29°

1.7K 89 25
                                    

Cuenta Peter

—Tienes que despertar, tío

¿Era George? ¿Qué demonios estaba haciendo en mi casa?

—¿Qué? —gruñí, tratando de salir de la neblina y abrir los ojos— ¿Qué estás haciendo aquí? —me pasaron unos dedos por la frente, y luego escuché la voz de Tincho.

—¿Crees que deberíamos llamar a un médico?

—¿Tincho? ¿Qué coño…?

Me obligué a abrir los ojos, y tuve que cerrarlos cuando unas luces brillantes penetraron en mi cerebro. Gemí y me tapé la cara con las manos.

—¡Que alguien apague las malditas luces!

—Peter, es de día, no creo que podamos apagarlas —dijo en tono burlón.

Protegiéndome los ojos con la mano, miré el rostro de Tincho, el cual estaba algo preocupado, y luego miré a mi alrededor. Estaba acostado en un sofá. Sacudí la cabeza, y eso hizo que me doliera. ¡Dios! ¿Cuántas copas había tomado la noche anterior?

—¿Dónde estamos?

—En mi suite —dijo George con un suspiro de dolor mientras me daba una botella de agua fría.

—Gracias —murmuré.

Bebí hasta la última gota y dejé caer la botella en el suelo. Cuando terminé, me aclaré la garganta y volví a mirar a mi alrededor.

—¿Por qué estamos en tu suite?
—George miró a Tincho— ¡Joder! —maldije, hundiendo la cabeza entre las manos— Me palpita la cabeza. ¿Qué hora es, Tincho? ¿Llego tarde al rodaje?

—Peter… —dijo George en un tono serio.

—¿No has oído hablar de persianas, pequeño cabrón? —dije agarrándome la cabeza.

—¿Cómo te sientes, Peter? —preguntó en lugar de darme una respuesta. ¡Joder! Estaba a punto de vomitarle sobre los zapatos.

—Fatal. Te sugiero que me indiques la dirección al baño. Ahora mismo —dije haciendo arcadas.

Cuando terminé de vomitar, me sentí peor que cuando me había despertado, si es que eso era posible. Salí a trompicones del cuarto de baño.

—Tincho ¿qué hora es?

—Siéntate un minuto —dijo George mirándome.

—Habla más bajo, por el amor de Dios. ¿Qué demonios me diste de beber anoche?

—Yo no te di nada, Peter

Me dejé caer nuevamente en el sofá y comencé a masajearme las sienes. Tincho todavía estaba moviéndose, pero George se sentó enfrente de mí. No tenía mejor aspecto que yo. Frunciendo el ceño, me volví hacia Tincho.

—¿Dónde está Lali?

—Mira... —intervino George antes de que Tincho pudiera decir nada— Mira, Peter. Te has metido en un lío. Joder, hasta me has metido a mí

—Explícate —ordené con firmeza. Si le había hecho algo a Lali, si le había dicho algo que le molestara…

—He estado preguntando al personal, los que entraron en contacto contigo en el club. Y…

—¿Por qué?

—Cállate y escucha. Creemos que alguien te echó algo en la bebida

—¡¿Qué?! —grité, poniéndome de pie— ¡¿Dónde está Lali, Martín?! —grité, ignorando a mi cabeza y maldiciéndome por el rápido movimiento.

—No lo sabemos, Peter —respondió en voz baja.

—¿Qué coño quieres decir con que no lo sabes? ¿Y sus amigas? ¿Dónde están? Pregúntales

—Mira… —comenzó de nuevo George, y di un paso adelante. Si él decía «Mira» una vez más, iba a acabar dándole un puñetazo.

—Anoche llegué tarde. Cuando por fin entré en el club y George me acompañó hasta la estancia privada, descubrí que te mostrabas demasiado amigable con una de las amigas de Lali —explicó
Tincho— No sé qué pasó, pero sé que no engañarías a Lali. Así no

Abrí los ojos como platos, en estado de shock. Me pasé las manos por el pelo y me volví hacia Tincho. George estaba sentado con la cabeza gacha, callado.

—¿Estás tomándome el pelo? ¡Joder! Yo no lo haría nunca. No lo he hecho. ¡Maldita sea! —gruñí mientras cogía un jarrón que estaba sobre la mesa cerca de mí y lo arrojaba contra la pared
para hacerlo pedazos— ¿Qué viste? ¿Qué estaba haciendo? —pregunté con los dientes apretados. Estaba tratando de hablar con calma.

—Estaba sentada en tu regazo, muy pegada a ti

¡Maldita sea!

Me puse a andar, y cuando la pared estuvo justo delante de mí… le di un golpe. Parecía una buena idea en ese momento. Con la furia que crecía en mi interior, habría podido derribar todo el
edificio solo con mis manos. Ignorando mis nudillos ensangrentados, regresé lentamente al sofá y me senté con el corazón acelerado.

—Por favor, explícamelo todo —dije finalmente, cuando mi respiración estuvo bajo control y no tuve ganas de matar a nadie.

Tincho se sentó en el otro extremo del sofá y mantuvo sus ojos clavados en mí todo el rato.

—No sé mucho, Peter. Así es como te encontramos. ¿No recuerdas nada? Estaba en tu regazo y estabas besándola, supongo. No lo sé. ¿O quizás no? Ella tenía las manos sobre ti y estabas allí sentado aturdido

—¿Con cuál?

—¿Con cuál qué? -preguntó George.

—¿Con cuál de sus amigas? —apreté los dientes.

Miró a Tincho, así que levanté la cabeza para mirarlo también.

—Nina —dijo George después de pensarlo un minuto— Recuerdo que Lali me la presentó como Nina

—¿No había nadie más en la habitación?

—Solo ustedes dos. ¿Podría ser ella la que te puso algo en la bebida? Porque ninguno de mis empleados haría algo así. Los selecciono personalmente, lo sabes. E incluso si pudieran, ¿por qué
lo harían?

—Es amiga de Lali, por el amor de Dios, ¿por qué ella haría algo así?

—¿Qué recuerdas exactamente? —preguntó Tincho de nuevo.

Lo pensé. ¿Qué recuerdos tenía? Recordaba haber ido a la habitación privada con Lali. Recordaba haberla besado, y querer hacerle mucho más que solo besarla. Todavía podía sentir sus labios sobre los míos, sus manos en mi pelo. Ella siempre se estremecía cuando la besaba, como si mi contacto enviara pequeñas ondas de placer a todo su cuerpo, y me encantaba notar todo eso. Simplemente me encantaba estar cerca de ella, tocarla… Sacudí la cabeza.

—No mucho. No recuerdo que Lali se fuera. Recuerdo hablar con Euge y Nina, pero eso es todo. ¿La has llamado?

Tincho hizo una mueca que no me gustó nada.

—No pudimos encontrar tu teléfono, pero tenías su bolso al lado y su teléfono estaba dentro. Pero… —agregó rápidamente antes de que pudiera explotar de nuevo— He llamado a Euge. No ha respondido por el momento, pero seguiré llamándola. No te preocupes, Peter

—Cuéntale el resto —dijo George con aire sombrío.

—¿El resto? —los miré. Otra mueca. Y ésta fue peor. Pensé que ojalá nunca volviera a ver a Tincho hacer una mueca así, y que sería fantástico.

—Alguien ha filtrado unas fotos tuyas y de esa chica. La historia de que estás engañando a Lali es viral —mis ojos cada vez de agrandaban más— Está en todos los medios de comunicación

¡Maldita sea todo! ¿Que carajos estaría pensando Lali de mi en éste momento? ¿Dónde estaba ella ahora?

AMOR DE INFANCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora