Pecado con sabor a chocolate...

By DeBeLassal

5.4M 421K 234K

Minerva es una joven llegada hace poco tiempo a la ciudad de Nueva York, con la ilusión de trabajar para uno... More

SINOPSIS
PRÓLOGO
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISEIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE
CAPÍTULO VEINTE
CAPÍTULO VEINTIUNO (PARTE UNO)
CAPÍTULO VEINIUNO (PARTE DOS)
CAPÍTULO VEINTIDÓS
CAPÍTULO VEINTITRÉS
CAPÍTULO VEINTICUATRO
CAPÍTULO VEINTICINCO
CAPÍTULO VEINTISÉIS
EXTRA ISABELLA
CAPÍTULO VEINTISIETE
CAPÍTULO VEINTIOCHO
CAPÍTULO VEINTINUEVE
CAPÍTULO TREINTA
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE
CAPÍTULO CUARENTA
CAPÍTULO CUARENTA Y UNO
CAPÍTULO CUARENTA Y DOS
CAPÍTULO CUARENTA Y TRES
CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO
CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO
CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS
CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE
CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO
CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE
CAPÍTULO CINCUENTA
EPÍLOGO
AGRADECIMIENTOS Y AVISO IMPORTANTE

CAPÍTULO SIETE

103K 9.1K 5.6K
By DeBeLassal

CONFESIONES ENTRE PATATAS




A decir verdad, nunca estuve en la academia militar, pero trabajar con Pierce estoy segura de que se le parecía bastante, en serio, era como Robert De Niro en Hombres de Honor, siendo un complejo hijo de puta con Cuba Golwing Junior, a diferencia que mi jefe no se centraba en uno solo —por supuesto que no—, nos tenia a todos trabajando bajo una presión que estaba segura no podía ser sana.

De todas maneras no me quejaba, por que si tenia que ser sincera conmigo misma, aquella presión que encontrabas en las cocinas me gustaba.

Era mi lugar en el mundo.

Sin embargo no podía evitar sentirme nerviosa con el hecho de tener que en cuestión de nada, ponerme a trabajar con Pierce, debido a que llegaba el momento de sacar los postres y sería yo quien lo asistiera.

Me dije a mi misma que tenia que mantener la calma, era una persona que trabajaba sin problema bajo presión y no mentía, realmente me manejaba en ese tipo de ambientes, sin embargo bastó una sola mirada de mi jefe para casi hacerme pis encima, solo por que le tendí una espátula que no era la que necesitaba para hacer lo que tenia que hacer.

—Atenta, Minerva —farfulló por lo bajo.

Era la décima vez que me lo decía.

La décima.

Y era en estos momentos en que aquella resolución que tenía de mí misma, diciendo que trabajaba bien bajo presión, se iba al carajo, literal.

Creí que con mi jefe teníamos, como decirlo..., buena onda —por llamarlo de alguna manera—, luego de nuestro almuerzo del día anterior.

«Ilusa Minerva, eres una ilusa» me dije para mis adentros cuando Pierce volvió a bufar.

Me di cuenta también de que mi jefe hacía mucho eso de bufar.

Algo le molestaba, bufaba.

Algo no salía como quería, bufaba.

La comida salía quince segundos tarde, bufaba.

Minerva respiraba cerca, él bufaba.

Agradecí cuando el servicio por fin termino, mientras me replanteaba a mi misma como haría para aguantar una semana de esto.

De todas maneras tenia que decir que Pierce era excelente en lo que hacia, de verdad, llevaba ya dos días ya en la cocina y había tenido la oportunidad de verlo en acción, tenia una agilidad para moverse en la cocina que era admirable y aunque más de una vez me pesco observándolo cual acosadora, no me reprendió por ello.

—¿Qué tal tu día? —Murmura Isabella con una sonrisa esperanzada en el rostro.

—Está a punto de renunciar —murmura Dante, antes de abrir los ojos como platos y agregar: —Allí viene Cruella de Vil, corran...

Cuando giro mi cabeza me doy cuenta por quien lo dice —haciendo que tenga que aguantar una carcajada—, cuando la señora Katherine aparece desde una esquina y viene directo hacia nosotros y por su cara, deduzco que no es por nada bueno.

Katherine es aquella que me entrevistó por video llamada antes de comenzar a trabajar aquí y si bien por video parecía adorable, me di cuenta con los cuatro días que llevo aquí que no lo es y sospecho que me odia debido a que imagino que mi jefe tuvo una seria charla con ella por mi contrato y por el error que cometió Isabella y también yo, no voy a negarlo.

—Minerva, debes quedarte a hacer horas extras —dice ella, confirmando mis sospechas.

Tengo ganas de rebatirle y decirle que no es mi día para hacer horas extras, sin embargo decido que no quiero generar problemas y como sé que debo quedarme haciendo la producción para la noche en la cocina, no es como si me molestara mucho.

Isabella me larga una mirada, antes de rodar los ojos de manera exasperada cuando la mujer le dice que tiene que revisar unos papeles en conjunto antes de irse.

Voy a la cocina, con el estómago gruñéndome con hambre mientras decido que si Tony aún se encuentra ahí, le pediré que me cocine algo, de todas maneras cuando llego, me doy cuenta de que el cocinero no está y que tendré que aguantarme el hambre hasta quien sabe que hora.

Comienzo con las arduas tareas que me encomendó Katherine: desde pelar una bolsa llena de patatas, hasta exprimir cientos de naranjas, rallar queso y dejar todo medianamente listo para el servicio de la noche.

La tarea la comparto con uno de los chicos de la cocina que parece demasiado interesado en ignorarme, solo diciéndome cómo hacer las cosas, aunque mis tareas no es como si tuvieran mucha ciencia que digamos, de todas maneras desapareció hace cosa de veinte minutos con la excusa de tomar un descanso y no volvió a aparecer.

«Tramposo»

Estoy moviendo la cabeza al ritmo de la música que suena en uno de mis auriculares cuando la puerta se abre de repente, con mi jefe entrando en la cocina y mirando hacia todos lados con una mueca parecida al desespero e ignorándome como si yo no existiera. Sin embargo —y para mi total y completa sorpresa— lo veo dirigirse a las puertas que dan al almacén, entrando y cerrando la puerta detrás de él.

Mientras me pregunto qué demonios acaba de suceder y si debería acercarme a preguntarle si todo esta bien, la puerta vuelve a abrirse y Katherine entra con mirada inquisidora, mirando a mi alrededor y luego clavando sus ojos en mí, después en la patata que tengo en la mano junto con el pelador y luego nuevamente a mi rostro, frunciendo el ceño, suspirando y saliendo nuevamente por la entrada.

«Bueno, eso fue raro como la mierda»

—¿Ya se fue? —Escucho a una voz preguntar detrás mío.

Cuando me giro puedo ver la puerta del almacén entornada mientras Pierce apenas asoma la cabeza, mirándome fijamente esperando por una respuesta.

—Si —respondo, sin despegar la mirada de él. —¿acaso estabas escapando de Katherine? —Pregunto, con los ojos entrecerrados.

—Por supuesto que estoy escapando de ella —dice, con un suspiro y saliendo de su escondite. —Es un grano en el culo cuando quiere.

—Pero tú eres el jefe —digo, señalando lo obvio.

—Si y por eso toda decisión que se tome pasa por mi —responde él.

—¿Y no es ese el punto? —Pregunto, sintiéndome confundida.

—Si —dice, encogiéndose de hombros—, pero se suponía que sería cocinero, no que tendría que lidiar con idioteces.

—Puedes hacer lo que quieras —digo, volviendo la vista nuevamente a mi trabajo. —Como dije, eres el jefe.

—Ser el jefe conlleva tener responsabilidades, Minerva —dice él.

—Creo que tendrías que hacer una lista de prioridades, ¿no crees? —Agrego.

Me sorprende un poco la familiaridad con la que me dirijo a mi jefe, para nada suelo ser de esta manera, aunque si tengo que ser sincera, realmente no se muy bien como soy.

—¿Qué quieres decir? —Pregunta él, acercándose unos pasos mientras se apoya en la mesada de manera relajada mientras espera por una respuesta.

—Pues... —comienzo diciendo titubeante, ya que de repente ser el centro de su atención me pone nerviosa—, digo, hum, ¿cuándo fue la última vez que cocinaste?

—¿Qué? —Pregunta confundido, no entendiendo que quiere decir.

«Hombres»

—¿Cuándo fue la última vez que cocinaste por el simple placer de hacerlo? —Pregunto con naturalidad luego de unos segundos en silencio.

—Cocino todo el tiempo —responde él, cruzándose de brazos.

—Estoy segura de que lo haces —respondo, mientras niego con la cabeza—. Me refiero a cuando fue la última vez que..., no lo se, pelaste patatas.

—No entiendo a donde quieres llegar con esto que me dices —responde él y a decir verdad, ni yo misma lo se.

—Quiero decir y solo vamos a suponerlo, ya que no lo sé con exactitud —aclaro, sin dejar de pelar las benditas patatas—, que estoy muy segura que siquiera te acuerdas de cuando fue la última vez que cocinaste, ya sea para ti o no lo se... para tu novia.

Buena jugada Minerva, ahora sabremos si está en pareja.

—Por supuesto que recuerdo cuándo fue la última vez que cociné algo para mí —dice él, no diciendome si tiene o no novia, demonios.

—¿Qué fue lo que te cocinaste? —Pregunto mientras lo miro y apuntándolo con el pelador, digo: —Y no se vale que digas algo que hayas cocinado aquí para comer, eso no cuenta.

—A penas si estoy en mi departamento —dice él, como si aquello fuera una obviedad.

—¿Qué tiene que ver eso? —Pregunto con una leve sonrisa en el rostro. —Si te gusta cocinar, siempre te haces un momento para eso, yo encuentro placentero hacer esto —digo, mostrándole la patata a medio cortar—, el simple hecho de cocinar, de la preparación y de todo lo que eso conlleva, lo disfruto y creo que tu has olvidado el solo hecho del placer de cocinar.

—¿De repente eres una psicóloga y estas analizándome? —Murmura y noto un deje de frustración en su voz.

—Estabas escapando de la encargada de tu restaurante —añado lo obvio, sin amedrentarme por su pregunta anterior. —Tu eres el que no está disfrutando lo que teóricamente tenía que gustarte.

—¿Cómo tú? —Dice él, haciendo que lo mire por el deje de burla que note en su voz. —¿No que eras buena cocinando? ¿Por qué estás trabajando de camarera, entonces?

—Estoy trabajando de camarera porque aún no he tenido la oportunidad de demostrarte lo bien que puedo cocinar —digo, volviendo a pelar patatas, esta vez con un poco más de fuerza—. De todas maneras, este trabajo no es más que un medio para un fin y para que sepas, cocino todos los días, a diferencia tuyo.

Nada más aquellas palabras salen de mi boca levantó la mirada con los ojos bien abiertos, temiendo por la furia de mi jefe, sin embargo —lejos de verse enojado como la mierda— me mira con los ojos entornados.

Me tenso cuando Pierce comienza a avanzar en mi dirección y la respiración se me atasca en la garganta —al punto de sentir los desbocados latidos de mi corazón en los oídos— cuando mi jefe prácticamente se cierne encima mío.

—¿Q-qué estás haciendo? —Pregunto con voz temblorosa.

Pierce se ve divertido por la reacción que produce su simple acercamiento y regalándome una sonrisa burlona, dice: —Cocinar.

Y para mi total sorpresa, mi jefe toma el pelador que hay a un costado — que antes estaba usando aquel compañero que desapareció hace un rato— y comienza a pelar patatas a mi lado con total naturalidad.

—Deberías ponerte un delantal —murmuro, carraspeando—, vas a arruinar tu camisa.

Pierce mira la camisa negra que lleva puesta, perfectamente planchada y ajustada a su musculoso y perfecto cuerpo, antes de hacer una mueca y tomar uno de los delantales que hay colgados en los percheros de la entrada.

El delantal le va pequeño.

Así es como —para mi total y completa sorpresa— mi jefe, uno de los chefs más importantes del mundo en sus casi treinta años, se pone a pelar patatas conmigo.

No tengo idea de cuánto tiempo pasa, lo único que sé es que gracias a la ayuda de Pierce, voy a terminar antes de tiempo. Intento por todos los medios mantener la concentración en el simple trabajo de pelar patatas, no dejándome llevar por el impulso de acercarme un poco más a él solo para sentir un poco de ese perfume dulce que lleva que está a punto de hacerme perder la cabeza.

Si tengo que ser sincera, Pierce —mi maldito jefe— resulta imponente, su altura, sus hombros anchos, la musculatura de sus brazos que se tensan al pelar patatas.

«¿Cómo puede ser tan sexy alguien que hace algo tan banal como pelar patatas?»

—¿Vas a seguir mirándome mucho tiempo más o seguirás con tu trabajo?

«Mierda, carajo»

—Lo siento —farfullo por lo bajo, sintiendo el calor en mis mejillas y volviendo la vista al frente.

—Así que dices que no te dejo trabajar en mi cocina porque no he probado tu comida —dice él, sacándome de mis abochornados pensamientos.

—Bueno, era una manera de decir ya que te habías comportado como un idiota —digo, antes de cerrar los ojos con fuerza con un gesto mortificado. —Demonios, lo siento.

Lo escucho largar una risita mientras por el rabillo del ojo veo como niega con la cabeza, aunque sin mirarme.

—Eres de esas personas que no tienen filtro mental, ¿verdad? —Pregunta.

—Solo cuando estoy nerviosa —respondo.

—¿Acaso te pongo nerviosa? —Pregunta él, sin perder un maldito segundo.

Su cuerpo ahora está ladeado en mi dirección mientras me mira de una manera que no se interpretar del todo.

—Bueno... —digo, apartando la mirada debido a la intensidad de la suya.

—Mírame cuando te hablo, Minerva —dice él, su voz bajando una octava.

«Oh Dios de las patatas, ayúdame»

Cuando mis ojos se encuentran con sus azules eléctricos, la respiración se me corta unos segundos, debería ser ilegal ser tan condenadamente lindo, vuelvo a pensar con frustración.

—¿Te pongo nerviosa? —Vuelve a preguntar.

—Un poco... —susurro, hipnotizada con su mirada.

—¿Solo un poco? —Insiste.

«Maldito»

De todas maneras, cuando voy a responder —seguramente alguna incoherencia—, la puerta de la cocina se abre y mi compañero —aquel que se había ido hace tanto tiempo— hace acto de presencia, su rostro palideciendo cuando ve a Pierce con un delantal puesto y las patatas peladas en la mesada.

—Chef... —dice en un raro balbuceo.

—Mira nada más quien se dignó a aparecer —dice mi jefe con frialdad, con la vista clavada en quien acaba de entrar.

—Yo... hum... —dice él muchacho, con sus mejillas rojas por la vergüenza.

—Si vas a darme una excusa de mierda, no lo hagas —dice Pierce, cortándolo antes de que agregue nada más y con una frialdad que nada tiene que ver con quien se puso a pelar patatas a mi lado hace minutos, comienza a caminar a la salida, sacándose el delantal en un movimiento grácil, antes de girarse y mirarme fijamente a los ojos.

—Cuando termine tu turno, ve a mi oficina.

Y así sin más, se marcha, dejándome un nudo de nervios en el vientre y cientos de preguntas girando en mi cabeza.




Decir que era un manojo de nervios era quedarse corto; estaba lo que seguía de nerviosa, las manos me sudaban, tenia la respiración hecha un desastre y un nudo se me había formado en la boca del estómago.

A decir verdad no se porque esperaba lo peor, tal vez solo quería hablar conmigo, ¿verdad?

¿Verdad?

Demonios, estaba nerviosa, seguramente solo queria hacer eso..., digo, hablar.

Luego de mirar la hora en el celular, dándome un suspiro cansado al entender que ya no llegaría a casa a por esa comida y ese baño que tenia pensado, toque la puerta de la oficina de Pierce y luego de un escueto «pase» abrí la puerta, asomando solo la cabeza dentro.

—Pasa, Minerva —dijo él, frunciendo el ceño al verme allí a medio entrar como una estúpida.

En mi defensa, pensé que tal vez se habría olvidado.

—Toma asiento —dijo, señalando la silla que tenia en frente y dejando a un lado los papeles que llevaba en las manos.

—Tu dirás —dije con confianza.

Una confianza que claramente no tenia.

Pierce se cruzó de brazos y sonrió de lado al percatarse del nerviosismo que llevaba encima.

—Quiero hacerte una propuesta —dijo sin tapujos.

—¿Una propuesta? —Pregunte de inmediato, confundida—. Una propuesta, ¿cómo? —Agregue, desconfiada y ladeando mi cuerpo hacia delante.

—¿De qué tipo de propuesta piensas que estoy hablando, Minerva? —dijo él lentamente, también ladeando su cuerpo hacia delante, descruzando sus brazos y apoyándose con sus codos mientras me miraba con aquellos ojos turquesas fijamente.

Me quedé unos segundos pensando en la respuesta: ¿por qué había dado por hecho que sería una propuesta indecorosa?

Malditos pensamientos pecaminosos.

—Yo solo decía... —farfulle por lo bajo.

Creo que mi jefe decidió que era suficiente tortura y que ya había pasado suficiente vergüenza ajena como para seguir incrementando el bochorno que sentía.

—Estuve pensando en lo que hablamos hoy —comenzó diciendo mientras se relajaba en su silla.

—¿Qué de todo lo que salió de mi boca? —Pregunte, relajándome considerablemente también.

Él sonrió a mi respuesta, como si supiera que de mi boca salían puras idioteces en su presencia.

—En que te contrataría como cocinera si probaba tu comida —dijo con calma y aquella voz ronca e hipnotizante. —Lo que creo no recordaste, es que yo ya probé tu comida.

—Eso fue algo simple —dije a modo de defensa, aunque no me estuviera atacando.

—Lo sé, por eso quiero proponerte algo —dijo con calma.

—¿Qué?

—Podría enseñarte.

—¿Enseñarme? —Pregunté, mi voz salió más alta de lo normal.

—Aja —respondió con un asentimiento.

—¿Tu a mi? —Insistí, solo por que quería estar segura.

—Si Minerva —murmuro por lo bajo, sus ojos paseándose por mi rostro. —Yo te enseñaría a ti.

—¿Por qué?

—Porque creo que tienes potencial —respondió con simpleza.

—¿A cambio de que? —Pregunte y nada más aquellas palabras salieron de mi boca, me di cuenta de lo mal que habían sonado. —Demonios...

Pierce pasó su mano por su boca en un vago intento de tapar la sonrisa que mi comentario le había causado.

—A cambio de nada —respondió, solo negando con la cabeza. —Solo que si descubro que eres lo suficientemente buena, permanezcas por lo menos un año trabajando para mi.

—¿Estas hablando en serio? —Pregunte, sin creérmelo.

—No veo el porque de mentir en algo así.

—Pero... —insistí sin poder creérmelo—, ¿estás seguro?

—Si —dijo él y lo note un poco impaciente por mi desconfianza. —No entiendo por qué no puedes creerlo.

—Es que Pierce, tu eres mi ídolo —respondí rápidamente, con una enorme sonrisa pintada en mi rostro. —No lo entiendes, te admiro desde que soy pequeña.

—Minerva, solo nos llevamos cuatro años —dijo él.

—Si, lo sé, lo sé —respondí con un movimiento de mi mano. —De todas maneras, no puedo creer que me estés diciendo esto.

—Tenía que pagarte de alguna manera lo que hiciste por Mía —dijo él, haciendo que mi entusiasmo se desinfle solo un poco. —Las horas de prácticas serán cuando termines tus turnos del mediodía —comenzó diciendo a modo explicativo de cómo sería la dinámica. —Lo haremos por la tarde.

Tuve que morderme la lengua con mucha fuerza para que la pregunta «¿lo haremos?» no salga de mi boca, por que iba a quedar horrible frente a mi jefe.

—No tengo manera de decirte lo entusiasmada que estoy —dije con sinceridad, mientras Pierce me escrutaba con seriedad. —Prometo no defraudarte —agregue.

—Espero que no lo hagas —murmuro por lo bajo y sin saber muy bien porque, aquellas últimas palabras me hicieron sentir que no hablaba de nuestras prácticas.

Luego de salir de la oficina de Pierce no podía quitar la sonrisa que llevaba en el rostro, mientras me repetía una y otra vez que las cosas por fin se habían encausado hacia buen rumbo, que mis sueños se estaban haciendo realidad y por sobre todas las cosas, que ya no tendría miedo de lo que me deparara el futuro.

Continue Reading

You'll Also Like

611K 82.7K 23
Draco no sabe cuál es el motivo exacto por el que odie a Harry Potter, lo creía cuando era un niño pero en el último año en Hogwarts, solo se la pasa...
2.7M 149K 49
Un club nocturno. Una bailarina exótica. Un profesor recién llegado a la ciudad de Chicago. Y un baile demasiado excitante para el hombre que creía q...
769K 33.6K 47
¿Como algo que era incorrecto, algo que estaba mal podía sentirse tan bien? sabíamos que era un error, pero no podíamos estar sin el otro, no podíamo...
116K 5.4K 32
En esta realidad alterna dentro del universo de Naruto, donde el sexo, los besos y los coqueteos son moneda corriente, Kiyomi Uchiha abre sus alas y...