Hopeless? ~ Tercera parte de...

נכתב על ידי doyoupedal

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Ha sido un camino largo. Con todos los altibajos que han tenido el último año y medio, Ashley y Nathan piensa... עוד

Hopeless? ~ Tercera parte de Loverboy.
Capítulo 1. ~ Nathan.
Capítulo 2. ~ Ashley.
Capítulo 3. ~ Nathan.
Capítulo 4. ~ Ashley.
Capítulo 5. ~ Ashley.
Capítulo 6. ~ Nathan.
Capítulo 7. ~ Ashley.
Capítulo 8. ~ Nathan.
Capítulo 9. ~ Ashley.
Capítulo 10. ~ Nathan.
Capítulo 11. ~ Ashley.
Capítulo 12. ~ Nathan.
Capítulo 13. ~ Ashley.
Capítulo 14. ~ Nathan.
Capítulo 15. ~ Ashley.
Capítulo 16. ~ Nathan.
Capítulo 17. ~ Ashley.
Capítulo 18. ~ Nathan.
Capítulo 19. ~ Ashley.
Capítulo 20. ~ Nathan.
Capítulo 21. ~ Ashley.
Capítulo 22. ~ Nathan.
NOTA.
Capítulo 23. ~ Nathan.
Capítulo 24. ~ Nathan.
Capítulo 25. ~ Nathan.
Capítulo 26. ~ Ashley.
Capítulo 27. ~ Nathan.
Capítulo 29. ~ Ashley.

Capítulo 28. ~ Ashley.

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נכתב על ידי doyoupedal

Estar en casa después de casi 6 meses se sentía increíble. Claramente, el lugar aún me traía recuerdos sobre mi padre, añadiendo nostalgia a mi ya actual situación.

La estación del tren estaba repleta de personas, algo muy común para la época: todos se movilizaban a diferentes partes del país para compartir el final del año con su familia. Los efectos residuales de lo que había ocurrido hicieron de su parte en esta ocasión, haciéndome sentir completamente solitaria en un lugar colmado de gente. Nathan sostenía mi mano mientras con la otra llevaba su equipaje, mientras que mi madre caminaba al frente de nosotros. Todo estaba relativamente bien, y así me sentía, excepto por la presión constante en mi pecho que dificultaba mi respiración, la cual sabía que pronto se iría.

Karen estaba esperándonos fuera de la estación para llevarnos a nuestros hogares. Al verla sonriendo, subí un poco la mirada y miré a Nathan, como si le preguntara “¿tu mamá sabe algo de lo que pasó?” sin palabras. Él en realidad no reaccionó, sino que me miró fijamente aclarando mi duda. Miré otra vez la mamá de Nathan.

Saludé a Karen y entré directamente al carro, me sentía un poco mareada, con vértigos y ciertamente no estaba en el mejor humor para hablar. Apoyé mi frente en el vidrio y cerré mis ojos. Rápidamente Nathan entró al carro y se sentó a mi lado, poniendo su mano sobre mi pierna.

—¿Estás bien? —La ironía de la pregunta me hizo sonreír un poco—. ¿Qué tienes?

Quería responder, pero justo en ese momento sentí que mi estómago subía hasta mi garganta. Abrí la puerta del carro rápidamente mientras sentía las arcadas apoderándose de mi cuerpo. Vomité en la acera, llamando la atención de varios transeúntes quienes ahora me miraban con cara de asco. Sentí a Nathan atrás de mí, sosteniendo mi cabello, moviendo su mano hacia arriba y hacia abajo en mi espalda. Karen y mi madre ahora estaban paradas cerca de mí. Cerré los ojos y traté de ocultar mi vergüenza, claramente fallando.

Cerré la puerta del carro y apoyé mi cuerpo al asiento, mis ojos cerrados. Nathan me entregó un pequeño pedazo de papel de baño para limpiar mi boca, seguidamente de una botella de agua. Me sentía tan asquerosa, él no tuvo por qué haber visto eso. Ni él ni ninguna otra persona.

Abrí los ojos y lo miré. —Probablemente sólo sean las pastillas y el jet lag, no es una buena combinación. —apoyé mi cabeza en su hombro, sabiendo que me miraba con compasión y que yo no podía soportar esa mirada. Besó mi cabeza.

Pronto, nuestras madres entraron en el carro y lo pusieron en marcha. Mi mamá le preguntó a Karen por James, y honestamente me estremecí un poco. Nathan se dio cuenta, ya que puso sus brazos alrededor mío, enterrando mi cabeza un poco más en su pecho. Karen le respondió que se había quedado con Jess mientras ella nos recogía. Cerré los ojos y traté de descansar un poco para curar mi malestar mientras llegábamos a nuestras casas.

Finalmente llegamos, y sentí la necesidad de vomitar de nuevo, por lo que corrí hacia el baño de mi cuarto y me encerré. Sentí los pasos de alguien siguiéndome, preferiblemente de Nathan. Alguien tocó la puerta sutilmente mientras sentía la bilis en mi boca.

—¡Vete! —grité entre respiraciones agitadas, esperando que mi hiciera caso.

Obviamente no lo hizo. —Ashley, soy yo. Por favor, déjame entrar. —anunció Nathan.

—Quiero estar sola, por favor. —vomité de nuevo.

Sentí que apoyó su cabeza sobre la puerta. —Sólo quiero ayudarte, no me lo puedes impedir.

Para ese momento, ya me sentía demasiado débil. El mundo a mi alrededor se movía de un lado a otro, y sentía la sangre yéndose de mi cara, dejándome más pálida de lo normal. Me paré con las últimas fuerzas que tenía y le abrí la puerta a Nathan.

Lo último que escuché antes de desmayarme fue a Nathan diciendo lo pálida que estaba.

Cuando abrí los ojos de nuevo, aún seguía en el baño y sentía que mil personas se habían muerto en mi boca. Mi cabeza reposaba en el pecho de Nathan, quien estaba sentado en el piso contra la pared, sus manos colocadas a mí alrededor. Tenía sus ojos cerrados. Me paré poco a poco, teniendo cuidado de no despertarlo.

Me acerqué al lavabo y cepillé mis dientes. Tres veces. Una vez más. Me miré en el espejo, no reconociendo a la persona que me devolvía la mirada. De repente, sentí las manos de Nathan abrazándome desde atrás, él poniendo su cabeza sobre mi hombro. Escupí la espuma de la pasta dental, enjuagué mi boca y me volteé para entonces estar a centímetros de su pecho. Subí mi mirada.

—¿Cómo te sientes? —una de las comisuras de sus labios se curvó en una sonrisa pequeña y poco perceptible.

—Avergonzada —sonrió, y entonces yo también lo hice un poco—, pero mucho mejor. —Inclinó un poco el cuello para besarme, pero entonces en ese momento mi mamá se paró frente a la entrada del baño.

—Oh, lo siento. —dijo y se dio la vuelta, apenada.

—No, mamá, está bien. —la llamé, distanciándome un poco de Nathan.

—Perdón por interrumpir. —mi mamá dijo cuando regresó, entonces yo le sonreí y moví la cabeza, para dejarle saber que no había interrumpido nada. Ella respiró—. Jess está aquí con tu hermano, por si quieres saludarlos.

Miré a Nathan como un acto reflejo, él sonrió sin mostrar sus dientes y levemente asintió con la cabeza. Aclaré mi garganta. —Voy en un minuto. —le dije a mi mamá, quien sonrió y se fue, cerrando la puerta al salir.

—Jess piensa que terminamos hace meses. —Nathan alzó las cejas.

No le puse atención a lo que dijo. —¿Qué se supone que le diga a James?

—La pregunta es, ¿estás lista para decírselo?

—No. —la palabra salió de mi boca sin siquiera pensarlo antes.

—Entonces no digas nada.

Cerré mis ojos y suspiré. —Bien. Sobre lo de Jess, no creo que siga pensando lo mismo. Seguro ya tu mamá le dijo dónde estuviste las últimas semanas. —entonces me besó, seguro y fuerte como si nada hubiera pasado. Me derretí por completo en sus brazos cuando susurró “te amo” y se me ocurrió que quedarte dormido en el piso del baño al lado de tu novia enferma y llena de vómito es la mejor justificación de que él decía esas palabras de verdad.

Cada vez que tenía mucho tiempo sin ver a James, siempre me impresionaba lo mucho que había crecido, y esta vez no fue la excepción. ¿Qué es lo que tenía el agua de Inglaterra? Se parece tanto a mi padre que verlo de nuevo fue como abrir una herida que no sabía que tenía en mi pecho, no estaba segura de cómo mi mamá lo podía ver todos los días sin deprimirse.

Luego de saludar a Jess, acompañé a James a la cocina a servirse algo de tomar.

—¿Cómo has estado? —pregunté al borde de las lágrimas, Nathan tomando mi mano y apretándola fuerte mientras pasaba hacia a la alacena.

—Bien. Tengo novia.

Me atraganté con el Gatorade que me había traído Karen. —Tú… ¿qué? ¿TU QUÉ?

—¿Es de la que me hablaste hace tiempo? ¡Así se hace! —dijo Nathan y chocó los 5 con mi hermano. Lo fusilé con la mirada.

Me calmé, sabiendo que no había nada malo con que mi hermano tuviera novia. Parte de mí tenía envidia de él: había comenzado a salir con chicas tan temprano, y yo a los 19 apenas podía tener una relación estable con Nathan. No lo culpaba, yo siempre había sido la oveja negra de la familia. —¿Cómo se llama?  —tomé otro sorbo de mi bebida.

—Sabrina. Deberías conocerla.

Miré a Nathan, quien sonreía. —Me encantaría. —respondí.

James salió de la cocina, dejándome sola con Nathan.

—¿Tú sabías algo de esto y no me habías dicho nada? —dije, aparentado ofensa.

—Cosas de hombres. —dijo y llevo su dedo índice a sus labios, señalando que era un secreto. Le pegué en el brazo—. Alto a la violencia, Underwood. Si bien recuerdo, son las 6 y tienes que tomar más pastillas.

Me quejé mientras él me ayudaba a subir al mostrador de la cocina. Fue a mi cuarto por las pastillas, y me sirvió un vaso de agua. ¿Qué había hecho yo para encontrar a este hombre?  Abrió su mano para que tomara la píldora azul y la blanca. Le volteé los ojos mientras él se reía. Me tomé los medicamentos de mala gana, después de retenerlos en mi boca hasta que casi se disolvieron porque me reusaba a tragarlos. Ambos sabían horrible, como si pasara mi lengua por una pared de concreto vieja y llena de polvo y tierra. A Nathan le pareció graciosa mi retorcida cara de asco, y yo lo que más quería era tomar algo que quitara el sabor de mi boca.

Un poco después, ordenamos comida china ya que nadie tenía ganas de cocinar. Personalmente, me comí un plato de ensalada de frutas; quería comer ligero después de las náuseas que tuve durante el día. La familia de Nathan se quedó a cenar, y fue entonces cuando Phil llegó. Todos los saludamos y finalmente nos sentamos a comer.

A la final, Jess, Phil y Karen se fueron pero Nathan—como era de esperarse—se quedó conmigo, con la excusa de que alguien tenía que cuidarme toda la noche y despertarme para tomar mis pastillas. Volteé los ojos. Era tan ridículo. No era un bebé, me podía cuidar yo sola. No comenté nada, teniendo muy claro que necesitaba que él se quedara, por razones que iban más allá que la simple excusa de cuidarme.

Fui hasta mi cuarto cuando ya todos se fueron después de decirle buenas noches a mi mamá y a James. Nathan se quedó en la sala de estar, aunque estaba demasiado claro para todos que no iba a pasar la noche ahí. Prendí la calefacción porque estaba haciendo demasiado frío como para ser verdad y comencé a arreglar las sábanas de mi cama.

Había pasado casi una semana desde que había llegado a Gloucester de nuevo, y faltaba poco para Noche Buena y Navidad. Los últimos días se habían vuelto un borrón en mi memoria. Hubo días en los que me sentía increíble, hubo otros que me pasé en la cama todo el día. Mi mamá decía que se debía a las drogas que estaban haciendo efecto en mi cuerpo, y claramente no lo dudé.

Nathan y yo a veces salíamos en las mañanas a correr. Era extraño, casi nunca me ejercitaba, pero una cosa era cierta: tratar de evitar, esconder y enterrar en mi cerebro todos los recuerdos que de una manera u otra siempre regresaban a mi mente era agotador, por lo que necesitaba hacer cosas para distraerme. El fuego esparciéndose por mi pecho y la voz en mi cabeza rogándome que me detuvieran eran por mucho mis distracciones favoritas.

Además de hacer ejercicio, pasaba muchas horas viendo videos en YouTube, viendo series en televisión y jugaba muchos videojuegos con mi hermano y Nathan. Jess y yo salimos a hacer las compras navideñas y fue la primera vez en meses que salía de compras con alguien. Al final, le conté todo lo que había pasado, y descubrí que cada vez que contaba la historia se sentía como si me quitara un gran peso de los hombros. Ella es una increíble persona, es mi familia—prácticamente—y sabía que podía confiar en ella. Era como mi hermana menor.

—Tendrás doble regalo este año, sabes. —Nathan dijo mientras se sentaba a mi lado en el sofá.

No presté mucha atención a lo que estaba diciendo. Básicamente cuando estaba viendo Gossip Girl nadie me podía distraer: era una regla. Le puse pausa al episodio—. ¿Qué dijiste? —pregunté, volteándome hacia él mientras llevaba una cucharada de helado a mi boca. Me estaba congelando, pero nunca hacía tanto frío como para no comer helado.

Nathan me quitó la cuchara y se la comió él. —Te estoy diciendo que este año tendrás doble regalo. Uno de Navidad, y otro de cumpleaños ya que nunca te lo pude dar. —hubo un silencio tenso y creo que ambos sabíamos a qué se debía. Finalmente, suspiré.

—No tienes por qué.

Nathan apoyó su cabeza en su brazo. —Pero lo haré, ¿sabes por qué? Porque es nuestra primera Navidad juntos.

—Casi podría decir que extrañe tus cosas cursis, sabes.

—Es lo que más te gusta de mí. —Volteé mis ojos—. ¿Qué estás haciendo? —robó otro poco de mi helado.

—Viendo una serie, ¿te importa? —lo miré sugestivamente, deseando con todo mi corazón que se fuera al cuarto de mi hermano de nuevo.

—¿De qué se trata? —me dedicó una sonrisa que gritaba “no te vas a deshacer de mí tan fácil”.

Miré hacia adelante y suspiré. Procedí a explicarle la trama del programa, desde la primera temporada. Le dije que no le gustaría, que prefería mil veces verlo con Jess, pero no me hizo caso. Se quedó a mi lado viéndolo, haciéndome preguntas de tiempo a tiempo.

Eventualmente ambos nos quedamos dormidos. Él tal vez porque se aburrió y yo porque las pastillas me ponían soñolienta.

Como era de esperarse, invitamos a la familia de Nathan a cenar con nosotros en Noche Buena. Entre mi mamá y yo preparamos el pavo, y Karen y su familia hicieron otras cosas y las trajeron a nuestra casa. Era triste pasar por primera vez Navidad sin mi papá, pero también era la primera vez que la pasaba con Nathan, por lo que ambas circunstancias se balanceaban entre sí.

Nos quedamos despiertos hasta un poco más de las 12, hablando de todo un poco. Estar en familia me hacía sentir extrañamente tibia por dentro, como si estuviera protegida.

Nathan y yo salimos a caminar en la calle a mitad de la noche, algo que me ponía un poco nerviosa. Después de unos momentos me di cuenta de que estábamos dirigiéndonos a su casa. Me pregunté qué tenía planeado: él siempre pensaba un poco más allá de lo normal.

—Antes de que digas algo sobre el regalo, no te quejes. Es Navidad, tiempo de dar. Y te voy a regalar todo lo que yo quiera porque yo puedo. —tomó mi mano antes de abrir la puerta. Volteé los ojos. Entramos a su sala y me dijo que me quedara parada en donde estaba y que cerrara los ojos. Vacilé un poco antes de hacerlo. Lo escuché alejarse y presumiblemente subir las escaleras. Después, lo sentí conmigo de nuevo, y acercando su boca a mi oído, susurró suavemente: —Ábrelos.

Frente a mí, Nathan estaba parado con un bolso de cuero negro en sus manos, el cual, debo decir, era extremadamente hermoso y bastante grande. Tenía cierres dorados que le daban un aspecto elegante, con una correa ajustable.

—Wow, Nathan, gracias. Es hermoso. —dije y lo besé.

Él sonrió. —Eso no es todo. Ábrelo.

Fruncí el ceño, y abrí la cartera. Habían muchas cosas ahí dentro, entre las que pude notar una caja de cristal con un reloj elegante dentro—¿Marc Jacobs?—, una bufanda de color rosa pálido, un perfume—¿Calvin Klein?—, una caja de Pandora con lo que probablemente era otro accesorio extremadamente hermoso pero asquerosamente caro, una subscripción a una de mis tiendas de cosméticos naturales favorita, una cámara instantánea y un estuche de lentes de Sol. Subí la mirada.

—Te odio. —estaba en shock, probablemente había gastado medio millón en todo eso, y ni le importaba en lo más mínimo, con esa sonrisa de ganador que tenía pegada en la cara.

—Sabía que te gustaría. Feliz cumpleaños—respondió.

¿Sólo esto era mi regalo de cumpleaños? Me sentí apenada al recordar que yo a él sólo le había dado un playlist de canciones. Decidí no decir nada al respecto, porque sería una discusión sin punto. Tendría que aceptar el hecho de que a él le gustaba gastar dinero en mí. Suspiré.

—Feliz Navidad. —a continuación, sacó una caja blanca y delgada de su espalda. Mi corazón dio una vuelta. Era un iPad. Un maldito iPad.

—Nathan, wow. —Fueron las primeras palabras que salieron de mi boca. Lo abracé de nuevo. ¿Qué iba hacer con él? ¿Alguna vez me sentiría suficiente para él?

Su familia llegó un poco después mientras Nathan y yo estábamos sentados en el sillón de su sala configurando el iPad. Decidí que me tenía que ir, y después de que me despidiera de su familia, él me acompañó de vuelta. Ambos nos detuvimos cuando llegamos a la puerta de mi casa.

—Gracias por todo, Sykes. —Susurré con mi cabeza apoyada en su pecho.

—No tienes por qué agradecerme, Underwood. —Subió mi barbilla con su dedo índice para que lo mirara a los ojos. Me dio un beso de buenas noches y entre a mi casa. 

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