31. El mensaje que nadie vio | Parte 1

Comenzar desde el principio
                                    

Lilja no respondió. Tanja pudo sentir cómo la noche iba a terminar con su familia quebrada y se preguntó de qué lado estaría ella, ante quién se mostraría fuerte a pesar de que los últimos días la habían arrastrado por el suelo. Nunca había necesitado el control que Mikko ejercía sobre su madre como esa noche. Nunca había sentido tanto alivio de tener a Kyösti cerca de su hermano. Si Lilja no lo hubiera invitado, lo echarían de menos.

—Será el asistente de Ada, imagino —la provocó Mikko—. La última vez que hablé con ella supe que tenía una oferta de Mina y pensaba rechazarla. No podemos darnos el lujo de perder a alguien como ella, menos si se va a trabajar con la competencia.

Tanja lo supo antes de que su madre pronunciara las palabras.

—Ada tuvo una discusión con un compañero de trabajo y decidió que nuestra firma ya no es un espacio en el que se sienta segura. Henri no será asistente de nadie, hijo.

—Ada amaba trabajar con nosotros. —Apretaba los dientes. Todos los ojos de la mesa estaban sobre él—. Si debemos cuidar a alguien en la empresa, es a ella.

Kyösti no habló, pero asintió en dirección a su pareja para demostrar que estaba de acuerdo con él. Ambos se habían hecho amigos de Ada el último año, acercados quizá por la desaparición de Jaakko. Tanja evitó pensar en las posibles discusiones que habían tenido al respecto.

Lilja separó los labios para responder, pero Leena la cortó.

—Papá está vivo.

«No», pensó Tanja. No era el momento.

—Papá está vivo y nos acompañaría si pudiera —continuó.

Tanja buscó ayuda en su hermano, pero los ojos de Mikko brillaban con reconocimiento en el momento en el que más escéptico lo necesitaba. Por primera vez en meses sus hermanos se habían unido. Y, aunque ella estuviera de su lado, esa noche necesitaba alejarse de todo lo que la llevara a Alkaham.

—Él jamás despediría a Ada, no después de que ella fuera el único ingreso de su familia cuando su padre enfermó.

—¿Cómo lo...?

Sin embargo, la pequeña continuó.

—Él hizo que su padre no perdiera el pelo después de la quimioterapia y Ada nunca se iría a trabajar con la competencia porque sí, porque un día se despertó y pensó que sería una buena idea alejarse.

Tanja parpadeó con sorpresa. ¿Cómo es que nunca lo había visto? ¿Cómo había sido tan ajena a la forma en la que su padre tocaba la vida de las personas que la rodeaban? Tanja dejó caer su espalda sobre el respaldo de la silla. No valía la pena frenar a Leena. Ni siquiera Mikko había comenzado su discurso en contra de Jaakko. La menor de los Virtanen hablaba en nombre de todos con el valor que a sus hermanos mayores les faltaba.

—Le vendió un medicamento, Leena, no la cura al cáncer.

—Tú qué sabes —murmuró antes de levantarse de la mesa y salir de allí.

Tanja la siguió. No se disculpó con las visitas ni con su madre, no esperó que Eljas fuera tras ella. Solo corrió hacia su hermana y la alcanzó en la sala, a unos pasos de la escalera.

—¿Cómo sabías lo de Ada? ¿Es cierto que él hizo... sus cosas? Quiero decir... ¿También trabajaba para personas... normales? —agregó en un susurro.

Leena suspiró antes de responder. Se acercó a su hermana con movimientos lentos, cansados. Tanja no había notado lo mal que se ocultaba las ojeras hasta entonces.

—Yo era el nexo con ella. ¿Quieres saber algo? Nadie supo de su cáncer, pero si pudieras ver sus registros médicos, verías que pasó de verdad. La terapia hizo lo que tenía que hacer, papá se encargó de que los efectos secundarios no existieran. Hizo que un cáncer se sintiera como una gripe, Tanja. Los médicos salvaron la vida del hombre, pero papá le salvó el alma. ¿Cómo Mikko puede pensar que alguien así nos dejó? ¿Cómo mamá puede dudar de él? ¿Cómo es que lo olvidaron tan rápido?

Susurro de fuego y sombras (Legados de Alkaham #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora