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Cuenta Peter

Mis labios se abrieron en una sonrisa, pero fue un error, porque todo su cuerpo se puso en tensión. En lugar de estar feliz al verme de nuevo como yo esperaba, salió de la casa y cerró la
puerta detrás de él.

—¿Qué haces aquí, Peter?

—Nico… ¡Joder, tío! —traté de evitar que mi sonrisa se extendiera más, pero, ¿qué coño…?, era mi mejor amigo, y habían pasado muchos años desde la última vez que lo había visto— Me alegro mucho de verte —dije feliz pero su expresión no cambió.

—Voy a preguntártelo de nuevo. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿No crees que ya le has hecho suficiente daño?

Mi sonrisa se borró, pero era demasiado tarde para prepararme para el impacto que provocaron sus palabras. Si él quería actuar como un imbécil, que así fuera. Yo también podía…

—Ya veo que no te importa verme. Entonces imagino que es bueno que no haya venido a verte a ti. Estoy aquí para recoger a mi esposa

—¿A tu esposa? —se rió sin humor— Corta el rollo, Peter. Los dos sabemos que es solo un juego para el público, a pesar de que ella se niega a admitirlo. La estás usando para lavar tu imagen, y es demasiado estúpida para preocuparse por eso, aunque ella misma lo sepa

—No sabes nada de nosotros, Nicolás

—¿De «nosotros»? —se rió— No tienen un nosotros, Peter. ¿Sabes que ella está enamorada de ti? Joder, ha estado enamorada de ti la mayor parte de su vida. ¿Seguirás jugando a esto, sabiendo que acabarás matando algo en ella cuando por fin te aburras de todo?
—bajé la cabeza y apreté los puños— No quiero que la veas, quiero que te vayas

—Me importa una mierda lo que quieras, Nicolás —dije en voz baja. Él dejó de hablar— Voy a traspasar esa puerta incluso aunque tenga que echarla abajo con un mazo —dije mirándolo fijamente , y él arqueó una ceja y cruzó los brazos.

—Inténtalo —me retó— Dame una buena razón para…

—Estoy enamorado de tu hermana, idiota

Di un paso adelante, pegando la nariz a la suya. Sus ojos azules se concentraron en mí y dio un paso adelante con los puños cerrados.

—Mientes, hijo de puta

Antes de que pudiera hacer algo, la puerta se abrió a su espalda y salió su padre.

—Ya es suficiente, Nico —dijo con voz grave, cerrando la puerta con calma.

Me quedé helado. Abrí las manos y tragué saliva. Frente a mí estaba el hombre que había idolatrado, un hombre que sabía cómo cuidar a su familia, un hombre que no se negaba a demostrar su amor por sus hijos, por su esposa…, incluso por el hijo del vecino. Al igual que las casas que nos rodeaban, él estaba igual. Tenía más canas, y las patas de gallo alrededor de sus ojos eran más profundas, pero esos hombros grandes, la postura y todo lo demás
que lo definían como quien era estaban exactamente iguales. Demonios, ¿por qué tenía que haber salido? A él no podía engañarlo. Me pelearía tan feliz con Nico, pero no con su padre. Di un paso atrás e intenté relajar los músculos.

—No me gusta la razón por la que estás aquí, Peter, pero aun así me alegro de verte —dijo después de alejar a su hijo a la fuerza.

Había una leve sonrisa en sus labios. Tal vez todavía tenía alguna oportunidad de llegar a Lali. Quizás Nico me creería.
Sintiéndome como un joven de diecisiete años otra vez, me froté la nuca y clavé los ojos en el suelo. No estaba llorando…, ¿verdad?

AMOR DE INFANCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora