Pecado con sabor a chocolate...

By DeBeLassal

5.5M 429K 235K

Minerva es una joven llegada hace poco tiempo a la ciudad de Nueva York, con la ilusión de trabajar para uno... More

SINOPSIS
PRÓLOGO
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO DIECISEIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE
CAPÍTULO VEINTE
CAPÍTULO VEINTIUNO (PARTE UNO)
CAPÍTULO VEINIUNO (PARTE DOS)
CAPÍTULO VEINTIDÓS
CAPÍTULO VEINTITRÉS
CAPÍTULO VEINTICUATRO
CAPÍTULO VEINTICINCO
CAPÍTULO VEINTISÉIS
EXTRA ISABELLA
CAPÍTULO VEINTISIETE
CAPÍTULO VEINTIOCHO
CAPÍTULO VEINTINUEVE
CAPÍTULO TREINTA
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE
CAPÍTULO CUARENTA
CAPÍTULO CUARENTA Y UNO
CAPÍTULO CUARENTA Y DOS
CAPÍTULO CUARENTA Y TRES
CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO
CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO
CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS
CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE
CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO
CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE
CAPÍTULO CINCUENTA
EPÍLOGO
AGRADECIMIENTOS Y AVISO IMPORTANTE

CAPÍTULO QUINCE

126K 9.4K 6.4K
By DeBeLassal

LA PIERCECONDA 




Decir que la habitación del hotel era increíble, era quedarse corto: nada más entrar, dabas de lleno con un living, un sillón color crema de cuero estaba ubicado en el centro de la estancia con una mesa de cristal ratona en frente y un televisor enorme delante, todo decorado muy sutilmente en colores beige, con las terminaciones en madera.

Los inmensos ventanales daban una vista increíble de toda la ciudad de Nueva York, que se veía pequeña en comparación a lo que realmente era.

Había una mesa cerca de dicho ventanal, donde había una botella de vino tinto abierta con dos copas de cristal al lado, una hielera con una botella de champagne dentro y diversos platillos con comida de las cuales no quise saber que eran, por que si la veía en este momento —con los nervios que llevaba encima—, seguramente vomitaría.

Cerré la puerta detrás de mí dando un suspiro nervioso, mientras me decía una y otra vez que quería hacer esto y la realidad es que si lo quería, pero no por eso estaba menos nerviosa.

Los tacones resonaron en el piso de mármol de camino a la habitación que se encontraba en el costado derecho, y si bien no contaba con una puerta, el umbral que la dividía del resto de la habitación, le daba un aire íntimo.

La cama era enorme y tranquilamente podrían dormir tres personas ahí de lo grande que era sin siquiera tocarse. En la cabecera de la cama había un cabezal acolchado de cuero de color bordo que le daba cierto aire erótico a la habitación y el acolchado de color blanco impoluto que la recubría, largo un agradable olor a suavizante cuando me senté sobre él y sin poderme contener, me deje caer hacia atrás sobre la mullida cama, cerrando los ojos con placer por la comodidad de aquel colchón.

No se cuanto tiempo estuve en aquella postura, intentando regularizar los descontrolados latidos de mi corazón por la expectación, cuando de repente me sentí observada y abri los ojos, me encontré con la mirada azulada de Pierce, que tenía una de sus comisuras levantada con diversión mientras me observaba sin reparo alguno con los brazos cruzados sobre su pecho desde la puerta.

—Hola —fue todo lo que susurre, sintiendo mis mejillas ruborizarse aún más por la vergüenza, ya que todavía me encontraba acostada y con los brazos abiertos.

—Hola —respondió él, sin dejar de mirarme fijamente.

—¿Hace mucho que estás ahí? —Pregunte.

—No —fue todo lo que respondió, despegándose de la pared y comenzando a acercarse a mi.

«¿Ya íbamos a hacerlo?» De repente la comida y las bebidas que habían sobre la mesa me parecieron de lo más apetecibles.

Pierce me tendió una mano para ayudarme a ponerme de pie y cuando la mía se cerró sobre la suya, la corriente eléctrica que me recorrió el cuerpo entero me hizo sentir expectante a lo que haríamos.

Una vez frente a frente nos quedamos así, mirándonos, mientras su perfume dulzón casi me hace suspirar con placer.

—Vamos a comer algo —me dijo y sin soltar mi mano, comenzó a avanzar a la mesa.

Corrí una de las sillas y me deje caer en ella, había una bandeja llena de quesos y jamones que se veían riquísimos, ensaladas y diferentes salsas, una canasta llena de diferentes tipos de panes y un poco más alejada, otra bandeja plateada llena de fresas y a su lado, una pequeña olla de bronce tapada con un horno debajo, con lo que supuse sería chocolate.

Quise comenzar a comer, realmente lo intente, pero la presencia de Pierce a mi lado acaparaba absolutamente todo, la expectativa de lo que iba a suceder más pronto que tarde comenzaba a hacer mella en mi cuerpo y el nudo que tenía en mi vientre, no sabía si era de excitación o de nervios, no me permitían actuar con normalidad.

Tomé la servilleta y la acomode en mi lado derecho, luego acomode los cubiertos uno al lado del otro en el costado izquierdo, luego me arrepentí y los separe, luego acomode la copa justo a la mitad del plato y fue cuando estaba a punto de acomodarla mejor, cuando Pierce habló:

—Ven aquí —dijo, notando el nerviosismo que llevaba encima y como estaba actuando como una lunática.

Dio un largo sorbo a su copa de vino mientras ladeaba su cuerpo hacia atrás, esperando paciente que hiciera lo que me pidió. Y si tenía que ser sincera conmigo misma, si había algo que odiaba de él, era la capacidad que tenía para ordenarme cosas y yo cumplirlas sin siquiera rechistar.

Me dejé caer en sus piernas, sintiendo casi de inmediato el calor que traspasaba su ropa y la mano cálida que se posó en mi muslo nada más tenerme encima de él.

Tomó la botella de vino y sirvió un poco en la copa que quedaba libre antes de ofrecérmela y yo, que necesitaba de aquel valorcito que solo puede brindarte el alcohol, la tome gustosa, dándole un largo trago para armarme de valentía.

Pierce tomó uno de los quesos que había en la bandeja y —si bien aquella acción podría haberse interpretado como algo normal—, verlo metérselo en la boca con una lentitud que no debería ser natural, hizo que tenga que apretar las piernas entre sí, debido a la excitación que aquella inocente acción me produjo.

Joder, estaba cachonda. 

Él por supuesto se percató de dicha acción, todavía tenía un su mano libre en mi muslo que apretujo luego de hacer eso.

—¿Qué hiciste hoy? —Dejó caer, supongo que intentando distender el tenso ambiente sexual que se había formado.

—Pues..., lleve a pimienta al veterinario, cocine, limpie mi casa y me compre ropa interior —ni bien las últimas palabras salieron de mi boca, me tense.

«¿En verdad acabo de decir lo que acabo de decir?» Pensé con frustración y bochorno al mismo tiempo.

—¿Te compraste ropa interior para mi? —Pregunta Pierce casi de inmediato, viéndose divertido como la mierda.

—¿Qué te hace pensar que la compre para ti? —Respondo, intentando sonar desinteresada, cuando en realidad siento mis mejillas hirviendo por la vergüenza.

—¿De qué color? —Pregunta él, ignorando lo que dije antes.

—Ya lo descubrirás —respondo, relajándome levemente por su humor bromista.

El sabor del vino mezclado con el queso, hace que muy lentamente comience a relajarme, por lo que casi sin darme cuenta, termino apoyándome levemente en el costado de Pierce, que lejos de decirme nada, parece gustoso con mi cambio de actitud.

—¿Qué hiciste tú? —Pregunto.

—Trabajar —es todo lo que responde, relajándose en su silla, observandome comer. —Me muero por besarte —agrega, haciendo que prácticamente me atragante con el queso que acabo de meter en mi boca.

—¿Y por qué no lo haces? —Susurro en respuesta, clavando mis ojos en lo suyos.

—Por que estoy esperando que tu lo hagas —responde, haciéndome consciente de que notó lo acojonada que estoy.

Limpio mis manos con una de las servilletas de tela que hay en la mesa y a decir verdad, lo hago más que nada para hacer tiempo. Cuando me giro a Pierce, está expectante y sé que quiere lanzarse encima de mí, sin embargo no lo hace y algo me dice que es por que quiere que vayamos a mi ritmo.

Me acerco lentamente, sin cerrar los ojos, embebiéndome en su mirada azulada que logra sacarme el sueño y cuando nuestros labios prácticamente se tocan, lo beso, pero lo beso como a mi me gusta.

Comienzo mordisqueando su labio superior, mi lengua apenas si lo roza y luego de unos segundos beso su labio inferior, repitiendo la misma acción.

Pierce suspira cuando terminó abriendo mi boca y nuestras lenguas se tocan, suaves, probando, sintiendo todo muy lentamente, mientras su mano libre va allí a mi espalda descubierta, el tacto caliente de su palma haciendo que prácticamente me arquee.

Aunque el beso en sí es tranquilo, no quiere decir que no sea excitante, por lo que comienzo a sentir ese leve cosquilleo en mi centro a la vez que siento cómo él va excitándose también.

Cuando rompo el beso, Pierce comienza a mordisquear mi oído, pasando su lengua por él, siguiendo por mi clavícula, hasta llegar a mi cuello.

Medio gimo cuando muerde el espacio que hay entre mi cuello y mi hombro y soy muy consciente de su mano que sube desde mi muslo hasta apretujar uno de mis pechos.

Mi boca por voluntad propia vuelve a su encuentro, sin embargo esta vez el beso es apasionado y es él quien lleva el mando, adentrando su lengua y saqueando todo a su paso. Con manos expertas comienza a desprender uno a uno de los botones de la camisa de seda que llevo puesta y cuando llega al último botón, la empuja por sobre mis hombros, quitándomela por completo y dejándome solamente con el sostén de color bermellón.

Pierce comienza a besar nuevamente mi cuello, descendiendo mientras yo entierro una de mis manos en su sedoso cabello.

Cuando llega a la altura de mis pechos, baja una de las copas y su boca se prende de mi pezón y en ese momento mi cuerpo se ladea hacia atrás con molestia, alejándose de su toque.

—D-despacio ahí —logró decir, con la respiración agitada—, soy muy sensible.

—Lo siento, preciosa —responde.

Al momento que voy a decirle algo, Pierce vuelve a cerrar su boca alrededor de mi pecho, sin embargo esta vez lo hace suavemente, su lengua dando leves toquecitos alrededor de mi pezón y sus dientes apenas si me rozan, produciendo que la excitación se acumule en mis bragas.

—Pierce... —digo, por que necesito más, pero las palabras no me salen.

—Vamos a la cama —dice él, tomándome de la cintura para ponerme de pie.

Agradezco no irme de cara al suelo cuando me toma de la mano y me obliga a avanzar hacia la habitación prácticamente corriendo y antes de llegar a la cama, vuelve a girarse y a atacar mi boca nuevamente, esta vez enredando sus dedos en mi cabello y ladeando mi rostro a su antojo para besarme con más profundidad.

Una de sus manos va a mi pantalón de tiro alto que llevo puesto y no es hasta que desprende todos los botones y empieza a tironear para que este caiga, que me percato de lo rápido que está pasando todo.

—Pierce, espera... espera por favor —logró decir, tomándolo de la muñeca para que se detenga.

—¿Qué sucede? —Pregunta, impaciente.

—Yo... —comienzo diciendo, mis ojos encontrándose con los suyos.

—¿Tu, que? —Insiste.

—Tengo una cicatriz —es todo lo que respondo con nerviosismo.

No se porque demonios dije eso. 

—¿Y que con eso? —Pregunta, confundido.

—Una enorme cicatriz en el vientre —digo, dando a entender mi punto.

Pierce me mira seriamente por unos segundos, supongo que tratando de entender cual es el problema con ello, sin embargo y para mi total sorpresa, vuelve a besarme.

Me besa tan lentamente que un pequeño suspiro se pierde dentro de su boca, a medida que con sus dos manos comienza a tironear de mi pantalón para que caiga y cuando quiero detenerlo, me toma por las muñecas, poniéndolas en mi espalda y sosteniéndolas con una de sus manos firmemente inmovilizandome, antes de que con la que le queda libre, volver a insistir en bajar mi jean.

Cuando este cae por mis piernas, termino bajándome de mis tacones —quedando considerablemente más baja— y empujando el jean lejos, todo mientras Pierce me distrae con besos mojados en mi boca.

Mis ojos están cerrados con fuerza cuando él rompe el beso, alejándose lentamente y —aunque tenga los ojos cerrados— puedo sentir sus ojos observándome, su mirada quemando mi piel.

—Eres hermosa, Minerva —susurra, sus labios prácticamente cepillando los míos.

Una pequeña sonrisa se forma en mi rostro al escuchar sus palabras, que fueron suaves y roncas y cuando mis ojos se abren, su mirada azulada me da una valentía que no sabía que necesitaba.

Su mirada me dice que una cicatriz no me define, que es parte de un pasado que no es más que eso, un pasado que por fin puedo dejar atrás, que puedo ser lo que quiera ser sin miedos y que aquellas inseguridades no son más que mías.

Pierce me devuelve la sonrisa al tiempo que enreda sus pulgares en mis diminutas bragas y las empuja hacia abajo, todo sin dejar de mirarme y yo —sintiendo que él lleva demasiada ropa— comienzo a desabrochar rápidamente los botones de su camisa azul marino, haciéndola caer por sus hombros, pasando la palma de mis manos por su piel suave y musculada, sus brazos fuertes —el derecho casi al completo cubierto de tatuajes—, sus pectorales y rosados pezones, mi mirada bajando hasta llegar a su maldito six-pack y la v que se pierde por debajo de su pantalón.

Me acerco y aspiro el olor de su piel profundament, haciéndole saber lo mucho que me gusta su perfume y depositando un beso allí en su pecho.

Pierce aprovecha aquello para desabrochar el sostén, dejándome ahora por completo desnuda.

Cuando éste cae, las dos enormes manos de él se cierran sobre mis pechos, que desaparecen bajo su tacto, mientras que yo —en un acto de valentía— comienzo a desabrochar su pantalón, sintiendo la erección que hay debajo de este y una vez que termino con mi trabajo, tironeo de él para quitárselo.

—Joder, son perfectas —farfulla por lo bajo, masajeándolas.

Yo sigo intentando mientras bajar sus pantalones, sin embargo Pierce no hace nada para ayudarme, sino que una de sus manos comienza a bajar lentamente, primero presionando mi cintura y después llegando a mi vientre y es hasta ese momento que puedo mantener los ojos abiertos, cuando siento como su dedo índice se pasea por sobre mis pliegues húmedos, sacándome un gemido particularmente sonoro.

—Demonios, Minerva... —dice, antes de volver a besarme.

Aun con los ojos cerrados, mi mano encuentra su camino hasta llegar a su pantalón y sin siquiera pensarlo, termino adentrándola hasta tomar su polla —que se siente más grande de lo que imagine— y comenzar a masajearla lentamente.

Pierce gime en mi boca sin dejar de tocarme, mientras comienza a caminar mordisqueando mis labios como si de manjares se trataran, sin dejar de tocarnos en ningún momento el uno al otro y en el momento que la parte trasera de mis rodillas tocan la cama y caigo hacia atrás —pegando un gritito de impresión— con Pierce aún encima mío, lo siento medio reírse en mi boca.

Pierce se deja caer a mi lado, mientras observa mi rostro, su dedo sin dejar de moverse entre mis húmedos pliegues haciéndome suspirar.

—Que estrecha —farfulla cuando mete un dedo en mi hendidura y yo automáticamente me tenso, pero el logra relajarme nuevamente cuando con su pulgar comienza a frotar mi clítoris, siguiendo el ritmo de su dedo que está dentro mío.

Son tantas las sensaciones que estoy sintiendo en este momento, que cuando aumenta el ritmo de sus caricias, cuando apenas si puedo resistirme a su mirada azulada llena de deseo, me vengo de una manera bestial y a decir verdad, me avergüenzo un poco de haberme venido tan rápido, sin embargo a él no parece importarle cuando me besa con fuerza, ahogando mis gemidos en su boca mientras su dedo sigue moviéndose dentro mío y puedo sentir como los espasmos de mi orgasmo lo presionan.

—Necesito hundirme en ti —jadea, con la frente llena de sudor una vez que detengo sus movimientos tomándolo por la muñeca.

—¿Y qué estás esperando? —Respondo, sonriendo agitada.

Pierce me devuelve la sonrisa antes de dejar un beso en mis labios y ponerse de pie, terminando de quitarse el pantalón junto con los bóxer negros y quedar al completo desnudo.

Mis ojos de manera inevitable bajan a su erección, que se detienen allí al ver lo enorme que es y hacerme preguntar cómo demonios meterá todo eso sin romperme a la mitad.

—¿Te gusta? —Pregunta, cuando comienza a tocarse a sí mismo lentamente, mis ojos siguiendo el movimiento de su mano y deteniéndose en algo plateado allí en la punta de su polla.

—Si —respondo con sinceridad. —Mucho —agregó, solo por qué es realmente un lindo pene.

—Pues imagínate lo mucho que va a gustarte cuando me hunda en ti y te folle como nunca te han follado en tu vida, Minerva —dice él, sin dejar de mirarme, sin dejar de tocarse.

Sus palabras me cortan el aliento y la excitación vuelve a azotar mi centro, sintiendo que me humedezco nuevamente por sus palabras.

Pierce abre uno de los cajones de la mesa de luz que hay al lado de la cama y no es hasta que abre la caja y saca un paquetito plateado, que no me doy cuenta que es un condón.

Aquello hace que parte del lívido se esfume, debido a que eso estaba en un cajón aquí, como si estuviera preparado.

Como si viniera aquí con frecuencia.

De repente la sonrisa irónica de la recepcionista vuelve a mi mente e inevitablemente me remuevo incómoda.

—¿Que pasa? —Pregunta Pierce, notando mi incomodidad.

—¿Frecuentas mucho este lugar? —Preguntó, sin poder contenerme.

—Si —responde como si nada, desenrollando el condón en su polla.

Pierce se deja caer nuevamente a mi lado, poniendo una mano en mi cintura y acariciándome la piel con el pulgar.

—Llegué antes de que tú lo hicieras, es por eso que los condones estaban guardados ahí—comienza diciendo a modo de explicación, hablando en voz baja. —De hecho, te vi llegar toda nerviosa y casi cayendo de cara al suelo —agrega con picardía.

—¿Por que siempre presencias mis momentos más humillantes? —Gimo, tapando mi rostro con vergüenza.

Pierce comienza a pasear las yemas de sus dedos por mi piel e inmediatamente mis poros se erizan allí por donde sus dedos rozan. Cuando su dedo pasa por sobre mi cicatriz me tenso, sin embargo este sigue bajando hasta llegar nuevamente a mis pliegues; con dos de sus dedos separa mis labios vaginales y con el del medio vuelve a atacar mi clítoris.

—Tengo ganas de hacerte tantas cosas, Minerva —dice en mi oído, haciendo que mi cuerpo se arquee con sus caricias. —Quiero hundirme en ti y en ese coño apretado y que te olvides hasta de tu nombre...

Un gemido ruidoso sale de mi boca cuando dice aquello, mientras el interna nuevamente un dedo dentro mío.

—Dios Minerva, si te mojas así solo con palabras... —farfulla con excitación.

Pierce se incorpora, moviendo mis piernas con su rodilla y abriéndome para él, pasando la punta de su polla por mi clítoris en una caricia que me sabe exquisita, sin embargo no es hasta que se acomoda en mi hendidura, que lo detengo.

—Para..., para —digo, poniendo la palma de mi mano en su vientre para detener su movimiento cuando estaba a punto de enterrarse en mí.

Pierce se tensa cuando lo detengo y cuando levanto la vista para mirarlo, noto que está un poco pálido.

—No eres virgen, ¿o si? —Pregunta con los ojos entrecerrados.

—No —respondo, medio riendo medio bufando.

—Bien —es todo lo que responde cuando vuelve a acomodarse en mi entrada.

—Es que ha pasado un tiempo —dejó caer, cuando vuelve a acomodarse y comienza a presionar para enterrarse dentro de mí.

—¿Un tiempo de qué? —Pregunta, sin dejar de mirarme.

—De que folle —murmuro.

—¿Cuánto tiempo? —Pregunta, con los ojos entrecerrados.

—Como dos años y medio... —murmuro y Pierce vuelve a tensarse, mirándome con una seriedad que me incomoda.

—¿Como demonios hiciste para estar dos años y medio sin follar? —Pregunta, como si aquello fuera una locura inconcebible.

—Nunca tuve la confianza suficiente para volver a hacerlo con nadie —respondo en un ataque de sinceridad.

Y también por qué no quiero que meta su gigante polla en mi casi virginal vagina, teniendo en cuenta que temo que mi himen se haya reconstruido por falta de uso.

Pierce me sonríe con una dulzura que me desarma, como si le hubiese gustado que le confiese que confió en él.

—Entonces iré lento por ti, preciosa —susurra, cuando vuelve a acomodarse en mi entrada y se deja caer encima mío, sosteniendo su peso con sus antebrazos.

Estoy nerviosa y expectantes por partes iguales, sin embargo dejo de pensar cuando Pierce comienza a besarme al mismo tiempo que comienza a hundirse en mí y yo, ilusa, que creí que lo haría despacio, siento el tirón y la incomodidad dentro mío, cuando se mete de un solo empujón.

—Mierda... —jadeó con dolor y los ojos cerrados con fuerza.

—Minerva, demonios... —farfulla Pierce, antes de despegarse un poco. —Lo siento, ¿te lastime?

—¿Qué demonios pasó con eso de "iré lento por ti, preciosa"? —Respondo, en un vago intento de imitar su voz ronca y conteniendome para no decirle que me saque la Pierceconda de adentro. 

—Lo sé, lo siento —dice con esfuerzo, como si a él también le doliera.

Sin embargo no lo miro, ahora mi rostro está enterrado en su cuello, mientras me aguanto las ganas de llorar, y en estos momentos en lo único que puedo pensar, es en el dolor que siento mientras intento relajarme para adaptarme a su tamaño.

—Minerva —susurra él en mi oído. —Minerva... —repite, al ver que no le hago caso.

Pierce comienza a dejar besos por mi cuello, mis hombros, mi clavícula y yo lentamente —presa de aquella caricia—, comienzo a relajarme considerablemente y si bien todavía siento una molestia, no se compara con la sensación de incomodidad de segundos atrás.

—Te sientes tan bien, Minerva —dice Pierce, sin dejar de besarme. —Puedo sentirte a mi alrededor, apretándome —agrega, mordisqueando mis labios una vez que despego un poco el rostro. —Dios, estás tan estrecha —jadea, como si aquel pensamiento hubiera sido solo para él.

Lentamente abro mis ojos, encontrándome con su mirada azulada que me observa expectante, como si temiera hacerme daño, como si fuera algo hermoso que tiene que cuidar.

—Pierce... —medio gimo, cuando él se mueve hacia atrás, su movimiento casi imperceptible.

—Me vuelves loco, Minerva —dice, cuando vuelve a adentrarse con delicadeza.

—Pierce —vuelvo a decir, solo por que me gusta sentir su nombre en mis labios.

—No podré salir de adentro tuyo nunca —agrega, saliendo para esta vez arremeter con un poco más de fuerza.

—No lo hagas —respondo.

Mis uñas se arrastran a lo largo de su pecho, mientras él sigue mirándome fijamente, alternando la vista entre mi rostro y allí donde nuestros cuerpos están unidos, sus movimientos haciéndose más rápidos, su frente perlada de sudor, la tensión en sus brazos por la fuerza que hace para sostenerse, sin embargo noto que está siendo delicado con sus movimientos, que no se está dejando ir completamente.

—Quiero que te vengas tan fuerte, que sienta en mi polla como me presionas, como me engulles —agrega, esta vez el embate es tan fuerte que mi cuerpo se mueve junto con el suyo.

—Oh Pierce... —gimo, mientras siento cómo sus palabras me excitan de una manera que nunca nada antes lo hizo.

—Si preciosa, di mi nombre, di quien te hará venirte de nuevo —dice él con una sonrisa engreída. —Di quien te va a dar el mejor orgasmo de tu vida.

—Pierce tu, solo tu... —gimo, por que estoy a nada de volver a venirme.

Sin embargo antes de que el orgasmo pueda azotarme, Pierce enreda su brazo en mi cintura y sin salirse de adentro mío, nos sienta a los dos, haciendo que la penetración sea todavía más profunda.

—Mierda —gimo, pegando mi frente a la suya y volviendo a adaptarme a la profundidad de esta nueva pose.

—¿Estas bien? —Pregunta, besando mi cuello.

En respuesta paso mis brazos por sus hombros mientras subo lentamente y me dejo caer con fuerza sobre él, haciendo que los dos gimamos con ímpetu por la acometida.

Al ver sus ojos entrecerrados y las pupilas dilatadas por el placer, me armo de valor, sintiendo una confianza sobre mi misma al ver que también puedo brindarle tanto placer como él a mi, por lo que comienzo a moverme cada vez con más fuerza para volver a llegar al orgasmo.

Pierce me tiene tomada con fuerza por la cintura, ayudando con mis movimientos cuando comienza a levantar sus caderas para ir a mi encuentro.

El sonido que producen nuestros cuerpos sudorosos al chocar hace que el morbo y la excitación del momento se incrementen, por lo que en un intento de sentirlo todavía más — como si aquello fuera posible— intento besarlo, sin embargo el desenfrenado movimiento de nuestros cuerpos no me lo permite, por lo que lo único que logro es pasar mi lengua por sus labios, sus dientes intentando morderme.

Cuando siento que voy a venirme de nuevo, Pierce vuelve a cambiar de posición nuestros cuerpos, haciéndome gemir nuevamente, pero esta vez con frustración.

—¿Quieres acabar, preciosa? —Dice, una vez que me toma por los tobillos y me abre nuevamente para él, luego de haberme posicionado casi al final de la cama, él manteniéndose de pie.

—Si, pero no me dejas —me quejo.

—Porque quiero que esta vez lo hagamos juntos —dice él, hundiéndose lentamente en mi sin dejar de mirarme. —Y quiero mirarte a los ojos cuando lo hagamos —agrega.

Me obligo a mantener los ojos abiertos cuando dice eso, porque las sensaciones que me embargan en este momento son tantas, que no me veo capaz de aguantar mucho más.

Una de sus manos está en mi cintura, mientras la otra presiona suavemente uno de mis pechos, pasando la yema de sus dedos por el pezón erizado.

—Pierce... —gimo, sintiendo como mi vientre se tensa.

—Ya preciosa..., déjate ir..., déjame sentir como te aprietas a mí alrededor.

Como si de una orden se tratara, siento como el orgasmo se dispara a medida que Pierce me folla con fuerza, sus dos manos sosteniéndome por la cintura manteniéndome en mi lugar y el gemido ronco y bajo que acompaña el mío cuando él también se viene, sintiendo su polla palpitar a pesar del condón que nos separa, me sabe a gloria.

Su cuerpo está perlado de sudor y sus músculos tensos a medida que acaba, mientras me besa con fiereza, acallando mis gritos de placer que casi desgarran mi garganta.

Lo siento palpitar en mi interior, haciendo que mi orgasmo —pareciéndome aquello casi imposible— se alargue aún más.

Una de mis manos está enterrada en su cabello cuando rompe el beso y entierra su rostro en mi cuello, dejándose caer con pesadez encima mío, intentando acompasar su respiración, mientras la otra todavía sigue presionando su espalda para que no se mueva, necesitando aquel contacto después del orgasmo luego de lo que acabamos de compartir.

Y nos quedamos de aquella manera por algunos minutos, o tal vez horas, a decir verdad no tengo idea y si tengo que ser sincera conmigo misma, tampoco me importa mientras lo siga sintiendo cerca.

Por que si hubo algo que siempre necesite después del sexo, fue la caricia que le seguía al orgasmo, el no sentirme utilizada.

Cuando lo siento removerse encima mío, lo presiono con más fuerza para que no se vaya, importándome muy poco el quedar como una desquiciada.

—Tengo que quitarme el condón, preciosa —susurra en mi oído.

Sin embargo yo apenas si puedo asentir, ya que los dos orgasmos que me brindó Pierce me dejaron completamente fuera de juego, por lo que casi sin darme cuenta, termino cayendo en un sueño reparador después de aquel maravilloso sexo. 





***

WOW WOW WOW 

KELSEY POR FAVOR PRENDE EL AIRE ACONDICIONADO. 

BUENO... ¿QUÉ LES PARECIÓ?

POR FAVOORRRR, NO SE OLVIDEN DE COMENTAR MUCHO, DE CONTARME QUE LES PARECIO EL CAPITULO, DE DEJARME SABER QUE LA HISTORIA LES ESTÁ GUSTANDO Y DE MÁS ESTÁ DECIR QUE VOTEN, QUE LE DEN A LA ESTRELLITA POR FAVOR, QUE NO CUESTA NADA. 

QUIERO QUE SEPAN QUE ES MUCHO EL ESFUERZO QUE ESTOY HACIENDO PARA ESCRIBIR ESTA HISTORIA, ESTOY TRABAJANDO MUCHAS HORAS Y ESCRIBO CUANDO ME QUEDA ALGÚN RATITO LIBRE (Y TENIENDO QUE VIGILAR QUE NADIE LEA LAS CHANCHADAS QUE ESCRIBO PARA USTEDES, JE)

¿SE PENSABAN QUE TERMINABA ACA? PUES SI ESTE CAPÍTULO LES PARECIÓ CALIENTE, EL QUE VIENE ES... MADRE SANTA DE LOS ORGASMOS... 

SIN MUCHO MÁS QUE DECIR, NOS VEMOS EN LA SIGUIENTE ACTUALIZACION. 

NO SE OLVIDEN DE SEGUIRME EN MIS REDES:

INSTAGRAM: DBLASSAL

TWITTER: DBLASSAL

LXS AMO 

GRACIAS POR ESTAR AQUI. 

DEBIE 


Continue Reading

You'll Also Like

13.5K 950 15
no me importa que el haiga terminado con migo lo que se es que tu serás mi nuevo propósito en mi vida.
82.8K 3.1K 59
Primer libro de la saga vida todos tenemos traumas, pero diferentes formas de resolverlos. Unos buscan ayuda y otros se hunden solos, esa es la desc...
6.1K 249 15
El primer amor nunca se olvida. Y claro ejemplo es: Melissa. Melissa amaba con locura a Jason, desde que se conocieron; pero era posible de que él la...
2.2M 142K 91
Motivado por la desesperación y el miedo, Davlian Ainsworth enterró un cuchillo en el cuello de su padre. Un hecho que lo marcó permanentemente. ⭒Dis...