano en un turno doble de domingo—. Y tú invitas los tragos.

—Está bien —cedió.

Sé que podía haberle sacado más dinero, daba igual. El domingo no iba a trabajar de todas formas, se lo había prometido a mi papá. Y era verdad, haría lo que me gusta, y lo que me gustaba hacer en mis dos vidas era cantar. Pero en ninguna tenía la posibilidad de hacerlo de manera profesional. En Scielo1 dependía de mi salario mensual, en mi otra vida... pues ahí las cosas eran complicadas de una manera diferente.

Evan se había lanzado a probar suerte con una banda y pudo darse el lujo de no comer algunos días o dormir donde le pillase. A veces ganaba mucho, a veces ganaba poco, y me hubiera encantado seguir ese ritmo de vida de no ser porque papá dependía de mí para comprar sus medicinas.

—¿Qué sucede, tienen algún inconveniente? —Will, mi supervisor apareció—. Veo que están tardando más de lo normal y hay gente esperando. —Miré por encima de Evan y me di cuenta que detrás de él ya se formaba una fila.

—Oh, sí, solo era una revisión. —Volví a fingir que revisaba el teléfono de Evan—. Ya le descargué un antivirus, deje que se haga la limpieza. Esos virus aparecen en las páginas pornográficas, le aconsejo dejar de descargar tanto porno señor. —Le sonreí a Evan, el me respondió con una mueca asesina. Me quitó el teléfono de las manos y agradeciendo entre dientes dio media vuelta hacia la salida. Segundos después de haber desaparecido por la puerta me mandó un mensaje.

Evan: eres odiosa. Olvídate de los tragos, te los pagas tú.

Guardé el teléfono en mi bolsillo y continué con mi trabajo.

***

Tras una larga jornada, salí a la calle a tomar el tren en compañía de Claudia, ambas íbamos abrazadas, no solo por el frío, así era más difícil que alguien nos empujara contra una pared e intentara sacarnos nuestras pertenencias.

—¿Vas a ir el sábado verdad? —le pregunté, estaba segura que había escuchado mi conversación con Evan.

—No sé... sí te escucharé cantar y luego me iré.

—No me hagas eso. Es mi cumpleaños. ¿Si me embriago, quién va a acompañarme a casa o a sujetar mi cabello mientras vomito?

—No deberías embriagarte... sabes que me siento fuera de lugar.

—Claudia, Evan y los demás son amigos desde el colegio, los conocemos de toda la vida, no estás fuera de lugar, y quien sabe, tal vez puedas aprovechar y ligar con Evan. —Intenté convencerla, hacía tiempo que sabía que Claudia tenía sentimientos por Evan. Pero era tan tímida que no se animaba casi ni a hablarle. Ella volcó la mirada para que no notara que se había puesto tan roja como su cabello.

—No quiero nada con Evan, es decir, no busco nada. Estoy bien como estoy.

—¡Ay por favor! Al menos acuéstate con él una vez.

—¡¿Estás loca?! —exclamó mirándome como si le hubiese sugerido matar a alguien.

—No tiene nada de malo y Evan es... pues genial. Piénsalo así, seremos las mejores amigas que perdieron la virginidad con el mismo sujeto. Ese lazo de amistad solo podría ser más grande si lo hubiésemos hecho juntas.

—¡Sophie! —me gritó, ya estábamos en la fila para abordar y todos voltearon a vernos, de nuevo Claudia intentó ocultar el rostro en el cuello de su abrigo—. Ya me voy, y deja las ideas raras. —Nos despedimos con un beso en la mejilla y ella se dirigió a la fila para el tren que iba al norte, mientras que yo tomaba el que iba hacia el sur.

Escandalizar a Claudia era uno de los pocos placeres divertidos que tenía. Ella era a veces tan buena y pura, que sumado a su timidez extrema me hacía pensar que había nacido en el sitio equivocado. Scielo1 no era un buen lugar para la bondad extrema, ahí era comer o ser comido y Claudia necesitaba protección. Si no era la mía, esperaba que fuese la de Evan.

Cuando ingresé al tren, el vagón iba repleto. A diferencia de la mañana, al regresar a casa era imposible leer o relajarme, solo apretaba mi mochila e intentaba no ser manoseada. Al ir pasando las estaciones era menos la gente que entraba que la que salía, así que al llegar a mi destino era una de las últimas pasajeras. De la estación cincuenta y nueve a la cincuenta y seis que era donde me bajaba, el tren ya iba casi vacío. Eran como cinco minutos en los que podía sentarme, y tal como me pasó en la mañana, ese chico estaba ahí, apoyado contra la puerta, sosteniendo con su mano derecha un cuaderno mientras garabateaba con la izquierda. Un auricular colgaba de su oído y esta vez no me miró. No desprendía la vista de su cuaderno. En la estación cincuenta y ocho se bajó.

Al llegué a casa el agradable olor a pasta impregnó mis fosas nasales. Tenía un plato servido en la mesa. Estaban las luces apagadas y la televisión encendida, frente a ella, mi papá dormía en el sillón. Me dio pena despertarlo, así que solo lo tapé con una manta, le rocé la frente para comprobar que no tuviera temperatura y me llevé mi plato de comida a mi habitación.

Acabé de comer y me preparé para dormir: baño, pijama, cepillado de cabello... Miré bien a mi alrededor, me puse de espaldas y pese a que las cortinas estaban bien cerradas, las luces de la ciudad se colaban por mi ventana. Era imposible tener noches completamente oscuras ahí. En el techo tenía un letrero que me recordaba el lugar donde me acostaba: "Scielo1".

Estaba tan cansada que no tardé en dormirme. Sentí que mi sueño duró solo un parpadeo, porque cuando abrí los ojos, ya no había luz artificial iluminando la habitación, sino un agradable resplandor naranja. En el techo, el letrero que decía "Scielo1" ya no estaba. En su lugar, estaba escrito "Almarzanera".

****

Primer cap! estoy emocionada espero que les guste. Será una novela con mucho misterio y pues... ya saben, voten y comenten, eso ayuda a que la novela aparezca en recomendaciones!

Seguro irán notando personajes similares  a los de mi otra saga, pero recuerden que esta es una historia aparte. También hay muchos detalles que parecen insignificantes peor irán cobrando sentido.

Pasen por mis otras novelas

Los quiero mucho!

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