Pecado con sabor a chocolate...

By DeBeLassal

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Minerva es una joven llegada hace poco tiempo a la ciudad de Nueva York, con la ilusión de trabajar para uno... More

SINOPSIS
PRÓLOGO
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISEIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE
CAPÍTULO VEINTE
CAPÍTULO VEINTIUNO (PARTE UNO)
CAPÍTULO VEINIUNO (PARTE DOS)
CAPÍTULO VEINTIDÓS
CAPÍTULO VEINTITRÉS
CAPÍTULO VEINTICUATRO
CAPÍTULO VEINTICINCO
CAPÍTULO VEINTISÉIS
EXTRA ISABELLA
CAPÍTULO VEINTISIETE
CAPÍTULO VEINTIOCHO
CAPÍTULO VEINTINUEVE
CAPÍTULO TREINTA
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE
CAPÍTULO CUARENTA
CAPÍTULO CUARENTA Y UNO
CAPÍTULO CUARENTA Y DOS
CAPÍTULO CUARENTA Y TRES
CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO
CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO
CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS
CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE
CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO
CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE
CAPÍTULO CINCUENTA
EPÍLOGO
AGRADECIMIENTOS Y AVISO IMPORTANTE

CAPÍTULO NUEVE

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By DeBeLassal

UN BAÑO HÚMEDO



Empezaré el gimnasio.

Si, así como lo leen.

No fue decisión mía —por supuesto que no lo fue, no soy malditamente esa clase de persona—, pero verán, a decir verdad, estos últimos días me he acercado bastante a Isabella y Dante y se podría decir que hasta los considero mis amigos.

La cosa es que Isabella llegó un día agitada —ella siempre suele ser de esa manera tan acelerada—, murmurando entre balbuceos inentendibles y movimientos frenéticos de sus manos, que deberíamos empezar el gimnasio. Y no es como si me hubiera preguntado, no, por supuesto, ella me dijo que debía hacerlo, porque se suponía que eso era lo que hacían las amigas, a veces teniendo que sacrificarse en el nombre de la amistad, que ella una vez había visto una película en la que un par de amigas eran acusadas de traficar drogas por que el novio de una de ellas les plantaba dicha droga en sus valijas en un viaje a la India y la cuestión era que al final, una de esas amigas, terminaba sacrificándose por la otra, quedándose en una prisión en el otro lado del mundo en el nombre de la amistad.

Que tenia que ver esa película con el hecho de que quisiera empezar el gimnasio, no tenia idea.

Una vez que termino de hablar, tenia las mejillas sonrosadas y la respiración agitada, y lo único que pude preguntarle fue un escueto: "¿Por qué no vas con Dante?"

Ella me respondió que ir con su primo sería un completo desastre, que lo único que haría el muchacho sería mirar los bultos entre las entrepiernas de los hombres que allí se ejercitaran, importándole muy poco hacer comentarios en voz alta, haciéndola pasar vergüenza.

Eso era algo que definitivamente haría Dante.

Lo pensé, lo juro que lo pensé, así como también me plantee la posibilidad de decir que no, sin embargo verla a ella tan ilusionada, poniendo esa mirada de corderito degollado hizo que algo dentro mío se apretujara, que a ver, que no les deseo nunca tener una amiga tan manipuladora como ella, tan manipuladora, que si me pide acceder a que le venda mi riñón, estoy segura que lo lograría.

Así que aquí estoy, de camino a un lugar que nunca jamás en mi vida he pisado, que si, que soy floja por naturaleza, que de vez en vez me gusta caminar un rato por el parque, pero hasta ahí es a donde llega mi actividad física.

De todas maneras, recapitulemos: la última vez que supieron de mi, fue cuando estuve a punto de tener un colapso mental, cuando hui cual cenicienta a medianoche, bueno, una cenicienta medio de segunda mano.

La cosa es que corrí prácticamente hasta el restaurante, me cambie nuevamente con el uniforme de trabajo y seguí mi día como una autómata.

Isabella intentó sonsacarme que me había pasado, sin embargo me negué a hablar, me dispuse simplemente a hacer mi trabajo y nada más.

Las prácticas habían comenzado dos días después luego de mi tarde con Dean, a quien por cierto no había vuelto a ver desde entonces, y si tenia que ser sincera conmigo misma, lo agradecía, había actuado como una completa lunática.

Me había costado varios días volver a la normalidad, volver a ser yo, Minerva, la apasionada de la cocina, la que era tímida por naturaleza pero que cuando estaba en confianza podía reírse como una foca epiléptica con sus amigos, sin embargo había permitido que muchos recuerdos invadieran mi cabeza por completo, que me llevaran a los lugares más oscuros de mi vida. 

Pierce se comportaba como un verdadero profesional y si tenia que ser sincera conmigo misma, era el mejor en lo que hacía, el mejor.

Había comenzado enseñándome técnicas básicas, debido a que como bien él sabía, yo no había estado en ninguna institución de élite de la cocina, y si se dio cuenta de que había cosas básicas que no hacía falta que me enseñara, no lo dijo, sino que siguió tratándome como a una principiante.

De todas maneras no me queje, sino que preste —y presto— atención a cada cosa que me enseña, cada técnica, aunque si debo ser completamente sincera, más de una vez mis ojos suelen desviarse hacia lugares de su cuerpo que no me siento muy orgullosa de mirar.

No pueden culparme, Pierce es una obra de arte.

Y si, más de una vez me vio observandolo, y si, más de una vez me sonrió como si supiera algo que yo no, de todas maneras no pasó nada más de ello. 

De todas maneras no es como si esperara que pasara nada, en absoluto... 

La fachada del gimnasio es la típica a la que va la gente pija. No hay otra manera de describir el lugar. El frente es todo espejado, dejando ver por dentro toda la maquinaria de última generación a la vista, la música electrónica suena por los altoparlantes, mientras Isa me toma por el brazo obligándome a avanzar.

Si tuviera que ser sincera con el mundo, tendría que haberlo sospechado, tendría que haber imaginado que aquel inmenso buen humor que ella llevaba, aquel entusiasmo por ir a sudar dentro de un espacio reducido, con los olores de transpiración mezclados entre sí, no podía ser normal.

Pero no, ahí va la idiota de Minerva, confiando ciegamente.

En la puerta de entrada nos recibe una mujer que podía ser tranquilamente modelo y que parece conocer a Isabella desde hace tiempo.

La mujer nos explica el funcionamiento del lugar, la cuota exorbitante que deberemos pagar si decidimos continuar allí —yo solo haré la semana de prueba y no volveré a pisar este lugar—, para después contarnos dónde están los vestidores y los maravillosos aparatos que hay en el lugar, así como también que siempre habrá instructores que nos guiarán para hacer los ejercicios.

La mujer le dice a Isa que los chicos casualmente se encuentran allí, y cuando estoy a punto de preguntar ¿que chicos?, mi amiga me toma por el brazo con fuerza, le hace un movimiento con la mano a la muchacha para despedirse y comienza a avanzar conmigo a rastras para adentrarnos en el lugar.

Raro, lo sé, tú también lo sabes.

El lugar está lleno de gente debido a que son las cuatro de la tarde —con Pierce decidimos que solo haríamos las prácticas tres veces por semana—. Isabella me espero hasta que mi turno termino y juntas caminamos hasta el gimnasio.

Uno de los instructores nos divisa a lo lejos e inmediatamente nos pone a hacer los calentamientos, y él dijo que eran calentamientos, sin embargo siento que estoy a punto de escupir el pulmón con tantos malditos saltos y sentadillas.

¿Quieren saber que odio? Odio a la gente que hace ejercicio y luce perfecta. Isabella estoy segura que hasta se maquilló para venir aquí, su coleta alta está perfectamente amarrada con su cabello rubio moviéndose de un lado a otro. Sus mejillas llevan un leve sonrojo que la hace lucir encantadora mientras que debajo de su top se marca un vientre plano y trabajado y después..., pues después estoy yo.

Siento varios mechones de mi cabello pegados a mi cuello, nuca y espalda, varios ya salido de la coleta alta que me había hecho que ni de lejos había quedado tan perfecta como la de mi amiga. El sudor me cae por la frente así como también se pierde por debajo de la enorme remera que traigo puesta, haciéndome sentir incómoda y sudada. Estoy casi segura —por no decir que el maldito lugar está lleno de malditos espejos— de que el sonrojo no abarca solo todo mi rostro, completamente, sino también mis orejas y cuello. La respiración me sale con raros sonidos y jadeos, haciendo que la gente que está a nuestro alrededor nos observe con curiosidad y un poco de diversión, de todas maneras Isabella parece ajena a todos ellos, a todos ellos y a mi, que siento que estoy a punto de morir.

El instructor que nos escogió como su nuevo proyecto, nos lleva al lugar de las maquinarias, y por la mirada de soslayo que me larga, ya descubro que me odia y que su objetivo es mi amiga y hasta estoy sospechando que intenta quebrarme para que me dé por vencida y me rinda, dándole una oportunidad para estar solo con Isa.

«Ni en tus sueños, musculitos» pienso para mis adentros.

Nos dirige hacia uno de los rincones, donde hay una enorme... ¿cama? ¿sillón? No se que demonios es eso, lo único que distingo son los caños que tiene a sus costados y las pesas.

Pesadas pesas.

Me pierdo la explicación que nos da sobre cómo usarlo ya que estoy intentando darle forma a aquel aparato para saber de qué manera se utiliza, sin embargo una vez que termina de hacerlo no nos instruye sobre cómo empezar, sino que nos dice que comencemos sin él —gracias a Dios—, y se pierde por entre los pasillos, seguramente buscando nuevas presas.

Imito los movimientos de mi amiga —que tiene una puta sonrisa de oreja a oreja—, y sigo su ejemplo, posicionándome sentada en dicha camilla y poniendo mis piernas a cada lado de los barrotes que la dividen, quedando completamente de piernas abiertas y comienzo a hacer el ejercicio.

O eso es lo que yo creo.

—Creo que me desgarré la vagina —jadeó con dolor, cuando intento con mis piernas mover las pesas, pero estas no pueden debido al peso que llevan, por lo que comienzo a acalambrarme y desesperarme por partes iguales. 

—¡Por Dios Minerva...! —Murmura mi amiga, deteniéndose a mitad de lo que iba a decirme y fijando la mirada detrás de mí.

Creo que lo dije un poco más fuerte de lo necesario, por que de repente a nuestro alrededor se hace un silencio espeso, mientras observo a Isa con los ojos abiertos de par en par, sin embargo no es a mi a quien ella observa, sino que su mirada se pierde por detrás mío.

«Oh Dios, todopoderoso, por favor, por favor...»

Me giro lentamente —porque a decir verdad la expresión de mi amiga me asustó un poco— para dar de lleno con tres personas que por nada en el mundo esperaba encontrarme en este lugar.

El primero al que mis ojos observan es a Xander, con su mirada acaramelada, observándonos con una expresión divertida y una encantadora sonrisa de lado, el segundo es a Dean, que observa mis ojos con una expresión que no sé descifrar y por último —demonios—, por último observo a Pierce, que tiene la vista fija en mí, bueno, no en mi, sino en mis piernas abiertas de par en par y mi vagina posiblemente desgarrada.

—Hola, señoritas —dice Xander con galantería, mientras comienza a acercarse.

De todas maneras mis ojos no dejan de mirar a Pierce, que sigue con la vista clavada... ahí.

¿Qué demonios está mirando tanto? Tengo ganas de preguntarle, sin embargo me aguanto, primero por que me da una vergüenza tremenda decirle que deje de mirarme mi vagina y segundo por que mis piernas están comenzando a acalambrarse y estoy empezando a entrar en pánico, mientras intento por todos los medios que mis piernas temblorosas me permiten.

Pero no, imposible, como si me dijeran: "Así abierta te quedas, mi ciela"

—Posiblemente desgarraste tu vagina por que es demasiado peso para ti —dice Pierce, así como si nada, haciendo que el bochorno se incremente al igual que el calor en mis mejillas. —¿Dónde está su instructor? —Agrega, mientras termina de acercarse.

—Nos abandonó por vaginas que probablemente no se desgarren —responde Isabella.

La voy a matar.

Pierce, sin siquiera inmutarse, y dándose cuenta de que mis piernas se acalambraron y no puedo moverme, con un movimiento grácil agarra la barra que me mantiene abierta y la cierra —sus brazos tensandose y marcando aún más sus músculos—, haciendo que un suspiro involuntario salga de mi boca al sentir aquel alivio y con cuidado vuelva mis piernas a una posición normal. Sin embargo se encuentra tan cerca que si bien la incomodidad de estar tan expuesta se alivia, ahora el tenerlo así, con su perfume invadiendo todo mi espacio personal, hace que inevitablemente mi aliento se entrecorte.

De todas maneras el momento dura demasiado poco, ya que cuando quiero darme cuenta, él se ha alejado y clavado sus ojos en Isabella.

—¿Qué están haciendo aquí? —Pregunta, con un deje de, ¿molestia?

—Aprendiendo ballet, genio —responde mi amiga, rodando los ojos con fastidio.

Pierce ignora la pulla y clava los ojos en mí, supongo que esperando por alguna clase de explicación, sin embargo no puedo decir nada, primero porque aún estoy demasiado abochornada como para decir nada, y segundo porque no se que clase de mentira va a inventarse Isabella, aunque sospecho que ella sabía que ellos estarían aquí...

—Bueno —dice Isabella, dando una palmadita con las manos para llamar la atención de todos. —Nosotras nos iremos a aquella zona —dice señalando dicho lugar donde se ven máquinas aún más asesinas que la de recien y me toma de la mano, obligándome a caminar con ella—, nos vemos luego.

—Tengan cuidado —agrega Xander—, no vaya a ser cosa que se les desgarre otra vez su órgano reproductor.

Me giro cuando lo escucho decir eso y lo miró con los ojos entrecerrados con molestia, por que vamos, no es algo para burlarse, pude haberme desgarrado de verdad, de todas maneras Isa vuelve a tirar de mi, impidiéndome decir nada.

Puedo sentir sus miradas en nuestra espalda, en realidad, puedo sentir su mirada clavada en mi nuca, haciéndome sentir nerviosa y torpe, es por eso que me obligo a caminar de forma normal, ya que Isabella me siseó al oído que estaba haciéndolo como si fuera un pato.

Seguimos haciendo ejercicio por un rato más, aunque estoy segura de que ninguna de las dos es capaz de concentrarse, ¿el por qué? Pues imaginen, nuestras miradas están clavadas en los tres adonis que levantan pesas a lo lejos, murmurándose cosas entre sí y largando carcajadas masculinas, de esas que te hacen apretar las piernas entre sí.

Maldita Isabella que me trajo aquí.

Luego de media hora más haciendo ejercicio —y si, lo digo con ironía por que es lo que menos hicimos, o por lo menos yo apesto en esto—, le comunico a mi amiga que ha sido suficiente para mi, necesito darme un baño e intentar relajar todos los músculos de mi cuerpo que se encuentran abarrotados.

Ella está de acuerdo conmigo, por lo que vamos de camino a los vestuarios, sin embargo me doy cuenta que olvide mis auriculares allí donde estiramos, por lo que le digo que se adelante y vuelvo a por ellos.

Una vez que los recupero, voy hacia los casilleros para recuperar mis pertenencias, sin embargo me doy cuenta que las duchas están doblando en el pasillo, por lo que tomando mi bolso allí es donde me dirijo y en ese momento veo la cabellera platinada de Isa metiéndose en lo que imagino son las duchas.

La sigo, por supuesto, imaginándome que si ella entro allí es porque son las duchas femeninas, ¿verdad? El ambiente está lleno de vapor y olor a gel de baño, camino intentando dar con ella y, en el caso de ser posible, posesionarme en la ducha que le siga a la de ella. Sin embargo mis ojos se abren como platos cuando descubro la puerta mal cerrada allí en la ducha en la que ella se metió, pero no está sola, por que veo por el mínimo espacio que ella hace la cabeza hacia atrás y pone los ojos en blanco, en una expresión que me resulta de placer y no es hasta que mis ojos bajan y ven a Xander haciéndole sexo oral —con bastante ahínco, cabe destacar— que apartó la mirada abochornada para encontrarme con un torso desnudo y piel dorada que me corta el aliento.

Dean camina en mi dirección, con una mano secándose con una toalla el cabello mientras con la otra lee algo en su celular.

Este es el vestuario de hombres, lo sé, me di cuenta por las carcajadas varoniles que se escuchan a lo lejos.

Maldita Isabella.

Maldita yo por ser tan despistada.

No tengo mucho tiempo para actuar, primero por qué no quiero parecer una idiota habiéndome equivocado de vestuario, segundo porque no estoy preparada para enfrentar a Dean debido al bochorno de la última vez que estuvimos juntos y tercero porque no se si el que Isa se esté enredando con Xander puede traerle problemas.

Comienzo a caminar hacia atrás, sin despegar la mirada de Dean que aún sigue concentrado en su celular y a la primera puerta que encuentra abierta me meto, sin siquiera mirar.

Aprieto los labios fuertes —en un vago intento de evitar largar una retahíla de insultos— cuando el agua caliente choca con mi espalda empapándome, sin embargo aquello no es lo peor, por supuesto, lo que hace que la respiración se me atasque es la profunda y varonil voz que suena detrás de mí.

—Esto —murmura Pierce en voz baja, mientras lo siento acercarse a mí —es un giro muy, muy interesante.

Mis ojos se encuentran cerrados con fuerza mientras siento como la espalda comienza a mojarse, al igual que toda mi vestimenta, incluido mis zapatillas de deportes.

—Dime Minerva —continúa él, al ver que no respondo, no me giro, ni siquiera estoy respirando. —¿Qué te llevó a meterte dentro de mi ducha? Y déjame decirte que espero sea una muy, muy buena explicación. 




***

HOLA MIS FRECITAS CON SABOR A CHOCOLATE

NO SE IMAGINAN LO MUCHO QUE ME REI CON ESTE CAPÍTULO, TANTO ESCRIBIENDOLO COMO AHORA QUE LO EDITE. 

Y AÚN MÁS, SI LES CONFIEZO QUE ESTÁ BASADO EN HECHOS REALES...

¿QUÉ LES PARECIÓ?

SOLO DECIRLES QUE A PARTIR DE ESTE CAPÍTULO EN ADELANTE LAS COSAS COMIENZAN A CALDEARSE DE LO LINDO...

¿ESTÁN ANSIOSXS?

¿QUE ESPERAN QUE PASE?

NO SE OLVIDEN POR FAVOR DE VOTAR Y COMENTAR MUCHO, ¿OK?

PUEDEN SEGUIRME EN MIS REDES QUE SIEMPRE SUBO COSILLAS

INSTA: DBLASSAL

TWITTER: DEBELASSAL

BESITOS CHOCOLATOSOS

NO SE OLVIDEN QUE LXS AMO

DEBIE 


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