17. Las mentiras que recordaron | Parte 2

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Si hubiera podido evitar la visita al piso de Kaurin aquella tarde, lo habría hecho, pero estaba atado a su promesa

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Si hubiera podido evitar la visita al piso de Kaurin aquella tarde, lo habría hecho, pero estaba atado a su promesa. Recorrió el camino hacia su salón sin percatarse de las miradas que lo seguían; lo que había ocurrido por la mañana se sentía tan lejano que no podía considerarlo importante en ese momento. Luudmo le permitió el paso. Las escaleras lo recibieron como de costumbre. Nada parecía diferente en aquel sitio, era él quien se sentía otra persona.

—Imagino que ahora sí tienes tiempo para continuar con la conversación que dejamos a medias —aventuró ella. Estaba sentada sobre la alfombra, con un cojín debajo de cada rodilla, y sostenía un libro pequeño con una mano—. Acompáñame, no quiero estar en el kiimtabar por hoy.

Iveski tomó un lugar frente a ella y se tomó algunos segundos para hablar. Le resultaba extraño no encontrar palabras que no tuvieran relación con el puente invisible ni con la isla que había visitado.

—Siento lo de esta mañana —dijo de pronto—. Había acordado encontrarme con Tiunda al mediodía.

—Y tu estómago estaba vacío desde el desayuno. No te disculpes. Te pedí que regresaras luego porque quiero que me hables más de tu sueño recurrente. ¿Ves agua cuando duermes?

Comenzaba a arrepentirse. Sus inquietudes nocturnas eran su único secreto a ojos de Kaurin y comenzaba a creer que ella no le ocultaba solo el asunto de su amigo fallecido. Había más, y mientras su alkap escondía asuntos que podían interesarle por su rango, él revelaba lo poco que había guardado en su interior.

—Veo sequía —respondió por fin—. Veo un mundo árido y seco, estéril, y me veo a mí, intentando conjurar gotas desde el aire, pero incluso el aire está seco y todo se quema por el sol y muere a mi alrededor. Excepto yo.

—Recuéstate —le pidió ella. Kaurin se aproximó a él y colocó ambas palmas sobre su ombligo—. ¿Cómo te sientes en el sueño? ¿Notas la frustración, la impotencia?

—Sí, pero también he notado que en el sueño no me importa vivir. No siento que esté dentro de un sueño, se ve bastante real, pero allí no hay nadie que me motive a seguir vivo porque cada persona que conozco murió por la sequía. Incluyéndote.

Kaurin sonrió.

—¿Tienes miedo, Iveski?

—Entro y salgo del sueño con miedo. Y luego, cuando despierto, el miedo está allí hasta que me duermo otra vez.

—¿A qué le temes?

—Al clan. Temo estar rodeado por elekienáhaja sin saberlo en los momentos importantes, que me vigilen sin que lo sepa. Temo no saber reconocer las situaciones una vez que las tenga frente a mí y temo no tomar las decisiones correctas. Temo dejar la vida en una causa por la que no seré respetado y que el legado que pueda dejar se desvanezca como se está desvaneciendo el de Irmeeik, aunque el clan no lo sepa. Temo no ser lo suficiente.

—Este es tu sitio, Iveski. El clan es tu destino, es tu hogar. Mi hermano cava pozos para esconder sus secretos y cada vez cava más profundo y le cuesta más salir al exterior. Algún día quedará atrapado y el clan lo verá como lo que siempre fue.

—¿Y si él no guardara secretos de nosotros? ¿Si no nos ocultara nada? Él es el líder, tú eres la segunda al mando, yo soy el sucesor. Somos las tres personas que más deberían apoyarse y confiarse los secretos del clan.

—La razón de tus sueños está en tu pasado —le reveló ella, fingiendo que no lo había oído—. No veas el entorno de tu sueño como un clan, sino como una persona. Estás luchando contra la revelación de que hay un vacío del que jamás habías tenido conocimiento y es posible que pueda ayudarte a verlo.

Lo cierto era que durante toda su vida solo había tenido vacíos, espacios sin llenar y ausencias permanentes. Sin embargo, el pesar en los ojos de Kaurin hizo que comprendiera que había más de lo que su intuición le indicaba.

—Sabes que perdiste un padre y una madre, pero nadie consideró oportuno mencionar que también perdiste un hermano. La expresión de tu poder está ligada a lo que sientes que eres, al modo en el que has crecido. Intenté darte la madre que no tuviste y mi hermano se comprometió a tratarte como a un hijo. Si ha fallado, lo pagará ante mí por el valor de su promesa. Pero no hay nada que pueda hacer para devolverte a ese hermano.

La habitación se sentía más vacía y silenciosa que minutos atrás. Era el momento preciso para llamar su atención sobre el puente y la isla y hacer que el mutismo de Kaurin pesara más por lo que acababa de confesarle, pero no podía articular ninguna palabra. Permanecía con los ojos abiertos, fijos en el rostro de su alkap, que se mantenía a algunos centímetros sobre el suyo.

—Llevas una vida reconciliándote con la carga que equivale a no tener padres que hayan vivido contigo desde que naciste, pero tu memoria conserva al hermano que no recuerdas.

Su hermano era el desierto sobre el que caminaba, la tierra ardiente que pisaba, el viento caliente que lo envolvía. Estaba allí, rodeándolo, pidiéndole que lo notara, dañándolo sin pretenderlo.

Y él jamás se había despedido.

—¿Dónde está su altar?

La voz de Kaurin se quebró al responder.

—Había cumplido dos años cuando naciste. No existe en la isla un altar con su nombre.

En ese instante descubrió que los secretos de su alkap no eran urgentes. Sentía, incluso, que ya no le importaban.

Si regresaba su mente al instante en el que había guiado a Tiunda a la salida del túnel, podía recordar con claridad cómo había omitido toda información relacionada con las construcciones y la gente de miradas de plata. Había puesto especial cuidado en omitir el nombre de su alkap. Le había llevado menos de tres segundos idear las excusas para esquivar cualquier pregunta del amigo cuya mayor aspiración era ser lo bastante valioso para él.

Si lo pensaba durante el tiempo adecuado, no vería diferencia entre sus secretos y los de sus líderes.

Podía guardar su resolución y esperar a que la descubrieran más tarde, pero el impulso de anunciar lo que había decidido a sabiendas de que no sería cuestionado ni desautorizado acabó por ganarle.

Giró sobre sus rodillas y quedó frente a frente con Kaurin. Sus ojos celestes decían que comprendía su dolor. Lo sentía.

—Mi hermano será el primer niño de la isla con altar y lo haré con mis manos.

—Mi hermano será el primer niño de la isla con altar y lo haré con mis manos

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Susurro de fuego y sombras (Legados de Alkaham #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora