36. Me volví adicta a los ojos que se fijaron en mi

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CLOE


Mientras retocaba mi simple maquillaje con máscara de pestañas y un brillo rosa claro que no se vería por la mascarilla, me llegó un mensaje.

Estoy en la puerta, nena.

Como era costumbre, las mariposas revolotearon incesantes en mi barriga. Mi padre le abrió y le invitó a pasar amablemente. Andrés se lanzó a sus brazos sintiéndolo familiar, por el buen feeling que tuvieron el día de la playa. Erik lo saludó efusivamente:

—¡Qué hay, chico! —Acarició su cabeza tiernamente.

—¿Ya edes el novio de Cloe? —Él se rió por su insistencia y se sonrojó apenado.

Mi madre le extendió la mano saludándole cariñosamente y me apresuró para que no lo hiciera esperar.

Nos despedimos, no sin antes decir mi padre con cierta ironía:

—"Cuidaos y volved pronto". —Lanzó una sonrisa a distancia.

Abrí mucho los ojos, dándole a entender «papá, no le darás a Erik el sermón, ¿verdad?» y, al parecer, me entendió, porque haciéndose el fuerte esbozó una carcajada fingida y dijo:

—"Nada chicos, eh... divertíos, con mascarilla, claro". —Su risa nerviosa le delató. Parecía un niño cuando le arrebatan un juguete, y no sabía si reír o llorar.

—Hasta luego Xosé, la cuidaré. —Se despidió con afecto el rubio, quizás entendiendo la angustia de mi padre.

Caminamos por el pasillo de nuestra habitación y Erik cogió tiernamente mi temblorosa y fría mano, señal perfecta de que estaba presa por los nervios.

Recorrimos el pasillo del pequeño hotel que parecía sacado de un cuento, ambientado en una hermosa y rústica casa gallega; sus paredes robustas de piedra maciza rodeaban toda la vivienda y muebles de estilo antiguo decoraban las estancias comunes. No era muy de mi gusto, pero la ubicación era única, situado frente al paseo marítimo de la playa de Samil. Era quizás uno de los arenales más conocidos y concurridos de las Rías Baixas. La casa de Erik estaba a unos cuatrocientos metros del hotel, ubicada justo entre las playas de O Vao y Samil, una de las zonas más exclusivas de Vigo.

Fuimos caminando y mis nervios se fueron relajando.

—¡Qué guapa estás! Te lo digo ahora, si no a tu padre le da un infarto. —Rompió el hielo mi precioso rubio.

Yo me sonrojé. Tenerlo en frente me ponía nerviosa.

—¡Ay, rubio! Mi padre es un poco... ¿temeroso? Bueno, no. Está asustado de que vaya a tu casa. Aunque... él no es el único, —agregué inquieta.

Habíamos paseado dos tardes por Vigo y no estaba como ahora, «¡cagada de miedo!», quizás porque iba a conocer a su padre o porque estaría sola con él en su casa.

—¿Y por qué estás nerviosa, Cloe?, —adivinó divertido.

—Bueno, ya sabes... soy novata en esto.

«¡Vamos! Que no se ha comido un rosco en la vida». Mi lado sin vergüenza batía su melena al viento con las manos en la cintura.

—A ver, chica misteriosa, recuerda que no muerdo. —Detuvo el paso y se puso frente a mí.

«OMG. ¡Ambulancia! ¡Se desmaya!» Mi diosa de los miedos se tiraba de los pelos.

Cogió mi otra mano y me miró fijamente. Subió nuestras manos entrelazadas y con un dedo apartó un mechón de cabello que caía por mi rostro. Se acercó seguro y posó sus húmedos labios en los míos unos segundos. Yo deseaba que fueran eternos. Una descarga eléctrica recorrió mi espina dorsal, pero logré dominarla para que no se diera cuenta. Solté sus manos, las posé en su pecho y él cogió mis mejillas con ambas manos, con dulzura, y me miró cálidamente a los ojos.

—Nunca te haré daño, nena. —Era tierno y delicado, algo que me enloquecía. Era mi precioso sueño hecho realidad.

—Eh... —No encontraba las palabras correctas para aquel íntimo momento, solo me salió un simple "yo tampoco te haré daño, rubio". Le abracé con fuerza queriendo transmitirle que mis palabras eran ciertas. Jamás le traicionaría como hizo Lucía. Si algún día se me acababa el amor, se lo diría sin engaños ni mentiras.

Llegamos a su casa y, al verla, casi me caigo al suelo. Había sido demasiado humilde al describirla. Era una chulísima casa blanca de arquitectura moderna, rodeada de enormes ventanales y unas vistas impresionantes ciento ochenta grados al mar; una piscina infinita con unos escalones a los lados que accedían directamente a la playa.

«¡Menudo casoplón tenía el rubio!»

La decoración del salón era alucinante, las paredes vestidas con dos grandes cuadros de firma, dos lámparas colgantes de cristal fino, un chaisse longue beige en piel de un tamaño exagerado, capaz de sentar a varias familias numerosas juntas y con una discreta mesa central repleta a sus lados de libros antiguos. Me sentía dentro de la casa de un famoso. Erik sonrió al ver mi cara alucinando con su supuesta "casita" normal y corriente. Me dio la mano y caminamos hasta la cocina. Mi estómago estaba hecho un nudo, iba a conocer a su padre, pero parecía que no había nadie en casa.

—Mi padre tenía cena de negocios —anunció.

¡Ay, madre! «Sola, solita en su habitación», canturreaba mi sinvergüenza, al ritmo de Becky G. «¡Joder con mis pensamientos!» Mi cabeza parecía Inside Out. Todas mis emociones discutían por quién tomaba el control.

—¿Te apetece pizza? —Se quitó la mascarilla y dibujó una sonrisa perfecta.

«¡Coño, te comería a ti, bombón Mi sinvergüenza se reía «Calma, Cloe, recuerda las normas». Doña prudencia me abofeteaba.

—Lo qu, que quieras, —tartamudeé como una idiota.— Eh... bueno, sí, pizza está bien.

Hábilmente sacó dos pizzas del congelador y las metió en el horno. No eran las típicas pizzas de supermercado, más bien parecían caseras.

—¿Las hiciste tú? —pregunté con intriga.

Eran gorditas, con un sinfín de ingredientes. Se veían deliciosas.

—No, ¡qué va! Las hace mi abuela, que es muy cocinillas, y nos las deja congeladas. Nos visita a menudo. Es la única mujer buena de mi vida, hasta que... —Una breve pausa lo detuvo para tocarse instintivamente sus rizos.— Apareciste tú...

«Bravo, rubio, sigue así y harás que rompa las normas», aplaudía sinvergüenza midiendo mi autocontrol.

¡Oh! Esto era un halago en toda regla.

Mi sonrisa nerviosa deseaba mil cosas. Era, simplemente, ¿perfecto?


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Mis días de adolescente.  Amar. I (Publicado en físico)Where stories live. Discover now