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El último gol que determinó el fin del partido de práctica fue anotado justo a las 9:30 de la mañana.

El sol resplandecía como nunca antes y todos los chicos del equipo de fútbol estaban sudorosos y sedientos. Su capitán, Louis Tomlinson, le daba un apretón de manos al arquero del equipo invitado que yacía en el suelo limpiando el sudor de su frente con su camiseta.

Estaban entrenando cada día más; Louis había acordado con el entrenador Smith para que aumentara los horarios de entrenamiento debido a que el partido más importante del año estaba a solo 8 meses. Y aunque ese tiempo pareciese largo, para ellos era simplemente corto. Y no querían decepcionar a su escuela, de la cual Louis ese año se graduará.

Tomlinson recorrió con la vista todo el campo verde, mientras respiraba profundo y adecuadamente para normalizar su respiración. Los alumnos estaban en clases, exactamente en el segundo periodo del día, y aunque Louis sabía que todo el equipo representaba a la escuela, tenían que ponerse al día de sus obligaciones académicas para no tener ni una mancha en su perfecto registro. Después de todo, cuando acordaron a aumentar el tiempo de entrenamiento, también se comprometieron a esforzarse el triple en las clases.

Al menos, una ventaja era que recién hace un mes había iniciado el año escolar y supo organizarse de forma adecuada.

Aunque una de sus preocupaciones era el equipo de porristas, últimamente había estado muy flojo, ninguna de las chicas se organizaba para animar de buena forma, sus caras tenían expresiones aburridas al ver jugar a los chicos y otras solo los miraban embelesadas. Su capitana había abandonado la escuela ese año y no se habían puesto de acuerdo en elegir a una nueva capitana. Y todo ese rollo entre ellas se estaba volviendo algo problemático y estresante para el equipo de fútbol.

Louis se quitó la camiseta y bebió un poco de agua para luego vaciar el resto que quedaba en la botella sobre su cabello castaño y su rostro. El contacto del agua con su piel fue tan relajante y exquisito; y sus delgados labios que antes se sentían algo secos, se humedecieron y se sintió realmente bien.

Pasó su mano por las hebras de su cabello lacio y revolvió sin mucho cuidado. Solo necesitaba una buena ducha para seguir con sus actividades diarias y en el último período perdería la última clase para entrenar.

El castaño observó cómo sus compañeros se dirigían a los vestidores y le hacían señas de despedida, las cuales él respondió. Bajó un momento la mirada hacia el grass y cerrando los ojos para concentrarse en su respiración. Sus manos en su cadera y con la punta de su pie golpeando el grass varias veces.

Se encontraba solo en el campo y lo sabía, pero le gustaba esa sensación al terminar de jugar y simplemente respirar aire puro con los ojos cerrados, olvidándose de todo lo que hay alrededor y centrándose en sí mismo.

Sin embargo, su tranquilidad no duró mucho al oír unas voces algo lejanas, pero se escuchaban como gritos. Trató de ignorarlos pero se hicieron más fuertes al sentir que un carro pasaba junto a él para estacionarse de golpe frente al campo.

Abrió sus ojos y dirigió su mirada hacia el lado izquierdo del campo de fútbol, donde pudo observar una camioneta plateada. Se dio cuenta rápidamente que era una muy buena marca italiana, ya que su hermana mayor era fan de coleccionar revistas de autos que quisiera tener en un futuro.

Pero aquello no fue lo que más llamó su atención. Fue exactamente que por la ventana del asiento trasero pudo ver una mata de rizos oscuros asomarse por la ventana, al parecer aquella persona estaba recostada contra la puerta y apenas pudo ver rápidamente su nariz cuando lo vio acomodarse en el asiento.

Era un chico.

Iba a retirarse, debido a que aquella conversación no le incumbía para nada pero un grito de voz muy grave y ronca lo paralizó en su lugar.

— ... ¡Callate! Y más te vale que no nos avergüences con tus mariconadas en esta escuela, no es posible que nos pagues de esta forma todo el esfuerzo que hacemos al pagarte una educación, Harry.

Aprovechando que ninguno de los dos adultos que iban en los asientos de adelante ni el tal Harry se habían dado cuenta de su presencia, caminó lentamente más cerca para oír mejor.

—Y ya deja de llorar, joder. —habló ahora una señora de cabello rubio que estaba sentada en el asiento del copiloto.— Ahora, entrarás a esa oficina y si la directora te pregunta sobre tu cambio de escuela tan repentino y absurdo, tú ya sabes qué decirle.

— ¿Estás escuchando, Harry? —intervino de nuevo el hombre con bigote y un aspecto algo intimidante.— ¡¿Por qué mierda te quedas callado?! ¡Responde!

—Pensé que me querían callado. —la voz del chico era algo grave y profunda, y notablemente con un tono lastimado por los sollozos que trataba de reprimir.— ¿Desde cuándo les importa lo que yo opine?

—No me provoques, Harry. —el hombre alzó un dedo amenazador en dirección al chico de rizos y este se encogió rápidamente en el asiento soltando un sollozo más fuerte.

Louis siguió observando la escena a pesar que no entendía mucho, lo único que sabía era que le agradeció al cielo de no haber tenido a esos padres. Los suyos son personas muy amorosas que jamás en la vida se atreverían a levantarle la voz y menos intimidarlo de esa forma.

Segundos después la camioneta avanzó hacia el estacionamiento de la escuela y el castaño pudo ver al chico llamado Harry de espaldas. Era muy delgado y con una cintura pequeña, tenía piernas largas y aún así usaba botas marrones con plataforma en ellas, haciéndolo lucir más alto. Sus piernas realmente eran muy bonitas, perfectas y estilizadas, como las de un modelo, y las cubrían unos skinny jeans negros. Llevaba puesta una camisa naranja con líneas negras y un sombrero que cubría sus hermosos rizos, los cuales eran mucho más largos de lo que esperaba. Tenía el cabello hacia la altura de los hombros y sus movimientos eran delicados al caminar hasta adentrarse a la escuela.

Ese chico tenía una gracia muy elegante al moverse y se sorprendió de eso. Todos los chicos que conocía eran muy toscos al hacer cualquier cosa, hasta algo tan simple como caminar, algo muy mundano y normal. Sin embargo, Harry hacía que caminar se viera como modelar sobre una pasarela. Y eso era algo increíble.

No se dio cuenta cuanto tiempo se duró parado con la mirada perdida en la puerta principal de la escuela cuando sus compañeros llegaron y lo sacaron de sus pensamientos.

De cualquier forma, debía ducharse y ponerse al día en el área de trigonometría.

The Cheerleader of my Dreams (ls.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora