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Cuando subió, Anahí estaba de lado, tumbada completamente y de espaldas a él, y Daniela no estaba en su porta bebés, se acercó a la cama y las vio a las dos, cara con cara, pegadas y abrazadas, durmiendo plácidamente. Dejó la comida en la mesilla y se tumbó al otro lado, dejando a Daniela entre los dos. La cama estaba abierta así que simplemente alargo la mano, agarrando la manta y los tapó a los tres, dando gracias a que las cortinas estuviesen cerradas y la claridad que empezaba a aparecer en el cielo apenas se adentrase a la habitación.

Ese día Anahí tuvo una pesadilla. Christopher los encontraba y se llevaba a su hija, indefensa y llorando, lejos de ella. De ella y de Alfonso. Abrió los ojos sobresaltada y miró ambos lados, la habitación tenía un color apagado, pero se distinguían los cuerpos que descansaban a su lado. Uno muy, muy pequeño, que pertenecía a Daniela, y otro grande y fuerte, que pertenecía a Alfonso. Suspiró y se volvió a recostar. La voz, grave y profunda de Alfonso, resonó en la habitación.

- ¿Estás bien?
- Solo ha sido una pesadilla - escuchó un movimiento y supo que Alfonso se estaba recostando, así que lo imitó.
- Deje la comida en la mesita que tienes detrás, come algo y vuelve a dormir, ni siquiera has dormido más de dos horas seguidas desde que nació Dani.
- Tú tampoco - le sintió sonreír.
- Es lo que estoy intentando que hagamos.

Anahí encendió la luz de noche que tenía en su lado y comió tanto como pudo, al quedarse dormida de le había olvidado, pero tenia un hombre increíble. Se volvió a tumbar como estaba después de apagar la luz y buscó la mano de Alfonso en la oscuridad.

- Estoy aquí - gruñó - ven.

Anahí se acercó más Daniela, dejando un beso en su cabecita y Alfonso pasó su brazo por encima de las dos, para abrazarlas. Estaban apunto de dormirse cuando Daniela gruñó, pidiendo comida otra vez. Anahí rió un poco y desabrochó la camisa de pijama que llevaba y que no se había quitado desde el hospital.

- Te juro que escucho cada botón de esa maldita camisa y lo pienso en hacerte mía.
- Pero no puedes - se burló Anahí.
- Esperare los cuarenta días y las cuarenta noches que ,e quedan, ya menos - rió, malicioso - pero en cuanto pueda... no vas a tener escapatoria.

Anahí gimió y Alfonso se retorció en el sitio.

- No hagas eso - suspiró - no me lo pongas más difícil, cariño.

El coche que había frente a la casa llevaba casi una semana sin moverse, esperando un movimiento que no se producía y haciendo perder la paciencia a todos a los que les tocaba vigilar. Christopher se estaba volviendo loco, ¿dónde se había metido Anahí? Hacía días que ni siquiera veía a Dulce en la oficina. Le mandaba correos, ordenes, papeles, todo lo necesario para estar al día en la empresa. Pero siempre se conectaba desde un lugar distinto, y le estaba resultado imposible localizarla. Bajó del coche y suspiró, si Anahí no iba a él, él iría a Anahí. ¿Y si se había puesto de parto? Pero había preguntado en todos los hospitales por Anahí Herrera, y nadie tenía un paciente ingresado con ese nombre... ¿y si había vuelto a usar su nombre de soltera? No había preguntado por ninguna Puente y podía estar sola en una sala, llorando porque no la había encontrado. Pero ¿por qué no le había avisado Dulce María? Ella tampoco aparecía, pero no le había dicho nada de Anahí. ¿Y si se habían enfadado y la había dejado sola en el momento más duro para ella? En ese momento se decidió, se acercaría a la casa y aporrearía la puesta tanto como fuese necesario, no descansaría hasta encontrar respuesta. Empezó con simples y rítmicos golpes en la puerta pero después de diez minutos sin respuesta empezó a golpear con más fuerza, hasta que uno de los vecinos salió, preocupado.

- ¿Señor?¿Le pasa algo?
- ¿Sabe donde están Anahí y Dulce Herrera? - no estaba de buen humor, y le estaba costando mantener esa conversación.
- Mmm no, hace dias se marcharon en un coche negro. Creo que Anahí iba a dar a luz, pero no lavo más. Espero que no le haya pasado nada grave... a veces los partos se complican y... - Christopher abrió los ojos, no podía haber muerto, no - lo siento, es algo que oso en mi familia hace relativamente poco... y bueno. El niño está fuerte y sano, pero la madre, mi prima, no corrió tanta suerte.

Iba a continuar hablando, pero se dio cuenta de que el señor que aporreaba la puerta de su vecina no le estaba haciendo caso, así que simplemente lo observo, hasta que este lo volvió a mirar, más serio que antes si se podía.

- Si la ve regresar, ¿le podría decir que me llame? - extendió su tarjeta y el otro sonrió - soy Christopher, el futuro marido de Anahí.
- Oh, no sabía... Pensé que después de lo de Poncho...

Christopher se irguió tanto como pudo y clavó sus ojos marrones en los del vecino.

- Quiero decir, me alegro por vosotros. Pero no sabía nada... - negó con la cabeza y miró la tarjeta - Si la veo le llamaré, y le diré que quiere hablar con ella.
- Gracias.

Anahí besó la frente de su hija y se acurrucó con ella en la cama, cuando Alfonso abrió la puerta y entró en el dormitorio. Anahí suspiró y lo miró.

-No podemos escondernos toda la vida, Poncho...
- Tienes razón. Lo sé, pero... ¿qué quieres que haga? Christopher está desaparecido. Hasta que no sepan su paradero no podemos salir.
- Tenemos que hacer algo. Tengo todo lo de Daniela en casa, no puedo estar comprando todo de nuevo...
- Mi amor, de verdad que lo sé... pero es peligroso.
- ¿Y si vamos con los policías que trabajan para ti? No tiene porque pasarnos nada... y si él intentara algo estaríamos protegidos.
- Pero no podemos estar así.
- Solo déjame recoger algunas cosas para ella...

Dos horas después los tres se encaminaban de nuevo hacia su casa. A Anahí le latía el corazón ten fuerte que pensaba que se le iba a salir, pero no dijo nada. En su lugar, acarició la mejilla de Daniela, dormida profundamente en su sitio, y miró por la ventana. Echaba de menos ese paisaje, suspiró. Quería volver a casa, sabía que era peligroso, pero no podían estar toda la vida molestando a Paco, por muy bueno y amable que fuese. Era su espacio, su casa. Y ellos, con el bebé, lo estaban acaparando.

- ¡Anahí!¡Anahi! - Tom salió corriendo a su encuentro, pero se quedó petrificado en el sitio al ver a Alfonso - Pon...cho...
- Hola Tom - saludó Alfonso sonriente - sé lo que piensas, tranquilo. Es una larga historia, pero no estás viendo muertos.
- ¿Tu también lo ves Annie?

Anahi soltó una carcajada mientras asentía con la cabeza.

- ¿Por qué no pasas y te explicamos todo?
- Seria estupendo porque está mañana vino otro hombre diciendo que se iba a casar contigo...
- Christopher ha estado aquí.
- ¡Así se llamaba!

Tom se sentó en una de las sillas que tenían en la cocina y mientras Alfonso le contaba todo desde el principio, Anahí preparó unos cafés.

- No puedo creerlo... ¿intento matarte? - preguntó asombrado, a lo que Alfonso asintió - madre mía... a decir verdad, esta mañana, cuando he estado con él, no me ha parecido una persona razonable y sana mentalmente... Pero no he imaginado nada de esto.

Siempre he estado aquí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora