Pecado con sabor a chocolate...

By DeBeLassal

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Minerva es una joven llegada hace poco tiempo a la ciudad de Nueva York, con la ilusión de trabajar para uno... More

SINOPSIS
PRÓLOGO
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISEIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE
CAPÍTULO VEINTE
CAPÍTULO VEINTIUNO (PARTE UNO)
CAPÍTULO VEINIUNO (PARTE DOS)
CAPÍTULO VEINTIDÓS
CAPÍTULO VEINTITRÉS
CAPÍTULO VEINTICUATRO
CAPÍTULO VEINTICINCO
CAPÍTULO VEINTISÉIS
EXTRA ISABELLA
CAPÍTULO VEINTISIETE
CAPÍTULO VEINTIOCHO
CAPÍTULO VEINTINUEVE
CAPÍTULO TREINTA
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE
CAPÍTULO CUARENTA
CAPÍTULO CUARENTA Y UNO
CAPÍTULO CUARENTA Y DOS
CAPÍTULO CUARENTA Y TRES
CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO
CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO
CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS
CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE
CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO
CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE
CAPÍTULO CINCUENTA
EPÍLOGO
AGRADECIMIENTOS Y AVISO IMPORTANTE

CAPÍTULO CATORCE

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By DeBeLassal

HOY FOLLO Y MI CUERPO LO SABE 





Estoy en el depósito del restaurante, poniendo en una canasta las verduras que necesito para hacer el platillo del día, mientras pienso en la pena que pase el día anterior, cuando irrumpí en la oficina de mi jefe, con la clara idea de pedirle en ese momento que me folle.

Siento vergüenza ajena de mi misma, no voy a negarlo y lo peor de todo es que comienzo a sentirme mal con las acciones que llevó a cabo por una persona que apenas si conozco, la baja autoestima comienza a hacer mella en mi cuerpo, haciéndome sentir deprimida y triste, sin ganas de hacer nada más que hundirme en mi cama y desaparecer del universo hasta olvidar lo que pasó.

Es por ello que me sorprendo al momento en el que alguien me toma por la cintura y me gira y tomándome por el cuello de manera delicada, me besa, pero no es un beso dulce o tranquilo, mi jefe está besándome de una manera que nunca antes nadie me había besado, me besa con una mezcla de desesperación y enojo, como si el solo hecho de desearme le molestara.

No se como me hace sentir aquello.

No me da tiempo a preguntar, porque cuando quiero darme cuenta, la lengua de Voldemort está entrando en mi boca, el sabor mentolado invadiendo todos mis sentidos mientras un gemido escapa de mi garganta, haciendo que el presione su agarre en mi cuello, aunque sin lastimarme.

—Mierda, Minerva, mierda... —masculla entre beso y beso.

Sin darme tiempo a nada, me toma por las piernas como si no pesara nada y hace que las enrede en su cintura, sosteniéndome en el aire con sus manos, apretando con fuerza mi trasero y acomodándome a su antojo para apoyar su erección en mi centro.

—Estás matándome, joder, estás matándome —gruñe en mi boca, sin dejarme siquiera responder cuando vuelve al ataque.

Nuestro beso está cargado de desesperación, de una desesperación que venimos aguantando desde hace semanas y a la que no puedo resistirme, simplemente me dejo hacer por él, por sus manos recorriendo mi trasero, mis muslos, apretando a su paso, como si necesitara cerciorarse de que soy real, de que estamos haciendo esto.

Nuestros dientes chocan, nuestras lenguas batallan por tener el control, mis manos se enredan en su cabello, acercándolo a mi, a mi cuerpo, queriéndome fundir en él. Mis labios arden por la brutalidad del beso, sin embargo no me detengo, porque no quiero que termine, de todas maneras, el sonido que hace una puerta al cerrar hace que nuestro acto se detenga en seco, machacando todo el lívido que estábamos sintiendo.

O por lo menos mi livido...

—Bájame —digo en voz baja, queriendo desprenderme de su agarre, sin embargo Pierce no me baja. —Pierce, demonios, suéltame —repito, removiéndome.

—Quieta —murmura él con voz ronca, presionándome en mi lugar y haciéndome muy consciente de lo excitado que todavía se encuentra.

—Pero...

—Quédate quieta, Minerva —repite él con voz autoritaria, sin dar lugar a la réplica.

Es en ese momento en que sin dejar de mirarme a los ojos, con una de sus manos comienza a desprender uno a uno los botones de mi camisa, y cuando quiero detenerlo, una sola mirada suya basta para dejarme quieta en mi lugar.

Estoy nerviosa, bueno, nerviosa y excitada, ya que puedo escuchar el movimiento qué hay en la cocina, sin embargo ver cómo Voldemort desabrocha uno a uno los botones de mi camisa sin dejar de mirarme, dejando al descubierto un sujetador de un sencillo color blanco, es caliente como la mierda.

Sus ojos tienen las pupilas agrandadas por la excitación y una mirada llena de un brillo casi salvaje que nunca antes le había visto.

Sin dejar de mirarme, con su dedo índice baja la copa del sujetador y tengo que apretar los labios con fuerza entre sí, cuando acerca su boca y la cierra en mi pecho.

OhPorDios.

Mi cabeza se hace hacia atrás, mientras muerdo mis mejillas intentando no gemir cuando siento como con sus dientes raspan mi pezon.

Nunca nada se había sentido tan malditamente bien.

—Mírame —exige, deteniendo su tortura. —Mira lo que voy a hacerte.

Obedezco su orden, sólo porque verlo allí, haciendo lo que está haciendo con su boca, es un recuerdo que quiero grabar para siempre.

—Oh, Dios... —suelto en un susurro ronco.

—No Dios, Minerva —dice él, divertido. —Soy Pierce, y recién estoy empezando contigo.

De repente olvido que del otro lado de la puerta hay alguien, olvido que estoy en mi lugar de trabajo —que representa un santuario para mí— y olvido que quien está lamiendome como si fuera su paleta de helado favorita es mi jefe.

Pierce muerde con un poco de fuerza mi pecho derecho, haciendo que automáticamente me tensione, sin embargo en el mismo momento que mordió, presionó su erección justo en mi centro, que se encuentra rogando por un poco de atención, y es en ese momento que Pierce comienza a imitar los movimientos de su pelvis con los de su lengua y si a mi me preguntan cómo tiene semejante coordinación, no tengo idea, porque mis pensamientos ahora mismo se encuentran literalmente licuados. En lo único que puedo pensar es en él y en lo rápido que me vengo sin que siquiera esté haciendo mucho.

Las contracciones en mi centro hacen que tenga ganas de gritar, mientras mis ojos —nublados por el placer que estoy sintiendo— se concentren en Pierce, con mi pecho que desaparece dentro de su boca, mientras él lame y mordisquea, sosteniéndome con su cuerpo para que no me caiga.

Mis dientes muerden tan fuerte mis labios que puedo sentir un poco de sangre en ellos y Pierce, que parece darse cuenta, abandona mi pecho para con sus propios dientes liberar el mio, lamiendolo para aliviar el dolor y estoy segura como la mierda que ha llegado también a probar un poco la sangre en él.

—Eso fue un espectáculo digno de ver, Minerva —susurra contra mis labios, antes de volver a besarme, esta vez con un poco más de calma.

Sin embargo, por lo que aún siento todavía en mi centro, Pierce sigue muy, muy excitado...

Lentamente los sonidos que se escuchan en la cocina vuelven a hacer acto de presencia, haciéndome consciente de lo que acabo de hacer, así como también de la posición en la que me encuentro con Pierce y en como podríamos haber sido descubiertos por cualquiera que se le hubiese ocurrido entrar. Un solo vistazo a mi alrededor me hace saber que tal vez no fui silenciosa como una ninja como había creído; los pimientos, las cebollas y ajos están desparramados por el suelo, el cabello de mi jefe es un desastre y yo me encuentro con la camisa abierta de par en par y una teta al aire.

—¿Qué mierda acabo de hacer? —Susurro, comenzando a entrar lentamente en pánico.

—Acabas de tener el mejor orgasmo de tu vida —dice Pierce, sin siquiera preocuparse por bajar la puta voz. —Y eso que casi ni te toque —agrega con galantería.

—Bájame —digo, volviendo a removerme de su agarre, esta vez dejándome ir, antes de suspirar y rodar los ojos.

Pierce me observa con las manos en su cadera mientras que yo estoy abrochandome desesperadamente los botones de mi camisa, cuando la puerta del almacén se abre.

Mierda. Santa. 

Me agacho, en un vago intento de disimular los botones que no pude abrochar, mientras que mi respiración todavía es un desastre y las mejillas me arden por el rubor con el que cargo, mitad por vergüenza y mitad por excitación.

—Señor Grecco —se escucha una voz decir y aprieto los ojos con fuerza cuando descubro que la voz proviene de Katherine.

De todas las personas que había en el mundo, la que menos quería que me encontrara era ella.

Mil veces demonios.

—Señorita Wilson, ¿qué es lo que está haciendo aquí? —Pregunta ella, su voz volviéndose dura cuando se dirige a mi.

—Yo... hum...

Demonios.

—No se le paga por perder el tiempo —agrega ella, cortando en seco cuando comienzo con mi balbuceo inentendible.

—Lo siento —digo, porque no se que otra cosa decir.

—No se le paga tampoco por disculparse por cada vez que la encuentro fuera de su puesto de trabajo —agrega, haciendo que quiera rodar los ojos con fastidio. —Tiene un lugar privilegiado, no haga que me arrepienta de haberla puesto allí.

Tengo ganas de decirle que ella no fue quien me puso ahí, sino que fue Pierce y que estoy segura que lo hizo porque sabe lo capaz que soy para ese puesto, sin embargo me callo, primero porque sé que si abro la boca seguramente termine despedida, y segundo porque es mi jefe quien habla por mí.

—Minerva estaba preparando las cosas para el platillo de la noche, entre al almacén sin mirar y la golpee, Katherine —dice él, excusándose. —No es su culpa y no es para que te pongas de esta manera.

La encargada del restaurante lo mira con algo parecido a la vergüenza antes de agachar la mirada con las mejillas un tanto sonrosadas, sin embargo puedo ver cómo aprieta los labios con fuerza, como si quisiera rebatir algo, pero no lo hiciera por que es con el dueño con quien está hablando.

—Con permiso... —murmuro con vergüenza y no me pasa por alto la mirada de odio de Katherine cuando paso por su lado.

Supongo que no se tragó del todo la excusa que puso mi jefe, porque él sigue teniendo el cabello hecho un desastre y una protuberante erección que se aprieta en sus pantalones, mientras que los dos últimos botones de mi camisa siguen desabrochados y mis mejillas al rojo fuego.

De todas maneras pasó por su lado sin mirar a ninguno de los dos y en mi cabeza repitiendome que después de lo que acaba de pasar, ya no hay vuelta atrás, había cruzado muchas líneas con Pierce antes, pero nunca una como esta y ahora lo único que restaba a esperar, era el cómo se llevarían a cabo los hechos.




Es mi dia libre, y nunca antes había estado tan nerviosa..., nunca.

Voy caminando por las abarrotadas calles del centro de Nueva York y observaba vidrieras hasta que quedé prendada frente a una, sabiendo que si hacía lo que tenía en mente por hacer, no habría vuelta atrás.

Suspiro por quinta vez mientras me decido si entrar en la tienda o no, porque vamos, para que sepan, no soy de esas que se compran ropa interior sexy. Nunca. Primero porque me da vergüenza usarla y segundo —y lo más triste— es que no tengo con quien lucirla, y si bien me tendría que decir a mi misma que lo tendría que hacer por mi misma, usar algo que se me entierre en el trasero, me resulta completamente incómodo, por eso me quedo con mis bragas enormes y cómodas.

Cuento hasta tres y empujo las enormes puertas de vidrio de la lenceria, donde inmediatamente una muchacha se acerca al ver mi cara de pasmo por no saber donde demonios dirigirme entre tanto canasto de ropa interior diminuta.

La muchacha supongo que se percata de que no sé muy bien qué es lo que demonios quiero, por lo que termina guiandome ella, y supongo que es buena vendedora, porque termino comprando tres conjuntos de encaje de distintos colores y cuatro tangas que cuestan casi la mitad de mi sueldo, pero vamos, que me tengo fe a mí misma como para poder usarlos todos pronto.

Y si todo sale bien, te preguntarás cuándo es que voy a usarlos, pues la respuesta es esta noche.

Y te preguntaras también qué demonios está pasando aquí...

Pues, la respuesta es que Voldemort me dio un ultimátum, si, asi como lo lees, ¿que quien coño se cree que es para darme un ultimátum? No tengo idea, pero que va a ser.

Su mensaje de texto fue directo y conciso:



El que no debe ser nombrado:

sab, 15 sep 01:13 a.m.

Te espero mañana a las 22:00 hs en el hotel 50 Bowery

Cuando llegues solo di tu nombre y te darán una tarjeta de acceso

No faltes, de lo contrario no habrá próxima vez

Pierce Greco



¿Pueden creerlo? ¿Quién se creía que era?

En un principio debo decir que me ofendí, pero me ofendí en plan de querer mandarle un mensaje y mandarlo allí donde no le diera el sol, luego pensé en responderle que iría, para que me esperara y dejarlo allí plantado, luego supuse que aquello sería inmaduro y lo descarte. Después vinieron los miedos, esos de no saber qué hacer, cuando el bichito de la duda comenzó a molestarme, cuando aquella indeseable voz cachonda comenzó a susurrarme que fuera, que Pierce me haría cosas que nunca jamás me habían hecho y que probablemente me daría orgasmos maravillosos.

Quería negarme, de verdad quería, pero tu y yo sabemos que follar con Voldemort sería inevitable, porque la tension estaba alli y las ganas tambien y algo me decia que mi jefe era de esas personas que no insistian mucho, que ya lo había hecho demasiado y que no quería esperar más.

Así fue como luego de recibir ese mensaje casi no pude dormir, pensando en que demonios hacer, el día siguiente era mi día libre, por lo que me lo tomé para meditar y pensar bien mi decisión, luego de decir que saldría a dar una vuelta para despejarme, fue que termine allí en la lencería cara, comprando ropa interior sexy que pensaba usar esta noche con mi jefe.

¿En qué putas estaba pensando?

Esa pregunta llegaba a mi cabeza de vez en vez, sin embargo la ignoraba y seguía a lo mío, porque entre más ignorara el hecho de que probablemente esta noche follaria, más en calma estaba mi mente.

Asique hice mi dia con normalidad, en la mañana salí a correr y lleve a Pimienta al veterinario, cocine al mediodía comida para tener en la semana, cocine algunas masas dulces para llevar al comedor donde trabajaba María, después de eso decidí dar una vuelta donde termine comprando ropa interior y, ¿saben qué fue lo peor de todo? Que la muchacha de la lencería se dio cuenta de que esta noche follaria, por lo que muy sutilmente me recomendó que me hiciera una depilación brasileña, ¿si saben lo que es? Pues para la que no lo sabe, vas a un lugar donde literalmente te queman viva con cera, te quitan pelos de lugares donde siquiera te imaginas que puedes tener pelos y si te quejas de más, te miran como si pensaran: "hay cosas más dolorosas"

«Desalmadas»

Asique me fui con mi vagina al completo depilada como piel de bebé y si bien en un principio me pareció raro, el resultado final debo admitir que me gusto. Me llene la pequeña tina con algunas sales que me compre alguna vez en un mercado de esos chinos, tire un poco de shampoo en la bañera para hacer espuma y me sumergí en un baño que me resultó relajante.

Me sorprendió un poco a mi misma lo relajada que llegue a quedar, lo poco que me preocupaba que todo pudiera irse a la gaveta luego de lo que iba a hacer, que las cosas de aquí en más podrían cambiar para siempre, sin embargo no deje que aquellas dudas me invadieran y simplemente me dedique a dejarme llevar por el momento.

Porque si tenía que ser sincera, no recordaba cuándo había sido la última vez que me había dejado llevar.

«Tampoco cuando fue la última vez que follaste y disfrutaste de ello...»

Aparte aquel pensamiento tan rápido como llegó.

«No vayas por ahí» me dije a mi misma, ya que si lo hacía, me hundiría en recuerdos autodestructivos de los cuales no sabía si iba a poder superar.

Elegí una camisola de seda amplia con la espalda descubierta de color crema y un jean ajustado con la cintura alta, junto con unos stilettos de diez centímetros que casi me hicieron besar el piso nada más subirme en ellos. De todas maneras suspire, y me dije a mi misma que los usaría, porque me hacían ver increíble y me levantaban el trasero.

Al momento de tener que maquillarme fue otra cosa, en ello era terrible y si bien aquellas cosas me gustaban, no se me daban bien. En un momento pensé en escribirle a Isa para pedirle ayuda, pero sabía que ella manejaría a mi departamento para hacerlo ella misma, no sin antes sonsacarme con quién demonios iba a verme y a decir verdad, no estaba para darle explicaciones, mucho menos a ella que tenía una relación estrecha con Voldemort.

Aplique un poco de base en mi rostro, tapando las imperfecciones típicas de un rostro que no es cuidado y pinte mis pestañas con un rímel oscuro, que hizo resaltar un poco mi mirada. Aplique un poco de brillo a mis labios y di por terminado todo el arreglo que estaba en mis manos, porque si, sabía de mano propia que los tutoriales de youtube no siempre eran tan fáciles como parecía, y les doy un consejo, si no les salió a la primera, tampoco les saldrá a la segunda, mucho menos si tienen menos de una hora para hacerlo.

Acaricio la cabeza de Pimienta luego de tomar mi bolso, mi gato mirándome con una cara que pareciera que me dice «sé lo que vas a hacer esta noche y el porqué me abandonas, zorra»

Sacudo la cabeza, porque la expresión de un gato no puede transmitir eso, ¿verdad?

¿Verdad?

Decido ir al hotel en taxi, debido a que mi suerte no suele ser la mejor, por lo que lo más probable es que si voy en metro, king kong lo ataque.

No, gracias.

El viaje en taxi se me hace demasiado corto, demasiado. El nudo de nervios atenaza mis entrañas, mi vientre y mi pecho, haciendo que quiera abortar misión, pero es demasiado tarde, cuando el conductor bufa con exasperación debido a que me he quedado prendada mirando la fachada del hotel.

Mierda. Es hermoso y lujoso. 

Me concentro en rebuscar con nerviosismo en mi cartera el dinero para pagarme y cuando le tiendo el dinero, no me pasa por alto la mirada que me larga, como si supiera a qué he ido a aquel hotel.

Me bajo rápidamente del taxi, farfullando un agradecimiento y cediéndole el cambio, ya que la mirada que me largo hizo que tuviera ganas de volver a mi departamento.

«Estas imaginando cosas, Minerva» me susurra mi inconsciente.

La noche ya se ha cernido sobre la ciudad de Nueva York, mientras el tránsito y la gente no se detienen y la fila de autos por la quinta avenida parece ser eterna. Una brisa fresca del pronto otoño hace que mi cabello revolotee y un escalofrío me recorra el cuerpo entero, mientras me quedo allí parada como una idiota frente a las inmensas puertas del hotel.

—Vamos, Minerva —me susurro a mi misma, mientras paso mi peso de un pie a otro con nerviosismo. —Tu puedes hacerlo, que es una follada luego de mucho tiempo...

«Seguramente tu himen se reconstruyó por falta de uso» me murmura la indeseada voz de mi cabeza.

Aparto cualquier pensamiento que tenga que ver con mi himen reconstruido y avanzo hacia la entrada del hotel.

El lugar es en sí muy luminoso y la gente —tanto turistas como lo que parecen ser ejecutivos— van de un lado a otro a pesar de la hora. El piso es brilloso y en colores marmoleados, con enormes lámparas que cuelgan de los altos techos, todo decorado en modernos colores en blanco y negro.

Voy tan distraída observando todo a mi alrededor que no me percato del pequeño alfombrado que hay en la recepción, por lo que llegó justo a tiempo a tomarme de la mesa de entrada antes de irme de cara al suelo, con las mejillas encendidas por la verguenza y tambien el alivio de no haber perdido todos mis dientes en la noche que follaria.

Porque no soy Minerva si no paso penas...

—L-lo siento —farfullo con vergüenza a la pelinegra que me mira divertida.

—¿Tienes reserva? —Pregunta en su lugar, dándome una mirada que me hace sentir un poco incómoda.

—Si —respondo, carraspeando.

—¿A nombre de...? —Pregunta lo obvio.

¿No se supone que las recepcionistas son amables y encantadoras?

—Minerva Wilson —respondo en su lugar, con una media sonrisa tensa.

La muchacha vuelve a repasarme con la mirada, haciéndome sentir aún más incómoda. Me analiza como si me conociera, como si supiera quien soy y a que vengo aqui.

Después de decirle mi nombre, ella simplemente teclea algo en su ordenador, antes de tenderme una tarjeta.

—Piso 24, habitación 115.

Su sonrisa se me antoja falsa, de todas maneras ignoro aquello y me dispongo a ir al ascensor —el cual cabe destacar que tardó unos cuantos segundos en encontrar—. Antes de subirme en él, doy una mirada de reojo a mi alrededor preguntandome dónde demonios estará Pierce, de todas maneras no lo veo para antes de que las puertas se cierren y marque el piso que me dijo la recepcionista, por suerte para mí y mi nerviosismo, viajo completamente sola.

Los espejos que recubren el ascensor muestran mi rostro, que se ve un tanto pálido, aquel color siendo interrumpido por el sonrojo de mis mejillas, mis ojos tienen un brillo especial, uno que hacía mucho tiempo no me veía, una sonrisa amenaza con formarse en mi cara, mientras a mi cabeza llega la imagen de esa pequeña ardillita con el meme que dice "HOY FOLLO"

Porque si, cariño, hoy follo y mi cuerpo lo sabe...

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