RWANDA®

By zeyvolkova

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Sheyla Bonheur es una joven doctora recién licenciada que llega a un pequeño país africano, con el fin de hac... More

Advertencia
Dedicatoria
Booktrailer + Personajes
Capítulo 1 - Bienvenida al país de las mil colinas
Capítulo 2 - El soldado que no habla demasiado
Capítulo 3 - Ni en el confín del mundo
Capítulo 4 - Lo que pudo ser se acabó
Capítulo 5 - Desafiar a la adversidad
Capítulo 6 - No hacer nada no cambiará nada
Capítulo 7 - La vida que se escapa ante mis ojos
Capítulo 8 - La desconocida Madeleine
Capítulo 9 - Verdades que duelen
Capítulo 10 - Decisiones y consecuencias
Capítulo 11 - Hacerte invencible significa conocerte a ti mismo
Capítulo 12 - La decepción llega cuando ves la realidad con tus propios ojos
Capítulo 13 - Juzgar desde la distancia
Capítulo 14 - Cuando calla la razón hablan las armas
Capítulo 15 - Para llegar al objetivo es preciso aproximarse
Capítulo 16 - Mariposas y otros insectos
Capítulo 17 - Hacer de tripas corazón
Capítulo 18 - Poderoso caballero es Don Dinero
Capítulo 19 - Victorias y reconocimientos
Capítulo 20 - El hombre de las mil soluciones
Capítulo 21 - La sonrisa de Blaime
Capítulo 22 - A la única persona que nunca superarás es a la que no se rinde
Capítulo 23 - No existe la guerra inevitable. Si llega, es por fallo del hombre
Capítulo 25 - Sentido del deber
Capítulo 26 - Sonrisas y réplicas
Capítulo 27 - Seré abnegado, cumpliré con ejemplaridad mi deber
Capítulo 28 - Dejar ir
Capítulo 29 - Objetor de conciencia
Capítulo 30 - Ser león o ser gacela
Capítulo 31 - El amor vence batallas
Capítulo 32 - Soldado que huye vale para otra batalla
Capítulo 33 - Los muertos son los únicos que ven el final de la guerra
EXTRA - La batalla más cruel es aquella cuya victoria no depende de ti
Capítulo 34 - Las actitudes son más importantes que las aptitudes
Capítulo 35 - Como el ratón y el gato
Capítulo 36 - Hacia lo salvaje
Capítulo 37 - La maldad humana no conoce límites
Capítulo 38 -Si no acaba con la guerra, no es una victoria
Capítulo 39 - Mihi spes omne in memet
Sketch Concept

Capítulo 24 - Adaptarse al medio

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By zeyvolkova

Con el pasar de los días, las aguas regresan a su cauce. El temor generado después de lo ocurrido en el hospital se va quedando atrás para dar paso a la cotidianidad propia de este lugar, sin más incidentes ni sobresaltos que alteren nuestra tranquilidad. El pueblo vuelve a ser el pequeño oasis de paz que conocí cuando llegué aquí. Tampoco he vuelto a sentir la ansiedad desaforada que me asfixiaba al día siguiente del ataque al hospital, lo cual es un gran avance para mí, que casi sin darme cuenta me he ido adaptando al ritmo de trabajo, a las limitaciones de no tener todo de lo que disponemos en el primer mundo y a recurrir al ingenio para solventar problemas que en Francia no tenía, cosa que me hace sentir bien porque verdaderamente soy útil. Sentir que evoluciono día tras días, poniendo en práctica tanto lo aprendido en la facultad, como los conocimientos adquiridos gracias a los grandes profesionales que me rodean, significa una inmensa dosis de confianza y satisfacción personal, porque no hay nada más grato que sentirse útil contribuyendo a que la realidad de otros cambien para mejor.

Situaciones que antes me parecían casi imposibles de afrontar, ahora ya no me resultan tan problemáticas porque cuento con cierta experiencia al enfrentarme directamente a los problemas, como atender ciertas dolencias o enfrentarme a las enfermedades endémicas de África y que no existen en mi país. Las cosas no me afectan tanto como cuando llegué, y aunque la pérdida de vidas humanas siempre es algo doloroso, el tener que afrontarlo con relativa frecuencia me ha obligado a asumirlo y no dejarme llevar por la desesperación para invertir esa energía en seguir adelante. Sin duda, para un recién graduado en medicina, no hay nada más enriquecedor que prestar ayuda en lugares donde hace verdadera falta, te ayuda a ver las cosas desde otra perspectiva y a madurar como persona, es algo que te transforma.

Algo que también evoluciona con el pasar de los días es la salud de Hate, que como muchos aquí, está demostrando ser una auténtica luchadora al reponerse de la enfermedad. Afortunadamente la detectamos a tiempo, de seguir así es muy probable que en una semana podamos darle el alta, lo que significa una gran dosis de optimismo para todos, tanto para el personal que la tratamos como para "su padre adoptivo", Blaime.

Sin embargo, y aunque la evolución de Hate suponga un soplo de aire fresco, en especial para él, su presencia en el hospital se ha vuelto cada vez menos frecuente. Apenas coincidimos, y cuando esto sucede, tan solo permanece en la habitación de la niña unos minutos antes de irse. Desde hace unos días parece ausente, como si guardara las distancias, no sé si son imaginaciones mías o que verdaderamente está distante conmigo, algo que me extraña, sobre todo después del acercamiento que estábamos teniendo y de esa química de la que hablaba Chel y que yo también sentía en esos días en los que prácticamente vivía en el hospital.

Pero procuro no darle importancia porque quizás esté preocupado, ya que de él depende parte de la seguridad de este lugar, es un soldado y está bajo presión. Además está ese extraño asunto que tiene con Madeleine, aunque me resulta curioso no verlos nunca juntos, pero prefiero no hacerme ilusiones ni construir castillos en el aire por temor a que se vengan abajo. Simplemente me concentro en mi trabajo y dejo que las cosas pasen. Si el destino nos quiere juntos, ya encontrará la manera de unirnos.

Es por eso que trato de ocupar mi mente y no alimentar los pensamientos negativos, destinando toda mi atención en cosas verdaderamente importantes como es el hacer mi trabajo lo mejor posible al lado de Chel, que por fin ha recuperado la sonrisa y esa energía tan característica en ella, motivada al ver que el funcionamiento del hospital marcha adecuadamente gracias a los sanitarios cedidos por la UNAMIR, que nos han venido como un regalo del cielo. En cambio, la que sigue sin verlo de esta forma es Agathe, cuyos roces con el soldado belga van en aumento.

Y es una mañana, mientras me encuentro en la habitación de Hate tomándole la temperatura y revisando su medicación, cuando tanto roce provoca lo que desde hace días se venía percibiendo como un enfrentamiento anunciado. Los gritos de la enfermera y el soldado provenientes del pabellón en el que trabajan son audibles desde la habitación en la que me encuentro. Alarmada por las voces, me dirijo al pabellón en el que los dejé trabajando, donde mantienen una acalorada discusión ante las sorprendidas miradas de todos los allí presentes.

—¿Pero qué os pasa? ¿ Por qué gritáis?— Trato de mediar entre la oleada de improperios que se profieren el uno al otro intentando apaciguar y que cesen los gritos. Pero hacen caso omiso a mis preguntas para seguir con la riña, sobre algo de una emisora de radio, me parece entender. Alzando la voz para captar su atención, insisto— ¡¿Qué sucede?!— Y por un momento logro que los dos guarden silencio para dejarme hablar— ¿Alguien me va a contar qué pasa?— Lanzo la pregunta a ambos, pero a quien busco con la mirada es a Agathe, la más proclive a sufrir una crisis que terminara en algo así. Ofendida, comienza a explicarse utilizando un estridente tono de voz.

— ¡Que el belga este no quiso apagar la radio! ¡Es un imbécil!— Sorprendida por la falta de respeto que acaba de cometer la enfermera hacia el soldado, la increpo.

—¡Agathe, por favor!— Trato de tranquilizarla y así poder oír la versión de Van de Velde, que la observa tan sorprendido como lo estoy yo— ¿Qué ha ocurrido Philippe?— Inquiero, concediéndole a él la palabra.

—Pues que conecté la radio, y apenas había movido el dial cuando ella comenzó a gritar fuera de sí "¡Apaga eso maldito wazungu (blanco)!" y a partir de ahí ya no entendí lo que dijo por qué me hablaba en su idioma— En este punto Agathe interviene alzando la voz para hacerse oír por encima de Van de Velde que tan solo intenta explicarse.

—¡Los blancos siempre hacéis lo mismo, llegáis a los sitios y os creéis con derecho a todo! ¡Yo te pedí que apagaras la radio y no me hiciste caso!— Le increpa histérica, tan fuera de sí, que hasta por un momento temo que se lance sobre el soldado para golpearlo. En un intento por tranquilizar a la enfermera y que no se siga alterando, le respondo.

—Calma, no pasa nada, la radio ya está apagada— Cuando dirijo mi mirada hacia Agathe, me encuentro con su gesto desencajado por la furia. Seguramente de no mediar, ahora mismo se lanzaría al cuello del soldado por desobedecer su orden. Tratando de relajar el ambiente, se me ocurre que lo mejor será sacar a la enfermera de aquí para poder escuchar el testimonio de Van de Velde con total claridad— Agathe, ¿me harías el favor de ir a la cantina? Necesito que traigas un poco de agua caliente para hacer unas curas— La enfermera duda, por un instante no sabe si acceder a mi petición o seguir aquí hasta que logre echar al soldado del pabellón, pero finalmente obedece dejándome a solas con el pobre Van de Velde, que a mi parecer no ha hecho nada malo. Aprovechando la ausencia de Agathe, trato de comprender el motivo de la discusión.

—¿De verdad empezó todo esto por la radio?— Indago, resistiéndome a creer que por algo tan absurdo se desatara una discusión semejante.

—Sí señora, en cuanto encendí la radio, se puso a gritar como una loca que la apagara. Intenté saber por qué, y lo demás es lo que ha visto usted— Las palabras de Van de Velde me dejan atónita frente al comportamiento irracional de Agathe. Pensé que con el tiempo se acostumbrarían a trabajar juntos y la enfermera aprendería a tolerar la presencia del soldado belga, pero veo que ella sigue con la misma idea nociva en la cabeza.

Decidida a evitar un nuevo enfrentamiento entre el soldado y la enfermera, me dirijo al despacho de Chel, a la que me encuentro saliendo por la puerta alertada por los gritos.

—¿Qué pasa? ¿Qué son esos gritos?— Conduciéndola de nuevo al interior del despacho, la informo.

—Chel, tenemos que hablar, la situación en el pabellón dos se está descontrolando— En la cara de mi amiga se dibuja la sorpresa.

—¿Qué ocurre? Estaba a punto de llamar al capitán Diaye para que mandara a un escuadrón.

—Agathe se acaba de pelear con Van de Velde porque al soldado se le ocurrió encender la radio— La respuesta no parece sorprenderla, sentándose sobre el borde de la mesa, se cruza de brazos para contestar con una tranquilidad que me deja pasmada.

—A ver... Agathe tiene una situación familiar compleja.

—¿Compleja?— Inquiero extrañada, anticipándome a su explicación

—Si, la madre de Agathe es tutsi, y el padre es hutu— La respuesta de Chel tan solo me genera más dudas, no entiendo qué relación tiene eso con lo que acaba de suceder.

—¿Y eso qué significa?

—Significa que Agathe es hutu, porque los hijos heredan la etnia de los padres, y eso a ella la deja en una situación delicada, porque ahora los hutus más radicales están en contra de los tutsis y de los hutus que tengan relación con los tutsis. Y esto quiere decir, que aunque ella sea hutu según su documento de identidad, también está perseguida por la facción más extremista de su etnia. Ella, su madre por tutsi, y su padre por haber confraternizado con el enemigo, según la forma de pensar de esa gente— En este punto, comprendo que Agathe se sienta nerviosa debido al clima de inestabilidad que se vive en estos momentos, pero sigo sin comprender por qué la ha tomado con el pobre soldado ni qué pinta la radio.

—Ya, pero ¿qué tiene eso que ver con Van de Velde y la radio?

—Pues... aquí la radio siempre está apagada, ¿Verdad?

—Verdad— Trato de seguir su explicación detenidamente para intentar encajar todos los detalles sin perderme nada, porque todavía no acabo de entender los entresijos de este conflicto que se escapa a mi comprensión.

— La radio está apagada porque desde hace meses en la emisora local solo se difunden mensajes de odio hacia los tutsis y todo aquel que los apoye. Y ella sufre con esos mensajes, porque de alguna manera no pertenece ni a un lado ni al otro, ¿Entiendes? — Ahora la parte de la disputa por culpa de la radio tiene sentido, pero lo que no tiene sentido todavía es ese odio irracional que demuestra sentir hacia el soldado belga.

—Entiendo. Pero eso no justifica que trate a Van de Velde así, y es que lleva siendo grosera con él desde que el muchacho llegó— Ante mi respuesta, las cejas de Chel se arquean en señal de sorpresa.

— ¿Es así con él desde que llegó?

—Sí. Desde que el capitán nos los mandó, no tolera su presencia. No le gusta que esté aquí, el primer día me confesó entre dientes que no es bueno que los belgas estén aquí, porque ellos son los culpables de todo esto— Las cejas de Chel vuelven a relajarse ante mi respuesta, cosa que no entiendo por qué esta es la parte de la disputa que menos sentido tiene para mí.

—Ya... A ver... Los belgas no son precisamente bienvenidos desde que se reavivó este conflicto porque tuvieron mucho que ver en la segregación de la población. Ellos implantaron el documento de identidad donde figura la etnia de cada uno de los habitantes basándose en parámetros físicos como el grosor de la nariz, el volumen de los labios, la altura, el color de la piel y cuestiones económicas. Por si eso fuera poco, en un principio le otorgaron el poder a los tutsis, porque eran una minoría y una minoría siempre es más fácil de controlar, pero después permitieron que los hutus dieran un golpe de estado e impusieran su ley, antes de que Rwanda dejara de ser una colonia belga. Es decir primero dividieron a la población, luego les dieron el poder a unos, más tarde se lo concedieron a otros, para después abandonar el país y dejarlo todo patas arriba, desentendiéndose. Y ahora están aquí de nuevo, por eso ni unos ni otros los acaban de ver con buenos ojos— Confusa ante toda esta información, las preguntas comienzan a agolparse en mi cabeza como en una avalancha, porque cada vez que consigo comprender algo, aparecen nuevas dudas.

—Pero entonces si su presencia genera tanto malestar, ¿por qué la ONU ha enviado soldados belgas para apaciguar?— En la cara de Chel se dibuja la incertidumbre.

—Pues la verdad que no lo sé— Apenas me ha contestado a la pregunta cuando ya la asedio con más dudas.

—Y además, si los belgas se fueron en los sesenta y Ruanda es un país independiente desde entonces, han pasado unos 30 años y Agathe no tiene más de 23, ¿por qué siguen alimentando ese odio hacia alguien que los dejó en paz hace más de dos décadas? ¿No han tenido tiempo de resolver esas diferencias, de quitar la etiqueta que les pusieron los colonizadores?— Y aquí me doy cuenta de que estoy parafraseando a Blaime — ¿Para ser todos una misma nación? al fin y al cabo, todo se reduce a eso, a que somos todos humanos... De verdad, no lo entiendo...— Cuando por fin salgo de mi frustración por intentar entender algo tan complicado como el odio irracional de algunos individuos hacia sus semejantes, me encuentro con el rostro sonriente de mi amiga, que me observa con la ternura reflejada en sus profundos ojos negros.

— Ojalá toda la humanidad pensara como tu amiga, porque entonces no harían falta las Naciones Unidas para recordarle al mundo que todos tenemos derechos— Su respuesta no consigue dar alivio a mi frustración al no ser capaz de comprender el motivo que lleva a habitantes de la misma porción de tierra a matarse entre sí. Pero decido dejar todo eso a un lado para centrarme en el motivo que me ha traído hasta el despacho de Chel y lo que podemos resolver nosotras, que es la enemistad entre Agathe y Van de Velde, cuyo único pecado, como diría Blaime, ha sido el nacer bajo una bandera diferente a la de Agathe, y eso parece ser algo que ella no le perdona.

—Tenemos que hacer algo con esos dos— Suspiro frustrada.

—¿Y qué quieres hacer?— Inquiere alzando las cejas, esperando una sugerencia.

—El problema de Agathe es con los belgas, creo que se solucionaría si cambiamos a Van de Velde por otro sanitario.

—¿Con el bengalí no tiene problemas?

—No, es solo con Van de Velde.

—Muy bien, pues Van de Velde pasa a mi pabellón y Biswas ocupa su lugar en el tuyo— Y con este sencillo cambio, estamos evitando que las discrepancias por odios ancestrales vuelvan resurgir al menos entre las paredes de este hospital— Arreglado— Ante lo sencillo que ha resultado resolver el entuerto, me atrevo a bromear, ya más relajada.

—La ONU tendría que contratarnos a nosotras como diplomáticas— Replico con ironía. Mi comentario desata las carcajadas de Chel, que acostumbrada a lidiar con problemas mayores, esto le debe parecer cosa de niños. Y como la risa de mi amiga siempre ha tenido un poder tan contagioso como el de un bostezo, acabamos las dos estallando en carcajadas por lo absurdo de la situación, tanto por el hecho de que dos compañeros se peleen por encender una radio, como por lo fácil que ha sido ponerle solución. Pero de pronto, la risa de Chel se apaga mientras mantiene la mirada fija en la puerta. Intrigada por su repentina reacción, me giro para ver cuál es el motivo que ha acallado su risa, y es entonces cuando me encuentro a Blaime.

⭐⭐⭐

__HOLA COOPERANTES__
Hoy la nota va dedicada al tema de la colonización belga en Ruanda, que parecen ser los demonios de Agathe. Muy brevemente decir que la gestión belga comenzó cuando Alemania perdió la Primera Guerra Mundial, y la Sociedad de Naciones repartió sus colonias siendo Bélgica la encargada de gestionar Ruanda-Urundi (que así se denominó el estado, ya que Ruanda y el vecino del sur Burundi eran el mismo país) entre 1924 y 1962.
Este era el mapa del estado Ruanda-Urundi, que en el año 62 pasarían a ser dos estados independientes.

Nos vemos en el próximo capítulo. Gracias por estar ahí ❤️

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