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Cuenta Lali

—Euge, ¿qué estás haciendo?
—asomó la cabeza desde detrás de la puerta de la nevera y me miró.

—Estoy rebuscando en la nevera como una gata en un callejón, ¿no lo ves? —la miré sin parpadear desde el sofá y su sonrisa se hizo más grande—¿Es que no lo pillas? En un callejón… como Peter. Una gata en un callejón…

No me hace gracia, Eugenia —dije mirándola mal.

Era jueves, y Peter se había ido a las cinco de la madrugada para empezar el rodaje temprano. Tenía una agenda muy intensa, y yo no quería tener nada que ver. No era que no disfrutara pasando el tiempo en la caravana, concentrada en mi libro, pero apenas podía pensar cuando él estaba cerca de mí.

—Oh, vamos, sí tiene gracia. No me rompas el corazón diciéndome que no soy graciosa. No quiero tener que pasarme toda la noche contando chistes a los que me rodean para reafirmarme a mí misma

—Dime, ¿qué tal con la nueva compañera de piso? —pregunté, ignorándola— La amiga de Brenda, Nina, ¿verdad?

—Sí, Nina—arrugó la nariz como si hubiera olido algo podrido— No sé qué pensar de ella, le estoy dando más tiempo

Por fin cerró la puerta de la nevera y se dejó caer a mi lado. Me ofreció una manzana mientras sostenía un tazón de arándanos en la otra mano. Miré la manzana y luego a Euge.

—¿A qué viene esto? —pregunté mirando la manzana.

—Ahora que vas a ser el blanco de los paparazzi, es necesario que hagas comidas más saludables para mantenerte a la altura de Peter Lanzani —inclinó la cabeza a un lado, pero se quedó mirando fijamente a su cuenco— Porque necesitarás seguirle el ritmo, ¿no? Es una máquina en la cama, ¿no? —arqueé las cejas y mordí mi manzana, pero permanecí en silencio y me miró de reojo mientras cogía un arándano— ¿Y bien?  —negué con la cabeza.

—Lo siento, no pienso caer en eso. Sin detalles sexuales. ¿No te lo he dicho ya, no sé, unas mil veces hoy? —puso el bol en el sofá y levantó las piernas para mirarme.

—No eres nada divertida, Lali. ¿Cómo se supone que voy a vivir a través de ti si no me cuentas los detalles? ¿Qué te he hecho para merecer tanta crueldad? —le di otro mordisco a la manzana y cogí el portátil de la gigantesca mesa del salón  Antes de abrirlo, me giré para mirar a Euge. Sus ojos estaban muy abiertos, y la emoción brillaba en su cara.

—¿Hacemos un trato? —dije.

—Perfecto. Venga… Me encantan los tratos —me tendió la mano y se la cogí mientras la miraba directamente a los ojos.

—Si tú me hablas de Benjamín, yo te daré algunos pequeños detalles sobre Peter —me estrechó la mano con entusiasmo.

—Hecho. Ya has visto la polla de Benjamín, así que ya sabes lo que me tiene enganchada

Apreté los ojos como si con eso pudiera borrar el recuerdo de esa imagen, y levanté la mano con la palma hacia afuera.

—Eso no. ¡Dios, no! No quiero detalles de cama. Creo que oí más que suficiente a través de la pared de lo que pasaba en la habitación contigua para hacerme una idea de cómo es en la cama. Dime: ¿qué estás haciendo con Benjamín? —hice una mueca cuando vi la expresión de su rostro—  No en sentido literal. Dime si estás enamorada de él —fue su turno de hacer una mueca— Cuéntame qué está pasando, Euge. Desde que está ocurriendo todo lo del libro y lo de Peter, solo hablamos de mí. Aunque sé cuánto te gusta hablar de esos temas en particular, estoy interesada en
tu vida

AMOR DE INFANCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora