32. Para no repetir la historia | Parte 2

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Emma avanzaba en medio de sus amigas y controlaba el sonido de su respiración

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Emma avanzaba en medio de sus amigas y controlaba el sonido de su respiración. Le temblaban las manos por el frío. El espacio tan pequeño por el que caminaban le producía claustrofobia y le hacía sentir que se estaba cubriendo de aquel lugar, que el polvo se le impregnaría en la ropa y en la piel, que jamás lograría sacar de su cuerpo las partículas que le pertenecían a ese sitio. Se guiaban por el alité azul que les iluminaba el camino desde atrás con el resplandor más tenue que podía ofrecer para evitar que las vieran a la distancia.

También le preocupaba la tensión en Senna, cómo el resultado de la noche podía desestabilizarla. Si no rescataban a los chicos, las tres hallarían un motivo para no continuar. Imaginaba que Tanja seguiría manteniendo la distancia con respecto a su recién descubierta naturaleza, que había hecho una excepción por Eljas, y que Senna tendría reservas con ella desde que Emma decidió acercarse a Kilian. Pero ¿cómo podía no hacerlo? ¿Cómo se sentiría tranquila consigo misma si no le explicaba que lo había visto suplicando? No tenía claro el contexto, solo oía con claridad su voz desgarrada y sentía su arrepentimiento. No era una situación que hubiera reconocido, pero lo había reconocido a él derrotado y en ese momento no podía coincidir menos con sus amigas: Kilian, a pesar de que no fuera su amigo, las había ayudado. Tenía conocimiento y poder, y se había mostrado de su lado cuando pudo haberles dado la espalda. Emma no olvidaba que, de no haber sido por él, no habrían sabido qué hacer con Senna la noche del nudo. Sin la sugerencia de Kilian, su amiga no habría despertado. ¿Cómo podía rechazar a alguien que había rozado la piel de Senna, había hablado de ella con desprecio y aun así le había salvado la vida? No había sido obra de Jouko. Había sido Kilian. Y, si su interpretación era correcta, de no haber estado Jouko, Kilian habría expuesto su alité por ayudarla. Esa noche, cuando les contó quién era y por qué sabía lo que debía hacerse, Emma sintió una punzada en el pecho que gritaba que Kilian había sufrido su alité, que aún le pesaba. El joven convivía con el dolor y había hallado su identidad en él. El recelo de Senna y la desconfianza de Tanja no tenían explicación para Emma.

Si continuaba con aquella idea, salvar a Senna podía ser una cuestión de vida o muerte, pero ayudar a que ni ella ni Tanja tuvieran secuelas en sus manos después de haber tenido contacto con el mundo no lo era. Había sido una decisión desinteresada y podría no haberla tomado. Sin embargo, por más que confiara en sus intenciones y que se animara a hablar con él acerca de lo que veía, había una única imagen que no se atrevía a mencionarle y que se repetía en bucle en su mente. Al menos, no mientras fuera incapaz de identificar a la otra persona que aparecía en la visión.

Tanja se detuvo de pronto y Emma chocó con ella. Senna tropezó también.

—La entrada se abre más adelante —susurró Tanja girando la cabeza hacia sus amigas—. Alcanzo a ver una sala circular, pero nada más.

—La sala privada de la hermana del líder —mencionó Emma.

Tanja asintió.

—No hablen a menos que sea importante —murmuró Senna—. A partir de ahora no estamos en el camino «secreto» y cualquiera podría oírnos.

Susurro de fuego y sombras (Legados de Alkaham #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora