Pecado con sabor a chocolate...

By DeBeLassal

5.4M 421K 234K

Minerva es una joven llegada hace poco tiempo a la ciudad de Nueva York, con la ilusión de trabajar para uno... More

SINOPSIS
PRÓLOGO
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISEIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE
CAPÍTULO VEINTE
CAPÍTULO VEINTIUNO (PARTE UNO)
CAPÍTULO VEINIUNO (PARTE DOS)
CAPÍTULO VEINTIDÓS
CAPÍTULO VEINTITRÉS
CAPÍTULO VEINTICUATRO
CAPÍTULO VEINTICINCO
CAPÍTULO VEINTISÉIS
EXTRA ISABELLA
CAPÍTULO VEINTISIETE
CAPÍTULO VEINTIOCHO
CAPÍTULO VEINTINUEVE
CAPÍTULO TREINTA
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE
CAPÍTULO CUARENTA
CAPÍTULO CUARENTA Y UNO
CAPÍTULO CUARENTA Y DOS
CAPÍTULO CUARENTA Y TRES
CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO
CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO
CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS
CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE
CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO
CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE
CAPÍTULO CINCUENTA
EPÍLOGO
AGRADECIMIENTOS Y AVISO IMPORTANTE

CAPÍTULO SEIS

101K 8.9K 2.3K
By DeBeLassal

UNA CERVEZA PARA CONOCERNOS




Estoy secándome el pelo después de una fría ducha que me di para sacarme el olor a comida de encima, así como también la transpiración que fue cocinar toda la noche, cuando escucho mi teléfono sonar con una notificación.

Cuando lo cojo para ver quién escribe, me sorprendo al percatarme que se trata de un mensaje de un número desconocido.

Desconocido

sab, 22 ago 2:45 p.m.

¡Hola, Mine!

Soy Isabella, me preguntaba si querías ir

a tomar algo, conmigo y mi primo. Es esa cerveza que

prometí a modo de disculpa.

¿Qué dices?

Acompaña el mensaje con muchos emoticones que parecen rogar, sacándome una sonrisita. Estoy escribiendo un no como respuesta, pero antes de enviarlo me detengo.

¿Cuándo fue la última vez que tomé algo con amigos?

«¿Cuándo fue la última vez que tuviste amigos, Minerva?», me susurra mi conciencia con molestia.

Yo

Sap, 22 ago 2:45 p.m.

Está bien: lugar y hora.

Respondo y no sé porqué es que estoy nerviosa, mordiéndome la uña del dedo pulgar.

Isabella

Sab, 22 ago 2:47 p.m.

¡WOHA!

Te paso ubicación.

Nos vemos en una hora.

Y dicho esto me aparece un mapa con la isla de Manhattan. Tengo ganas de escribirle que no tengo ni idea de qué hacer con eso que me ha enviado. La verdad, apesto en esto de la tecnología, pero intento parecer una chica de veinticuatro años amante de las redes sociales, por lo que cuando presiono en el mapa, me envía inmediatamente a Maps.

Termino decantándome unos pantalones sueltos con unas sandalias y una camiseta de manga corta y escojo una chaqueta por si refresca. Me maquillo un poco para ocultar el moretón de mi mejilla y las ojeras y salgo después de coger el bolso, que me cuelgo al hombro.

Me dirijo hacia el metro, sintiendo el aire caliente golpear en mis mejillas, pensando de que por más que viva quejándome del calor, lo disfruto, y mucho. Casi media hora después me bajo en la estación de la ciento tres, en Broadway y en menos de quince minutos llego al bar, donde Isabella y su primo —que me doy cuenta que es el muchacho que se me acercó ayer en la cocina— me esperan a la puerta, sonriendo cuando me ven mientras me hacen señas con la mano y entramos.

Broadway Dive es un pequeño bar agradable y con un estilo pintoresco donde parecen juntarse mucha gente de nuestra edad.

—Me debes veinte pavos —le dice Dante a Isabella.

—Apostamos a que no vendrías —me explica Isabella a modo de saludo, dejando un beso en mi mejilla. —Él dice que luces como ese tipo de gente que no tiene amigos y muchos gatos.

—¡Yo no dije eso! —Responde él con las mejillas encendidas.

—Pues mucho no se equivoca —mascullo por lo bajo. —Que poca fe me tenéis, chicos —me burlo con falsa indignación para distender el ambiente.

Llegamos a la barra y nos acomodamos en los taburetes.

—Te hemos pedido una cerveza —comenta Dante con un movimiento de la mano, restándole importancia.

—Gracias —respondo con una sonrisa.

—Bueno —comienza dando una palmada—, cuéntanos qué demonios pasó anoche y que revolucionó el ambiente —pide.

—¡Dante! —lo reprende Isabella.

—¿Qué? —replica su primo con los ojos muy abiertos—. Solo tengo curiosidad.

—No le hagas caso —me dice Isabella rodando los ojos—. No tienes que decir nada.

—No iba a contar nada de todos modos —respondo dándole un trago a la cerveza.

—Que perra —mascullo Dante negando con la cabeza, pero su actitud me advierte que no lo dice en serio.

—Eres insoportable —farfulla Isabella volviendo la vista hacia mí—. ¿Cómo estás? —me pregunta.

—Pues lo mejor que puedo estar —contesto con un suspiro—. Apenas me duele —agrego.

—Fue una mierda —replica ella con una mueca de irritación—, pero debo admitir que fue una suerte que estuvieras allí para ayudar a Mia —agrega con amargura.

—¿La conoces? —inquiero mientras juego con la boca del botellín entre el índice y el pulgar.

—Sí —responde con una sonrisa—. En realidad, conozco a los chicos desde hace un tiempo.

—¿Los chicos? —lanzó, confundida.

—Pierce y Dean —explica, dándose cuenta de que no sabemos de quienes habla—. Fuimos juntos al instituto.

Dante le da un empujoncito con el hombro a su prima y la mira con picardía.

—¿A que están para chuparse los dedos, chicas? —comenta Dante al mismo tiempo que yo pregunto «¿qué?».

Isabella se ríe de forma dulce ante el comentario de su primo, mascullando por lo bajo que no tiene solución mientras yo la miro expectante por tal revelación.

—Pues eso —prosigue Isabella encogiéndose—, nos conocemos desde pequeños. Pero después de terminar el instituto tomamos caminos separados, hasta hace un par de años, que nos volvimos a encontrar.

—No lo entiendo —digo.

De verdad que no lo hago.

—¿Por qué lo dices? —pregunta con una amarga sonrisa—. ¿Por qué trabajo para ellos y no hice nada importante?

—No, no, claro que no —me apresuro a decir para no parecer mal educada—, no quise decir eso...

Isabella le resta importancia con un gesto de la mano y arruga la nariz.

—No te preocupes —contesta.

—De verdad, no quería ofenderte —agrego. Lo último quiero es ofenderla—. Solo que tampoco parecéis muy amigos —comento.

—Eso es porque debemos mantener las formas —responde con un encogimiento de hombros—. Ya sabes cómo funcionan las cosas en este mundo, si me tratan de un modo diferente, solo me traería problemas.

—Puedo imaginar lo que dices —resoplo, por que sé a qué se refiere.

—Cuando terminé el instituto, decidí que no quería hacer ninguna carrera, ¿sabes? —comenta con la mirada perdida en su botellín de cerveza—. Papá se volvió loco al saber que no quería hacer nada, pero no impidió que hiciera lo que quisiera con mi vida, así que lo hice: viajé por medio mundo —sonríe con orgullo.

Eso sí que es darse la buena vida...

—Eso es genial —exclamo con una sonrisa.

—Sí, sí que lo fue, pero hasta que no regresé, no me enteré que me había desheredado. No me dejó ver a mis hermanos y no tengo contacto con mi familia desde hace años.

Sus ojos se humedecen al recordar cosas que desde luego, no quiere volver a sacar a menos que sea necesario. Una parte de mí siente lástima por ella, porque en cierto modo la comprendo; puede que yo no tuviera más remedio que dejar mi hogar y las personas que me importan, pero sé que mi familia nunca me haría algo así jamás.

—Gracias por lo que me queda —masculla por lo bajo Dante antes de darle un trago a su cerveza.

Isabella le da un manotazo en el hombro en gesto bromista y suelta una carcajada.

—Sabes que eres mi todo, tonto —replica ella rodando los ojos—. Empecé a estudiar contabilidad, pero la matrícula era casi imposible de pagar y con dos trabajos no me daban los horarios.

—¿Y qué pasó? —inquiero con interés.

—Ahora es cuando entra papi Pierce a la ecuación de la complicada vida de Isabella —argumenta Dante, haciéndome soltar una breve carcajada.

—Eres un idiota —lo insulta Isabella con falsa exasperación antes de volver a dirigirse a mí—. La cosa fue que estaba trabajando en una cafetería en la que casualmente un día entró Pierce. Nos pusimos al día y al final de la conversación me propuso trabajar en el restaurante, ya que soy buena con los idiomas y tengo buena imagen —explica.

No hace que lo diga dos veces: Isabella es todo lo que está bien, todo lo que está bien y todo lo que destaca con echarle un vistazo.

—Parece que la suerte al fin se puso de tu lado.

—Sí, un poco de suerte nunca viene de más —contesta con una sonrisa tímida mientras se coloca un mechón de cabello detrás de la oreja—. Y bueno, esos fueron mis últimos tres años trabajando en la Truffe Rouge.

Frunzo los labios y asiento con la cabeza.

—Y, ¿cuánto te queda para poder graduarte? —inquiero después de pedir otra ronda.

—Este año y la tesis —responde—. ¿Qué hay de ti? —me pregunta con la curiosidad brillando en sus orbes azules.

La pregunta me incomoda un poco, pero me recuerdo que es lógico que quieran saber cosas sobre mí.

La gente se pregunta cosas, se conoce, ¿verdad?

—Pues, no hay mucho que contar, la verdad —contesto con toda la indiferencia que puedo—. Soy de Denver y trabajé en una cafetería antes de llegar a la Gran Manzana —cuento con un tono elocuente y divertido.

—Tony comentó que sabías cocinar —comenta Isabella.

—Pues sí, soy buena —contesto, porque es la verdad.

—¿Y por qué no te postulaste para entrar a la cocina? —pregunta Dante con el ceño un poco fruncido.

De nuevo, una pregunta que sigo haciéndome a mí misma.

—¿Por qué es prácticamente imposible entrar a la cocina de Pierce? —respondo con retintín.

—Tal vez si hablaras con él... —deja caer Dante.

Chasqueo la lengua y arrugo la nariz.

—No, ya me ha dejado claro que no tengo oportunidad, de todas maneras hoy me dijo que por estos días ayudare en la cocina, ya que no puedo estar en el salón con el rostro magullado —murmuro.

—¿Te llamo por teléfono, acaso? —Pregunta Isabella, frunciendo el ceño.

—Pues..., no —digo, dubitativa—. En realidad pasó por mi departamento.

Dante detiene la botella a mitad de camino e Isabella me mira con los ojos bien abiertos.

Es algo bastante gracioso, si me preguntas.

—¿Qué Pierce hizo qué? —Pregunta.

Alterno la mirada entre los dos, por que a decir verdad no se si meti la pata o que, de todas maneras Greco nunca me dijo que debía guardar silencio de nuestro encuentro.

—Pues eso —respondo, encogiéndome de hombros. —Paso por mi departamento y fuimos a almorzar...

—¿A almorzar? —Pregunta Isabella, sin dejar de verme seriamente al igual que Dante. —¿Pierce te invito a almorzar?

—¿Qué tiene de malo eso? —Pregunto.

—Nada —dice—, solo que es raro en él hacer esas cosas —responde ella.

—Suele ser un idiota —agrega Dante, ganándose una mirada fulminante de su prima. —¿Qué? Es la verdad, a mi me mira la mayoría de las veces como si fuera un insecto.

—Por que te la pasas mirándole el bulto y el trasero —responde Isabella lo obvio.

—¿Y como no hacerlo? —Responde él, como si fuera lógico. —Hasta Minerva lo hizo cuando lo vio por primera vez —agrega.

Comienzo a toser cuando dice aquello, atragantándome con la cerveza que acababa de tomar y salpicando un poco la barra cuando el líquido se escurrió de mi boca.

—Jesús, casi la matas con tu comentario, Dante —lo regaña Isabella, dándome palmadas en la espalda.

—Pero si es la verdad —agrega él y me doy cuenta que esta divertido como la mierda por mi vergüenza. —Hasta Pierce la descubrió mirando su anaconda.

Hasta ahí es donde puedo llegar cuando la carcajada sale de mi garganta, a pesar del bochorno que llevo y las mejillas encendidas. Isabella intenta contenerse, pero también termina carcajeándose luego de aquellas palabras de su primo.

—No tienes arreglo —masculla por lo bajo.

—Así me amas —responde con un guiño de ojo.

Alterno la vista entre los dos, sin dejar de sonreír mientras comienzan a tirarse pullas entre ambos.

Había olvidado cuando fue la última vez que había compartido cervezas con amigos, riendo por bobadas y pasando tiempo sin hacer nada que no sea divertirme sin pensar en las consecuencias, y a decir verdad, podría acostumbrarme a esta nueva vida.

Después de la charla profunda para conocernos, nos dedicamos a hablar de cosas un poco más triviales y a decir verdad, sienta bien ser una chica normal que se puede llegar a divertir con sus nuevos amigos.

Cuando volví a casa no estaba ebria pero sí un tanto achispada, nos habíamos despedido entre carcajadas y Dante tropezándose en la acerca, para nuestra entera diversión cayendo sobre su trasero y haciendo una mueca de asco cuando sus manos tocaron un charco sucio de procedencia dudosa.

Reí hasta que me dolió la panza, seguí sonriendo mientras limpiaba el desastre en mi cocina y termine durmiéndome con la sombra una sonrisa pintada en el rostro.

Continue Reading

You'll Also Like

752K 32.9K 47
¿Como algo que era incorrecto, algo que estaba mal podía sentirse tan bien? sabíamos que era un error, pero no podíamos estar sin el otro, no podíamo...
490 38 13
Él era el sol por su alegría que contagiaba hasta a la flor más marchita, mientras ella era la noche que solo salía igual que la luna. Aun sabiendo q...
1.5M 114K 70
Summer, una exitosa diseñadora que no cree en el amor, desea una noche con el pasante nuevo, pero Thomas quiere más que solo sexo. La Gran Manzana es...
41K 2.6K 11
Sentí sus ojos oscuros puestos en mí aún cuando yo no lo había visto. Sentí que me acechaba en las sombras aún cuando estaba lejos de mí. Pude sentir...