Capítulo 8 "La Cabaña del Bosque."

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Entre trompicones Cleo Bradley intento caminar y alejarse lo más posible de ese lugar, pero algo no se lo permitía: estaba encadenada al suelo, comenzó a sollozar. Esto no podía estar sucediendo otra vez.

Analizó el lugar, había muebles viejos, la pintura de las paredes estaba completamente desgastada. Todo estaba oxidado, parecía un lugar que había sido abandonado hace meses o incluso años. ¿En qué lío se había metido?

—    ¿¡Qué quieres de mí!? —chillo y a su vez pateó una rama que se encontraba a su lado—. ¡Ya te dije todo lo que sabía acerca de Gema, déjame en paz!

El sonido de una puerta que había sido azotada inundo el lugar, Ángel se hizo paso hasta encontrarse cerca de su ahora nueva amiga, detrás de él se encontraba Jace. Los dos estaban heridos en diferentes lugares del cuerpo, desde pequeños rasguños; hasta grandes cortadas de las cuales aun brotaba la sangre, tal parece el asesino se divirtió un poco con ellos.

—    Tenemos que salir de aquí, ¡ahora! —grito Jace, pero su amigo no lo escucho, estaba ocupado intentando cortar la cadena que tenía aprisionada a Cleo.

—    Por favor, váyanse. No permitan que la atrape.

—    ¡Ya la escuchaste, vámonos!

—    ¡Cállate y ayúdame a sacarla de aquí! —Ángel estaba enfurecido, no pensaba dejar a una de sus compañeras en manos de un loco. Era cierto que no conocía de nada a Cleo, pero nadie merecía morir de esa manera. Consiguieron cortar las cadenas y la ayudaron a avanzar entre la oscuridad, no podían ver nada: solamente se conseguía ver un rayo de luz entre el vidrio roto de una ventana que yacía allí.

—    ¡Cuidado! —chilló la más pequeña, Jace chocó con un mueble y cayó de espaldas.

—    ¿Qué es esto? preguntó mientras veía sus manos con un líquido rojo, pegajoso. Ángel coloco una mano en su boca, deteniendo una posible arcada.

Los tres giraron sobre su eje, de repente algo alumbro el lugar; parpadearon varias veces acostumbrándose a la luz. Cuerpos, probablemente más de cien.

—    ¿E-Esa no es la m-madre de Gema? —tartamudeo Ángel, una mujer que parecía tener más de cincuenta años, tez pálida, cabellera oscura; se encontraba en el suelo totalmente magullada de pies a cabeza, parecía que la habían torturado hasta finalmente morir desangrada. Sí, definitivamente era su madre—. Debemos salir de aquí o terminaremos igual, Gema debe enterarse de todo esto.

Un estruendo nos sobresaltó a todos, parecía venir de afuera. Tal parece la cerradura de la puerta estaba siendo forzada.

— ¡Escóndanse, escóndanse! —susurro Cleo con prisa—.¡Allí! —señaló detrás de unas cajas bastante grandes a decir verdad, ¿qué tendría adentro de ellas? Seguramente algo que no era de su incumbencia. Quizá coleccionaba cabezas; o dedos. De solo pensarlo las arcadas volvieron, esta vez más fuertes que antes.

Un estruendo sobresaltó a los chicos, las pisadas retumbaron en todo el lugar; la madera crujía bajo las botas de cuero negras de tal parece, su agresor.
Jace llevó su mano a la boca de la muchacha, pues estaba a nada de soltar un grito que los pondría en peligro a todos.

Los pasos dejaron de sonar, estaba seguro de que esta persona observaba a su alrededor, esperando escuchar algún sonido que los delatara, un chillido, suspiro: algo que diera a entender que alguien estaba allí, pero todo era silencio.
Si prestaba la suficiente atención podría escuchar el ventilador que muy seguramente estaba en la otra habitación. Finalmente se rindió y abandonó el lugar.

— No sabemos que quiere este tipo, ni siquiera sabemos si es como tal un "tipo" y no una "tipa" —susurro Ángel—. Pero no me quedaré de brazos cruzados esperando que esa persona nos asesine sin piedad, debemos salir de este lugar y llevarnos a Gema lo más lejos posible.

— Es un él —observó a Jace con recelo—. Escuchen, hay una puerta escondida debajo de las escaleras.

— ¿Qué escaleras, Cleo? No hemos visto ninguna —interrogó Ángel—. ¿¡CÓMO ES QUE SABES DE UNAS POSIBLES ES... —comenzó a alterarse pero la recién nombrada lo mandó a callar.

— Ya estuve aquí, hace unos meses. Está loco, es capaz de cualquier cosa. Escape una vez, podré volver a hacerlo dos, tres e incluso más veces.
Por una vez en la vida, confíen en mí. Se que no me conocen, ni yo a ustedes: pero intento salvar sus malditas vidas, así que haremos esto...

Los tres emprendieron viaje, todo era una locura. ¿Cómo es que escaparían de la cabaña de un asesino experimentado, además de estar literalmente en el centro de un estúpido bosque? Pero lo más raro de todo era el comportamiento de Cleo, parecía saber más de lo que decía.

— Oye, ¿y si Cleo es realmente la asesina y nos está llevando a una trampa? —analizó la situación Jace, como si estuviera leyendo la mente de su amigo.

— Existen posibilidades, mi querido amigo —palmeó su espalda mientras seguía caminando, esta vez con más rapidez para poder alcanzarla.

La joven caminaba a paso asegurado, observando todo fijamente: asegurándose de que el plan se siguiera al pie de la letra.
Levanto ambas palmas y las acerco al pecho de sus "compañeros de combate", deteniéndolos. Debían combatir los tres juntos para salir de esa casucha.

— Lo distraeré, mientras ustedes huyen...

— No te dejaremos —interrumpió Ángel. Jace paso ambas manos por su cabello, frustrado.

— Si, me dejarán. Conozco otra salida, nos veremos en la entrada de Villas del Cristal, deben correr en dirección al norte, ¿comprenden? Verán una gran cascada, entonces deberán cambiar su rumbo hacia el este. ¿Les quedó claro? —no les dio tiempo a responder, pues comenzaron a escuchar nuevamente el crujir de la madera.
Cleo los empujó hacia las escaleras—. ¡Váyanse!

El más alto arrastró a Ángel fuera de allí, mientras que la pequeña corría escaleras arriba.

— ¡No podrás correr por siempre, dulce Cleo! —rio maliciosamente, no reconocía esa voz por mucho que intentara hacerlo: él no era el dueño del cristal, debía ser su cómplice.

— ¡Te he dicho todo lo que sé! —chillo alterada mientras tumbaba todo lo que encontraba a su paso, de esta manera le sería más difícil llegar a ella—. ¡Bingo! —murmuró al ver su salvación: una abertura en la pared que la llevaría a la salida de emergencias.

Al cruzar obtuvo algunos rasguños, pero no le importó.
En ese momento lo más importante era salir de ese lugar, al menos sabía que sus amigos se encontraban a salvo.
Diviso la puerta de roble completamente destruida, corrió tan rápido como sus pies lo permitieron y logró huir.

El viento chocó en su rostro, un escalofrío la recorrió de pies a cabeza.

— ¡CLEO! —escuchó un grito desgarrador, luego todo se volvió oscuro.

Jace vio como el cuerpo de Cleo se estampaba en el suelo, sangre salía de su cabeza, manchando todo el césped recién cortado: la habían asesinado.
Tiro del brazo de Ángel y prácticamente lo obligó a correr en dirección opuesta: estaban jodidos.

El dueño del cristal IWhere stories live. Discover now