41. La traidora se vistió de amiga ella era así y se puso su mejor disfraz

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—A las fáciles se les termina pronto la fiesta.

Una carcajada con la mano tapando su boca fue su expresión.

—Ay, qué graciosa y anticuada eres.

Me apetecía cogerla por los pelos y arrastrarla por todo el marítimo, pero sería lamentable por mi parte rebajarme a ella.

Escupí un:

—Eres un ser detestable.

—Bueno... Erik no dice eso en mi habitación, —respondió con chulería.

Mi pulso se descompensaba, sentía presión en la cabeza pero no podía mostrar mis debilidades. Mi diosa valentía me cogió de la mano y habló por mí.

—Uy, pues disfrútalo, todo para ti, guapa.

—Ok. Pues deberías hablar con él y terminarlo ya, porque, amiga, tienes unos cuernos que no entras por la puerta. Ah, y te digo que es más guapo sin ropa y no te cuento cómo lo hace...

Indignada estaba. Cada palabra era una puñalada, cada sonrisa una espina que me atravesaba de punta a punta, pero a ella se le notaba insegura, cosa poco habitual en Lola, así que la pinché.

—Dices ¿terminarlo? ¿No es que es tuyo? ¿Por qué quieres que hable con él? No te veo muy segura, Lolita, —le dije con sarcasmo. 

«Eres una puta x10»

—Ay, lo digo por ayudarte Cloe. Es mejor dejar a que te dejen. Erik se confundió contigo, pero anoche recordó lo bien que lo pasamos en San Juan.

Sí, sí, eso es que se había pillado por el rubio y puede que todo esto sea una mentira para cabrearme, «cosa que logró obviamente». Pero no exculpo a Erik, es más, no meto las manos en el fuego por nadie.

Se cuadró como un gallo a punto de iniciar una pelea. Alzó su dedo índice y me señaló escupiendo:

—Último aviso, zorra.

Yo estaba iracunda pero mantenía la calma porque sabía que mi actitud la alteraría más. Conocía sus puntos débiles.

—Uy, Lola, creo que te has pillado por Erik y te has vuelto loca, —sonreí tras la mascarilla y sabía que ella lo notaría.

—Más quisiera él, pero yo nunca me pillo por nadie. El que está muy liado conmigo es él y creo que le das pena. Yo solo te aviso.

—Yo creo que sí y que te pone nerviosa que no te hagan caso, ¡por primera vez en tu vida! —Toma tu dosis de veneno, que te va a doler.

—Solo es que contigo mira estrellas y conmigo las toca, payasa.

Tenía razón, pero quizás por ir deprisa el interés se pierde. Respiré hondo con la mirada fija e imperturbable en sus intensos ojos marrones.

—Ay, Lolita, qué pena me das.

—Y tú a mí.

—Y sí, es verdad todos te tocan tu estrella. Tu problema es que nadie se queda a tu lado después de eso. Eres patética, chica.

—Pero no perdedora. Que te quede claro, nunca pierdo.—Se rió con burla. Volvió a señalarme y no hay nada que me altere más que me señalen con el dedo, me parece humillante.

—Aburres tía, aléjate de mí. —Crucé el portal y tiré de la puerta ignorando si respondía.

«Puta, puta y mil veces, puta».

Ahora sí venía mi desahogo. Ira, rabia, decepción, histeria..., todo se juntaba como un tsunami dentro de mí. Si seguía allí reventaba, y no me iba a aguantar en meterle un guantazo.

Caminé hasta el marítimo para desahogar mis lágrimas contenidas para no parecer frágil, pero ya no podía más.

El rubio había estado con Lola. Hasta dónde habían llegado, no lo sé, pero todo indicaba que se habían liado y Erik no me había dicho nada.

Él sufre porque Lucía le engañó y ¿qué hace conmigo, jugar? Eso me pasaba por novata...

«Desgraciada ingenuidad».

«Desgraciada ingenuidad»

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Mis días de adolescente.  Amar. I (Publicado en físico)Where stories live. Discover now