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Cuenta Peter

—Está bien, chicos, tenemos que hacer esto con rapidez. Después de firmar, me voy directo al
aeropuerto —dije tan pronto como entré en la oficina de Vanessa.

Tincho estaba justo detrás de mí, escribiendo algo en su teléfono a un ritmo inhumano. Supuse que se estaba asegurando de que todo estuviera listo para cuando llegáramos a España.

—¿Tincho... —dijo Vanessa mientras se levantaba de la silla que ocupaba delante de Gastón—, puedes esperar fuera? Y cierra la puerta al salir

Después de recibir una confirmación rápida de mi parte, abandonó la habitación.

—Bien. Lo asumo todo. ¿Qué daños hay?

Me senté en medio del sofá de cuero, pasé los brazos por el respaldo y me obligué a relajarme. Esta parte de mi trabajo, hablar sobre mi imagen, mis meteduras de pata, era la parte que odiaba con todo mi corazón.Vanessa cogió algunos papeles del cajón del escritorio y luego volvió a sentarse. Tanto Gastón como ella lucían unas expresiones igual de serias.

—¿Qué? —pregunté cuando se miraron, tratando, obviamente, de decidir quién debía hablar primero.

Pasaron unos segundos y Gastón suspiró; cualquier hombre se encogería bajo la dura mirada de Vanessa Pellizzeri. Era mi publicista, la más dura del mundo, pero eso no cambiaba el hecho de que era una de las mejores.

—Vanessa ha recibido un correo electrónico esta mañana que lo cambia todo

—Explícate…

—¿La semana pasada te tiraste a la actriz Gemma Wilde en ese callejón, antes de que aparecieran los
paparazzi?

No tenía sentido negarlo. Si lo hiciera, no podrían hacer el trabajo por el que les pagaba. Así que no lo hice.

—Sí. Sin embargo, no pueden haber hecho ninguna foto del polvo. Fue una cagada, lo reconozco —miré el reloj— De todos modos, los dos han visto las fotos de esa noche. Implicaban que
habíamos follado, pero no llegaron a pillarnos. Ya me has largado un sermón por eso, Vanessa — me levanté— Si esto es para recordarme que me porte bien en España, no es necesario

—Siéntate, Peter—ordenó en tono brusco.

Gastón se estaba frotando la frente; debía de haber ocurrido algo muy serio para que él demostrara su incomodidad tan abiertamente. No eran muchas las cosas que lo llevaban a ese estado después de trabajar para mí desde el comienzo de mi carrera.

—¿Qué carajos está pasando? —pregunté ya algo molesto—

Ella me entregó un papel. Era una copia de un correo electrónico enviado a Vanessa. Leí el contenido. Luego lo leí de nuevo.

—¿Es una broma? —pregunté, arqueando las cejas.

—Por desgracia, no lo es —respondió Vanessa— Alguien te está chantajeando

Bajé otra vez la vista al papel que tenía en las manos.

—¿Por dos millones de dólares? —arrugué el papel y lo tiré. Me eché hacia delante para mirar directamente a Gastón a los ojos— Si estás jugando conmigo…, si esto es algo que se han inventado para asustarme y que me porte bien, es mejor que me lo digan ahora, Gastón. Si me entero después, no les va a gustar mi puta reacción a ninguno de los dos

Gastón apretó los dientes, y noté que cerraba los puños con fuerza.

—¿Crees que te haría eso? ¿Es que además de todo lo demás también estás loco?

AMOR DE INFANCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora