Amor y venganza

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Hide Shiroyama veía a su hijo dormir, el pequeño acababa de cumplir seis años y cada noche exigía mas tiempo con su padre, aún cuando ya había pasado todo el día con él. Ese día en particular se lo había cumplido, desde la mañana hasta el anochecer se habían dedicado a jugar y pasear, Hide quería que lo último que recordara su hijo fuera un día especial. No quería pensar tan fatalista pero en algunas cosas tenía que ser realista.

Quería poder hacer lo que tenía que hacer y que nadie saliera herido o muerto, más. Demasiadas tragedias habían pasado ya a su alrededor como para seguir acumulándose. Sonrío por mero instinto, ese pequeño y su madre eran su vida entera, si por él fuera simplemente se alejaría de todo lo que tuviera que ver con su apellido y el estilo de vida que habían llevado hasta el momento. Sin embargo, su honor era más grande que sus miedos, sus ganas de justicia y el amor a sus amigos lo habían atado a una promesa que ahora no estaba muy seguro de querer de cumplir.

Cerró con cuidado la puerta, no quería despertar a su hijo y tener que volver a dormirlo, al menos eso le tomaría otras dos, dos horas que no tenía si quería acabar con todo de una buena vez.

Caminó por el pasillo de la pequeña casa, podría haber vivido en una mansión pero a él no le iba esa vida rodeada de lujos, le gustaba la vida sencilla. Se dirigió a la puerta sin querer despedirse o decir algo más.

—¿Ya te vas? —La voz de su esposa hizo que se detuviera a mitad del camino. Definitivamente podía engañar a cualquiera, menos a la mujer parada detrás de él con los brazos cruzados, no en una forma demandante, si no comprensiva. Asintió sin atreverse a mirarla—. ¿Vas a regresar? —la verdad no tenía una respuesta que pudiera satisfacerla.

Se giró lentamente—. No lo sé, no me creo capaz de matarlo —sonrió irónicamente , podía ser una misión suicida y aún así no flaquearía—. Sólo sé que tengo que intentarlo —suspiró.

—A pesar de que su técnica esté mejor pulida, eres mejor que él y lo sabes —la mujer le aseguró, su largo cabello negro cayendo sobre su espalda—. Eso es precisamente lo que no soporta, por lo que te odia tanto —se acercó y colocó las manos sobre el pecho de su marido—. Si alguien puede ponerle un alto eres tu y él lo sabe muy bien —acarició su mejilla.

Cerró los ojos ante el contacto pero los abrió casi de inmediato—. A diferencia de él, a mi ya no me importa quién es mejor, quién gana o quién puede cambiar algo. Nuestros apellidos nunca fueron algo relevante para mi. Lo hago por Sara y por Kouyou, me aterra lo que podría pasar si no los saco de ahí; le hice una promesa a... —no terminó la frase, había ciertas cosas que todavía no podía decir en voz alta pues resultaban muy dolorosas—. No entiendo cuándo pasó todo esto, pensé que todos éramos amigos, que luchábamos por lo mismo —dijo con sinceridad.

—Fue ese torneo —dijo ella con desprecio—. Acabo con todos nosotros —se lamentó.

—Debo irme —tomó la mano de su esposa y la puso en su mejilla, recargándose ligeramente en ella, dejándose envolver por el contacto, para después cambiar su semblante a uno mas serio—. Yuri, necesito que me prometas algo —ella lo miró atentamente—. Si no vuelvo...

—Hide...

—Escúchame —la interrumpió—, si no vuelvo, dile que me fui, que los abandoné. Que soy un mal padre y decidí irme a pelear, porque la vida en familia no era para mi. Hazle creer que me odias —dijo en tono de suplica

Yuri abrió mucho los ojos—. ¿Estás loco? ¿Cómo le voy a decir eso? Rompería su corazón, sabes que él te adora, no podría —negó. Era inconcebible.

—Precisamente, tienes que decirle que me fui. Rompe su corazón y haz que se decepcione de su padre —dijo con firmeza.

—¿Por qué? —Preguntó sin entender.

The True Murderous Intent [The Gazette]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant