CAPÍTULO 12

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«Ella es ella

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«Ella es ella. Y yo soy yo.»
-Daniel

―No golpees la puerta, Daniel ―gritó mi mamá, su voz amortiguándose por las paredes de mi habitación.

Acababa de llegar a mi casa, luego de un día estresante en la preparatoria, y no tenía ganas más que de encerrarme en mi dormitorio y dormir hasta la semana siguiente.

Y no ir a la escuela. Y no hacer más tareas ni de matemáticas ni ciencias. Y no ir a la biblioteca en busca de libros para olvidar mi realidad. Ni ver a Ji.

Maldita fuese... ¡ella seguramente se estaba divirtiendo conmigo! No cabía duda. Ella se había enterado de mi estúpido enamoramiento y se estaba aprovechando de ello para hacerme quedar como tonto.

Lancé mi mochila sobre mi escritorio, sin reparar en los objetos que había allí y cayeron con un golpe brusco al piso. Inmediatamente después, me dejé caer en mi cama. No quería pensar en nada que tuviera que ver con las horas pasadas, mucho menos con las palabras de JiHyo.

«Quiero que tus malditos labios se posen sobre mis malditos labios y que nuestras malditas bocas encajen como un maldito rompecabezas.»

Si tan sólo pudiera olvidar sus palabras, seguían repitiéndose en mi mente una y otra vez. Inquietándome cada vez más.

Tomé mi reproductor mp4 que siempre dejaba bajo la almohada, me coloqué los auriculares y como la mayoría de las veces que quería relajarme, seleccioné la lista de canciones épicas ―entre ellas, la banda sonora de Piratas del Caribe, Narnia y El Señor de los Anillos―; de un momento a otro, no tenía consciencia de mi alrededor y mucho menos de que había entrado en un profundo sueño.

―Hasta que despiertas ―escuché una voz a mi lado mientras me removía en mi cama aún sin abrir los ojos.

Bostecé, estirándome, y miré hacia mi derecha. Como lo supuse, allí estaba mi hermana mayor.

―¿Estabas mirándome mientras dormía? ―pregunté tanteando mis costados en busca del reproductor de música para detenerlo.

―¿Qué? No ―masculló Seulgi sacudiendo la cabeza. Me reí de su expresión―. Si serás imbécil ―se quejó mirándome con sus ojos entornados.

Imité su gesto, sentándome en la cama, y le mantuve la mirada. Pero no duró mucho puesto que, antes de que pudiese advertirlo por mí mismo, Seulgi alzó un papel en su mano derecha.

―Así que obtuviste una «B» en tu último examen de matemáticas ―comentó con un tono filoso, como si hubiésemos estado hablando sobre mi estado académico en los últimos veinte minutos.

―¿De qué hablas? ―dije haciéndome el desentendido.

―Mira esto ―se rió, mostrándome mi examen, el cual sostenía con la punta de sus dedos―. Parece irreal ―festejó.

𝐄𝐒𝐓Ú𝐏𝐈𝐃𝐎 𝐃𝐀𝐍𝐈𝐄𝐋 | 𝐉𝐈𝐍𝐈𝐄𝐋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora