Epílogo.

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13 de febrero, año 2023.



— ¿Estás segura de que quieres entrar tú sola? —preguntó por enésima vez Caro, y yo por enésima vez asentí—. Bueno... Gema —me voltee—. Te quiero, lo sabes, ¿cierto? Y no quiero verte sufrir, fuerzas —levanto sus puños con una media sonrisa.

A paso lento ingresé en el cementerio, llevaba algunos tulipanes para mi madre, y para mi padre unas rosas; sus favoritas.

Las hojas crujían con cada pisada, sin embargo yo no me detenía, sabía que estaba cada vez más cerca. Cerré mis ojos por unos instantes y cuando menos me di cuenta estaba delante de sus tumbas, en la lápida de mi madre se encontraba una foto de ella, sonriente. Recuerdo también ese día, yo le había tomado esa foto pues ella se encontraba realmente feliz, recordaba que su felicidad se debía a que al fin había conseguido hacer aquel pastel de arándanos, con la receta que mi abuela le había dado.

Dejé los tulipanes junto a esa imagen, sonreí de lado.

— ¿Sabes? Luego de pensarlo demasiado he decidido ser una artista, al igual que tú lo eras, probablemente no sea igual de buena que tú, pues... ¿Quién podrá superar tu arte, madre?, nadie podrá hacerlo —lágrimas caían como cascadas, demonios: la extrañaba demasiado—. He hecho un cuadro en tu honor, pero me lo he olvidado. Sigo siendo igual de despistada —reí un poco—. Prometo traértelo la próxima vez que venga, lo juro.

Acaricié su foto, con mi suéter limpié mis lágrimas y me acerqué hacía la lápida de mi papá.

Su imagen era diferente a la de mi madre, en esta él se encontraba cargando unos troncos con una sonrisa, recuerdo que le había pedido a mi madre que le tomara esa foto, pues él aseguraba ser el "hombre más fuerte del mundo". Dejé las rosas y me senté a un lado de la tumba, más precisamente en medio de la de él y mi madre.

— A veces creo que la vida es injusta, se arrebata la vida de las personas más buenas, y deja a las personas malas vagando como si nada. Muchas veces me acuerdo de ti cuando estoy con Ángel, no te preocupes por él; es un buen chico, prometió cuidarme muy bien —sonreí a medias—. Debido a tu pérdida tuve que aprender a defenderme sola y valerme por mí misma... Cuando vi sus cuerpos, tirados sin vida; quise morirme junto a ustedes. Pero luego recapacité y quise que la persona que los daño pagará por todo, que sufriera como ustedes sufrieron.

— Pero luego te diste cuenta de que tú no eres una mala persona, y le deseaste lo mejor —me abrazo Ángel, ya podía caminar perfectamente bien.

— Exacto —sonreí. Nos acercamos a la tumba de mi hermanito y le dejamos un tulipán con un pequeño osito de peluche, luego caminamos hacía la tumba de Cleo y le dejamos una rosa.

— Ella era muy fuerte, estuvo mucho tiempo ocultando lo que sabía acerca de Jace y cuando finalmente quería contarnos todo, ¡puf! La asesina. Maldito idiota —me cruce de brazos—. Espero seas feliz, en donde sea que estés, mi bella amiga.

Por un momento sintió que alguien la miraba en la lejanía, volteo en busca de esa presencia pero no vio a nadie, negó repetidas veces, seguro era su imaginación jugándole una mala pasada.

Pero no, cuando salió del cementerio su celular vibró en señal de que un mensaje había llegado.

Pero no, cuando salió del cementerio su celular vibró en señal de que un mensaje había llegado

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¿El dueño del fuego?

El dueño del cristal IWhere stories live. Discover now